Gallipato

Gallipato
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Clasificación Científica
Nombre científicoPleurodeles waltl
Reino:Animalia
Clase:Anfibios
Orden:Urodelos (anfibios con cola)
Familia:Salamándridos
Hábitat:Refugios terrestres y zonas húmedas

Gallipato (Pleurodeles waltl). Anfibio que a veces alcanza los 30 cm desde el morro hasta la cola. La piel es rugosa y está cubierta de multitud de pequeños tubérculos terminados en punta negra. Los machos son más estilizados, tienen la cola y las patas más largas que las hembras. Cuando se ve amenazado adopta una conducta defensiva, arqueando el cuerpo.

Descripción

Algunas personas cuando ven un gallipato por primera vez, piensan que se trata de algún tipo de lagartija, por su aspecto estilizado y la presencia de cola; y difícilmente lo relacionan con el mundo de los anfibios. Con una longitud que a veces alcanza los 30 cm desde el morro hasta la cola (incluso se han descrito ejemplares de 32 cm), nos encontramos ante el anfibio de mayor longitud del país y el segundo de toda Europa tras el proteo (salamandra cavernícola que vive en la zona de los Balcanes). De todas formas las medidas más habituales están en torno a los 15-20 cm.

La cabeza es ancha, comprimida y los ojos son pequeños, algo adelantados y prominentes, de color marrón o grisáceo y con pupilas redondas, negras. No tienen parpados. El hocico es bastante redondeado. En la garganta tiene un repliegue cutáneo a modo de collar que recibe el nombre de “pliegue gular”.

La piel es rugosa y está cubierta de multitud de pequeños tubérculos terminados en punta negra. La coloración es marrón, olivácea, aunque depende de las variables ecológicas (temperatura ambiental o del agua, color del entorno, luminosidad del momento, actividad del ejemplar, etc.) En la zona dorsal muestra unas manchas ovaladas y más oscuras que el tono general, que se hacen más patentes en el vientre, al ser éste más claro. En ambos costados podemos observar unas hileras de 7 a 11 tubérculos glandulares de color anaranjado o amarillento, por los que a veces sobresalen los extremos puntiagudos de las costillas.

La cola, bastante musculosa, es más larga que la cabeza y el cuerpo juntos, y está comprimida lateralmente. En su parte superior tiene una cresta que aparece más desarrollada durante la época del celo. Las extremidades posteriores tienen 5 dedos y son más largas que las anteriores, que tienen 4 dedos.

Los machos son más estilizados, tienen la cola y las patas más largas que las hembras y durante el celo desarrollan unas callosidades nupciales negruzcas en patas y brazos que facilitan el acoplamiento. Las hembras alcanzan mayores tamaños, con un tronco más engrosado.

Todas estas características nos permiten distinguir fácilmente al Gallipato del resto de los anfibios que tenemos en Granada.

Rana Gallipato en su hábitat

Distribución geográfica

El gallipato es una especie de distribución ibero-magrebí, presente en gran parte de la península Ibérica y en el norte de Marruecos, habiéndose constatado leves diferencias genéticas entre las poblaciones situadas a ambos lados del Estrecho. Por el norte llega hasta las provincias de León, Burgos, Palencia y hasta Tarragona por el este. Escasea más conforme nos desplazamos en dirección sureste. En Andalucía aparece en todas las provincias excepto Almería, siendo mucho más abundante en la mitad occidental.

Los machos son más estilizados, tienen la cola y las patas más largas que la extiende desde su límite oeste (Poniente Granadino), hacia la Vega de Granada, que ocupa en su borde septentrional, encontrando el límite en el municipio de Pinos Puente. Fuera de esta zona de distribución más o menos continua existen pequeños núcleos aislados en Albolote, Colomera, Moclín, Sierra de las Albuñuelas y Güejar Sierra, donde se localizan las citas más Orientales. Las poblaciones más saludables se extienden por los municipios de Zafarraya, Loja, Íllora y Alhama de Granada. Las que estaban presentes en la comarca del Temple y las Turberas de Padul parece ser que se extinguieron hace dos décadas.

Ecología de la especie

Es una especie típicamente mediterránea, poco exigente en cuanto a las características del medio que ocupa, tanto terrestre como acuático. Lo podemos encontrar en zonas bien conservadas y también en otras bastante alteradas: lindes de cultivos no intensivos, pinares de repoblación, quejigales, encinares, adehesados o no, etc.

Su rango de distribución latitudinal en la provincia es de 470-1565m, siendo esta última la máxima altitud a la que ha sido encontrado hasta la fecha en toda su área de distribución, concretamente en la Sierra de Loja. El gallipato lleva una vida principalmente nocturna y terrestre, y durante el día se oculta bajo piedras, troncos o cavidades subterráneas. En la fase acuática y en el celo puede ser muy activo durante las horas de luz.

Finalizado el verano, época en la que permanecen inactivos en sus refugios terrestres, y con la llegada de las primeras lluvias se dirigen a las zonas húmedas, que utilizarán para reproducirse. Originariamente usaban charcas naturales y zonas remansadas de arroyos con poca corriente con o sin vegetación acuática. La progresiva alteración por parte del hombre de estos hábitats, les obliga hoy en día a buscar cualquier punto de agua que permita el desarrollo de las larvas, ya sea alberca, piscina, pozo o abrevadero para el ganado. Cuando caen en lugares de los que no pueden salir, se vuelven completamente acuáticos. No son muy exigentes en cuanto a la calidad de las aguas y soportan un amplio gradiente de temperaturas, desde 0º a más de 20º C. El agua no debe estar necesariamente limpia y es abundante en zonas de gran turbidez por sedimentos en suspensión, donde no necesita su deficiente vista y se alimenta gracias al olfato. Asimismo tolera cierto grado de contaminación, sobre todo de nitrógeno proveniente del ganado, o incluso aguas salinas, en las que puede reproducirse sin problemas.

Los machos suelen llegar primero a los lugares de puesta, y si estos no tienen agua, porque las precipitaciones hayan sido escasas, permanecen escondidos en las inmediaciones a la espera de que haya la suficiente. El macho, tras reconocer a la hembra por su olor, se sitúa debajo de ella sujetándola con sus brazos y colocándosela a la espalda. En esta posición pueden permanecer varias horas e incluso días. A continuación suelta un brazo y se voltea, estimulando a la hembra y depositando en el suelo una serie de pequeñas bolsas (6 o 7) que contienen los espermatozoides. Estas bolsas se denominan “espermatóforos”. La hembra los recoge ayudándose con las patas y los introduce en su oviducto, momento en el cual se separan. Si existen muchos machos las cópulas pueden ser muy disputadas y en las trifulcas consiguientes algún macho ajeno puede depositar su propio espermatóforo cerca de la hembra de algún contrincante. Tras uno o dos días la hembra comienza a poner los huevos, unos 150 las más jóvenes y más de 1300 las mayores. Al contactar con el agua se hinchan y alcanzan un centímetro de diámetro, siendo depositados en grupos o sueltos sobre las plantas u objetos del fondo de la charca. Al cabo de los días las charcas alcanzan una alta concentración de huevos que flotan sobre la superficie o cubren todos los objetos presentes en ellas, ramas, cardos caídos al agua e incluso basuras depositadas por algún desaprensivo. Pasadas dos semanas aparecen las pequeñas larvas, de apenas 1 cm. de longitud. Cuando son pequeñas se alimentan de plancton y conforme van creciendo se van haciendo cada vez más voraces, capturando invertebrados e incluso larvas de su misma especie o de otros anfibios. Su desarrollo depende de las condiciones físicas ambientales y meteorológicas del lugar, aunque por lo general pierden las branquias a los 4 meses, cuando miden hasta 7 u 8 cm. de longitud.

Los pequeños gallipatos abandonan el agua coincidiendo con las primeras lluvias otoñales, y van dispersándose por los alrededores de las charcas. En años húmedos pueden producirse auténticas explosiones demográficas. Esta situación se produjo en el año 1996 en una charca del municipio de Íllora. La cercanía de una carretera supuso la muerte de miles de subadultos que comenzaban su etapa terrestre. La madurez sexual la alcanza a partir del año y medio y pueden vivir más de 20 años en cautividad.

Se alimentan de pequeños invertebrados (lombrices, arañas, hormigas, escarabajos, etc.) a los que localizan mediante el olfato y por sus movimientos. Al igual que las larvas, los adultos son muy voraces, y se da el caso a veces de que intentan comerse el cebo colocado en los anzuelos, con el consiguiente disgusto del pescador afectado.

Sus principales enemigos naturales son las culebras de agua y algunas aves acuáticas como las garzas. Los peces introducidos (carpas, lucios) y el cangrejo americano, atacan principalmente a las puestas y a las larvas. Cuando se ve amenazado adopta una conducta defensiva, arqueando el cuerpo. También produce sustancias tóxicas a través de las glándulas de la piel, y lo más llamativo es que a voluntad, puede atravesar su piel con los extremos puntiagudos de sus costillas, provocando un doloroso pinchazo a aquel que intenta comérselo. Para el hombre es completamente inofensivo, y las únicas precauciones que debemos tomar si cogemos uno, es lavarnos posteriormente con abundante agua y jabón, no tocarnos la boca o los ojos y sobre todo tener cuidado de no pincharnos con sus punzantes costillas.

Estado de conservación, problemática

El hombre desde tiempos inmemoriales ha drenado las zonas húmedas y ha modificado el hábitat del gallipato. En compensación y sin saberlo a veces también lo ha beneficiado, pues al construir albercas, pozos, abrevaderos y charcas para el ganado, ha incrementado los lugares aptos para su reproducción y ha permitido la colonización de nuevas zonas. Pero los recientes cambios de uso del suelo a los que asistimos, con la consiguiente intensificación de la agricultura y la ganadería, el incremento de las zonas urbanizadas y las infraestructuras de transporte a ellas asociadas, nos han conducido a la situación actual, que casi podemos calificar como catastrófica para el gallipato y otros anfibios de la provincia.

Las albercas de riego que antes estaban a ras del suelo subsisten secas y agrietadas y son sustituidas por depósitos metálicos elevados o son cubiertas completamente para evitar que el agua se evapore o se ensucie, eliminando la posibilidad de que puedan ser utilizadas como punto de reproducción. Los pozos tradicionales también son sustituidos por modernos sondeos completamente cerrados, los abrevaderos del ganado hoy en día son bañeras viejas o recipientes metálicos. Los cultivos de secano de toda la vida (olivar y almendro) se están convirtiendo a pasos agigantados en regadíos, consumiendo ingentes cantidades de aguas subterráneas que anteriormente surtían a lagunas y fuentes, la mayoría de las cuales han terminado por secarse. Además el agua extraída de los acuíferos se almacena en modernas balsas de fondo sintético y sección trapezoidal que actúan como una verdadera trampa para muchos vertebrados, como bien conocen los lectores de esta revista.

El uso de maquinaria pesada cada vez es más frecuente, y los pequeños humedales que habían sobrevivido al paso del tiempo, son fácil y rápidamente eliminados y transformados en terrenos de cultivo. La contaminación de las aguas va a más; productos fitosanitarios, hidrocarburos, materia orgánica, acabando cada año con las nuevas hornadas de larvas, que son el futuro de la especie.

Las carreteras, cada vez más transitadas y el asfaltado de caminos que no poseen medidas correctoras para la fauna provocan mortandades no soportables para algunas poblaciones. Existen varios puntos negros en el Poniente Granadino, donde en otoño pueden perecer cientos de ejemplares adultos en una sola noche cuando se dirigen a los puntos de freza. Destaca negativamente sobre todo una carretera situada en el término municipal de Íllora.

La introducción de especies de fauna foránea (cangrejos, peces, galápagos), por diferentes motivos; pesca deportiva, acuariofilia o como un simple adorno en multitud de zonas húmedas, también constituye un grave problema. Así, recientemente la suelta de carpas rojas en una laguna de Zafarraya, ha supuesto la desaparición de una de las comunidades más diversas de anfibios de toda la provincia. Los periodos de sequía que desfavorecen a los anfibios, en ocasiones pueden ser un remedio para acabar con estos depredadores potenciales, al secarse las charcas donde han sido soltados, permitiendo la recolonización por parte de sus antiguos moradores cuando acabe el periodo de sequía, en caso de que no se hayan extinguido.

Si bien es cierto que su presencia es ahora mejor tolerada que antaño, todavía se producen casos de eliminación directa de ejemplares por parte del hombre, fruto del desconocimiento y de la supuesta repugnancia que acompaña a estos animales.

Fuente