Estatua de Tara (Sri Lanka, 700-900 d. n. e.)

Estatua de Tara (Sri Lanka, 700-900 d. n. e.)
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Estatua de bronce, procedente de Sri Lanka, 700-900 d. n. e.

Estatua de Tara. Representa a un ser religioso, uno de los protectores espirituales a los que puede acudir el creyente budista en apuros, enmarcado en una tradición religiosa que no tiene dificultad alguna en combinar la divinidad y sensualidad. Está forjada en una única pieza de bronce sólido, recubierta de oro. Llegó al Museo Británico en la década de 1830, procedente de Sri Lanka y en la actualidad se le pude apreciar en Galería de Asia de esta institución.

Descripción

Las religiones tienen espíritus o santos, dioses o diosas, a los que apelan para que ayuden en los momentos difíciles. Los srilanqués en torno al año 800 d. n. e., probablemente habría invocado el nombre de Tara, el espíritu de la compasión generosa. Muchos artistas han dado forma física a Tara, pero es difícil imaginar que haya representaciones más hermosas que la figura de oro, casi de tamaño natural, que hoy preside serenamente la larga Galería de Asia del Museo Británico.

Estatua de Tara

La estatua de Tara está forjada en una única pieza de bronce sólido, que luego ha sido recubierta de oro. Cuando era nueva y se contemplada bajo el sol de Sri Lanka, debía de resultar deslumbrante. Aún hoy, cuando su baño dorado aparece desgastado, todavía conserva un brillo fascinante.

Su escala es aproximadamente de unas tres cuartas partes del tamaño natural, se alza, como siempre debió de estar, sobre un pedestal, de modo que, se tiene que alzar la vista para mirarla y ella te contempla desde arriba con mirada benigna. Su rostro indica de inmediato que procede del sur de Asia. Pero no es lo primero que llama la atención de los visitantes cuando la miran, sino su figura de ánfora casi imposible y el hecho de que la parte superior de su cuerpo esté completamente desnuda. Sus pechos, llenos y perfectamente redondeados, flotan sobre una diminuta cintura. Debajo, un ligero sarong que forma relucientes pliegues ciñe y revela seductoramente la bien proporcionada parte inferior del cuerpo.

Al llegar al Museo Británico, en la década de 1830, fue llevada de inmediato al almacén, donde permaneció guardada durante treinta años, accesible sólo para los estudiosos especialistas previa petición. Es problable que se le haya considerado demasiado erótica y voluptuosa para ser exhibida en público. Pero la estatua no se hizo para excitar a nadie. Representa a un ser religioso, uno de los protectores espirituales a los que puede acudir el creyente budista en apuros, enmarcado en una tradición religiosa que no tiene dificultad alguna en combinar felizmente divinidad y sensualidad.

La Estatua de Tara nos transporta a un mundo donde la fe y la belleza corporal convergen para llevarnos más allá de uno mismos. Y, a la vez, dice mucho sobre el mundo de Sri Lanka y el sur de Asia hace 1.200 años. Probablemente Tara estaba dentro de un templo, y originariamente debía de tener cerca una escultura equivalente de su consorte masculino, Avalokiteshvara, pero la imagen de este no se ha conservado.

En sentido estricto, Tara no se hizo para ser adorada, sino para constituir un foco de meditación en torno a las cualidades que encarna: la compasión y el poder de salvación. Básicamente, sólo habrían podido contemplarla los sacerdotes o monjes de una élite privilegiada y relativamente pocas personas habrían tenido la oportunidad de meditar sobre su imagen.

Resulta poco común que una estatua tan grande como esta haya sobrevivido sin que fuera fundida pues no se conoce de ningún otro ejemplo del mismo tamaño en la Sri Lanka medieval. En aquellas fechas, la mayoría de las grandes estatuas de bronce se forjaban vertiendo el metal alrededor de un núcleo de arcilla para crear una figura hueca. Tara, por el contrario, es de bronce macizo. Su creador debió disponer de gran cantidad de bronce, una rara habilidad y mucha experiencia en esta difícil técnica de trabajo.

Actualidad

Tara no es solamente un objeto hermoso, representa también un notable logro técnico y debió de haber sido muy costosa. Aunque en Sri Lanka ya no se le rinda culto como en el pasado, Tara es una fuerza viva en muchos otros lugares, sobre todo en Nepal y el Tíbet. Millones de personas en todo el mundo todavía acuden a ella, como se hiciera en Sri Lanka hace 1200 años, para pedirle ayuda.

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