Béisbol Avileño

Béisbol Avileño
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Primer partido:25 de diciembre de 1905
Accesorios:Pelota, bate, guante
Duración del encuentro:9 inning

Béisbol Avileño. Los indicios de la práctica del béisbol en Ciego de Ávila están sujetos bajo la silueta de un siglo de tradiciones. Es imposible discernir si fue Sixto Viera quien enseño a los lugareños los secretos del juego americano u otros como Joaquín Pina o Nino El cochero, receptor e intermedista, que jugaron contra los soldados yankees durante su primera intervención y de quienes se especula que también hayan figurado entre los primeros cultivadores del deporte base en estas tierras.


Historia

Este pasatiempo se conocía por esos lares desde los años finales del siglo XIX. Sin embargo, no fue hasta el inicio de la vigésima centuria cuando se ejercito de un modo manifiesto. Por esa época la distracción preferida de los avileños eran las carreras de caballos, que con bastante frecuencia se efectuaban, o las afamadas competencias de bicicletas, desarrolladas desde 1905 como atrayente opción atlética de los pobladores, y que trascendieron a tal punto en el gusto de la gente, que luego Ciego de Ávila se ganó el título de La capital del ciclismo cubano.

La presencia del béisbol, aunque discreta todavía, se incluía a menudo como componente en las excursiones que realizaban los más entusiastas deportistas a comarcas cercanas. De acuerdo con investigaciones efectuadas al respecto por Silverio Almanza, los primeros recuerdos de estas andanzas quedaron impresas en las páginas de El Pueblo, principal diario de la ciudad, con fecha lunes 25 de diciembre de 1905. En el periódico se relataban los detalles de una provechosa jornada llevada a cabo en el poblado de Ceballos donde se compitió en tiro al blanco, carreras a caballo, carreras con obstáculos, salto alto, palo ensebado y en un partido de pelota.

Si bien se apuntó en la nota periodística que los de Ciego de Avila anotaron 3 carreras, con 2 hits, sin errores y los de Ceballos se fueron de 0-0-4, el encuentro se suspendió por falta de tiempo, toda vez que los avileños no quisieron dejar escapar el último tren que regresaba de Morón con destino a la urbe trochana. Estos datos guardan hoy un inapreciable valor, porque quizás sean las huellas testimoniales más antiguas que existen de los precoces pasos del béisbol local.

No se conoce que durante ese tiempo se intentara ensayar algún tipo de certamen oficial, en cambio si fue evidente que el paladar deportivo de los antiguos paisanos le tomó el gusto a la exótica voz de ¡Play Ball!, ya que los renombrados intercambios , mantenidos con cierta asiduidad, otorgaron cada vez mayor protagonismo al juego base. De estas románticas contiendas, Almanza descubrió una en el pueblo que, por su valor estadístico, nos ofrece una referencia de la prominencia noticiosa que ganaba el pasatiempo en la prensa.

Relata el diario que el domingo 5 de agosto de 1906, jóvenes abulenses visitaron a sus vecinos de la ciudad de Morón para celebrar, concertado previamente, un partido de pelota y un gran baile nocturno. En lo concerniente al desafío señalo que a las dos y media, el umpíre Sr Quirós, dio la voz de Play, van al leño los chicos de Morón y empezó el martirio de los rojos y la gran alegría y entusiasmo entre las madrinas y los simpatizantes del Club Carmelita. El juego fue amenizado con alegres danzones y fuegos artificiales en la terminación de cada inning. A las cinco terminó el encuentro, dando la siguiente anotación por entradas:
Carmelita (Morón) 320 040 064=19
Cuba o Punzó (Ciego) 130 010 305=13

También se registraban los nombres de todos los integrantes de aquel equipo pionero, formado por Jesús Arnaiz, Federico Caries, Eladio Ceballos, Antonio Coli, Enrique Cruz, Lorenzo López, Julio López, Rogelio Pastors e Indalecio Quirós. Una semana más tarde se produjo la revancha, al devolver la visita de la ciudad del Gallo , quienes en esa ocasión cayeron derrotados. El match tuvo como escenario el campo de La Cuba Company, primer terreno de béisbol de que se tenga referencia en Ciego de Ávila.

De hecho, fue en La Cuba Company donde se jugaron, partidos de exhibición y donde la historia registró luego, la primera oportunidad en que se enfrentaron dos equipos locales formalmente organizados el 6 de enero de 1907. Los clubs, para diferenciarse, tomaron cada uno un color según la costumbre del país en aquel momento: Rojos, capitaneados por Enrique Cruz y Azules, dirigidos por Jesús Arnaiz. Lo más admirable fue que los integrantes de ambos combinados se sumaron a la emoción despertada entre los fanáticos y ayudaron a levantar, para duelos posteriores, la primera glorieta construida con rústicas pencas de palma, a la que un cronista denominó fresca ramada.

Hacia los días finales de ese año de 1907 se reorganizaron otra vez las dos escuadras con la intención de emular por la supremacía beisbolera. En esta ocasión los Rojos fueron tutelados por Lorenzo López y se formó un nuevo elenco, los Carmelitas, comandados por el señor Manuel Meléndrez. Ante tanta efervescencia, el propósito de concretar un campeonato resultó una empresa ambicionada durante el resto de la década, pero nunca llegó a cristalizar por innumerables razones de índole organizativa, y principalmente económicas. Pese a ello, no se detuvieron las continuas iniciativas que llevaron a acondicionar el segundo terreno de Ciego de Ávila, con el empeño de abrirlo al público hacia los meses finales de 1909 en el entonces emergente reparto Desmaret o Vista Alegre. La idea fue estrenarlo al unísono con el Club B.B. Cuba (de bandera azul), dirigido por Salvador Álvarez, en el sitio que hoy ocupa la calle Independencia y la calle 5. pero no se logró, y aunque se manejo la posibilidad de iniciar sus acciones el 26 de diciembre en un partido contra una escuadra de Jatibonico, no pudo inaugurarse sino hasta el 31 de julio de 1910 en un corto desafío que enfrentó a los ya mentados equipos Rojo y Azul.

La Piedra, nombre con el que bautizaron los vecinos este diamante, por una enorme roca que descansaba a pocos metros del área de juego, archivó un importante mérito porque fue donde primero se enfrentaron, el 7 de agosto de 1910, dos novenas con todos sus atletas completamente uniformados. Hasta ese momento siempre se había competido en ropa de civil. Del lance fueron protagonistas los Azules del Club B.B. Cuba, de Ciego de Ávila, y el Rojo o Punzó, del Central Stewart (hoy Venezuela). Además, se distribuyeron 300 score para los amantes de las estadísticas y numerosas banderitas del equipo avileño para los asistentes al choque. En el transcurso de la década del diez se intensificó el furor por la pelota. Sugestivas visitas de agrupaciones de parajes cercanos, donde también el deporte nacional ya gozaba de una simpatía sin límites, se tornaron muy frecuentes. Los Centrales Stewart, Cunagua (Bolivia), Jatibonico y Jagueyal (ya desaparecido) participaron de invitados foráneos que además, para satisfacción de los aficionados, contenía en su grata avalancha elementos individuales de la fama de Armando Marsans, Rafael Almeida, Marlotica, Tomás Romañach y José de la Caridad Méndez. Este último por cierto, actuó en 1919 en los predios del Vista Hermosa Park, erigido en el reparto del mismo nombre, muy cerca de donde se alza la escuela Augusto C. Sandino. El detalle más sugerente en la edificación, del por entonces principal campo de batalla de este período, fue una glorieta de dos pisos capaz de recibir en los stands a varias docenas de fanáticos. En cuanto a Méndez, según evidencias de algunos testigos, llegó, inclusive, a dirigir después el equipo del Central Stewart.

Se cuenta también que durante las vacaciones, numerosos estudiantes, entre los que se distinguían Oscar Torres, Julio Cabrera, Matías Calafeil, Walfredo Morgado García, Juan Díaz Villena, Bernabé Estrada Peña y Alberto Manzor, organizaban un club para desafiar a otros conjuntos de mucho portento en aquella etapa como Los Solteros, el Liceo o Los Oficinistas. Los Estudiantes tenían la costumbre de hacerse acompañar por una agrupación musical, para en el jolgorio post-partido, armonizar la victoria o la derrota con ritmos y sones de moda.

El papel que se le asigna al Vista Hermosa Park en la aclimatación definitiva del deporte de las bolas y los strikes en Ciego de Ávila es vital por dos razones. Primero, porque fue fermento para el progreso de numerosos jóvenes del patio como Nono Cruz, José Pimpo López Trigo, Domitilo Agüero, Ángel Roca y otros muchos, que surgieron en el primer lustro de la década del veinte, y quienes, ya fuera en el bando de Los Dependientes, La Colunguesa, Los Choferes u otra novena cualquiera, labraron en el corazón de los avileños el deleite por el jonrón, el strike o el doble play segundo, porque dio a conocer a la ciudad como una plaza encantadora para la práctica del deporte nacional.

En 1925 se inauguró el Principal Park. ubicado en las cercanías del ingenio Ciego de Ávila (ya desaparecido), en el hoy Barrio Central, un campo que a poco se colmó de celebridad con las efervescentes jornadas beisboleras de las que fue escenario y por el dramático percance que sufrió durante el ciclón del 26 que arrasó con su estructura. Pero mauifiesta Silverio Almanza, en su inédito testimonio "Todo cambia" o "Algo más del béisbol en Ciego de Ávila", que allí tuvo lugar un memorable acontecimiento fechado el 13 de febrero de 1927. Visitó la capital de La Trocha nada menos que Adolfo Luque, quien trabajó por el elenco local frente al Ferroviarios de Camagüey al cual derrotó, en impresionante lechada, 6x0, con 15 ponches. Integró la batería avileña, junto a Papá Montero, el valioso receptor Nono Cruz. Muy notables duelos se sucedieron en el diamante principaleño, debidos en parte, al concurso de importantes figuras de prestigio nacional como Miguel Ángel González, Joseíto Rodríguez o Chiflán Clark u otros de relieve en la región como Genaro Melero, Rogelio Pintao Sánchez, E/Moro, Julio Trujillo, Wiche Molina y Félix Matagds de Armas, quienes calzaron spikes y vistieron uniforme para entretener a la fanaticada del momento.

Al entrar en actividad, por diligencia del español Manuel Vélíz, el domingo 26 de febrero de 1928 el Hatuey Park, posteriormente Stadium Unión, en el sitio que hoy ocupa el parque Juanita, los avileños se sumaron al apogeo alucinante del fútbol que cautivó a los más emprendedores desde los comienzos de la década del 20. Lo que Veliz no percibió fue que su iniciativa se transfiguraría con el transcurso de los meses. Allí no se practicó únicamente balompié, sino también baloncesto, y cuando el más universal de los deportes y el juego de las canastas perdieron prosélitos en la preferencia del respetable, resurgió, como Ave Fénix, el béisbol.

Las expectativas de la nueva instalación resultaron tan halagüeñas como siempre. El conjunto La Polar, el Unión B.B.C., el Liceo, la Policía o los célebres Mulos de la Trocha del Central Baraguá, inyectaron de poderosa energía la grama del Stadium Unión antes de que también fuera destrozado por los embates del huracán de 1932. No obstante la brevedad de su existencia, el césped del Unión recogió un episodio catalogado de trascendental por la prensa de la época. Se trató de la visita, justamente en ese año 32, de un grupo de profesionales cubanos que, si bien algunos ya habían pasado sus días de mayor gloria, todavía conservaban intacta la aureola de la fama. Este AlI Star, como se denominó, presentó en su roster a estrellas del nivel de Manolo Cueto, Pelayo Chacón e Isidro Fabré. También contaron con los servicios de Marcelino Bauza y designaron para subir a la montaña de los lanzamientos nada menos que a Manuel Cocaína García, un pitcher de extraordinarios recursos y relevante trayectoria en la Liga Profesional Cubana. Los rentados se enfrentaron contra los mejores ases del terruño, capitaneados en esa oportunidad por A. Izquierdo, receptor e inicialista, con la ayuda de Nono Cruz, Tomás Salgado y el lanzador zurdo Pedro Díaz, en una inusual fusión del club Policía con El Unión. El desafío terminó con pizarra de 7x2 a favor de los forasteros.

Sin embargo, la caída del Stadium Unión fue como el vaticinio de un suceso que después levantó a una altura colosal el béisbol avileño: su primera gran victoria a escala nacional en tres décadas de histórico progreso. El evento se produjo entre el 18 enero y el 2 de febrero de 1936 en los terrenos del Vedado Tennis Club, en La Habana, y en el campo del Central Algodones. Se enfrentaron en la serie definitoria por el Campeonato Nacional Juvenil los chicos de la Casa de Beneficencia y Maternidad, de la capital, contra la franquicia del Trinidad y Hmnos, que representaba a Ciego de Ávila. La final fue disputada entonces en cinco juegos y se titulaba vencedor quien ganara los tres primeros. Los chicos de la Trocha, que asistieron al certamen con la esperanza de rubricar una buena actuación, regresaron al terruño con un triunfo y una derrota. Ya aquí, los jóvenes avileños doblegaron dos veces, en emotiva porfía, a los muchachos de La Habana y se coronaron campeones en el Algodones Park.

Aquel estupendo equipo estuvo formado por los receptores Otilio Capúa Valle y Elías Acevedo. En el cuadro Antonio López, Wilfredo Carey Gómez, Recaredo Díaz, Julio Jaubert y José Miguel Gallego Padrón. Los jardineros eran César Borges, Roberto Pinocho Suárez, Manolo Pollo Rodríguez, Alfonso Macho Acosta y Alfonso García. Como lanzadores Oscar Fernández, Juan Pérez Companioni, Israel Oquendo y Pedro Cabrera. Tenían de manager a Rigoberto Colina Pérez, y trabajaron junto a él como auxiliares Fernando Goyito Orihuela y Rigoberto Niñito Loyola. Ismael La Rosa, fungió de masajista y Humberto Lamas, de delegado.

Cuando esto sucedió ya existía el Carpintería Park, también conocido como Meléndrez Park, terreno que estaba situado al norte de la calle Maceo, casi esquina Benavides. Allí se jugó uno de los períodos más luminosos del pasatiempo en estos lugares. Surgieron novenas como La Hora, catalogado como el mejor elenco juvenil de la época; el Franz De Beche, del que también se dice que hizo magníficos aportes a la categoría; el Trinidad y Hmnos, cuyo crédito principal era que contaba casi siempre con aguerridas huestes dispuestas a la lucha, así como el Instituto B.B.C., representante del Instituto de Segunda Enseñanza nacido casi junto con el propio plantel educacional.

También se recuerdan con mucho interés los elencos Jabón Llave y Jabón Camay, ejecutantes de la corta pero apasionante serie de los jabones. No obstante, los que, sin reparos, se llevaron el favor de la memoria colectiva fueron Policía B.B.C. y el club Caballeros Católicos, que originaron al finalizar la década del 30, la más encarnizada y eterna de las porfías nunca antes vista entre dos selecciones abulenses.

Por aquellos días, verdaderos legionarios del guante y la pelota se vieron brillar en el césped del Carpintería Park. Se recuerdan los nombres de Fernando Goyito Orihuela, Ramón Talla Alonso, Oscar Cocoa Montero, Ernesto El Gallego Estévez, Rigoberto Nillito Loyola, Ángel Moreno Loyola, José Jorge, Teófilo Sapito Pérez y Erasmo Masabí Jacobet, entre tantos otros. Ellos hicieron rodar la esférica en inolvidables duelos que hoy, forman patrimonio imperecedero de la leyenda del baseball avileño durante sus tres primeras décadas de existencia.


Ver además

Fuente

  • Revista Imago

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