Protección del patrimonio arqueológico

Protección del patrimonio arqueológico
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Concepto:El patrimonio industrial tiene un valor social como parte del registro de vidas de hombres y mujeres corrientes, y como tal proporciona un importante sentimiento de identidad.


Protección del patrimonio arqueológico. Desde sus orígenes en el siglo XIX acá, la Arqueología se ha expandido hacia nuevos campos epistemológicos y propósitos que pudieran articularse con las modernas visiones del mundo, alcanzando como disciplina su propio desarrollo. Esta ciencia que estudia todo lo referente a las artes, monumentos y objetos de la antigüedad, fundamentalmente a través del análisis de restos materiales en contextos espaciales y temporales definidos; ha dejado de ser una ciencia auxiliar (historia, antropología, historiografía) para convertirse en independiente con su propio objeto de estudio y metodología.

Según una definición clásica de arqueología, esta refiere la recuperación, descripción y estudio sistemático de la cultura material del pasado como forma de acceder a las sociedades que la construyeron; aunque otros la definen como el estudio de la Historia a partir de los aspectos no hablados ni escritos de la cultura material; no obstante, por su sentido etimológico, la arqueología es la ciencia que se ocupa del estudio de lo antiguo.

Acuciosos del tema, acentúan que la arqueología es la ciencia que estudia todo lo antiguo, arcaico, histórico o pre-histórico involucrando además lo concerniente al pasado industrial, existiendo un discurso al respecto en el que concuerdan en denominarlo un fenómeno económico, de producción y de tecnología, que refleja un progreso de vida actual y una proyección para el futuro como lo señalara Carandini (1984).

Patrimonio Industrial

Pero es en pleno siglo XX, a partir de la revolución industrial, que se consolida el concepto de patrimonio industrial debido al imponer un cambio radical en los modos de producir los bienes materiales en algunas sociedades, transitándose del modo agrario al industrial, iniciándose este proceso en Inglaterra, luego que los cambios sociales trajeran consigo el uso de nuevas técnicas, fuentes de energía y formas de organización del trabajo, provocando un inusitado crecimiento en la producción de bienes de consumo.

Más tarde, al redactarse la Carta de Nizhny Tagil sobre el Patrimonio Industrial, redactada en Rusia el 17 de julio del 2003 por el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH) -organización que surge en la década de 1970-, se especifica sobre los valores e importancia de estos sitios, planteando que:

“El patrimonio industrial tiene un valor social como parte del registro de vidas de hombres y mujeres corrientes, y como tal proporciona un importante sentimiento de identidad (…) Estos valores son intrínsecos del mismo sitio, de su entramado, de sus componentes, de su maquinaria y de su funcionamiento, en el paisaje cultural, en la documentación escrita y también en los registros intangibles de la industria, almacenados en los recuerdos y las costumbres de las personas.(…) Todo territorio debe catalogar, registrar y proteger los restos industriales que quiera preservar para generaciones futuras. (…) El registro es una parte fundamental del estudio del patrimonio industrial. (…) Debe realizarse un registro completo de las características físicas y las condiciones de un sitio antes de que se haga cualquier intervención. (…) La investigación arqueológica de sitios industriales históricos es una técnica fundamental para su estudio”.

Otro aporte del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial radica en el concepto que sobre patrimonio industrial acuñaría, refiriendo que:

“se compone de los restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico-tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos consisten en edificios y maquinarias, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios de procesamiento, almacenes y depósitos, lugares donde se genera y se usa energía, medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales vinculadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación”.

Al estimar estos criterios, hoy puede considerarse como patrimonio industrial, tanto una antigua plantación como una fábrica con cincuenta años de antigüedad, que por sus valores específicos sea merecedora de esta categoría.

En tales circunstancias, la historiografía, los estudios más avanzados y las publicaciones al respecto, han debatido sobre el hecho de considerar también a la Arqueología Industrial como una disciplina temática (el proceso de industrialización de la Humanidad desde la Prehistoria a nuestros días) o una arqueología cronológica, asentando los límites entre las sociedades industriales y las contemporáneas y destacando que las obras representativas del patrimonio industrial, hoy son reconocidas como monumento, en su mayoría patrimonio, compuesto por construcciones como estaciones de ferrocarriles, fábricas e industrias inactivas, arquitectura doméstica, mercados, incluyendo –actualmente- a la arqueología espacial y del paisaje.

Para llegar a estos criterios y teorías que en la actualidad se manejan, el camino y bregar ha sido escabroso si referimos que los estudios sobre el pasado industrial, se iniciaron en el siglo XIX, cuando Francisco de Sousa Viterbo utiliza por primera vez el término “arqueología industrial” al referirse a la evidencia física de las industrias en 1886 (Trinder, 1992). Sin embargo, no fue hasta finales de la década de los 50 que comienzan a aparecer asociaciones sensibilizadas con el Patrimonio Industrial, que junto con grupos universitarios, comenzaron a realizar trabajos de campo, surgiendo, a partir de ahí, las primeras publicaciones, encabezadas por el inglés Michael Rix Minchinton (1955), gran difusor del tema dentro y fuera del Reino Unido, profesor de la Universidad de Birmingham y uno de los pioneros en manejar el término arqueología industrial, perseverando en la necesidad de inventariar y preservar los vestigios de la industrialización antes de que estos desapareciesen.

También gracias a una publicación de Rix titulada El Historiador Amateur en el año 1955, se comienza a utilizar el término Patrimonio industrial, al enfatizar en el mismo, sobre la importancia de la conservación de los testimonios heredados de la revolución industrial, tanto por el valor histórico que poseen como por su importancia en la formación de la identidad de los pueblos.

No sería hasta 1963 en que Kenneth Hudson definiera conceptualmente por primera vez la arqueología industrial, como: “…descubrimiento, catalogación y estudio de los restos físicos del pasado industrial, para conocer a través de ellos aspectos significativos de las condiciones de trabajo, de los procesos técnicos y de los procesos productivos”…”

De esta forma, ponía Hudson a la arqueología con sus métodos y técnicas, al servicio del estudio del pasado industrial, permitiendo, a partir de los restos y datos recogidos, hacer una reconstrucción de la forma o estructura de una fábrica, tejar, mielera, ingenio, etc.

La arqueología industrial nacía, por lo tanto, muy ligada al Patrimonio Arqueológico Industrial y al movimiento conservacionista de los monumentos de la Era Industrial.

Con el transcurso del tiempo y el interés de muchos en cimentar los estudios arqueológicos en el ámbito industrial, se vincularon otras ciencias como la Etnografía, la Historia, la Ciencia y la Técnica entre otras; conjuntamente con metodologías y nuevos objetos de estudios, así como investigadores, diversas corrientes, académicos y estudiosos de la ciencia arqueológica que conllevaron a innumerables discusiones, debido a las diferencias en cuanto al tiempo que abarca su estudio, métodos, objetivos y principalmente la ambigüedad sobre el término industrial, resultando múltiples interpretaciones y tendencias.

Países como Gran Bretaña, Francia e Italia, sin obviar a España en periodo más tardío, se han desempeñado como paladines en esta disciplina, manteniéndose a la vanguardia en la investigación y desarrollo de la misma.

Marilyn Palmer, máxima representante de la Escuela Inglesa en la actualidad, define que:

“…la arqueología industrial es el estudio de un periodo abarcando los testimonios físicos del desarrollo social, económico y tecnológico del periodo que se inició con la industrialización…”

Estado de la cuestión

En Cuba poca valoración se le ha otorgado al patrimonio arqueológico industrial, existiendo una invaluable riqueza de ingenios, cafetales y fábricas en general, en estado ruinoso que generaron grandes cantidades de restos materiales en espera de ser estudiadas y reevaluadas desde los estudios arqueológicos para reconstruir el emprendedor desarrollo industrial alcanzado en siglos anteriores, sus características y particularidades, así como patrones de vida de los que otrora habitaron esta Isla.

Aunque se han registrado algunos antecedentes en determinadas bibliografías, sobre tempranos hallazgos arqueológicos pertenecientes a la época colonial y consumados por lo general de forma accidental (relacionados con fortuitas exploraciones); no es hasta las primeras décadas del siglo XX con la realización de acciones en pos del rescate y restauración del patrimonio edificado, que se intensiva y promueven estudios con relación a la Arqueología en el país.

Es sin lugar a dudas, que la creación de un cuerpo legislativo e institucional ha suscitado su reconocimiento y desarrollo dentro de los trabajos de restauración y rehabilitación de los centros históricos, fundamentalmente; sin embargo el patrimonio industrial y específicamente el azucarero, no ha logrado acaparar toda la atención necesaria desde los estudios arqueológicos, para obtener un mayor número en nuestro inventario de patrimonio arqueológico azucarero.

No es a partir de 1977, luego que en la Constitución de la República se aprueba la Ley No, 1: Ley de Protección del Patrimonio Cultural, estableciendo en su artículo # 1 la preservación de los bienes relevantes que se relacionen con la arqueología, la prehistoria, la historia, la literatura, la educación, el arte, la ciencia, así como la protección de los mismos; que se profundiza en el proceso de preservación de la memoria histórica industrial de la nación desde el punto de vista legal, facilitando la creación del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, institución responsabilizada de llevar a la práctica lo legislado en cuanto a protección y conservación del patrimonio cultural.

También la ley No. 2, Ley de los Monumentos Nacionales y Locales, hace referencia a las diferentes clasificaciones para la declaratoria de un bien como monumento nacional o local y define los grados de protección que se otorgan de acuerdo al carácter excepcional de estos bienes, constituyendo un paso de avance en la protección del patrimonio cultural de la nación, incluyendo desde un inicio las que se identifican con procesos industriales diversos.

De tal forma los paisajes industriales comenzaron a ser objeto de proyectos de revitalización económica y de rescate del pasado industrial, complementándose con la Arqueología como integridad gnoseológica indispensable, impactando en el lugar con las características que lo diferencian de otros tipos de bienes patrimoniales, dando lugar en nuestro territorio a dos grandes grupos donde se conjugan la actividad que desarrollan, el orden cronológico y su ubicación geográfica, distribuidos de la siguiente manera:

  • Industrias que obtuvieron su desarrollo antes del siglo XX, ubicadas en su mayoría en zonas rurales y estrechamente relacionadas con las industrias tradicionales del azúcar, el café, el tabaco, y el cacao fundamentalmente.
  • Industrias que desplegaron su funcionamiento, durante el siglo XX en zonas urbanas, vinculadas a servicios como: transporte, fábricas de licores o bebidas, productos alimenticios, de energía eléctrica, etc. y que por lo general su evolución se mantuvo estrechamente vinculada con el régimen esclavista, alcanzando su esplendor durante el siglo XIX.

En ambos grupos, el proceso de protección y salvaguarda del patrimonio ha estado encaminado por la labor desempeñada principalmente por la Oficina del Historiador, conservadores, Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, Gabinetes o Secciones de Arqueología en acciones investigativas de relocalización sobre zonas desprotegidas y olvidadas en lugares que ameritan preservar los tan utilizados y explotados sitios industriales.

A este trabajo de revitalización y salvaguarda del patrimonio arqueológico industrial en el país, se han sumado organizaciones, instituciones y autoridades, que con el desarrollo de novedosos instrumentos, herramientas y habilidades dispuestas por diversos especialistas como en la Ruta del Esclavo, insertado dentro del proyecto de la UNESCO desde 1994; investigan, promueven y preservan el legado africano y por ende el desarrollo del mismo dentro de las diversas plantaciones cubanas.

Actualmente algunos sitios se han comenzado a reutilizar con fines turísticos principalmente, como la fábrica de Habanos en La Habana, las minas de cobre en Santiago de Cuba, y otros donde se revelan vestigios tecnológicos ferroviarios. En la provincia de Camagüey, los trabajos arqueológicos dirigidos al Patrimonio Industrial azucarero, actualmente son incipientes, por lo que investigar el patrimonio azucarero, desde un enfoque arqueológico en la antigua zona principeña es prácticamente un desafío, pues admitida la orientación ganadera de la economía, a veces se trata esta idea como un criterio excluyente.

No solo se trata de encaminar un trabajo arqueológico de campo donde solo se hurgue en paredes, muros, o restos de las fábricas que conformaban la plantación, sino también debe encaminarse hacia los hallazgos que evidencien aquellos muebles resultantes de las actividades humanas ya que en este caso, aunque la ganadería representó el centro de la economía camagüeyana en una época determinada, también se levantaron ingenios, que a pesar de su baja calidad técnica, cumplieron – en una isla que durante décadas padeció la falta de buenos caminos – la necesaria misión de abastecer el mercado interno, conociéndose que a partir del siglo XVIII cobró cierto auge en su tercera década, construyéndose numerosos trapiches en cinco zonas situadas en las cercanías de Puerto Príncipe: Yucatán, el hato de García, los montes de Tínima al norte y Las Cuabas y Guanamaquilla al este.

Ya en el siglo XIX, por notas del Señor Dn. José Jaime Vascourt, de 1827, enviadas a las Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, se reconoce que en Puerto Príncipe en ese año:

“… existían 85 ingenios y trapiches, de los cuales 19 tenían solo por objeto la elaboración de raspadura que es el azúcar que se usa en los campos (…) En documentos revisados del fondo Ayuntamiento de P. P. del año 1823, se conocía la existencia de 53 alambiques ubicados en ingenios, de los cuales se clasificaban en 12 alambiques de primera clase y 41 de segunda, los cuales tenían que pagar una contribución impuesta por el Ayuntamiento, lo cual nos da la medida de que se producía aguardiente en los ingenios o trapiches. Del mismo fondo se conoce que en el año 1846 existían 46 ingenios y 3 trapiches y que en el año de 1849 existían 29 alambiques en los ingenios, de los cuales eran considerados 17 de primera clase y el resto de segunda clase.

Al finalizar la investigación basada en documentos de fondos antes mencionados pudimos concluir, que en este territorio existían para la fecha, un total de 97 ingenios aproximadamente ubicados en su mayoría en las proximidades de la ciudad: Hato Arriba, Monte Tínima, Fundo de Caonao y Sabana Grande, con excepción de Nuevitas que se encuentra cerca del puerto del mismo nombre, todos ellos propiedad de familias pertenecientes a la aristocracia principeña, dueños además de haciendas ganaderas.

Una vez estudiados los datos obtenidos en dicha documentación, pudimos arribar a ciertas síntesis que nos dan el estado de la industria azucarera en la región, así como sus principales características; datos a tener en consideración para llevar a cabo un acucioso trabajo de investigación arqueológica por la significación que manifiesta en cuanto al Patrimonio Industrial azucarero camagüeyano, con el que pudiera develarse la presencia de las primeras destilerías en la región, entre otras de gran envergadura.

Las técnicas -tanto constructivas como tecnológicas- más arcaicas empleadas durante el proceso azucarero cubano, se han podido develar a través de un profundo trabajo de campo, donde la arqueología como ciencia, ha asumido un rol protagónico, potencializándose el patrimonio industrial azucarero en Cuba.

Gracias al trabajo del prestigioso arqueólogo Rodolfo Payarés, que dirigió excavaciones en diversos ingenios y cafetales, se intervinieron las ruinas del Ingenio Santa Rosa en Esmeralda, en 1967.

Otros arqueólogos e investigadores han continuado las labores arqueológicas dentro del patrimonio azucarero, pudiéndose en 1978 intervenir el Ingenio Santa Isabel en Nuevitas, liderada por Jorge Calvera como director de la investigación. Los hallazgos arqueológicos encontrados en el antiguo ingenio, constatan la existencia de una determinada arquitectura industrial e importantes vestigios que muestran la tecnología usada en la época.

Se sabe que para el 1820 a orillas del río Saramaguacán estaba construido este Ingenio, cuya vida fue incierta hasta que lo adquiere en 1859, el criollo Don Ángel del Castillo Agramonte, quien dio a cambio su finca Guanamaquilla próxima a la ciudad de Puerto Príncipe y 65 esclavos valorado todo en 12 000 pesos, quedando a deber otros cien mil que pagaría a razón de 20 000 pesos anuales. Ángel del Castillo criollo emprendedor comenzó rápidamente la modernización de su Ingenio, por lo que importó maquinarias de Norteamérica actualizando todo el proceso industrial, aprovechando a la vez las ventajas que le ofrecía el caudaloso río en cuyas márgenes se levantaba el Ingenio.

Este fue el primer Ingenio azucarero en contar con el uso tecnológico del tren jamaiquino y también en sufrir los efectos de la artillería española en las guerras de independencia en la provincia. Al concluir la Guerra de los Diez Años, de aproximadamente cien Ingenios que existían en la provincia, no quedó uno solo en pie, ni un cañaveral, ni un potrero, ni una finca.

Después de estos sucesos el Ingenio Santa Isabel nunca más volvió a moler quedando sus ruinas como testigos del paso del tiempo. Las tierras que lo rodean y que sirvieron para el cultivo de materia prima para su producción, pasaron por varios propietarios e hipotecas, hasta el triunfo revolucionario que pasaron a formar parte de la Empresa Ganadera Rectángulo y hoy sus ruinas brindan un espectacular paisaje a turistas anhelosos de conocer algo más de la historia del azúcar cubano.

El gabinete de Arqueología perteneciente a la Oficina del Historiador en Camagüey, también ha obtenido eficientes resultados en su labor, teniendo a su haber -entre otros- la ardua labor que sobre las ruinas del ingenio El Oriente, ha desplegado.

Este ingenio, perteneciente al Partido de Sibanicú y que data de 1844, ha sido además, objeto de pesquisas ejecutadas por el Equipo Técnico Provincial de Conservación y Restauración de Monumentos, con la realización de intervenciones puntuales que aportaron fundamentos necesarios para la datación de cada uno de los componentes, así como sus transformaciones y la localización de otros desaparecidos.

Con estas labores se logró comprobar la existencia de los espacios correspondientes de la antigua casa de calderas, de purga y tonelería, así como el descubrimiento de restos de diferentes tecnologías utilizadas para la producción azucarera que hoy son observables en el terreno al presentar valores arqueológicos e históricos excepcionales para tales propósitos.

El conjunto mantiene buen estado de conservación, como se pudo apreciar en la casa de molienda, la casa de bagazo, la cocina-ferretería, además la casa principal, la del mayoral, los barracones de esclavos y la caballeriza. Junto a la casa de molienda se encuentra la chimenea apiramidada de 22 m de altura, conjuntamente con la presencia del sistema de recogida de aguas pluviales y el aljibe donde se depositaban estas.

En el actual municipio de Florida, confluyeron varios ingenios que en los albores del siglo XIX representaron, como industria azucarera, la base económica fundamental del territorio. En ese caso los Ingenios La Esperanza, Las Canoas, Las Tusas, Santa Inés y El Cafetal entre otros solo representan ruinas de un pasado que bien merece reconocerse, salvarse y protegerse a través de estudios arqueológicos como oportunidad de su puesta en valor estos enclaves industriales azucareros localizados en la antigua región camagüeyana.

Solo un trabajo a profundidad donde la arqueología industrial aplique minuciosamente las técnicas y metodologías necesarias, pudiera revelar todo un pasado sobre la existencia de estos ingenios así como vestigios de hábitos y costumbres de la comunidad que en ellos habitaba y laboraba (enterramientos de esclavos).

Problemáticas Actuales

Aunque Cuba carece de una cuantiosa industrialización, medianamente comparable a otros ejemplos europeos, salvo la industria azucarera que representó por siglos el eslabón económico más importante junto a otros procesos industriales en mucho menor cuantía; estas industrias aportaron a la identidad y nacionalidad del pueblo cubano, y hoy en su mayoría se encuentran en peligro de extinción, trabajándose solamente en la declaración de algunos como Monumento Nacional o Local para protegerlo como patrimonio histórico-cultural.

El gran reto cubano será incluir de una vez por toda esta disciplina arqueológica en los programas universitarios, significando éste el problema más importante que la disciplina tiene hoy día, por la concebida falta de espacios y de expertos que permitan educar de forma profesional, a una generación de arqueólogos industriales.

Las universidades, los museos y otros centros de investigación, las administraciones gubernamentales; cada día deben ganar en conciencia y convenir que no sólo basta con catalogar, inventariar y proteger edificios y espacios industriales, sino que también hay que estudiarlos, analizarlos y hacer de ellos documentos históricos.

Las limitaciones de presupuestos restringen la labor arqueológica en todas sus aristas, considerando los materiales, transporte y recursos que se necesitan para llevar a cabo dichas acciones, debiéndose aunar esfuerzos para emprender tan necesaria tarea, así como la captación e incorporación de personal especializado en los departamentos de arqueología, asignando un mayor número de plazas institucionales para los egresados de carreras afines con la arqueología que se interesen por el patrimonio histórico construido.

El estudio arqueológico del patrimonio industrial debe encaminarse a fortalecer las tres temáticas fundamentales sobre el que se sostiene su desarrollo: la arquitectura e ingeniería de la industria (no profesionales de la construcción), las técnicas y transportes utilizados y los paisajes industriales (muy ligado a estudios de urbanismo, a la ordenación territorial, obras públicas, áreas industriales y productivas).

Patrimonio arqueológico azucarero en Camagüey

El rico patrimonio arqueológico azucarero que atesora el territorio camagüeyano, se convierte en el hilo conductor del paisaje actual, donde testimonios valiosos que hoy forman parte de ambiciosos proyectos como la Ruta del Esclavo, las propuestas de Museos en Sitios y Ecomuseos en lugares que develan símbolos conformadores de la identidad regional, tesoros del patrimonio cultural, espiritual y material, pueden convertirse en opciones culturales, que permitan conocer al visitante nacional o extranjero un patrimonio arqueológico vinculado con el desarrollo de nuestra primera industria. La labor investigativa del Patrimonio Arqueológico Azucarero reclama con urgencia su desarrollo y puesta en marcha, al considerar su incuestionable valor como evidencia material y trascendencia nacional, compromiso de creación e identidad y resultado de una etapa significativa de nuestra historia y del Caribe como región cultural que nos une e identifica.

Fuentes

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