Leyenda de la Tarasca

Leyenda de la Tarasca
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Es originaria de:Tarascon, en Provenza, Bandera de Francia Francia

La Tarasca. es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta.

Tarasca (criatura mitológica)

La Tarasca (del francés Tarasque, y éste del topónimo de la localidad de Tarascon, Francia) es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta.

Desde el 25 de noviembre de 2005, las fiestas de La Tarasca en Tarascon fueron proclamados por la Unesco como parte del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad y fueron inscritas en 2008 dentro del conjunto Gigantes y dragones procesionales de Bélgica y Francia.

Leyenda de la Tarasca

Mientras Marta estaba en Aix con Magdalena y Maximino, que fue el primer Obispo de esa ciudad, los diputados de la ciudad vecina de Tarascón, atraídos por las historias de los milagros de los siervos de Dios, vinieron a suplicarles que derrotaran a un monstruo que devastaba su territorio. Marta tomó permiso de Magdalena y de Maximino, y siguió a estos hombres.

Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba en Tarascón, Provenza, y devastaba el territorio por doquier.

Al llegar a las puertas de la ciudad todo el pueblo los estaban esperando, pero al verla a ella sola muchos le dijeron que no tenían esperanza de que una sola mujer pudiera vencer a ese poderoso monstruo. Ella sólo respondió preguntando dónde se encontraba ese famoso dragón. Entonces se le mostró un pequeño bosque cercano a la ciudad, y ella se dirigió allí enseguida y sin ninguna defensa.

Luego se escucharon algunos rugidos, y todos en el pueblo temblaron y se compadecían de esa pobre mujer, que había emprendido un trabajo en vano, sin armas, y a un lugar en donde ningún hombre armado del pueblo se atrevía a ir. Pero pronto los rugidos cesaron, y Marta reapareció, portando una pequeña cruz de madera en una mano, y en la otra al monstruo, atado a una cinta que ella había tomado de sus vestiduras. Así avanzó en medio de la ciudad, glorificando el nombre del Salvador y entregando al pueblo al dragón, como si fuera un juguete y aun ensangrentado de su ultima victima.

En esta leyenda descansa la veneración que dedicaron a santa Marta los habitantes de Tarascón. Una fiesta anual perpetúa el recuerdo de la victoria de la santa sobre la Tarasca, ya que el dragón tomó el nombre de la ciudad afectada por él. La víspera de este día solemne, el alcalde de la ciudad, al sonido de las trompetas, hace publicar que todos los habitantes quedan prevenidos de la salida del dragón, y que no se hace responsable de ningún herido ni de daños provocados por él. Al siguiente día toda la ciudad está en las calles a la espera de la salida de la Tarasca.

La Tarasca, un animal representado de manera repulsiva, para recordar al dragón de la antigüedad, podía tener hasta veinte pies de longitud, una enorme cabeza redonda, una inmensa boca, que se abre y cierra con un resorte, unos ojos brillantes, un cuello que entra y se alarga en el cuerpo gigantesco, que está destinado a contener las personas que lo hacen mover; y por último una larga cola que se mueve a doquier y que podía provocar heridas a los que se le acercaban.

El segundo día de la fiesta de Pentecostés, a las seis de la mañana, treinta caballeros del tarasque, vestidos con túnicas y adornos instituidos por el rey, vienen a recoger al animal a su guarida. Doce caballeros entran es su vientre y le imparten el movimiento, mientras que una joven vestida como santa Marta le ata una cinta azul al cuello y se ponen en marcha bajo los gritos de la multitud. Si algún curioso pasa demasiado cerca, la Tarasca alarga el cuello y lo toma con su boca por el calzón, manteniéndolo sujeto hasta lanzarlo a la multitud.

Si algún imprudente se aventura detrás de ella, la Tarasca, de un golpe de cola, lo lanza nuevamente. Cuando se siente muy asediado, sus ojos lanzan llamas, que llegan a setenta y cinco pies y que que queman todo lo que se encuentra a su paso. Por otra parte, si el dragón, en su camino, advierte algún personaje importante de la ciudad, va hacia él con mucha amabilidad, envuelve su cola de alegría y abre su boca en señal de hambre, y el individuo agraciado, que sabe lo que quiere decir, le lanza una moneda, que al final viene a parar a los caballeros que lleva en el vientre.

Cuando la guerra entre Arles y Tarascón, los de Tarascón se rindieron al ser tomado el pueblo. Los de Arles no encontraron mejor forma de humillar a los vencidos, que quemar a la Tarasca en un lugar publico. Era un dragón de gran valor, con unos mecanismos muy sofisticados y que había costado en aquella época unos veinte mil francos en su construcción.

Desde aquel tiempo, en Tarascón nunca se ha podido sustituir una Tarasca como aquella. Ahora tienen una más pequeña y pobre en comparación con la que fue quemada, y es la que visitamos, y que nos pareció, a pesar de los lamentos de nuestro guía, de un aspecto bastante bueno.

Ahora, como en toda tradición hay una parte de historia, y en todo milagro un punto que puede explicarse, es probable que un cocodrilo venido de Egipto, como el que se mató en el Ródano y cuya piel se conservó hasta la Revolución en el Hotel de Lyon, hubiera establecido su guarida en los alrededores de Tarascón, y que Marta, que había aprendido cómo se atacaba a estos animales con personas que habían vivido a la orilla del Nilo, llegó a vencer a este monstruo en la ciudad, donde su recuerdo se guarda con tan grande honor.

La Tarasca y los cabezudos

La Tarasca (del francés Tarasque, y éste del topónimo de la localidad de Tarascon, en Provenza, Francia) es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta.

Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba en Tarascón (Provenza) y devastaba el territorio por doquier. Se describe como una especie de dragón con seis cortas patas parecidas a las de un oso, un torso similar al de un buey con un caparazón de tortuga a su espalda y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión. Su cabeza era descrita como la de un león con orejas de caballo y una desagradable expresión.

El rey de Tarascón había atacado sin éxito a la Tarasca con todas sus filas y arsenal, pero Santa Marta encantó a la bestia con sus plegarias y volvió a la ciudad con la bestia así domada. Los habitantes aterrorizados atacaron a la criatura al caer la noche, que murió allí mismo sin ofrecer resistencia. Entonces Santa Marta predicó un sermón a la gente y convirtió a muchos de ellos al cristianismo.

Cada miércoles de feria, a media mañana, se desvela el mejor secreto guardado que existe en Granada: el vestido de la Tarasca. Y una cosa es segura: no faltará quien lo critique, sea como sea el vestido, da igual largo que corto, discreto o de colores vistosos, clásico o moderno, atrevido o coqueto. No hay que olvidar el famoso dicho existente en la ciudad de que vas vestida peor que la Tarasca. A pesar de ello, para cualquier profesional granadino de la sastrería o el diseño es un privilegio ser llamado para vestir a la maniquí más famosa que existe en la ciudad. Y es que bien podemos considerar a la Tarasca como la reina de estas fiestas, ¿o no es ella la mujer más característica del Corpus? Señora de la fiesta y emperatriz de la diversión, la Tarasca cada año pasea por la ciudad sobre el lomo de un fiero dragón que parece quedar rendido a sus pies, y es que esta modelo de coquetas medidas se siente la estrella de la más afamada pasarela de la ciudad. Además, desde el miércoles al domingo se encuentra expuesta en el zaguán del Ayuntamiento, lugar donde recibe la visita de centenares de personas que se acercan hasta ella con peculiar veneración.

Fuentes