Leónidas I

Este artículo trata sobre Leónidas. Para otros usos de este término, véase Leónidas (desambiguación).
Leónidas I
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Estatua-leonidas.jpg
Reinado 489 ó 488 a. C
Nacimiento 540 a.n.e
Esparta. Grecia
Fallecimiento 480 a.n.e
Termópilas. Grecia
Predecesor Cleómenes I
Sucesor Plistarco
Casa Real Agiadas
Padre Anaxandridas II


Leónidas I. Rey de Esparta (490-480 a.C.). Miembro de la familia de los Agiadas. Nació en la ciudad de Esparta, Grecia, famosa por sus severas leyes, sobre todo en cuestión de educación, la cual tenía una clara inclinación militarista.

Biografía

Hijo del rey Anaxandridas II. Se estima que nació hacia el año 540 a.n.e. pues su muerte se está calculando cuando contaba con alrededor de cuarenta años. r. No era el primogénito y por tanto había pocas posibilidades de que ascendiese al trono. Tenía dos hermanos mayores, Cleómenes y Dorieo, pero Cleómenes falleció sin descendencia masculina y Dorieo murió, probablemente poco antes que Cleómenes, en Sicilia luchando contra los cartagineses.

Como era costumbre, luego de pasar los primeros años en el hogar y tras la educación académica más básica como el aprender a leer y escribir para conocer de las leyes y la historia de su ciudad estado, a la edad de siete años, comenzó su entrenamiento, el cual superó.

Cuando creció y comenzó la edad madura en la que debía servir a su patria y tras la muerte de sus hermanos asciende el trono, no le preocupó a la nobleza espartana, pues se sabía que era disciplinado y había superado las pruebas militares con gran éxito. Esas características lo hicieron entonces un rey verdaderamente eficaz, y fiel al paradigma espartano. Se cree que al menos para el 488 a.n.e. ya estaba en el trono.

Segunda Guerra Médica

En el año 480 a.n.e. estalló la Segunda Guerra Médica. Como Esparta tenía una tradición importante en el ámbito castrense, estaba claro que participaría como protagonista en la contienda. Además en el primer conflicto había evitado inmiscuirse, pues lo consideraba problema de otras ciudades.

Sin embargo ante el poder creciente de Atenas, Esparta ya no pudo permanecer indiferente cuando Jerjes decidió lanzar todos sus ejércitos contra la Hélade. Así entonces, mientras los atenienses se hacían cargo de la situación en el mar. Esparta se mantendría atenta en tierra. Sin embargo ocurrió un gran problema: debido a que por entonces la ciudad de Leónidas se hallaba en celebraciones “Carneas”, las cuales debían ser respetadas estrictamente, durante las cuales estaba prohibido movilizar al ejército.

En consecuencia, Leónidas, decidió tomar las riendas de la situación y someterse al juicio de la historia. Al no poder movilizar el ejército espartano para la guerra, convocó a los miembros de la guardia real y escogió entre ellos a quienes tenían hijos varones, con lo que aseguraba la supervivencia de sus familias si perecían en combate. Así reunió a trescientos espartanos, con los que se encaminó hacia el norte para frenar el avance del amenazador ejército enemigo. Aunque Leónidas comandaba a sus trescientos hombres, le acompañaban otros contingentes de procedencia muy diversa.

El enemigo, el Ejército Persa contaba con 250 mil efectivos, de los cuales más del 50% tomaron parte, directa o indirectamente, del combate que estalló en las Termópilas.

Batalla de las Termópilas

Monumento a Leónidas I en las Termópilas

Leónidas sabía muy bien que no podía confiar en las tropas no espartanas. Por otro lado los 300 valientes que sumaban todos sus compatriotas, tenían toda su confianza. Leónidas el gran líder, experto en combate al igual que todos sus compañeros, sabía muy bien que los ejércitos de Jerjes eran inmensos, y también reconocidos en todo el mundo. Sin embargo la falange griega contaba con escudos grandes, una armadura fuerte que no era necesariamente pesada y sobre todo lanzas extensas, las cuales serían mortales. Pero eso no era suficiente, pues en un enfrentamiento a campo abierto, los persas podrían aniquilarlos tranquilamente.

Como buen militar que era, Leónidas averiguó la marcha de los ejércitos de Jerjes I. Estos venían de arrasar cualquier resistencia aislada en el norte de Grecia y desde Tesalia a la Grecia central el camino más rápido para las tropas persas era atravesando el llamado desfiladero de las Termopilas (que vendría a traducirse como desfiladero “puertas calientes”). Era una zona donde el monte Eta formaba un acantilado contra el mar. Allí existía un desfiladero muy estrecho, el cual era el único camino en km a la redonda.

Leónidas pensó inteligentemente que sólo bastaba coraje y habilidad para detener a los enemigos de Grecia, pues en un frente tan pequeño los números de Jerjes, por más grandes que fueran, no representarían una gran amenaza y serían insignificantes. De todas maneras lo importante era ganar el mayor tiempo posible.

Cuando los griegos ya estaban establecidos en sus posiciones, y los persas instalaron sus campamentos cerca al desfiladero, Jerjes decidió esperar alrededor de cuatro días, esperando que la razón de la que tanto se vanagloriaban los helenos, sea usada. Se dice que durante aquellos días de tenso silencio, el rey de reyes además envío mensajeros pidiendo “las armas” de los griegos, a lo que Leónidas respondió: “ven a buscarlas”. Sólo al quinto día, se atacó por fin a los defensores de las Termopilas, iniciando la batalla de nombre homónimo.

Es entonces cuando la falange griega comenzó una batalla decisiva en la historia. Los hoplitas, espartanos o no, se batieron con valor denodado una vez tras otra resistiendo las embestidas de un ejército que “ocupaba todo el horizonte a vista de los defensores”. No se precisan las cifras exactas de bajas durante los dos primeros días de combate, y si bien algunas fuentes citan que los griegos acabaron con la elevada cifra de 20 mil persas, muchos historiadores son más cautos y prefieren no especular acerca de ello, pues se caería en un serio eurocentrismo. Pero lo irrefutable es el rechazo de todos los ataques persas. Luego de haber enviado a su infantería, siguieron los arqueros, los cuales tampoco lograron tumbar la moral griega.

Entonces Jerjes decide usar su mejor recurso, su as bajo la manga: nos referimos a los 10 mil Inmortales. Esta distinguida unidad lo conformaban los soldados de élite persas, los cuales recibían ese nombre, ya que, al caer uno era inmediatamente reemplazado por otro, por ello, su cifra nunca descendía. Sin embargo la confianza de los griegos era ya excesiva y Leónidas dijo: el rey persa tiene muchos hombres, pero ninguno es soldado”. El único temor en aquellos momentos para el rey espartano, era que los invasores se percaten que existía un pasaje en el desfiladero que permitiría rodear sus posiciones y atacar por la retaguardia, lo cual acabaría con la estrategia del estrecho, poniendo fin a la batalla mediante la rendición o la lucha hasta la muerte.

La falange griega y los inmortales combatieron por espacio de tres días más. Algunos señalan que fueron en total cinco días, contando el momento final. Resulta que un traidor y soplón, llamado Efialtes, cuyo nombre quiere decir “pesadilla”, mostró a los persas el famoso paso por el cual podrían cercar a los defensores. No pasó mucho tiempo antes de que los griegos se percataran de lo que habían descubierto sus enemigos.

Entones Leónidas convocó a sus guerreros y también a los demás hermanos griegos que peleaban con él y manifestó su posición de que en Esparta no existía espacio para un retiro. Retroceder en su ciudad era una traición, y los sobrevivientes de sus 300 iniciales, decidieron morir allí fieles a la convicción para la que habían entrenado y vivido. La mayoría de griegos se retiraron y además de los espartanos, se quedaron alrededor de 2 mil aliados más. Se dice que sólo un soldado espartano se marchó junto con el resto de griegos en retirada, tanto para pedir ayuda, si es que esta llegaba a tiempo, y también para que no se olvide la gesta de Leónidas y los suyos. La última orden de Leónidas a sus soldados fue: “desayunen bien porque hoy cenaremos en el infierno (Hades)”.

Así entonces, luego de que Jerjes pida por última vez la rendición, y esta sea rechazada, se dio la embestida final en un ataque combinado de infantería y arqueros persas. Luchando hasta el final, murieron todos los espartanos. De los aliados griegos, sólo los tebanos se rindieron. Los últimos hombres de Leónidas se colocaron alrededor del cuerpo de su líder, evitando que los persas lo profanaran.

Según dice la tradición, Jerjes, iracundo, ordenó cortar la cabeza del rey espartano y su cuerpo fue ultrajado. Sin embargo eso ya no importaba, pues la gesta de Leónidas y sus 300 espartanos pasaron a la posteridad como un hito, y ha sido el ejemplo fiel y noble de cómo los griegos amaban su libertad, ante la cual no dudaban en dar su vida.

Monumento

Actualmente existe un monumento en la nueva Esparta y también en la zona de las Termópilas en honor al rey que dio su vida por la patria.

En su honor en el lugar de la batalla se colocaron estas inscripciones: “Contra tres millones pelearon solo aquí, en este sitio, cuatro mil peloponesios”.

El otro era más especifico para los espartanos: “habla a los lacedemonios, amigo, y diles que yacemos aquí obedientes a sus mandatos”.

Fuentes