Tutú

Tutú
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Concepto:Vestimenta usada en el Ballet Clásico

Tutú es parte de la indumentaria llevada por las bailarinas de danza clásica

Origen del nombre

Tutú es una palabra de origen francés y define una falda de tejido vaporoso y transparente de las bailarinas de ballet o un faldellín usado por las bailarinas de danza clásica, o sea, que el tutú es un traje de escena adaptado a las coreografías románticas y clásicas.

Historia

La evolución de esta pieza de vestir la danza está ligada al perfeccionamiento de las técnicas coreográficas y de danza y, aunque parezca contradictorio pues su origen es anterior, a la aparición del tejido de nylon.

En los inicios del ballet como manifestación artística y escénica, los trajes utilizados eran similares a los trajes de corte: ricos, suntuosos y a la moda, y con pequeños elementos que sirvieran para identificar a los personajes. Los zapatos, asimismo, eran de tacón. Además, solo los hombres bailaban, pero en 1681, la mujer empieza a bailar y muy pronto aparecerán grandes bailarinas que revolucionarán a la vez la técnica y el vestuario.

Una de ellas es Marie Camargo, quien acortó sus faldas por encima de los tobillos para que pudiera verse su dominio del entrechat en 1730, o Marie Sallé, unos años después, que apareció en Londres vestida tan sólo con un corsé, una falda y un vestido de muselina por encima.

Pero el cambio definitivo en el vestuario para la danza llegó en 1760, cuando Noverre publica sus Cartas sobre la Danza, que representaron una auténtica revisión del pasado y una nueva teoría sobre el sentido de la danza, su técnica y todo lo que la acompaña. Por tanto, a lo largo del siglo XVIII el vestido de baile se aligera y, a partir de la Revolución Francesa, los vaporosos y transparentes vestidos-camisa, impuestos por la moda femenina, y el empleo de muselinas, gasas y tejidos transparentes facilitarán la evolución de los trajes de escena sobre todo en la danza, en la que los materiales, siluetas y adornos se simplificaron.

Y resulta que con la llegada del Romanticismo y el esplendor que representó para el ballet, se produce una unidad temática y estética que favorece un nuevo ballet completamente independiente y definido; argumento, música, coreografía, vestuario, escenografía y técnica se unen ayudados por nuevos recursos técnicos. Los libretos se vuelcan en temas sobrenaturales, leyendas y reinos de fantasía poblados de fantasmas, sílfides y personajes salidos de los sueños. El ballet romántico se impone y es a partir de ahora cuando se califica como tutú el traje de las bailarinas.

En 1832 se estrena el ballet La Sílfide, que establece la estética y características del ballet romántico. Su protagonista, Marie Taglioni, una de las estrellas de su tiempo, ha pasado a la historia por haber sido la primera de la que se tiene constancia que utilizara el tutú romántico. Hay numerosos grabados y pinturas que representan a Marie Taglioni con el traje que Eugène Lami diseñó para la Sílfide: corpiño ajustado, gran escote que dejaba lucir los hombros y falda acampanada, ligera y vaporosa confeccionada a base de varias capas.

La repercusión de la Taglioni y su estética marcaron la moda de los años que siguieron a su estreno en la Ópera de París. Si hasta ese momento el traje de escena era una estilización de los trajes de cada época, ahora empezará a independizarse y, en este caso concreto se convirtió en un prototipo a imitar.

Más tarde, en 1841, un nuevo ballet, Giselle, impone definitivamente el acto blanco y fija el traje de ballet (cuerpo ajustado, hombros al aire, falda o tutú de gasa, muselina o tul, siempre blancos, y mallas y zapatillas de raso rosas) y consagra el ballet romántico.

Cuando las grandes bailarinas del momento, Marie Taglioni, Carlotta Grisi, Lucile Grahn y Fanny Cerrito, aparecieron en Londres en 1845 bailando el famoso Pas de Quatre, salieron a escena ataviadas de igual manera: vestidos de gasa blanca siguiendo la estética romántica. Esto hace pensar casi en un uniforme, un traje de trabajo establecido. Estos trajes eran utilizados tanto para las clases y ensayos como para los espectáculos en los teatros; sólo en este caso se les llama tutús y su diferencia estaba tan sólo en una mayor ligereza de los tejidos y en la ornamentación.

Este tutú romántico evolucionó muy poco a lo largo del siglo XIX, aunque se fue haciendo más corto y se convirtió en el atuendo típico de la bailarina. Las obras de Degas dejan patente cómo era el tutú en torno a 1870 y años posteriores.

Sin embargo, y a pesar de la imposición por varias décadas del tutú romántico, con la evolución del ballet, sus conceptos y coreografía, y la aparición del Clasicismo Ruso, surgió otra variante del tutú presta a servir a esas nuevas técnicas de danza.

Como todos sabemos el ballet clásico está unido a las coreografías de Petipa. Sus más famosos ballets, como El Lago de los Cisnes o Raymonda se bailaban ya en su época con tutús algo más cortos, mientras que en Francia se continuaban utilizando tutús hasta la rodilla. En 1910, los Ballets Rusos de Diáguilev triunfan en París y se produce un cambio rotundo en la moda. El vestuario de ballet se hizo más variado bajo la influencia del coreógrafo ruso Mijaíl Fokin y el figurinista Léon Bakst. Los colores llamativos y el aire oriental reemplazaron la hegemonía de los tonos pastel y las faldas largas.

No hay que olvidar que en estos años se produce una gran liberación tanto en los trajes de ensayo como en los de escena, cambio propiciado por las nuevas coreografías, decorados y figuras de los Ballets Rusos, en los que participaron numerosos artistas y pintores, como Picasso por ejemplo, y se introdujeron mallas, túnicas y otros trajes que convivieron con los tutús.

El siguiente gran cambio vendrá de la mano de los nuevos materiales textiles que se comercializaron a partir de la Segunda Guerra Mundial. Los materiales tradicionales eran difíciles de conservar. Pero apareció el nylon, y en concreto del tul de nylon que permitió la elaboración de tutús rígidos y más cortos.

En la actualidad son los diseñadores de trajes para la escena quienes eligen la forma del tutú. Conviven los tutús románticos, los diversos tipos de tutú clásico y las variaciones contemporáneas de éstos siempre que se represente ballet. Lo más importante es que el tutú debe ser un instrumento de esplendor visual para la audiencia, proporcionando placer y seguridad a la hora de bailar, y debe captar la esencia del ballet clásico, realzando y reflejando la belleza del bailarín.

Características

Cuando Anna Pavlova bailó en Cuba

En 1832 María Taglioni inmortalizó este tipo de vestidura: un corpiño ceñido y una falda ligera y vaporosa confeccionada a base de varias capas que, si es larga (casi hasta el tobillo), se llamará tutú romántico, y cuando es corta se denominará tutú a la italiana.

El traje de Las Sílfides pasará a convertirse en el uniforme, por excelencia, de las bailarinas. Más tarde, el tutú romántico, blanco y largo, caracterizará a las bailarinas de Giselle, La bayadera, etc.

El tutú tardo-romántico, o a la italiana, consiste en una faldita corta y rígida, en forma de disco vaporoso apoyado en las caderas de la bailarina y dejando al descubierto toda la pierna; suele ser blanco, aunque también se presenta en un variado colorido llamativo y brillante.

Materiales de los que se fabrican el Tutú

Los tejidos utilizados desde el siglo XIX son de color blanco, o blanco roto. Son ligeros, transparentes, finos, vaporosos y dejan pasar la luz.

El tutú puede estar realizado con los tejidos siguientes:

  • gasa
  • muselina
  • organdí
  • tarlatán
  • tul
  • nailon

Elaboración un Tutú

Confección de un Tutú

Para realizarlo se necesita un rollo de tul por cada color que queráis poner, cinta de raso ancha y flores para adornarlo.

En primer lugar cortamos 1 metro y medio de cinta, en este caso se ha escogido una de lunares muy simpática. Atamos cada uno de los extremos a una silla, tensándola para poder trabajar.

Cortamos aproximadamente 30 cm del rollo de tul, que atamos a la cinta de raso realizando un nudo doble lo suficientemente suelto para poder deslizarlo por la cinta. Hacemos lo mismo con el tul de otro color, y así los vamos alternando.

Una vez rodeada la cinta, utilizamos el sobrante para atarlo a la cintura de la niña. Ahora ya solo nos queda adornar con más lazos y algunas flores alrededor, y recortar el tul de forma uniforme al largo deseado.

Fuentes