Eduardo Martínez Alonso

Eduardo Martínez Alonso
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Médico y agente secreto
NombreEduardo Martínez Alonso
Nacimiento23 de mayo de 1903
Vigo
Fallecimientoaño 1972
Otros nombresagente 055-A

Eduardo Martínez Alonso. Médico de origen gallego, apolítico y pacifista, finalizada la Guerra Civil Española en la que participó como miembro de la Cruz Roja, en ambos bandos era el médico de la embajada británica en Madrid, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los principales organizadores de las redes clandestinas que, auspiciadas por el Servicio Secreto británico, evacuaron a miles de perseguidos por los nazis desde España hasta Portugal y Gibraltar.

Síntesis biográfica

También conocido como "Lalo", hijo de emigrantes (madre cubana y padre uruguayo, ambos descendientes de emigrantes gallegos con dinero), nació en Vigo, el 23 de mayo de 1903. Durante la Guerra Civil, consiguió participar indistintamente en los dos bandos, como médico de campaña al servicio de la Cruz Roja, y salir indemne. Acabada le guerra, decidió olvidar y vivir.

Según Patricia, su hija:

"En el desbarajuste posbélico, la mejor seña de identidad era la clasificación social, y él encajaba fácilmente en esa España conservadora y extremadamente clasista de la posguerra. Porque Lalo era un señorito. Mal que bien, se podría definir como un burgués que ejercía la medicina en Madrid sin vínculos dudosos con las izquierdas o la Segunda República"

Labor realizada

Como médico

Regresó a su profesión, a sus obligaciones médicas entre Madrid y Vigo, al tiempo que disfrutaba de una frívola vida social, pero solo en apariencia, como sus visitas a Embassy, un selecto salón de té, en el Paseo de la Castellana de Madrid, que era el punto de reunión de la sociedad más chic, pero también, lugar de encuentro de agentes y colaboradores secretos de los servicios de inteligencia británicos, una tapadera.

Eduardo se desenvolvía igual de bien con el español que con el inglés, por los destinos de su padre como cónsul general de Uruguay en Glasgow y Liverpool.

En 1939, se ofreció voluntario ante el agregado militar de la embajada británica, el brigadier Torr, para colaborar con Gran Bretaña, pero le pidieron que se quedara en Madrid para ayudarles desde allí, y así lo hizo, trabajando como médico de la embajada británica en Madrid desde entonces.

Lalo, como médico de la Embajada, acudía los fines de semana al campo de concentración de Miranda de Ebro (Burgos), para comprobar el estado de salud de los refugiados que habían llegado de Europa, llevarles, ropa, comida, tabaco, etc. Y para liberarlos, expedía informes médicos con afecciones graves, y recomendaba a las autoridades españolas que los evacuaran, por razones humanitarias o para evitar contagios.

Como agente secreto

Intimo amigo de Alan Hillgarth, agregado naval y encargado por Winston Churchill de coordinar el servicio secreto británico en España, colabora en la creación de una red clandestina que amparada por el espionaje aliado fue capaz de salvar a miles de personas que huyendo de sus perseguidores nazis entraban ilegalmente en España. Auxiliados en ocasiones por la Resistencia francesa a través de los Pirineos, y tras un itinerario de etapas increíbles que parte de un campo de concentración en Burgos, en Miranda de Ebro, pasa por un salón de té madrileño, el Embassy, en pleno Paseo de La Castellana, finaliza –provisionalmente- en la finca “La Portela”, en la localidad pontevedresa de Redondela.

Desde allí, y amparados en las sombras nocturnas del mar de Vigo, pescadores y marineros gallegos evacuan noche tras noche en sus dornas a los refugiados poniendo proa a barcos aliados fondeados en la boca de la ría, alejados de las miradas indiscretas de las autoridades y de los barcos e informadores alemanes más atentos a lo que sucedía en los alrededores de la costa coruñesa.

De la complejidad de este entramado del espionaje aliado en la Península Ibérica, amparado en la no-beligerancia del gobierno del general Franco que aparentemente permanece ajeno a lo que sucede a su alrededor, da buena cuenta el eje de operaciones: desde el campo de concentración en Miranda de Ebro, a pleno centro de Madrid para llegar hasta Redondela en la costa atlántica gallega.

En la red de evasión participó desde la resistencia francesa, hasta frailes capuchinos, pero contó además con la fundamental y arriesgadísima colaboración de marineros gallegos. Esta arriesgada actividad la mantiene el Dr. Martínez Alonso hasta que alertado por los propios británicos decide salir de España, a través de Portugal para refugiarse en Londres, días antes de que la Gestapo registre su domicilio madrileño.

Etapas importantes de su vida

En 1942, poco antes de su boda, durante una cena con unos amigos británicos, Lalo le contó a su novia, Ramona de Vicente (Moncha) que en el coche, con matrícula diplomática, tenían escondidos a dos judíos que esa misma noche iban a pasar ilegalmente a Portugal. Le dijo:

"fíjate en la valija de mano de la que no se separa Elisabeth (la amiga) ni un momento. Lleva una documentación altamente secreta"

Ella no pidió explicaciones, asombrada por el mundo en el que se movía su novio, y en el que ella se iba a involucrar cuando se casara, dos días después.

Nada más casarse tuvieron que huir de España, porque la Gestapo le pisaba los talones, y la luna de miel en Lisboa, encubrió el verdadero destino: Londres.

Moncha estando sola en Londres, ya que su marido se había ido a un destino desconocido para ella, para ser entrenado por el Ministerio de la Guerra Británico, sin conocer el idioma ni qué estaba pasando, recibe un número de teléfono y una contraseña que ha de memorizar en inglés: 055A, por si pasa algo extraño.

Un mes más tarde, Eduardo regresa sin que ella haya tenido que usar el número de teléfono ni la contraseña, pero la recordará toda su vida (“ou, faiv, faiv, ei”).

Eduardo, desde Londres, siguió colaborando con las redes clandestinas, supervisando lo que estaba ocurriendo en España hasta el final de la contienda mundial.

Acabada la guerra, los Martínez de Vicente regresaron, con su hija, recién nacida, a Madrid, a su “vida frívola”. Él siguió siendo médico de la Cruz Roja, hasta el día que murió, en 1972, y jamás habló de su “otra vida”.

Moncha le sobrevivió 33 años, y siguió negando que él hubiera trabajado para el Servicio Secreto británico, por lo que no llegó a ver el comunicado que la embajada en Madrid envió en 1942 al MI5, ante la inminente llegada de la pareja a Londres, desclasificado en 2005:

"ha sido nuestro principal agente del SOE (Special Operations Executive) al ayudarnos con los rescates desde fuera y a través de España, y por lo tanto sugiero que siga asesorándonos"

Colaborador del servicio secreto británico, concretamente el agente 055-A, fue uno de los principales organizadores de las redes clandestinas que, auspiciadas por el Servicio Secreto británico, evacuaron a miles de perseguidos por los nazis desde España hasta Portugal y Gibraltar. Los alojó en su casa, firmó certificados falsos. Huyó de la Gestapo, llegó a Londres y siguió con su labor.

Muerte

Muere en el año 1972.

Descubriendo su historia

En 1986, mientras se desmantelaba el piso madrileño en el que la familia había vivido más de 40 años, Patricia Martínez de Vicente, la única hija del matrimonio, encontró por casualidad un misterioso diario en el que, en relieve, ponía en la portada “1942”, escrito en inglés por su padre cuando vivían en Londres (1942-1946), y a partir de ahí, se propone reconstruir la participación de su padre en la evacuación hacia Portugal y Gibraltar de miles de refugiados europeos que huían del nazismo a través de una España germanófila.

Antropóloga social, se volcó en descubrir qué significaban las breves anotaciones del diario, escritas el año que sus padres se casaron y se fueron a Inglaterra, algunas crípticas y misteriosas frases como: “sin noticias todavía de 055A”, y cómo encajaban en el Londres atosigado por bombardeos los nombres de compañeros y amigos, diplomáticos británicos, que ella siempre había identificado con su vida en España.

Con su padre ya fallecido, acudió a la fuente más cercana, su madre. Según Patricia:

"cuando aquel escueto diario cayó en mis manos, yo sospechaba que mi padre era un agente secreto, o casi. Sin embargo, en casa aquella palabra se convirtió en impronunciable. Yo le preguntaba a mi madre, y ella espetaba: ¡qué va a ser un agente, pero de qué estás hablando!, ¡Cómo se te ocurre!, ¡Ni hablar, ni hablar!, me decía horrorizada. Nunca lo reconoció. ¿Qué si ella supo de qué iba todo aquello?, yo creo que sí y que se lo llevo, como mi padre, a la tumba"
"Hasta donde llega mi memoria, recuerdo que siempre tuve la sospecha infantil de que en mi casa entraban y salían, como Perico por su casa, agentes secretos. Ya me lo imaginaba a los 7 años. El diario fue el detonante y el que me llevó a preguntarle a mi madre ¿por qué se fueron a Londres, a una ciudad en guerra?, ¿quién era esa gente que aparecía por nuestro hogar en Madrid?”, y su madre le respondía: “pues, hija, para que tu padre pudiera hacer la especialidad en cirugía torácica. ¡Ay, chica, yo que sé!. Eso, tu padre, que yo entonces no hablaba ingles. Sobre la gente que venía a casa, pues amigos y pacientes de tu padre, como vivíamos frente a la embajada británica"

Decidida a descubrir la verdad, en el año 2000, Patricia se va a vivir con su madre, y con los recuerdos de ésta, de su antigua niñera, y de otros miembros de la familia y conocidos, junto a una exhaustiva investigación de archivos españoles e ingleses, empieza a darle forma y contenido a la clandestina vida de su progenitor.

Con testimonios y documentos inéditos, Patricia descubre cómo Eduardo Martínez Alonso fue uno de los principales organizadores de las redes de evasión humanitaria, supervisadas por el Servicio Secreto británico, y cómo ideó una ruta de evacuación clandestina a Portugal desde el campo de concentración de Miranda de Ebro (Burgos), prisión en la que las autoridades franquistas retenían, además de a prisioneros de la Guerra Civil, a cientos de refugiados británicos, canadienses, indocumentados, apátridas y judíos, que habían traspasado los Pirineos.

Estas rutas clandestinas fueron vitales hasta 1945. Según un informe de la Cruz Roja Británica, de 1949, a partir de 1942 llegaban a España unos 200 refugiados diarios, que las autoridades españolas recluían en prisiones. De ellas, salían clandestinamente a la semana unos 500.

Los métodos de escapada eran varios. Según Patricia:

"a veces, mi padre se llevaba a alguno de estos refugiados a su piso de soltero de Madrid. Pero sobre todo a La Portela, la casa que la familia tenía en Redondela (Pontevedra) con acceso directo a la playa. Mi abuela le comentaba a mi padre: “estos amigos, que callados son”. Y él le explicaba que, como venían de la guerra, estaban muy afectados”. Horas después, los amigos silenciosos habían desaparecido"

La cooperación de todas estas personas se basaba en las relaciones personales. Según Patricia:

"confiaban en el compañero, en el amigo, en el “o me ayudas tú o no tengo otra solución”. Y funcionó con mi padre, con los contrabandistas que recogían a sus refugiados y los llevaban hasta sus domas, y hasta con la cocinera de La Portela, a la que mi padre le explicó que eran personas a las que iban a matar"

Indagaciones, entrevistas, recopilación de documentos y la propia confirmación por su madre Ramona de Vicente, descubren a la hija del Dr. Martínez Alonso que su padre no solo había sido el médico que ella había conocido desde niña, colaborador de la BBC, sino también un colaborador del servicio secreto británico, concretamente el agente 055-A.

Toda la historia de su padre, la reconstruyó y explica en “La Clave Embassy”.

“Émbassy y la inteligencia Mambrú”

Con el título de “Émbassy y la inteligencia Mambrú” su autora nos describe en un libro, 60 años después de ocurridos, los hechos que protagonizaron unos hombres buenos, entre los que se encontraban algunos gallegos que, como su padre y los Patricia Martínez de Vicentepescadores de la ría de Vigo, evitaron que el genocidio nazi engrosara aún más sus ya infamantes y terribles cifras.

El cine, aún recientemente, ha traído a la memoria historias como la protagonizada por Oskar Schindler que con su ya famosa Lista, salvó a 1.200 judíos alemanes de ser asesinados en el genocidio nazi. Otras son menos conocidas, como la del encargado de negocios de la Embajada de España en Budapest, [[fue uno de los principales organizadores de las redes clandestinas que, auspiciadas por el Servicio Secreto británico, evacuaron a miles de perseguidos por los nazis desde España hasta Portugal y Gibraltar. Los alojó en su casa, firmó certificados falsos... Huyó de la Gestapo, llegó a Londres y siguió con su labor.]] que entre 1943 y 1944 logró salvar a 5.200 judíos húngaros, alegando que como serfadíes tenían derecho a la ciudadanía española.

Méritos a su labor

Tal fue la importancia de la labor de Doctor Martínez de Alonso que ha sido condecorado con el King George Medal for Courage del Reino Unido en 1947 y nombrado Miembro de los caballeros de la Cruz de oro del mérito por las altas autoridades de Polonia en el exilio, en 1958.

En 2007, Ted Pahle, al enterarse de que la Federación de Comunidades Judías de España en Barcelona había nombrado al doctor Eduardo Martínez Alonso benefactor de los judíos que se salvaron durante el Holocausto, escribió una nota cariñosa a la hija del doctor describiéndole así:

"Un médico que ayudó a curar al mundo lo mejor que pudo, a pesar del gran peligro que corría. Sencillamente: un héroe…. Lleno de valor y coraje"

Fuentes