Crisis de autoridad paternal

Crisis de autoridad paternal
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Concepto:No es un atributo que se posee por el hecho de ser padres.

Crisis de autoridad paternal. A menudo padres y maestros se quejan que los problemas presentados por los adolescentes están vinculados a la falta de autoridad de quienes los educan en el hogar o en la escuela.

La autoridad no es un atributo que se posee por el hecho de ser padres: en la sociedad existen leyes que establecen responsabilidades de los progenitores o tutores de educar y garantizar el futuro de los hijos.

No se logra por disposiciones jurídicas; depende de la actitud consiente y sistemática que asumen los adultos desde el momento del nacimiento de su descendencia.

Mejor forma de actuar

La mejor forma de actuar es la que muestra a los padres o maestros comprensivos pero estrictos; condescendientes pero firmes; cariñosos pero exigentes, mostrando la capacidad para atender y formar adecuadamente, evitando caer en los extremos de permisividad o autoritarismo y permite lograr un equilibrio en las decisiones y acciones.

Debe lograrse una actuación no impuesta, que nazca del mejor ejemplo que los adolescentes puedan imitar.

La educación moderna se muestra más liberal que la que tuvieron los abuelos de la familia. El liberalismo no es desorden, es la consecuencia de una actitud educativa distinta. La educación no ha de venir de forma externa, no ha de darse a los hijos como si fuera una lección impuesta. El adulto debe intentar que el hijo se eduque, sacando partido de sus propias posibilidades.

Desde la antigüedad en que el hijo era estimado como una especia de propiedad de la familia y en la cual los padres tenían el derecho de vida y muerte sobre él, la noción de la familia ha evolucionado, actualmente se considera la familia para el hijo y no el hijo para la familia; erradicando las condiciones que se ofrecen al hijo para desarrollarse y crecer en la convicción de la autoridad como condición necesaria para su formación, hasta alcanzar su plena madurez, la autoridad se basa en un código que los adultos deben cumplir.

La autoridad es provechosa para los hijos, en la medida en que se les brinda estabilidad y seguridad en correspondencia a sus necesidades biológicas, materiales y espirituales. Además la imagen de unos padres íntegros, vigorosos y comprensivos son modelos con los que se sienten tentados a identificarse más gustosamente.

Ser padres es difícil y ser un buen padre lo es aún más. Los adultos son el modelo a imitar por los hijos, por lo que el adulto debe actuar exactamente como desea que ellos actúen cuando sean mayores, no se debe predicar solamente con palabras, sino con hechos.

La autoridad no debe estar basada en el temor que los hijos manifiesten a sus padres, sino en la confianza y seguridad que ellos tengan en las palabras y acciones del adulto.

La mejor forma de ejercer la autoridad es enriqueciendo la comunicación y los sentimientos que los acerquen y no a través del regaño, el menosprecio y el castigo, lo cual los va alejado cada vez más.

Tener autoridad no solo constituye hacerse obedecer mediante el temor, representa fundamentalmente mantener una mayor comunicación y un entendimiento mutuo entre padres e hijos lo cual debe involucrar a todos los miembros del hogar.

Diálogo padres e hijos

Las dificultades en el diálogo repercuten de manera negativa en las relaciones cotidianas y en el comportamiento de adolescentes y jóvenes. Tanto en padres como en hijos se refleja descontento y sufrimiento por esta situación.

Los padres absortos en sus ocupaciones no se preocupan por la vida y los pensamientos de los hijos, pues le parecen cosas sin importancia; debido a ello los muchachos pierden el deseo de confiarse y luego se hace difícil franquear este vacío abierto en las relaciones.

La relación interpersonal es distinta a la relación intelectual o social, se siente por la presencia física y la disponibilidad que el adulto ofrece a su hijo, acompañada de una apertura del uno al otro, de comunicación y confianza recíprocas. La relación interpersonal y el diálogo que la acompaña aparecen como procedimientos que encierran una virtud educadora directa que resulta más eficaz que los métodos de educación clásicos en los que predominan el regaño y el castigo, siendo el apoyo del adolescente y del joven adulto a quienes dejan de impresionar las amenazas y las amonestaciones.

El padre ejercerá sobre el hijo una verdadera autoridad si sabe escucharlo, intenta comprenderlo, lo ayuda a expresarse y a pensar; sin sacar a colación, al menos al principio, sus propias ideas y experiencias.

Las familias que viven en una atmósfera autoritaria, el primer axioma sometido a juicio es el derecho de los padres a exigir una obediencia incondicional. En este tipo de familia el conflicto se expone a ser más violento.

Entre las familias menos autoritarias, donde las demandas de ternura suavizan las aristas y se transforman las órdenes en consejos, se afirma a pesar de todo, el deseo de independencia, y el adolescente procura discrepar con los padres, como si buscara la discusión.

La formación de una personalidad adulta y fuerte tiene como condición el establecimiento de una escala profunda de valores personales que los hijos van reelaborando. El adolescente destruye, pero a menudo es para construir mejor; la juventud siempre es el gran termómetro de la necesidad de los cambios sociales y los adultos deben ser capaces de responder a estas exigencias.

El adolescente sin espíritu crítico es un fenómeno casi raro. Tiende más a adoptar el marco y la actitud de sus contemporáneos, que las de los adultos que le rodean, de ahí su resistencia a las tradiciones y a las convenciones que siente impuesta.

La autoridad paterna debe existir en todo momento en las relaciones padres e hijos, pero al igual que determinados factores influyen en la formación integral, tiene que variar de acuerdo con la edad, la experiencia y las responsabilidades sociales que el hijo va adquiriendo.

Lo que los hijos esperar de los padres

Los adolescentes desean gobernarse, ser dueños de su propio destino, decidir sobre su trabajo, sus diversiones y sus amigos, lo que puede ser peligroso cuando no está acompañado de madurez y juicio suficiente, ya que el adolescente sentirá la tentación de conquistar la libertad mediante la mentira o cualquier otro recurso para violentar la autoridad de los padres que considere injusta.

Los hijos esperan de los padres una autoridad inteligente, aspirando a tener padres camaradas, pero dentro de ciertos límites, lo que no implica para los padres perder autoridad o respeto. Hablar, confiarse, intercambiar, dialogar con los padres hablando sinceramente por turnos, ser escuchados y recibir comprensión.

Acercamiento a una pedagogía familiar

Al tomar conciencia de las dificultades en las relaciones, los padres asumen dos posiciones. Por un lado, unos desisten de normalizar la situación y escogen el camino más fácil por el momento: dejar hacer. Por otro lado, alguno no renuncian al papel de guía y tutor y buscan soluciones, no siempre adecuadas, quizás empíricamente, para resolver el problema; muchas veces han tenido que improvisar informándose de algún modo, aplicando consejos educativos que han podido sacar y tomando cada instante decisiones que el sentido común y la experiencia han podido brindarle.

Se hace necesario seguir estudiando apoyándose en los conocimientos que brinda la psicología y la pedagogía familiar, para conocer mejor al hijo y eliminar las posibles asperezas surgidas por los radicales cambios que se producen en ellos.

Existen cuestiones en la dinámica familiar que pueden ayudar al adulto a tener una autoridad reconocida y aceptada por los hijos.

Ecuanimidad

Los adultos deben; ante el entusiasmo, los proyectos descabellados y la cólera de los hijos, mantener una auténtica tranquilidad que no sea indiferencia ni ironía.

Discreción

Evitar las demostraciones de excesiva ternura (cuando se da en público), la inquisición y la duda.

Firmeza

Los padres deben de actuar de una manera auténtica y fundamentada, mantener determinadas barreras razonables y abatir otras, frente a los adolescentes. Los jóvenes desean, instintivamente, encontrar cierta resistencia y el padre solo se afirma oponiéndose.

Respeto

El padre debe escuchar y respetar las ideas del hijo. La experiencia no lo es todo; los adolescentes y jóvenes muy a menudo sorprenden con la madurez de sus reflexiones aunque las manejen con ardor; pero se aprende mucho si se acepta discutir con ellos.

Unión de la libertad con el sentido de la responsabilidad

Los adultos pueden ir dando pruebas de confianza y libertades complementarias; a medida que el adolescente se ejercita en la libertad, demuestra su capacidad de razonar, de dominarse, de trabajar cuando es preciso y de respetar a los demás.

Todos los jóvenes comprenden y observan esta clase de pacto y entonces emplean sus fuerzas en la conquista de lo real y en el aprendizaje de la vida, en lugar de dedicarlas a un inútil enfrentamiento con los padres . De este modo, el tutelaje de los padres abandona toda forma de dominio.

Compañías del adolescente

Las salidas, paseos y las distracciones de los adolescentes con sus amigos en el tiempo libre no solo les permite despejarse de otras preocupaciones y responsabilidades, sino que enriquecen su vida, porque posibilitan el encuentro con otros coetáneos, más allá de las obligaciones escolares y de la vida familiar. Esas salidas constituyen un entrenamiento para la independencia, le permiten ganar confianza y reafirmarse como persona entre sus compañeros.

Juntos compartirán los momentos más gratos, de cierta manera comprenderán mutuamente sus problemas; pero sobre todo se enriquecerá recíprocamente con nuevas experiencias. Esas relaciones muchas veces toman forma de grupo, cuyos integrantes se buscan para ir a fiestas, paseos, hacer visitas, escuchar música o simplemente para conversar juntos.

El medio donde se desenvuelven los hijos propicia los encuentros con vecinos, conocidos y conocidos de los amigos. Como expresión de las necesidades de la edad, las relaciones entre los conocidos se vuelven más estrechas y se crea una especie de intimidad en la que se mezclan muchos sentimientos como la comprensión, el apoyo, la solidaridad, el deseo y la ayuda.

Las amistades cambian cualitativamente de la niñez a la adolescencia y son una parte importante de su vida; con ellas discuten sus problemas, les surgen nuevas inquietudes sociales, adquieren variadas experiencias y comparan opiniones.

Los amigos se hacen más íntimos cuando sus gustos y valoraciones tienen cierta coincidencia mientras que provoca una progresiva coincidencia de gustos y opiniones. El grupo juvenil puede presionar a un jovencito (a) a realizar alguna acción incorrecta; además el propio adolescente puede hacer algo prohibido para llamar ala atención del grupo sobre su persona.

Prejuicios que afectan las relaciones

Los adultos evalúan a los adolescentes desde la posición que ha alcanzado en la vida; como si se quisiera que ellos actuaran y pensaran del mismo modo.

Es necesario reflexionar qué se piensa de los amigos de los hijos y en general que se opina de la nueva generación. Hay que penetrar en el mundo de los adolescentes, en el mundo interior de los hijos y de los compañeros de su edad. Aunque se piense que las relaciones entre padres e hijos adolescentes no puede ser tan estrecha como antes, ellos siguen necesitando del diálogo.

Muchas veces el adulto suele olvidar o desconoce que el jovencito de esta edad necesita adaptación, comprensión y apoyo. Sobre todo precisa respeto y consideración como una persona con opiniones propias, con capacidad para decidir por sí que debe hacer, con quién se debe reunir y cómo pensar.

Resulta imprescindible mantener relaciones respetuosas y camaraderiles entre padres e hijos para que sea más fácil la convivencia para todos dentro del seno familiar y se logren mejores resultados.

Al adolescente no se les puede imponer los gustos y preferencias propios del adulto en materia de recreación ni es posible la intervención directa en la forma de seleccionar sus amistades.

Cuando se logra mantener una buena comunicación, confianza mutua o cuando se le demuestra que se cree en él se podrá intercambiar francamente sobre sus ideas y amistades. Si se respeta la manera de pensar y actuar escuchará los puntos de vista y como respeta y estima a los adultos tratará de tomar en cuenta sus criterios.

El arte de educar al adolescente tiene como matiz ceder en las cuestiones no decisivas en la formación de valores y de los ideales del hijo; y poder influir, ganada su confianza, en aquellas más importantes.

Enlaces relacionados

Fuentes

  • Castillo Suárez, Silvia. (1991) Y ya son adolescentes. Ciudad de La Habana. Editorial Pueblo y Educación.
  • Castro Alegret, Pedro. (1991) Y ya son adolescentes. Ciudad de La Habana. Editorial Pueblo y Educación.
  • Cruz Romero, Lucrecia. (1991) Y ya son adolescentes. Ciudad de La Habana. Editorial Pueblo y Educación.
  • Gutiérrez, Elsa. (1983). Mensajes a los padres. Ciudad de La Habana. Editorial Científico - Técnica
  • Colectivo de autores. (1979). La educación comienza con la vida. Ciudad de La Habana. Editorial Pueblo y Educación.