Motín de Arequito (Argentina, 1820)

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Motín de Arequito
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Fecha:8 de enero de 1820
Lugar:Provincia de Santa Fe
Descripción:
Sublevación de los oficiales del Ejército del Norte
Resultado:
El motín de Arequito fue visto como un paso importante en la formación de la Argentina. La sublevación del Ejército del Norte permitió a las provincias imponerse por primera vez al gobierno egoísta de Buenos Aires, hizo desaparecer la insólita constitución unitaria y casi monárquica de 1819, permitió la aparición del gobierno autónomo de la provincia de Buenos Aires, igualó los derechos de todos los pueblos y abrió el camino para un entendimiento igualitario entre todas las provincias (camino que se revelaría como muy difícil, como que todavía habría otros 50 años de guerra civil en la Argentina).
Consecuencias:
Triunfo federal de Cepeda, el tratado del Pilar, la culminación del régimen dictorial y el advenimiento en el escenario político del país de los moldes federalistas.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Argentina Argentina
Líderes:
Juan Bautista Bustos, Alejandro Heredia, José María Paz y Juan Felipe Ibarra
Ejecutores o responsables del hecho:
Casi la totalidad del Ejército Auxiliar del Alto Perú

Motín de Arequito. Uno de los hechos más controvertidos del pasado histórico de Argentina, protagonizado por casi la totalidad del Ejército Auxiliar del Alto Perú, que se negó a ser instrumento contra los caudillos del Litoral, que pugnaban por imponer el sistema Federal como sustento para la integración política nacional.

Federalismo en el Río de la Plata

Los sucesivos gobiernos argentinos surgidos desde la Revolución de Mayo pretendieron gobernar todas las provincias que habían compuesto el Virreinato del Río de la Plata esgrimiendo el argumento de que, al cesar el gobierno del rey, los derechos de éste retrovertían al pueblo. Pero, a partir de la disolución de la Junta Grande, quedó claro que la pretensión de la ciudad de Buenos Aires era dominar al país, consultando lo menos posible a los demás pueblos (en la terminología de la época, "pueblos" se refiere a las ciudades, origen de la conformación política en la América española).

Las ciudades subalternas, en nombre de sus territorios, reclamaron insistentemente tener igual participación en el gobierno nacional y nombrar sus propios gobernantes.

Durante años, los distintos gobiernos surgidos en Buenos Aires se esforzaron en sentido contrario: todos los gobernadores eran nombrados directamente por el gobierno central, y la representación de la ciudad de Buenos Aires siempre fue mayor que la de las demás en los cuerpos colegiados que se formaron. Por otro lado, varios de los gobiernos centrales cayeron por golpes de estado organizados en Buenos Aires exclusivamente, y el gobierno nacional que siguió a cada uno fue, invariablemente, nombrado por el cabildo porteño. La reacción de las provincias interiores fue sorprendentemente lenta, pero inevitable. La primera respuesta efectiva a la pretensión porteña de gobernarse por sí misma provino de la Banda Oriental, donde el caudillo José Artigas negó a la capital el derecho de gobernar a su provincia.

En 1815, después de más de un año de guerra civil, logró dominar por completo la Provincia Oriental. Su ejemplo fue seguido por las provincias litorales, comenzando por Entre Ríos, donde varios caudillos expulsaron a los gobernadores nombrados por el Directorio; el último, el más poderoso y más capaz de estos caudillos fue Francisco Ramírez.

Con cierto retraso, también la provincia de Corrientes se separó de la obediencia al poder central. El núcleo del problema se hallaba en la provincia de Santa Fe, que se levantó contra la dominación porteña en 1815 y otra vez en 1816, bajo el mando de Mariano Vera, que sería luego sucedido por Estanislao López. El gobierno central se negó sistemáticamente a permitir que esa provincia se separara de su obediencia, ya que su territorio era paso obligado para las comunicaciones con las provincias del Interior.

No menos de cinco expediciones militares fueron lanzadas desde Buenos Aires para aplastar la resistencia santafesina, pero fracasaron sin excepción. No sólo las provincias litorales se separaron de la obediencia al Directorio: Salta se dio un gobierno autónomo bajo el mando de Güemes, Cuyo se negó a que su gobernador San Martín fuera reemplazado, y Córdoba se dio su propio gobierno en la persona de José Javier Díaz, partidario confeso de Artigas. Pero, por distintas razones, las relaciones con el gobierno porteño nunca fueron tan tirantes como las que tenían las provincias del Litoral. Lo sorprendente es que el Directorio nunca pensó que podía aceptar otra forma de relación con las demás provincias que la sumisión completa a sus dictados. La idea del federalismo fue repetidamente enunciada por los líderes artiguistas, sin que jamás lograran siquiera hacer dudar a los gobernantes porteños de que sus enemigos internos eran, simplemente, "anarquistas" adjetivación dada entonces con la connotación de "desgobierno" o "desorden".

Ejército del Norte y la guerra civil

El Ejército del Norte había sido formado para llevar adelante la guerra de independencia en el Alto Perú; pero, tras el tercer fracaso en Sipe Sipe, quedó debilitado y de simple guarnición en Tucumán. En teoría, su misión era esperar hasta que las condiciones permitieran reiniciar la reconquista de las provincias altoperuanas. Pero el Directorio decidió usarlo para aplastar las rebeliones internas: en 1816, una fracción del Ejército fue utilizada para reponer al gobernador de provincia de La Rioja (Argentina), y a principios del año siguiente, al de Santiago del Estero (el líder federal de ésta, Juan Francisco Borges, fue fusilado). Poco después, otra división del Ejército del Norte ayudaba a deponer al gobernador cordobés y a sostener en el mando a sus sucesores.

En 1818, el director Pueyrredón decidió aplastar a Santa Fe con un doble ataque: mientras un ejército lo atacaba por el sur, desde el oeste avanzaría una división del Ejército del Norte. La iniciativa fracasó ante la rápida defensa de Estanislao López, que consiguió detener al jefe de la división venida desde Córdoba, Juan Bautista Bustos (cordobés), para después expulsar a los invasores del sur. Un segundo intento con características similares fue igualmente anulado a principios de 1819.

El grueso del Ejército del Norte fue establecido en Córdoba, para fastidio de muchos de sus miembros, muy lejos del enemigo realista. En abril, una paz firmada entre el gobierno de Buenos Aires y el de Santa Fe dio esperanzas de solución a los problemas internos, y los oficiales creyeron que volverían al frente norte. La paz convenció a sus firmantes, pero ni Artigas (que se consideraba el superior de López) ni el Directorio quedaron conformes. El oriental pretendía que el gobierno nacional se uniera a su guerra contra los portugueses, que habían invadido su provincia. Y el nuevo Director Supremo, José Rondeau, esperaba poder aplastar a Santa Fe con ayuda de los mismos portugueses. Llamó en su ayuda al Ejército de los Andes, pero San Martín se negó a obedecer. También ordenó al comandante del Ejército del Norte, Manuel Belgrano, y éste inició su marcha hacia el sur; poco después dejaba el mando en su segundo, Francisco Fernández de la Cruz, quien nombró jefe de estado mayor a Bustos. Por orden de Artigas, Ramírez cruzó el río Paraná e invadió el norte de la provincia de Buenos Aires, retirándose a continuación. Rondeau organizó su ejército en la capital y marchó a su encuentro, mientras ordenaba a Fernández de la Cruz unírsele en las cercanías de Pergamino (Buenos Aires). El Ejército del Norte entró en la provincia de Santa Fe.

Sublevación de Arequito: El Motín

Al llegar a la posta de Arequito, el 8 de enero de 1820 , el general Bustos, apoyado por los coroneles Alejandro Heredia y José María Paz, dirigió la sublevación general de los cuerpos militares. En medio de la noche arrestaron a los coroneles Cornelio Zelaya y Manuel Guillermo Pinto y se trasladaron a corta distancia del campamento de Fernández de la Cruz y decidieron iniciar tratativas con éste. Le anunciaron que se negaban a continuar con la guerra civil y regresaban al frente norte. Explícitamente se declararon neutrales en el enfrentamiento entre los federales y el Directorio, para no ser acusados de haberse pasado al enemigo. Bustos tenía en ese momento 1600 hombres, y Fernández de la Cruz, algo menos de 1400. Bustos exigió que se le entregar la mitad del armamento, municiones y reses de consumo, lo que Cruz pareció aceptar en un principio. Pero al mediodía inició su marcha hacia el sur, sin haber entregado lo prometido.

Bustos ordenó a Heredia perseguir a su ex jefe, y éste lo alcanzó cuando estaba ya rodeado por los federales de López (recordemos que estaba en la provincia de Santa Fe). Imposibilitado de seguir adelante, Fernández de la Cruz decidió entregar todo el ejército a Bustos y se retiró a Buenos Aires casi solo, seguido por unos pocos oficiales fieles, entre ellos Lamadrid.

Al día siguiente, Bustos inició el regreso a Córdoba, y el 12 de enero estaba en la posta de la Esquina, en el límite con Córdoba. Desde allí escribió a López y a Rondeau, explicándoles las causas de lo ocurrido, y sus planes de regresar al norte.

Resultados

Tras reunirse con los enviados de López en La Herradura, sobre el río Tercero, Bustos llevó su ejército a Córdoba, donde fue recibido casi en triunfo. Poco antes había renunciado el gobernador Manuel Antonio Castro y había sido electo gobernador interino José Javier Díaz, el jefe de los federales. Una asamblea declaró que Esto es, los mismos sentimientos que sostenían Bustos y los demás participantes en el motín de Arequito.

Por su parte, Rondeau enfrentó a Ramírez y López con sus solas fuerzas en la cañada de Cepeda y fue completamente derrotado. Apenas una semana más tarde, renunciaba y se disolvía el Congreso que había sido "de Tucumán". No hubo un nuevo Director Supremo: por presión de López y Ramírez, Buenos Aires se nombró un gobernador y firmó la paz con los federales.

Estando en Córdoba, Bustos se enteró del fin del Directorio, y se abocó a la tarea de reorganizar el país, posponiendo el regreso del Ejército al norte. Para eso debía organizar primero la provincia en la que estaba, que también era la suya. Por otro lado, el gobernador interino Díaz anunció que pensaba asociarse a los caudillos del Litoral en su lucha contra Buenos Aires; esto es, firmar algún tratado de alianza con Artigas, Ramírez o López.

Ese no era el objetivo de Bustos, por lo que se opuso activamente a la política de Díaz. En busca de aliados para esa oposición, se acercó a los federales de Juan Pablo Bulnes, que estaban alejados del grupo de Díaz, y varios personajes locales que habían rodeado al gobernador Castro. Con el apoyo de éstos, fue electo gobernador titular el 19 de marzo.

A continuación, Bustos se dedicó a gobernar la provincia y a mediar entre López y el gobierno de Buenos Aires, que habían vuelto a enfrentarse. Envió al coronel Heredia con una parte del Ejército hacia las provincias del norte, como avanzada de la prometida marcha del grueso del mismo hacia el frente de guerra. Pero ni Heredia llegó a luchar contra los realistas (su fuerza fue usada por Güemes para la guerra civil contra el gobernador de Tucumán - y fue derrotada), ni Bustos llegaría a enviar o dirigir el resto del ejército en esa dirección.

Las fuerzas que quedaron a Bustos fueron utilizadas para la defensa contra los indios de la pampa y del Chaco, y al año siguiente para repeler el ataque combinado de Francisco Ramírez y José Miguel Carrera, que devastaron la provincia en sus correrías.

Legado histórico

Valoración

El motín de Arequito gozó por mucho tiempo de muy mala fama. Los cronistas que escribieron sobre él, especialmente Lamadrid y Paz, lo tacharon de traición a la patria o de oscuro golpe destinado a colocar a Bustos en el gobierno cordobés, y nada más. Los historiadores de la segunda mitad del siglo XIX, comenzando por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López lo acusaron sin más de ambas cosas. Nadie se atrevió a defender a Bustos y a sus seguidores, y la derrota del partido federal en las guerras civiles llevó al triunfo a sus enemigos, con lo que este punto de vista fue el único que sobrevivió. La escuela historiográfica tradicional, formada por sucesores de Mitre, repitió el mismo punto de vista sin dudarlo.

Muchos años más tarde, la escuela del "revisionismo histórico argentino" comenzó a ver el motín de Arequito con otros ojos. Además, los historiadores cordobeses valoraron a sus primeres gobernadores autónomos, que habían apoyado o participado del mismo. A mediados del siglo XX, con el revisionismo histórico firmemente afianzado, y con el apogeo de la sobrevaloración histórica de San Martín (que también se había negado a participar en esa guerra civil), el motín de Arequito fue visto como un paso importante en la formación de la Argentina.

En efecto: la sublevación del Ejército del Norte permitió a las provincias imponerse por primera vez al gobierno egoísta de Buenos Aires, hizo desaparecer la insólita constitución unitaria y casi monárquica de 1819, permitió la aparición del gobierno autónomo de la provincia de Buenos Aires, igualó los derechos de todos los pueblos y abrió el camino para un entendimiento igualitario entre todas las provincias (camino que se revelaría como muy difícil, como que todavía habría otros 50 años de guerra civil en la Argentina).

Posiblemente, si el Ejército del Norte hubiera seguido su camino, la guerra entre Buenos Aires y los federales del Litoral se habría prolongado muchos años más, y la inevitable formación de una Argentina federal habría sido aún más difícil.

Es indudable que el motín fue un acto de desobediencia castrense que, mirado desde el punto de vista estrictamente militar, resulta inadmisible. Pero desde el punto de sus causas y de sus resultados políticos, fue un paso positivo hacia la democracia igualitaria.

Fuentes