Edema del cerdo

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Edemas en el cerdo
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Edema en el cerdo. Esta enfermedad tiene importancia porque muestra una mayor incidencia en aquellas áreas de gran población porcina. No se trata de una afección que se presente estacionalmente, ya que se diagnostica en todas las épocas del año.

Etiología

No se conoce exactamente cuál pueda ser la causa que desencadena la enfermedad, si bien los trabajos de Timoney (1950) parecen indicar que se trata de una toxemia. Vesseltovitch 1955) ha investigado las proteínas séricas de cerdos afectados de esta enfermedad, y ha observado la existencia de un descenso en el porcentaje de seroalbúmina, con valores normales de alfa y gammaglobulinas en los animales con síntomas clínicos de edema. El enriquecimiento de estos gérmenes se debe casi siempre, a cambios bruscos de alimentación en la época del destete. La endotoxina es absorbida por el intestino, sin llegar a producir septicemia.

Síntomas

La enfermedad de los edemas puede tener carácter agudo, con lo cual no se observan síntomas, particularmente cuando aparecen los primeros casos en el efectivo. En general se aprecia una disminución de la vivacidad, con moderado descenso del apetito, así como marcha tambaleante e incoordinada. Los cerditos permanecen tumbados o caminan en círculo, con una ceguera aparente que les hace chocar contra los objetos. Sucesivamente se desarrolla una parálisis de rápida evolución, y muchos enfermos muestran temblores musculares generalizados. Estas alteraciones nerviosas suelen manifestarse también en forma de convulsiones, y los animales permanecen postrados con movimientos desordenados. No es corriente el incremento de la temperatura corporal, aunque a veces suele haber fiebre. También se observa diarrea o estreñimiento como síntomas complementarios. En general quedan afectados los lechones en la época del destete.

Lesiones

La lesión más característica suele ser el edema del estómago, y son más raros los edemas de otros órganos, incluidos los intestinos y mesenterios, así como los tejidos subcutáneos en la cara y bajo vientre. Por cuanto se refiere al edema del estómago, suele encontrarse en la curvatura mayor, hacia la zona del cardias, si bien puede extenderse a las regiones fúndica y esofágica. Con frecuencia se observan hemorragias, con edemas o sin ellos. Suelen apreciarse en forma de petequias o equimosis en la laringe, tráquea y pulmones. En el tejido pulmonar o subcutáneo pueden verse otras hemorragias más amplias, irregulares, aunque bien delimitadas. La mucosa del estómago se halla a veces congestionada y hemorrágica, según la gravedad del proceso, y, con frecuencia, este síntoma es más evidente que el de los edemas. Asimismo, se aprecian petequias y equimosis, junto con hemorragias difusas subserosas en el estómago. La mucosa intestinal puede ser también asiento de lesiones hemorrágicas, tanto en el intestino delgado como en el grueso, que pueden aparecer asimismo en la superficie subserosa de las asas intestinales. En los riñones pueden hallarse hemorragias pequeñas y petequias en la superficie externa, con otras más intensas junto a equimosis en las papilas. A veces, aunque los riñones no muestren evidencia externa de hemorragias, hay sangre libre en los cálices y en la pelvis. Asimismo, haciendo un corte longitudinal en los riñones puede verse que la zona cortical es relativamente pobre en sangre, mientras que la porción medular aparece ingurgitada. En ocasiones es muy manifiesta esta anormal distribución, y la corteza isquémica y de la médula aparecen muy congestionadas e incluso hemorrágicas. En algunos puntos, la cápsula puede estar adherida y edematosa, o aparecer separada de los riñones como consecuencia de la acumulación de bolsas de líquido hemático.

La mucosa de la vejiga urinaria se halla sólo moderadamente congestionada. En ocasiones pueden aparecer también petequias y equimosis, o bien toda la mucosa muestra amplias hemorragias, que también pueden aparecer en los espacios subserosos. Los ganglios linfáticos están infartados y edematosos, a menudo, con aspecto hemorrágico. Pueden quedar afectados todos o sólo algunos de ellos. Las hemorragias pueden ser de localización periférica, difusa, petequial o equimótica, y en ocasiones todo el ganglio presenta el aspecto de una amplia hemorragia, como si fuera un coágulo de sangre. La vesícula biliar se muestra edematosa, o bien su mucosa está sembrada de petequias y equimosis. También pueden encontrarse amplias hemorragias en el tejido subcutáneo, músculo, membrana serosa, extremidades y articulaciones.

Diagnóstico

Para llegar a un diagnóstico correcto se requiere un detenido estudio y la consideración de los datos proporcionados por una buena historia clínica. No hay que olvidar la tendencia general de esta enfermedad a presentarse de modo repentino, sin síntomas prodrómicos. Uno o varios animales son hallados muertos sin causa aparente que lo justifique. Por otra parte, el proceso suele afectar a los animales mejor desarrollados.

La mortalidad es muy elevada en los individuos claramente enfermos, y el curso suele ser breve (de no más de 5 a 7 días). Otra característica de esta afección es que desaparece del efectivo tan rápida e inesperadamente como se inició. La marcha tambaleante e incoordinada es un síntoma importante, pero común a la enfermedad de los edemas y a la peste porcina.

En la enfermedad de los edemas, el apetito puede estar o no alterado, mientras que en la peste porcina suele ser característica una manifiesta inapetencia. La edad, que se tiene muchas veces en cuenta para diferenciar algunas enfermedades de los cerdos, tiene escasa importancia en cuanto se refiere a la enfermedad de los edemas. Suele presentarse en cerdos de 8 a 14 semanas, aunque también se han observado casos en cerditos de pocos días y en adultos. Los edemas típicos de los mesenterios han sido encontrados en cerdos ya a la 24 ó 36 horas después del nacimiento.

Temperatura Corporal

La temperatura corporal puede ser también útil para establecer el diagnóstico. La mayor parte de los animales afectados por la enfermedad de los edemas no suele mostrar elevaciones febriles, tal como sucede en otras múltiples enfermedades contagiosas. El examen bacteriológico de la flora intestinal permite el aislamiento y reconocimiento del E. coli, que se encuentra en la mayor parte de los casos. Tanto el mal rojo como la peste porcina pueden confundirse con la enfermedad de los edemas, aunque pueden diferenciarse a base del examen bacteriológico y teniendo en cuenta las características clínicas del proceso. En cuanto a la peste porcina africana, las lesiones son lo suficientemente características como para permitir una rápida diferenciación.

Tratamiento

Hasta la fecha no se conoce un tratamiento completamente satisfactorio. Las bacterinas a base de E. coli o los sueros no han resultado muy eficaces (GITTER y LLOYD, 1957). Ello se debe a la multiplicidad de serotipos de E. coli que pueden intervenir en el desarrollo de la enfermedad de los edemas.

También se han recomendado los purgantes salinos y la regulación de la dieta, para evitar el enriquecimiento de gérmenes en la flora bacteriana. Los antibióticos o los quimioterápicos no dan un resultado totalmente satisfactorio.

Véase también

Fuente

  • Manninger, Dr. Rudolf; y Mócsy, Dr. Johannes: Libro de Patología y Terapéutica especial de los animales domésticos.