Fórmula general del capital

Fórmula general del capital
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Concepto:Valor que se incrementa por sí mismo

Fórmula general del capital. Todo capital adopta la forma de dinero, pero no todo dinero es capital. El dinero que se transforma en capital es aquel que se valoriza sin necesidad de que su poseedor desembolse nuevas partidas previamente acumuladas.

Rasgo del capital

Para comprender las leyes del desarrollo del modo capitalista de producción, es necesario establecer qué es el [capital], cuál es su esencia y su forma principal de manifestarse. Corrientemente se entiende por capital el dinero acumulado pero tal definición no revela la esencia del capital.

La posibilidad de acumular dinero apareció hace ya mucho tiempo, al aparecer y desarrollarse el dinero.

Como materialización del valor de todas las mercancías, como forma universal de la riqueza y el poder sobre los hombres, el dinero se convierte en objeto de codicia. Las personas comienzan a acumularlo, se retira el dinero de la circulación y se le inmoviliza en cajas, baúles, depósitos. Pero por inmenso que sea el caudal acumulado ese dinero no es capital y su propietario no es capitalista.

El dinero no se convierte en capital producto a su acumulación cuantitativa, sino como resultado de su empleo para obtener ganancias, es decir, cuando crece el valor encarnado en el dinero. En concepto de tesoro el dinero permanece inactivo, sin movimiento, y no proporciona a su propietario incremento alguno. Para que se incremente, para que se convierta en capital debe salir de sus depósitos y realizar determinado movimiento.

El dinero es una forma independiente y directamente social de la existencia del valor. Por tanto el incremento de la cantidad de dinero no es más que el aumento del valor. Pero no todo aumento del valor transforma el dinero en capital.

El capital es el dinero que se valoriza. Se trata de un valor que se incrementa sin la participación del portador del dinero en el trabajo.

La fórmula de la circulación mercantil M – D – M, que expresa las relaciones de los simples productores, el dinero desempeña el papel de intermediario en el cambio de las mercancías. El ciclo que transforma el dinero en capital se expresa en una fórmula completamente distinta: D – M – D. aquí el punto de partida y final es el dinero, y la mercancía desempeña el papel de intermediario. Pero sería absurdo este ciclo si el punto de partida y final fueran iguales por su magnitud. En ese caso sería no más que el cambio del dinero por dinero. El dinero final es mayor que el dinero inicial y la verdadera fórmula del capital sería D – M – D’; en la que D’ significa el dinero que se ha incrementado. “El dinero que gira con arreglo a esta fórmula – escribió Marx – es el que se transforma en capital. Llega a ser capital y lo es ya por su destino.”

Diferencias entre D – M –D’ y M – D – M (1,2)

Aparentemente existen pocas diferencias entre la fórmula general del capital y la fórmula de la producción mercantil simple. En cada una de ellas se unen dos actos de cambio: la venta y la compra de mercancías, sólo que la sucesión de esos actos están invertido. Pero la diferencia de la sucesión es el producto de diferencias esenciales. Las fórmulas M – D – M y D – M – D’ son contrarias por el contenido y por la finalidad que cada una de ellas encierra.

En el ciclo expresado por la fórmula M – D – M, el objetivo final es el valor de uso. El objetivo a conseguir con el ciclo D – M – D’ es completamente opuesto. El ciclo según esta fórmula tiene por finalidad exclusiva el incremento del dinero. El sentido de D – M – D’ consiste en que el dinero se reintegra con incremento, con un excedente respecto a la suma de dinero anticipada.

A diferencia del propietario de mercancías, el propietario del dinero que realiza el ciclo D – M – D’ es esclavo de un afán de lucro, del incremento del valor. Es por decirla de otra forma, el representante personal del capital, el capital personificado, el capitalista.

En las condiciones de la circulación mercantil simple más o menos desarrollada existen ciertas posibilidades del empleo del dinero en concepto de capital. Por eso los primeros tipos de capital (comercial y usurario) surgieron antes de modo de producción capitalista. El dinero que se acumulaba en poder de los mercaderes estaba en movimiento, realizando el ciclo D – M – D’. La mercancía comprada se revendía lucrativamente, crecía el capital comercial y proporcionaba ganancias. Los usureros prestaban el dinero, entregándolo a crédito por un determinado pago. Se reintegraba el dinero incrementado con el ciclo D – D’ que es la fórmula del capital usurario. Se trata de la fórmula simplificada de D – M – D’. La finalidad de D – D’ es la misma: el empleo del dinero para la usura.

Marx calificó al capital comercial y al capital usurario como formas antediluvianas del capital. Esos capitales no ocupaban una posición decisiva en la vida económica de la sociedad esclavista y feudal. Toda actividad del mercader y del usurero se centraba a los límites relativamente de la esfera de la circulación, del mercado.

Se produjo un viraje radical en el desarrollo de las relaciones mercantiles y monetarias cuando el capital penetró en la producción. sólo entonces fue aniquilado el feudalismo y el modo capitalista de producción pasó a ser dominante. Comenzó la época del capital industrial.

El capital industrial funciona en la espera de la producción. Pero el capital industrial no puede prescindir de la esfera de la circulación. El movimiento del capital industrial presupone la compra en el mercado de los medios de producción y se vende en el mercado las mercancías creadas. El capital industrial anticipa también dinero y lo recibe con incremento. Su dinero recorre el ciclo D – M – D’.

Así la fórmula D – M – D’ es común para todo tipo de capital en cualquier etapa que existieran y en cualquier esfera que actuaran. Es esa fórmula se expresa la esencia del capital como valor que se valoriza. Por último D – M – D’ es la fórmula de partida de todos los tipos de empleo capitalista del dinero. Por todo eso, Marx denominó a la fórmula D – M – D’ fórmula general del capital.

Contradicción de la fórmula general del capital

La forma del movimiento del capital D – M – D’ no da respuesta a la pregunta de dónde y quién crea la plusvalía. El ciclo D – M – D’, la compra de la mercancía para venderla, se realiza en la esfera de la circulación donde sólo cambia la forma del valor: la forma monetaria se transforma en mercantil, y la mercantil en monetaria. De acurdo con la ley del valor, el intercambio de mercancías se realiza en consonancia con las inversiones de tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Por consiguiente en la esfera de la circulación el valor no se acrecienta.

La hipótesis de que en ciertos actos de cambio, las mercancías se compran y se venden a precios que se diferencias del valor, tampoco da respuesta a la pregunta formulada. Si el precio de una mercancía es superior a su valor, gana su vendedor y pierde su comprador y, viceversa, si el precio es inferior a su valor, gana el comprador y pierde el vendedor. Pero el capitalista hace alternativamente las veces de vendedor y de comprador. Por eso al no coincidir los precios de las mercancías con sus valores, el capitalista ganado como vendedor pierde como comprador. Si admitimos que los precios y los valores de las mercancías no coinciden, unos capitalistas perciben una suma de dinero mayor que la anticipada inicialmente. Eso ocurre en la realidad, pero sólo explica el enriquecimiento de capitalistas aislados que se realiza a cuenta de la redistribución del valor ya creado. Sin embargo toda la clase de los capitalistas no puede lucrar a expensa de sí misma, ya que en la circulación no se crea valor alguno.

Por consiguiente, la desviación de los precios de las mercancías de su valor no explica el proceso de formación y de acrecentamiento del valor, ni la transformación del dinero en capital. El análisis de la esfera de la circulación demuestra que la plusvalía no puede brotar de la circulación, la cual es suma de todas las relaciones de cambio entre propietarios de mercancías.

El capitalista no puede obtener plusvalía sin incorporarse el proceso de circulación. El valor del producto elaborado es mayor que el de los materiales invertidos en su producción. por consiguiente en el proceso de producción al valor de los medios materiales se ha sumado un nuevo valor, resultante del trabajo invertido por los obreros. No obstante esto no significa que el nuevo valor sea fuente de ganancia del capitalista. Para convertir su dinero en capital, en un valor que se acrecienta, el capitalista debe vender su mercancía, estableciendo contacto con otros propietarios de mercancías en el mercado. Como se ve, el capital no puede brotar de la circulación, ni puede brotar tampoco fuera de la circulación. Tiene necesariamente que brotar en ella y fuera de ella al mismo tiempo según expresión de Marx.

Para encontrar la fuente de acrecentamiento de valor se debe examinar los elementos materiales del ciclo D – M – D’ donde puede estar oculto el misterio de la plusvalía. El dinero que debe convertirse en capital no puede ser fuente de plusvalía. Funciona como medio de compra y de pago y realiza el precio de las mercancías que se compran con él o se pagan con él. El valor de la mercancía que se compra en el primer acto D – M tampoco puede ser creador de plusvalía, por cuanto se cambian equivalentes. El cambio del valor, su acrecentamiento, sólo puede brotar del consumo de las mercancías que el capitalista compra para realizar el proceso de producción. en efecto, el capitalista encuentra en el mercado, en la esfera de la circulación, una mercancía cuyo valor de uso posee la capacidad de crear valor y, además mayor que el propio. Esa mercancía específica es la fuerza de trabajo.

Fuentes

  • V. I. Lenin. “A propósito del llamado problema de los mercados”. OC. T. I. Pág. 119.
  • C. Marx. “El Capital”. T. I. secc segunda. Cap IV. ap. 1. Pág. 111.
  • Curso de Economía Política. Universidad de Lomonosov. Tomo I. Primera parte. Pág 205.
  • Material didáctico de ciencias sociales. Economía Política. Ed. Progreso.Moscú. Pág. 79.

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