Los Demonios de Berlín

Los demonios de Berlín.
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Está obra escrita con pasión y rigor documental... Ignacio del Valle
Título originalLos demonios de Berlín.
Autor(a)(es)(as)Ignacio del Valle
GéneroNovela
PaísBandera de Rusia Rusia

Los demonios de Berlín. Una obra escrita con pasión y rigor documental, que con un ritmo que no da respiro al lector nos acerca a un personaje que deberá enfrentarse a múltiples demonios, ajenos y propios, para salvar lo único que parece escapar a ese entorno atroz: el amor de una mujer.

Trama

Arturo Andrade, soldado de la División Azul a quien ya conociéramos en El tiempo de los emperadores extraños, vuelve a protagonizar uno de los episodios más siniestros de la historia contemporánea: el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Berlín, 1945. Los soviéticos avanzan, imparables, por las calles llenas de escombros, la lucha es durísima en la ciudad y la derrota alemana, inminente. Arturo Andrade está en medio de aquel caos. Su misión: hallar a Ewald von Kleist, un científico alemán, a quien encuentra muerto en la cancillería del Reich con un misterioso diagrama en los bolsillos.

Contextualización de la obra

En esta novela encontramos a un Arturo Andrade que ha recuperado su empleo de teniente, el que ostentaba en España al final de la Guerra Civil, y que perdió por diversas vicisitudes (que no desvelaremos para no afectar a la lectura de quienes se acerquen a la primera de las tres novelas), de manera que durante su paso por la División Azul lo hará en condición de simple soldado. Repatriada la División Azul, pasará por la Legión Azul y luego por otros cuerpos de voluntarios hasta acabar en la Unidad Ezquerra, encuadrada en las Waffen SS que defendían Berlín (a pesar de que sus actitudes y pensamiento dejen bien claro al lector su notorio alejamiento de los postulados nazis, como quizás podría pensarse a priori de su integración en ese cuerpo tristemente conocido).

De mano, la justificación de su presencia en un escenario como éste no deja de ser ampliamente original, y al mismo tiempo creíble. Junto a él, un pequeño puñado de españoles (Manolete, Ninfo, Saladino, la gente de la embajada española), ofrecen un interesante contrapunto a los modales y esquemas mentales de la mayor parte de alemanes que desfilan por las páginas de la novela.

El inicio de la novela no puede ser más sugerente, y en él encontramos un evidente punto en común con su anterior obra: también el desencadenante de gran parte de la trama será aquí la aparición de un cadáver en extrañas circunstancias, como no podía ser de otra forma para mostrar alguna notoria singularidad en un matadero descomunal como correspondía a Berlín en esos momentos. En esta ocasión ese muerto se trata de un prominente científico del programa atómico alemán, y el escenario del crimen tampoco será menos llamativo: el edificio de la Cancillería, ymás concretamente, la localización del cadáver apuñalado, sobre la enorme maqueta que representaba a Germania, la increíble megalópolis proyectada por Speer para satisfacer la tan conocida megalomanía hitleriana.

Como resultante de su brillante resolución de los crímenes acaecidos en el frente de Leningrado, en el seno de la División Azul,Arturo es integrado por los alemanes en el equipo investigador, algo en lo que también tienen mucho que ver otras carambolas del destino y las maniobras del Secretario de la Embajada Española, obsesionado por mantener bien informado a Madrid de la evolución de una situación que parece claramente irreversible.

A partir de este hecho se desencadena una carrera contrarreloj por descubrir al asesino del científico, ante la creencia por parte alemana de que pueda tratarse de un acto de sabotaje contra su programa del «WuWa» (las armas secretas), su última gran esperanza de dar un vuelco total a una contienda que parece irremediablemente perdida; con los rusos apretando su cerco de acero sobre Berlín, en el marco de una ciudad casi arrasada por los bombardeos aéreos primero, y luego por la artillería; con comandos americanos y británicos infiltrados cual caballo de Troya, a los que se busca desesperadamente empleando unos recursos que parecen tan necesarios en otras partes en esos momentos; las fraticidas disputas entre las SS, la Gestapo, la Wermacht, y los restantes cuerpos policiales; el descubrimiento de que el muerto estuvo implicado en la conspiración de Stauffenberg y su pertenencia a ciertas sociedades secretas ligadas al origen del nazismo que tendrán una importancia decisiva en la narración.

En el seno de toda esa vorágine, un atormentado Arturo Andrade, complejo personaje del que no podemos entender los motivos que le han impulsado a permanecer en semejante infierno cuando tuvo ocasión de dejarlo atrás, pero al que acaba por unirnos un fuerte afecto, porque posee una extraña integridad, creíble como no podría serlo ese otro tipo de actitudes impostadas que se esperan de los héroes, y también porque dispone de una lucidez arrolladora, que ilumina el apocalíptico escenario en el que se mueve, permitiéndonos asistir a través de su mirada al macabro espectáculo del auténtico cataclismo histórico que supuso el hundimiento del Reich de los mil años.

Un variopinto elenco de secundarios acompañan el deambule de Arturo por el Berlín devastado de los últimos días de abril de 1945: los ya aludidos soldados españoles enrolados como él en los diferentes cuerpos militares; el personal de la embajada española en trance de la evacuación total que les alejase de aquel infierno; los oficiales alemanes a cargo de la investigación, perfectos ejemplos de la barbarie nazi, arquetipos ampliamente difundidos por el cine y la literatura; pero también encontraremos otro tipo de alemanes mucho menos conocidos, como el comisario Krappe,una mirada tan lúcida como la de Arturo, y al que deja desconcertado con su pensamiento crítico con el nazismo y sus maneras de bonhomía. Tampoco falta la figura de una mujer (tan decisivas en todo el periplo de las novelas protagonizadas por Arturo Andrade), Silke, cuya historia de amor con nuestro antihéroe tampoco podía reducirse a previsibles convencionalismos.

Los diálogos son fantásticos, tanto los habitualmente jocosos con los demás españoles (en especial los terribles chistes y dichos de Manolete), como los tremendamente lúcidos y aleccionadores mantenidos con el komissar Krappe; los que rozan lo cínico con el Secretario de la embajada española, Francisco Maciá, o los duelos dialécticos sostenidos con los oficiales nazis, verdaderos caminos sobre el filo de la navaja.

Aunque toda la novela mantiene en todo momento un ritmo altísimo, con los breves respiros que proporcionan las reflexiones de Arturo (y ni tan siquiera entonces debe distraerse el lector), existen episodios especialmente conseguidos, como la reunión con Fanjul en la guarida subterránea del hampa falangista, la persecución de un comando aliado a través de la atmósfera opresiva de los refugios subterráneos, el asalto al Reichbank, o la cruel lucha con los soviéticos en la abandonada embajada española.

Con un lenguaje depurado y preciso, junto con un dominio total de la narración (a veces más parece que mueva una cámara, a que se trate de palabra escrita, tanta es la capacidad del autor para mostrarnos las imágenes de lo que pone delante del lector), Ignacio del Valle nos conduce en volandas a lo largo de la novela para conducirnos a un final, que aunque parcialmente esperado por lo histórico, se reserva enormes sorpresas que no es posible revelar aquí sin afectar a los futuros (y ojalá que muchos) lectores.

Personajes de la obra

Veáse

Fuentes

  • Libro Los demonios de Berlín

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