Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno

Beato Juan Nepomuceno Zegri y Moreno
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NombreBeato Juan Nepomuceno Zegri y Moreno
Nacimiento11 de octubre de 1831
Granada,Bandera de España España
Fallecimiento17 de marzo de 1905
Málaga, Bandera de España España
Conocido porPadre Zegrí
PadresDon Antonio Zegrí Martín y doña Josefa Moreno Escudero

Beato Juan Nepomuceno Zegri y Moreno , Fundador de la Congregación religiosa de las Hermanas Mercedarias de la Caridad.

Síntesis biográfica

Nacio en Granada, el 11 de octubre de 1831, en el seno de una familia cristiana. Sus padres, don Antonio Zegrí Martín y doña Josefa Moreno Escudero, le propician una esmerada y cuidada educación. Forjan su rica personalidad en los valores humano/evangélicos. Desde niño se distingue por su elegancia natural y por su gran amor a Jesús y a la Virgen. Destaca siempre por su inteligencia, pues en todos los estudios que cursa, saca las máximas calificaciones, pero, sobre todo, por su rica personalidad y por la rectitud de conciencia y vivencia de los valores cristianos.

Estudios

Realiza estudios de humanidades y de jurisprudencia, así como de teología. Cursa sus estudios en el Seminario de San Dionisio de Granada, y es ordenado sacerdote en la catedral de esa misma ciudad, el día 2 de junio de 1855. Ser sacerdote de Jesucristo es su gran vocación, de tal manera que estaba dispuesto a los mayores sacrificios, con tal de realizar este sueño, alimentado desde su temprana juventud.

Vida personal

Era un joven inquieto, jovial, desprendido, generoso y disponible, pero, sobre todo, es responsable y muy humano. Un eterno buceador del misterio del amor de Dios. Busca a Dios en todos los caminos, vive una intensa acción social y se siente interpelado por todas aquellas personas que no han tenido, como él, tantas posibilidades. Se despierta en él la piedad y un intenso deseo de dedicar toda su vida al Señor y a los pobres.

Experimenta la misericordia de Dios hasta tal punto, que decide entregarse a los demás como testigo de la misericordia de Dios. La misericordia es para él la quintaesencia de la caridad. La reviste de todas las virtudes humanas que la hacen entrañable y cercana, potenciadora de vida y camino de dignificación de los seres humanos menos favorecidos. La afabilidad, la dulzura, la comprensión y la ternura son gestos habituales en sus relaciones de encuentro humano, sobre todo con los más pobres y humildes.

Vida sacerdotal

Comienza su vocación trabando como párroco en las parroquias de Huétor Santillán y de San Gabriel de Loja Granada. En ambas desarrolla su vocación de pastor, a ejemplo del Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Cuando toma posesión de una de estas parroquias, en un sermón bellísimo, pues tiene facilidad de palabra, hondura de pensamiento y calidad de vida cristiana, manifiesta lo que quiere ser para los demás desde la vocación que ha recibido.

Su vida sacerdotal está presidida por una profunda experiencia de Dios; un profundo amor a Jesucristo Redentor, con quien se configura día a día, siendo dócil al Espíritu, aprendiendo desde el sufrimiento la obediencia; un gran amor a María, su sin igual Madre y protectora; una vida intensa de oración, fuente de caridad; una pasión grande por el Reino en sus pobres, y un intenso amor a la Iglesia, viviendo la comunión con ella a pesar de la oscuridad de la fe y de los sufrimientos que le llegan desde el seno de la misma Iglesia.

Este sacerdote es un evangelizador infatigable. Le gusta orar, reflexionar y escribir sus sermones. Lo que anuncia a los demás es orado intensamente primero, y proclama la experiencia que está en el centro de su corazón, inflamado por el amor de Dios. Proclama lo que cree. Su palabra invita a todos a vivir la vida cristiana con radicalidad y los sagrados vínculos de la religión.

Toda su vida es Eucaristía, pan partido para ser comido; celebración del amor de Dios en la entrega de su propia existencia. Y es, también, reconciliación. Celebra el sacramento del perdón haciéndose perdón, misericordia y compasión para todos, especialmente para sus enemigos y para aquellos que le calumniaron.

Ostenta cargos importantes, pero él vive la maravillosa humildad de Dios, revelada en el himno de la carta a los Filipenses 2,5. Es examinador sinodal en las diócesis de Granada, Jaén y Orihuela; juez sinodal y secretario en oposiciones a curatos, en la diócesis de Málaga, donde llega en mayo de 1869, requerido por su amigo Don Esteban José Pérez y Martínez Fernández; Canónigo de la catedral de Málaga y visitador de religiosas. También llega a ser formador de seminaristas, predicador de su Majestad la Reina, Isabel II, y capellán real.

Es impactado por los problemas sociales y por las necesidades de los más desfavorecidos, se siente llamado a fundar una Congregación religiosa para liberar a los seres humanos de sus esclavitudes. La funda bajo la protección e inspiración de María de la Merced, la peregrina humilde de la gratuidad de Dios, en Málaga, el 16 de marzo de 1878. El fin: Practicar todas las obras de misericordia espirituales y corporales en la persona de los pobres, pidiendo a las religiosas que todo cuanto hagan sea en bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios. La Congregación, en pocos años, se extiende por muchas diócesis españolas bajo la exigencia de la dinamicidad de su inspiración carismática: Curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas, no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos.

Es admirado por muchas personas por su inteligencia y por su buen hacer, pero, sobre todo, por su calidad de vida evangélica. Impacta la fogosidad de su amor a Dios y al prójimo, su profunda fe, la esperanza con que recorre su camino y el camino de la Iglesia y de los pobres. Pero también es envidiado y, como todos los santos, probado, hasta sufrir un verdadero martirio del corazón. Por lo que vivió y sufrió aprende la obediencia y las exigencias de la comunión cristiana, haciendo de ambas experiencias camino y proceso de fe, puesta su mirada en Jesús, su modelo de sacerdote y de maestro.

Por calumnias al interno de la Congregación, que resultaron ser falsas, es probado como oro en el crisol, y enterrado en el surco de la tierra, como el grano de trigo. Un Decreto pontificio, fechado el 7 de julio de 1888, lo aparta de la Congregación y, aunque es rehabilitado más tarde cuando se demuestra su inocencia, el 15 de julio de 1894, también por Decreto pontificio y tras largos sufrimientos, la Congregación no le da entrada en la misma. Se aparta voluntariamente de ella para mantener la comunión con la Iglesia y con todas sus hijas mercedarias, y para que ellas no desobedezcan tampoco a los pastores de la misma.

Convierte la Eucaristía de cada día en un banquete de fiesta, en el que renueva su amor al Señor y su entrega a los más necesitados. Da limosna a los pobres, a quienes atiende siempre, con una caridad exquisita, y vive con una gran austeridad, queriendo parecerse a Jesucristo que, de todas las riquezas de la tierra sólo toma dos cosas un pesebre en su nacimiento y una cruz en su muerte, dirá él.

Su vida es un desafío para todos los que seguimos su espiritualidad, no tanto por lo que hizo, sino porque supo amar a la manera de Dios, sirviendo el Evangelio de la caridad a los más necesitados. Él nos revela que la ternura y la misericordia de Dios se hacen realidad en el corazón de los seres humanos por el misterio de la redención del Hijo y haciendo camino con Él. El Espíritu Santo introdujo el corazón de Juan Nepomuceno en el corazón humano de Jesús, aprendiendo en esta escuela el amor a Dios y el amor a los demás. Un amor encarnado y a la vez místico, que eleva al que lo posee hasta las cimas de la contemplación y de la paz.

Vivió e hizo suyas todas las virtudes cristianas de manera heroica, sobre todo la fe, la esperanza y la caridad, y todas aquellas virtudes humanas que dan elegancia a la caridad y la hacen entrañable en las relaciones: humildad, afabilidad, dulzura, ternura, misericordia, bondad, mansedumbre, paciencia, generosidad, gratuidad y benevolencia. También se distinguió por su prudencia, por su fortaleza en el sufrimiento, por su transparencia en la búsqueda de la verdad y por el sentido de la justicia que tuvieron todos sus actos y decisiones.

Muerte

Muere el 17 de marzo de 1905 en la ciudad de Málaga, fijos los ojos en el autor y consumador de la fe cristiana. Muere como fiel hijo de la Iglesia, como los grandes testigos y los grandes creyentes. Es enterrado en la catedral de Málaga. Pasados los años, como nadie se responsabiliza de su cuerpo, es echado a un osario común, por lo que el despojo en la vida de Juan Nepomuceno es radical y total, aun después de su muerte.

Beatificación

La Iglesia reconoció sus virtudes heroicas proclamándolo Venerable el día 21 de diciembre del año 2001.

Fuentes