Robert Hermann Schomburgk

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Robert Hermann Schomburgk
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NombreRobert Hermann Schomburgk
Nacimiento5 de junio de 1804
Freyburg , Bandera de Alemania Alemania
Fallecimiento11 de marzo de 1865
Santo Domingo, Bandera de la República Dominicana República Dominicana
Nacionalidadbritánico
Ocupaciónnaturalista, explorador y político.

Robert Hermann Schomburgk. Etnólogo y explorador británico, hijo de un ministro protestante. Primer cónsul inglés en Santo Domingo.

Síntesis biográfica

Nacido en Freyburg, Alemania el 5 de junio de 1804 llega a la República Dominicana en 1849.

Realizó importantes descubrimientos en las Guayanas y el Orinoco por los cuales el rey de Inglaterra le otorgó un título nobiliario.

Durante su estancia en la República Dominicana llevó a cabo investigaciones sobre el arte rupestre de las cuevas de San Cristóbal, la plaza indígena de San Juan de la Maguana y los enterramientos precolombinos en Constanza, las cuales fueron publicadas en el Journal of the Ethnological Society of London. Sus acentuados prejuicios raciales le impedían asistir a las reuniones sociales y bailes en los que participase gente de color.

Trayectoria política

Schomburgk intervino activamente en la política dominicana, sobre todo para evitar la influencia y control del país por parte de Estados Unidos y mantener el ascendiente británico.

Así, mientras el general Pedro Santana se inclinaba a favorecer la presencia española en la República y Manuel Jiménez prefería su anexión a Estados Unidos, el gobierno británico, según el secretario de Estado norteamericano John M. Clayton, ambicionaba la cesión de la Bahía de Samaná. Por consiguiente, Clayton nombró a Benjamín E. Green su agente en Santo Domingo para que pudiera determinar la veracidad de esa información y, de resultar cierta, intentase hacer fracasar las gestiones británicas.

Cuando Green llegó a la república en agosto de 1849, gobernaba Buenaventura Báez , partidario de un protectorado francés, por lo que el comisario norteamericano entendió que debía contrarrestar esa tendencia y vigilar la actitud de Inglaterra. Al tanto de ello, Schomburgk le aseguró que su gobierno no pensaba intervenir en la República Dominicana por considerar que los intereses y el comercio británicos en el país no peligraban.

Otro problema en el que tuvo que mediar fue el de una proyectada invasión a la república del emperador haitiano Faustino Soulouque. Las instrucciones que recibió Schomburgk consistieron en intentar que Soulouque desistiese de ese propósito. En una segunda instrucción de la misma fecha, Lord Palmerston, Primer Ministro inglés, se refirió a la afirmación de Schomburgk de que la mayoría de las autoridades dominicanas deseaban poner la república bajo la protección de Gran Bretaña, a lo que contestó que su gobierno no estaba dispuesto a comprometerse en ese sentido ni tampoco a enviar ayuda militar.

Cuando, en 1855, el gobierno norteamericano quiso arrendar parte del territorio de la península de Samaná para establecer varios depósitos de carbón a fin de que los navíos de su país se aprovisionasen, el cónsul inglés comunicó al canciller Lord Clarenton que las leyes dominicanas no prohibían ese tipo de negocios. Sin embargo, agregó que había captado insinuaciones de que un grupo muy numeroso de emigrantes norteamericanos sería llevado a la república con el fin de hundir el carácter nacional de los dominicanos, por lo que propuso el envío de dos buques de guerra ingleses para disuadir al gobierno de Estados Unidos.

Aun cuando Schomburgk había restado importancia a los mencionados depósitos de carbón en Samaná, se entrevistó con el presidente Santana para protestar por ese hecho, expresándole al mismo tiempo su temor de que la república se viera inundada por aventureros norteamericanos con evidente riesgo para la nacionalidad dominicana. Santana desestimó ese temor y aceptó la instalación de una estación carbonera. En vista de esa concesión, el cónsul inglés, acompañado del francés, visitó al canciller dominicano para entregarle una nueva protesta conjunta y en un viaje a Samaná descubrió que la bahía sería vendida a Estados Unidos. A su regreso, se enteró de que el Congreso había finalizado sus sesiones y que Santana se había abstenido de presentarle el tratado que se negociaba con la Unión. A la vez le llegó el rumor de que el Presidente contemplaba reformar la Constitución para asumir poderes dictatoriales.

Alarmado, volvió a entrevistarse con Santana para pedirle garantías de que eso no sucedería, pero recibió una respuesta evasiva. La nueva Constitución fue promulgada el 23 de diciembre de 1854.

Al comprobar que a Santana no le causaba ningún recelo el imperialismo norteamericano, Schomburgk le comunicó que reclamaría para su nación los mismos privilegios que le fueran concedidos a Estados Unidos en virtud del tratado. Ese tratado fue firmado el 5 de octubre de 1854, pero no incluyó ninguna base naval en Samaná. Preocupado, Schomburgk sugirió a Clarendon que se adoptasen otras medidas para impedir el asentamiento de los norteamericanos. Una de ellas consistiría en que él mismo se embarcara en un buque de guerra británico para apoderarse del fuerte Cacao, acto de guerra que la oposición dominicana aplaudiría por estar esperando una oportunidad favorable para declararse en contra del Presidente.

Poco después arribó a Santo Domingo el cónsul francés M. Raybaud, quien se puso de acuerdo con su colega inglés para estorbar la influencia norteamericana en la república. El 29 de septiembre, Schomburgk, siguiendo instrucciones del canciller británico, emitió una nota al dominicano expresándole que su gobierno había recibido con sorpresa la noticia de que Santana había negociado un tratado con Estados Unidos que ponía en peligro inminente la seguridad y bienestar de la República Dominicana por cuanto el gobierno norteamericano aún no había reconocido su independencia.

El norteamericano Cazneau retiró el tratado y pidió que se le devolviese, pero el canciller dominicano se negó a entregárselo y el congreso nombró una comisión para que rindiese un informe sobre él. Schomburgk maniobró entonces para lograr que se efectuasen varias enmiendas al tratado, en especial el artículo 3 según el cual las nueve décimas partes de los dominicanos serían arrestados y puestos en prisión si desembarcaban en Charleston, Carolina del Sur.

Sus esfuerzos dieron esta vez resultado y el congreso dominicano sugirió que dicho artículo estableciese que los mismos privilegios y derechos de que gozarían los norteamericanos en la República Dominicana debían también ser otorgados a los dominicanos en Estados Unidos. Cazneau sabía que esa cláusula sería rechazada por los estados sureños de la Unión y en consecuencia se opuso a que el tratado fuera conocido en su país.

No obstante ese éxito, Schomburgk y Raybaud enviaron a Santana, el 14 de diciembre, un ultimátum que prohibía al gobierno dominicano enajenar su territorio, efectuar cualquier contrato a cambio de un subsidio o concertar un tratado que hipotecara cualquier porción de las rentas públicas.

Cazneau reaccionó a ese ultimátum amenazando a Santana con represalias de su gobierno. Schomburgk y Raybaud tomaron esa amenaza en serio y pidieron a los comandantes de las flotas de sus países en aguas antillanas que enviaran de inmediato una fuerza naval suficiente para detener cualquier intento de agresión norteamericano. En caso de que no pudiese llegar a tiempo, propusieron a los dominicanos que izasen las banderas francesa y británica en los muros de la ciudad de Santo Domingo como protección provisional. A esa medida Clarendon objetó que ni Inglaterra y Francia tenían derecho a intervenir en la república ni estaban obligadas por ningún tratado a protegerla de una agresión extranjera y desautorizó a Schomburgk y a su colega francés.

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