Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-11-16

Momento histórico

PÁGINA 12 11 de noviembre del 2016 ARGENTINA

Juan Manuel karg*

Este artículo surge a partir de la conmoción mundial en relación al triunfo de Donald Trump en EEUU. Pretendemos abordar algunos puntos para tener una lectura geopolítica de un hecho que marca un antes y un después en el escenario global.

a) La población no vota sobre las expectivas del escenario internacional. Se valora el escenario interno, independientemente de las tergiversaciones que sobre ese plano puedan crear medios de comunicación y redes sociales. Los grandes conglomerados mediáticos del mundo, al igual que el sistema financiero internacional, esperaban otro resultado: el triunfo de Hillary Clinton. Lo mismo que sucedió en Colombia y en Gran Bretaña, con el plebiscito por la paz y el Brexit, respectivamente.

b) Trump ganó el voto de la clase obrera industrial, hablando contra los TLC. Este elemento fue el menos considerado por la mass media internacional: detrás del pirotécnico xenófobo también había un candidato que se dirigía a un sector desencantado por el “fin del sueño américano”, tras la crisis iniciada en el 2008. No fue demasiado creativo: usó el mismo slogan que la dupla Reagan-Bush en el 1980: “make America great again”, lo que también coincide con una visión de la inserción global de EEUU. Pero así ganó en estados clave como Florida y Carolina del Norte, e industriales como Ohio, que incidieron en el resultado final. Tuvo una contundente votación en el interior del país, a contramano de los grandes centros urbanos que le dieron la espalda conociendo sus exabruptos.

c) Hay un debilitamiento de EEUU en el plano internacional. Trump ganó cuestionando el Nafta, acuerdo comercial firmado por Bill Clinton en el 1994, junto a México y Canadá. También mostrándose contrario al TPP (Acuerdo Transpacífico) que Obama motorizó en detrimento de China. Su perspectiva, al menos discursiva, fue aislacionista. Estas dos variables pueden explicar la tranquilidad de Moscú y Beijing ante el nuevo escenario abierto, que confirma el debilitamiento del hegemón en declive. Rusia espera un debilitamiento de la estrategia intervencionista de EEUU: lee que la población le pidió a Trump que mire fronteras adentro y abandone aventuras como Libia y Siria, patrocinadas por la ex secretaria de Estado derrotada en las urnas.

d) América Latina espera con incertidumbre. En nuestra región, algunas cancillerías –no particularmente las de gobiernos progresistas o de izquierda– jugaron todas sus fichas a un hipotético triunfo de Clinton. Hicieron lo que pedían las instituciones, la mass media y el sistema financiero internacional. También son perdedores en la contienda: llegaron tarde y se jugaron a fondo, algo que suele cobrarse (no en términos económicos, sino políticos). Un error garrafal en la diplomacia, que no es bueno naturalizar. Una de las incertidumbres reside en la normalización diplomática que Washington planificaba con La Habana bajo la capitanía del propio Obama: ¿qué sucederá con ese proceso?, ¿se amesetará?

e) Hay que volver a interpretar el escenario internacional. La elección de Trump abre paso a una lectura: detrás de los colapsos institucionales que se verifican en la Unión Europea y los EEUU, la salida –parcial– parece venir de outsiders conservadores. Hay un déficit indudable en los contrapuntos, al menos electoralmente: a Corbyn no lo benefició el Brexit (aunque volvió a ganar la interna de su partido, con comodidad), a Podemos no lo benefició la elección 2016 en España (aunque el voto implícito del PSOE al gobierno de Rajoy lo para como única alternativa real), y las proyecciones de Melenchon en Francia de cara a las presidenciales del 2017 parecen ser limitadas. Ni que hablar de Sanders, que tras una elección interna descomunal tuvo que dejar que Clinton sea quien enfrente al pirotécnico Trump, por la elección de los “superdelegados” (en detrimento de gran parte de la base demócrata, que acompañó con entusiasmo su intento de “revolución política”).

La “derecha” parece interpretar mejor que la “izquierda” la actual oleada, nutriéndose de lugares comunes y miedos (¿acaso el debate sobre los refugiados en la UE, donde Francisco tiene la posición más progresista contra los muros, es muy diferente a los exabruptos de Trump sobre México?) y también de ventajas objetivas (mayores recursos y pragmatismo). La tarea de las fuerzas nacional-populares, progresistas y de la izquierda de la región es interpretar el momento histórico que se abre tras esta elección, y proporcionar los mecanismos para hacer competitivas a las opciones que se proponen un orden alternativo, sin renunciar a las banderas de justicia social.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Politólogo argentino

Para qué vuelve la derecha latinoamericana

LA JORNADA 5 de noviembre del 2016 MÉXICO

Emir Sader*

La nueva ola de derecha en América Latina no tardó en decir a qué vino. Los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina y de Michel Temer en Brasil se dedican, única y exclusivamente, a aplicar el mismo tipo de duro ajuste fiscal que ya había sido aplicado en esos y otros países del continente, con las desastrosas consecuencias económicas y sociales que se conocen.

Para ello tuvieron que reimponer el viejo diagnóstico, según el cual los problemas son resultado de gastos excesivos del Estado, diagnóstico totalmente desmentido por la forma en que en esos mismos países los gobiernos han reaccionado a los duros efectos de la crisis internacional iniciada en el 2008. Se podría haber hecho lo que se hace ahora, cortando hondamente los presupuestos en los recursos para políticas sociales. Las economías habrían ingresado en recesiones profundas y prolongadas, de las cuales no habrían salido, como ocurre con las economías europeas.

Sin embargo, los gobiernos de Argentina y de Brasil, con orientaciones distintas de las actuales, no se han dejado llevar por la crisis y han reaccionado en contra de la recesión con medidas anticíclicas. Con ello han podido recuperar rápidamente sus economías de la recesión; han vuelto a crecer, a superar el desempleo y a retomar la dinámica de expansión económica con distribución de la renta, lo que ha permitido el momento más virtuoso de la historia de esos y otros países del continente en este siglo.

La derecha vuelve a los gobiernos de esos países como si no hubiera pasado nada desde que se aplicaron por primera vez esos modelos. Como si estos no hubieran fracasado y no se hubiera sacado a los países de las peores crisis recesivas en mucho tiempo, con altos niveles de desempleo y profunda crisis social. Como si no se hubieran dado gobiernos que han recuperado esas economías, superado la crisis social y desarrollado los programas de inclusión social más amplios de su historia.

La derecha retoma el mismo diagnóstico que ha llevado a los ajustes, las recesiones, a las crisis sociales. Necesita, para ello, borrar o descalificar todos los avances logrados a lo largo de este siglo. Como si Argentina y Brasil no fueran mucho mejores, desde todos los puntos de vista, con las políticas de reacción a la crisis que con las que la han ahondado.

Tratan de hacer pasar la idea de que la crisis actual es generada por el modelo que más resultó en nuestra actualidad. Se habría gastado demasiado. Los gastos en políticas sociales serían la causa del desequilibrio de las cuentas públicas. No las tasas de interés muy altas, no el pago de las deudas interna y externa, no el encubrimiento de impuestos, no los paraísos fiscales, no los subsidios a los grandes empresarios, no la especulación financiera.

En realidad, la derecha vuelve para destruir lo que fue construido a lo largo de este siglo en los países donde logra, por una u otra vía, volver al gobierno. Su agenda es estrictamente negativa: privatización de propiedades públicas, menos recursos para políticas sociales, menos derechos para los trabajadores, más recesión, más desempleo. Y más Estados Unidos en el continente y menos integración regional.

No pueden decir que son lo nuevo porque rescatan viejos economistas neoliberales. Ni que van a retomar el crecimiento económico, porque ahondan la recesión. Ni que van a controlar las cuentas públicas porque aumentan la inflación y el déficit público. No tienen que prometer, porque lo que hacen no tiene nada de popular, ni de democrático. Solo pueden sobrevivir, blindados por los medios.

¿Cómo deben reaccionar las fuerzas populares frente a esa ofensiva conservadora? Antes que nada, buscando el más amplio proceso de conciencia, de movilización y de organización de los sectores populares, víctimas de las políticas de esos gobiernos. Sin eso no será posible revertir la situación.

En segundo lugar, buscando la más amplia unidad de las fuerzas opositoras, tomando como línea divisoria entre los dos campos el modelo neoliberal. Unir a todas las fuerzas antineoliberales.

En tercer lugar, haciendo un balance del pasado reciente, pero antes de todo valorar todo lo conquistado, antes de criticar los errores.

En cuarto, finalmente, reconquistar la hegemonía de los valores que han llevado a los gobiernos progresistas a ser elegidos por la mayoría. Reelaborar los temas de la justicia social, de la democracia política, de la soberanía nacional, entre tantos otros, en los términos actuales, después de los avances de la derecha.

Total, como cada vez que se da una victoria política de la izquierda o de la derecha, es antecedida de una victoria en el plano de las ideas, hay que reimponer como objetivos fundamentales del país el desarrollo económico con distribución de la renta, después de desarticular las falsedades con que la derecha vuelve a países de América Latina.


Selección en Internet: Raquel Román Gambino

  • Sociólogo y politólogo brasileño