Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-03-31

¿Llegará el helicóptero monetario?

LA HAINE 17 de marzo de 2016 ESPAÑA

Los dogmas neoliberales deben ser abandonados si se quiere salir de la deflación

Alejandro Nadal*

LA MAYOR PARTE de las economías capitalistas desarrolladas tienen ya varios años de estar aplicando una política monetaria con tasas de interés cercanas a cero.

Esta postura de política monetaria (conocida como ZIRP, por sus siglas en inglés) busca crear incentivos para que el crédito vuelva a fluir hacia inversionistas y consumidores.

Los efectos reales de esta política no han sido lo que se esperaba. Las economías que han aplicado una ZIRP no han logrado recuperarse de la crisis de 2008.

Y si la economía mundial se hunde en la recesión parece que los bancos centrales ya no tienen instrumentos para responder a la nueva emergencia. Se les acabó la pólvora cuando la verdadera guerra está a punto de comenzar.

Los límites de la política monetaria son bien conocidos. Aún con una tasa ZIRP los bancos comerciales no están otorgando créditos y ni los consumidores, ni los inversionistas están haciendo colas para pedir préstamos. Como dice el refrán, se puede llevar un caballo al abrevadero pero no se le puede obligar a tomar agua

Ahora el espectro de la deflación ha llevado a implementar una política de tasas de interés negativas en varios países y en la eurozona. Esta postura (conocida como NIRP, por sus siglas en inglés) implica cobrar a los bancos privados por tener sus reservas en el banco central. El objetivo es promover el crédito para empresas y consumidores y evitar que se contraiga más la demanda agregada cuando los agentes atesoran su dinero. Pero la NIRP tiene peligros. El más importante es que afecta la rentabilidad de los bancos comerciales y estos pueden optar por trasladar la carga a los usuarios de la banca. El resultado final es incrementar el costo del crédito y el efecto es contraproducente. Además, hoy las tasas negativas parecen estar buscando más incrementar la demanda agregada a través de la devaluación de la moneda, lo que no ayuda mucho a coordinar la política macroeconómica global.

¿Cuál es la solución si se quiere incrementar la demanda agregada en épocas de deflación?

Una posibilidad de la que se habla hoy con más frecuencia es la del helicóptero monetario. Esta es una idea propuesta originalmente por el gurú del monetarismo contemporáneo, Milton Friedman, en 1969 (en su artículo La cantidad óptima de dinero).

La imagen utilizada por Friedman fue la siguiente: si un banco central quisiera salir de la deflación y promover el crecimiento podría darle a la ciudadanía una transferencia directa de dinero, tal y como si un helicóptero dejara caer dinero sobre una comunidad. Esta transferencia directa tendría que ir acompañada de la certeza de que esta expansión de la oferta monetaria sería única: los consumidores podrían gastar libremente el dinero adicional, llevando la inflación al nivel deseado por el banco central.

En 2012 Ben Bernanke desarrolló esta idea señalando que esto se podría llevar a cabo a través de reducciones en los impuestos directos, lo que llevaría a un incremento del déficit fiscal que podría ser financiado con creación monetaria por parte del banco central.

La gran diferencia entre el dinero esparcido por un helicóptero y la actual política de flexibilidad monetaria es que ésta sólo ha servido para comprar activos financieros (bonos del tesoro, por ejemplo) a cambio de reservas bancarias. Esto podría servir para que los bancos experimentaran menos restricciones y pudieran reanudar sus actividades de préstamos.

Pero la carga del sobreendeudamiento de familias y empresas ha impedido la expansión del crédito. Las transferencias directas realizadas por el helicóptero monetario irían a las manos del consumidor sin intermediación. No habría que esperar a que una especie de efecto de goteo desde el sector financiero lleve a un incremento del poder de compra de los consumidores.

Claro, el helicóptero monetario es una simple metáfora: de lo que hay que hablar es de una redefinición de la política fiscal. Para que funcione esta política de transferencias directas se requiere rediseñar las relaciones entre el gasto público y el banco central. Específicamente, se necesita abandonar la idea de la autonomía del banco central y restablecer las condiciones bajo las cuales el gobierno puede cubrir un déficit fiscal a través de su monetización. De esta manera la política fiscal podría redirigirse a incrementar el gasto en educación, salud, infraestructura y desarrollo de nuevas tecnologías sin temor de incurrir en un déficit que sólo puede cubrirse a través de mayor endeudamiento en los mercados financieros.

La política fiscal debe poder utilizarse plenamente y eso precisa una relación nueva entre gobiernos y bancos centrales. Eso debe ir acompañado de controles democráticos en un contexto republicano que evite los abusos de gobiernos irresponsables o corruptos, pero también [mucho más] los abusos del sector financiero (al que hoy en día están sometidos los bancos centrales en todo el mundo).

Los dogmas neoliberales deben ser abandonados si se quiere salir de la deflación.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Economista mexicano, doctor en Economía por la Universidad de París X. Actualmente es profesor e investigador de economía en el Centro de Estudios Económicos del Colegio de México. Publica habitualmente en los periódicos La Jornada de México y la revista Sin Permiso.

El seductor Obama

LA JORNADA 28 de marzo de 2016 MÉXICO

Carlos Fazio*

A DIFERENCIA DEL personaje de la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, el presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, no presenta lo que en siquiatría se conoce como trastorno disociativo de la identidad (anteriormente conocido como trastorno de personalidad múltiple), mismo que hace que una persona tenga dos o más identidades o personalidades con características opuestas entre sí.

No hay un Obama "bueno" y un Obama "malo". El cuadragésimo cuarto mandatario de EEUU es un político racional y pragmático, que como los 10 anteriores inquilinos de la Casa Blanca no quiere un cambio de dirección en la política estadounidense hacia Cuba, sino un reposicionamiento táctico.

Al igual que todos sus predecesores desde Dwight Eisenhower hasta George W. Bush, Obama, como ha dicho y repetido desde diciembre de 2014 −cuando se anunciaron las negociaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas−, y ratificó en La Habana, persigue un cambio de régimen por otras vías. Quiere el desmantelamiento íntegro del sistema político y económico estatal socialista cubano, y, debido a una serie de circunstancias internacionales, durante su segundo mandato se vio obligado a modificar "lo que no funcionó" durante más de 50 años, amén de que su visita a Cuba significa un genial golpe de marketing para un presidente saliente.

Desde su toma de posesión, en enero de 2009, el carismático Obama destacó por su dominio escénico, sus capacidades histriónicas y el manejo de un lenguaje simbólico siempre cuidadoso y calculado –las más veces simplificador y banal, aderezado con frases hechas y trucos chistosos−, que merced a un hábil y eficaz uso del teleprompter (apuntador óptico como herramienta de lectura) ha buscado ocultar a las grandes audiencias electrónicas las aristas más violentas del capitalismo y el imperialismo rapaces de nuestros días, que él encarna como representante de los intereses estratégicos de la plutocracia y los poderes fácticos, verdadero poder detrás del trono en la Oficina Oval.

Como en otros escenarios antes, todos los actos simbólicos y los discursos- show propagandísticos e ideológicos del seductor Obama en la Isla estuvieron signados por sus dotes de comunicador, que combina miradas, gestos y poses con una refinada retórica manipuladora y demagógica −mitificadora del capitalismo− que no es percibida por la gran masa, pero que no pasa desapercibida para un público medianamente politizado. Menos, para una dirigencia como la cubana, que durante más de 50 años ha tenido que lidiar con todas las formas de guerra, abiertas y encubiertas, del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia.

La actuación de Obama se ciñó a las nuevas concepciones del Pentágono sobre la definición de enemigos, lo que ha derivado en los conflictos irregulares o asimétricos y las llamadas guerras de cuarta generación de la actualidad, donde el enemigo es la sociedad toda y uno de los objetivos centrales es la destrucción de la cultura del país objetivo. Dicha modalidad forma parte de la "dominación de espectro completo", que abarca una política combinada donde lo militar, lo económico, lo mediático y lo cultural tienen objetivos comunes. Dado que el espectro es geográfico, espacial, social y cultural, para imponer la dominación se necesita manufacturar el consentimiento. Esto es, colocar en la sociedad sentidos "comunes", que de tanto repetirse se incorporan al imaginario colectivo e introducen, como única, la visión del mundo del poder hegemónico.

Eso implica la formación y manipulación de una "opinión pública" legitimadora del modelo de dominación capitalista. Como plantea Noam Chomsky, para la fabricación del consenso resultan claves las imágenes y la narrativa de los medios de difusión masiva, con sus mitos, mentiras y falsedades. Pero también, como en el caso de marras, se necesita un gran "comunicador". Con esos elementos, y apelando a la sicología y otras herramientas, a través de los medios se construye la imagen del poder con su lógica de aplastamiento de las cosmovisiones, la memoria histórica y las utopías.

Más allá del clima respetuoso y constructivo que primó en todas sus representaciones, de sus propios dichos se desprende que Obama no ha renunciado a intervenir en la política interna cubana y seguirá apostando a formas más sutiles de penetración. Derrotado en el terreno de la fuerza −que incluyó una invasión mercenaria, el criminal bloqueo económico, comercial y financiero, guerras bacteriológicas, del éter y del ciberespacio, así como atentados terroristas, todos de manufactura estadounidense−, Washington insistirá en una estrategia de "poder blando" (soft power). Como advirtió Fidel Castro en 2000, el establishment demócrata insistirá en el método de la "seducción", como el que han bautizado "política de contacto pueblo a pueblo".

En particular, Obama quiso seducir a la juventud, sector de la sociedad cubana que, según sus estrategas, presenta las mejores condiciones para los intereses estratégicos que él representa. Lo que no se logró durante muchos años con la llamada disidencia interna −grupúsculos financiados por Washington que dieron origen a la lucrativa industria de la contrarrevolución− se intentará ahora a través de "jóvenes emprendedores". El objetivo es fragmentar a la sociedad cubana con el propósito de restaurar el capitalismo dependiente en la Isla.

Con los instrumentos del "poder inteligente" (smart power) se busca erosionar la cohesión de la sociedad cubana; de ahí el marcado énfasis en potenciar un sector privado en Cuba con el apoyo financiero y tecnológico de EEUU, y crear un movimiento político que reclame el fin de la Revolución. En ese sentido, fueron notorias las oposiciones discursivas de Obama: Estado/pueblo, empresa estatal/privada, jóvenes/viejos.

No en balde, tres días después de que dejó La Habana, el Departamento de Estado anunció un programa de orientación de "prácticas comunitarias" por 753 mil 989 dólares para "jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana".

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Periodista uruguayo radicado en México. Pertenece a la redacción del diario La Jornada y colabora con el semanario Brecha, de Uruguay, y otros medios alternativos.

Adquieren relevancias las “políticas de cuidado” en América Latina

XINHUA 26 de marzo de 2016 SANTIAGO DE CHILE

Omar Mendoza*

LAS "POLÍTICAS DE cuidado", referidas a la organización social y económica del trabajo destinado a garantizar el bienestar físico y emocional de las personas, han cobrando mayor importancia en América Latina y el Caribe durante los últimos años.

En su informe Panorama Social 2015, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con sede en Chile, subraya que los cuidados "constituyen una responsabilidad compartida entre la familia, la comunidad, el mercado y el Estado".

El trabajo del cuidado sin embargo recae principalmente sobre las familias, en especial sobre las mujeres, y recibe una escasa y fragmentada atención por parte de la política social, destacó el organismo.

En general, el tema del cuidado a las personas necesitadas es promovido con diverso grado de urgencia por gobiernos, partidos políticos, organizaciones sociales y organismos internacionales, con la finalidad de establecer "los cuidados como objeto de políticas públicas”.

Uruguay, Ecuador, Cuba y Chile destacan por ocuparse de esta labor social. Ha sido difícil definir qué tipo de cuidado se hace, a quién, dónde y durante cuánto tiempo. La mayoría de las investigaciones toman como punto de partida un tipo de persona dependiente, a partir de la cual identifican a sus "cuidadores".

En la vida diaria y en todos los países, el cuidado informal ocurre en todas las edades y en diferentes condiciones; cada ser humano ha sido objeto de cuidado familiar o de un sistema informal u oficial, y la mayoría son, han sido o serán cuidadores.

Hay circunstancias o periodos en los que se requieren de cuidados intensivos o especializados, como, por ejemplo, en la niñez, durante la enfermedad, cuando existe alguna discapacidad y en situaciones de invalidez por vejez.

Se reconoce el aspecto afectivo y emocional que conllevan esas actividades, las cuales pueden ser delegadas en otras personas de la familia, en forma remunerada o no, incluso fuera del marco familiar.

El trabajo de cuidados se caracteriza por la relación de servicio y preocupación por los otros, siendo una actividad humana bien valorada.

Existen dos tipos de cuidados, el directo, con la prestación material y la atención a las necesidades físicas y biológicas de la persona, donde hay una interacción entre las personas que otorgan y reciben el cuidado; y el indirecto, donde el necesitado cuenta con alguien que lo apoya en la cocina o limpieza de hogar.

A nivel teórico, el cuidado es, tanto en la academia como en la política, un concepto estratégico, capaz de articular debates y agendas antes dispersas, así como generar consensos para avanzar en una agenda de equidad de género en la región.

Los debates académicos sobre su contenido se remontan a la década de los 70 del siglo anterior en los países anglosajones, impulsados por las corrientes feministas en el campo de las ciencias sociales.

En todo el mundo, el derecho al cuidado, a su vez, debe ser considerado como un derecho universal de toda la ciudadanía, desde la doble circunstancia de personas que precisan cuidados y las que cuidan, es decir, desde el derecho a dar y a recibir cuidados.

Fuera del entorno familiar, el trabajo de cuidado está marcado por la relación de servicio, de atención y preocupación por los otros; se realiza cara a cara entre dos personas y genera lazos de proximidad, en una situación de dependencia, pues una es tributaria de la otra para su bienestar y mantenimiento.

Hasta ahora, lo que unifica la noción de cuidado es que se trata de una labor muy humana esencialmente realizada por mujeres, ya sea dentro de la familia o que se exteriorice por la forma de prestación de servicios personales. La idea del cuidado como derecho es todavía aún poco explorada en las investigaciones académicas en la mayoría de los países.

Un elemento común es que las investigaciones tienen como punto de partida un tipo de persona dependiente, a partir de la cual identifican a sus cuidadores, pero el cuidado informal ocurre en todas las edades en todos los países.

En cualquier sociedad, el cuidado abarca diversos sectores, como infraestructura, salud, educación, protección social y políticas de mercado de trabajo, por lo que se requiere una aproximación comprensiva en su análisis como en el diseño de las políticas.

El debate sobre cómo incorporar la complejidad del cuidado en una lógica de derechos se relaciona con la igualdad de oportunidades, de trato y de trayectorias en el marco de un contexto de ampliación de los derechos de las personas que implica un nuevo concepto de la ciudadanía. Hasta ahora, no hay una definición aceptada completamente del cuidado.

Sin embargo, existe un consenso en cuanto a los bienes, servicios y actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio, mientras sus límites son difíciles de demarcar en términos de qué se hace, a quién, dónde y durante cuánto tiempo.

Por otro lado, ha surgido el término "economía del cuidado" para especificar actividades, bienes y servicios necesarios para la reproducción cotidiana de las personas, con el fin de resaltar la relevancia de esa actividad para el desarrollo económico de los países y el bienestar de sus poblaciones.

También se ha mostrado, que, como todo el resto de los espacios sociales, la "economía del cuidado" presenta una particular configuración de género, mientras el impacto que sobre ella tienen las políticas públicas en general y económicas en particular no resulta neutral.

El término "economía del cuidado" se ha difundido de manera reciente para referir a un espacio bastante indefinido de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas, en sus respectivas sociedades.

No obstante, la Cepal señala que "la economía del cuidado" está en construcción, y se refiere a aquellos elementos que cuidan o "nutren" a las personas, en el sentido que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad.

De esta manera, la "economía del cuidado" incluye a los bienes y actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en condiciones propicias para su desarrollo humano.

  • Corresponsal de la agencia