Virgen de los palafreneros

Virgen de los palafreneros
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El lienzo con la Madona de los Palafreneros es de los mismos años que el de la Madona de los Peregrinos.
Datos Generales
Autor(es):Caravaggio (Michelangelo Merisi)
Año:1605-06
País:Bandera de Italia Italia
Estilo:Arte neoclásico
Dimensiones:Óleo sobre lienzo, 292x211 cm
Localización:Galería Borghese (Roma)

Virgen de los palafreneros. Conocida también como Virgen con el niño y Santa Ana. Cuadro de Michelangelo Merisi da Caravaggio, es una de sus obras más impresionantes y sobre la que más se ha escrito. Esta pintura es concebida como un homenaje a Ana, madre de la Virgen. La escena se resuelve con tres figuras que contemplan la serpiente bíblica.

Descripción

Se trata de un tema con muchas connotaciones contrarreformistas pues confirma algunas de las creencias que los protestantes en bloque rechazaban: el papel de María como mediadora para la salvación; el triunfo de la Iglesia para acabar con la herejía. La serpiente simboliza el pecado original y sin María nunca hubiera sido posible la redención. Como madre, sostiene al niño que pisa la cabeza del reptil mientras que santa Ana, con aspecto de matrona romana, contempla la escena en la distancia, en la que destaca la personalidad de cada una de las figuras en un espacio ambiguo.

Un poco de historia

El lienzo con la Madona de los Palafreneros es de los mismos años que el de la Madona de los Peregrinos. En este período, 1604-1606, los encargos a Caravaggio se suceden y el artista se permite rechazar aquéllos que no le satisfacen. De la misma manera, muchas de sus obras son rechazadas o desviadas del lugar para el que fueron encargadas, como muestra de la división de opiniones que existía en Roma acerca de la obra del pintor. La Virgen de los Palafreneros fue objeto del segundo caso: encargada para un altar de San Pedro del Vaticano, tan sólo se la expuso allí durante dos días, al término de los cuales fue desmontada y sustituida.

Hoy día se encuentra en la Galería Borghese. El nombre de esta madona le viene por la aparición de la madre de la Virgen, Santa Ana, que era la patrona de los palafreneros (los criados de alta jerarquía que se ocupan de los caballos del rey o de los nobles). El lienzo refleja una doble alegoría, por un lado del pecado original y por otro de la Redención. La Virgen con el Niño pisan la cabeza de la serpiente, símbolo del pecado original. Santa Ana adopta la pose del "testigo" de la Crucifixión, por lo que el ciclo del pecado original se cierra en el momento de la Redención por la muerte de Cristo.

El óleo pertenece a la última etapa del artista, lo que puede apreciarse en la mayor sutileza con que emplea los claroscuros y los brillos de la luz. También la monumentalidad de las figuras, que tienden hacia un aspecto escultórico, así como un espacio más amplio, lejos de los enmarcamientos claustrofóbicos de su primer esplendor. El cuadro fue encargado por la Cofradía de los Palafreneros para su altar, dedicado a Santa Ana, en la nueva basílica de San Pedro.

La obra se mantuvo en su sitio original solo pocos días, para ser trasladada después a la Iglesia de Santa Ana de los Palafreneros y al final fue adquirida por el cardenal Borguese. Las causas de su extracción del altar son todavía inciertas, tal vez por razones de decoro —por el desbordante escote de la Virgen y la desnudez de un niño, ya no de un bebé— o por razones de carácter teológico, o más probable para responder al deseo de posesión del cardenal Borguese, a cuya colección de arte se unió esta obra.

Caravaggio ilustra el tema de la Inmaculada Concepción pintando la Virgen, símbolo de la Iglesia, mientras aplasta el serpiente del pecado ayudada por el empuje del pie de su hijo. Junto a ellos, un poco más separada, aparece Santa Ana, la personificación de la gracia: precisamente esta aparente separación de la Gracia de la obra de salvación de la humanidad, en los años del acalorado debate de la Contrarreforma, podía ser vista con sospecha.

Este cuadro de grandes dimensiones es una de las obras de Caravaggio más impresionantes y sobre la que más se ha escrito. Por su simbología, por la magnífica ejecución técnica y por su polémica retirada de la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Este cuadro también se conoce por títulos como “madonna con el niño y Santa Ana” o “virgen de la sierpe”.

Fuentes