Miguel Collazo

Miguel Collazo
Información sobre la plantilla
Miguel collazo.jpg
Escritor cubano
Nacimiento28 de octubre de 1936
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento1999
Causa de la muertesuicidio
Nacionalidadcubana
OcupaciónEscritor y artista plástico

Miguel Collazo Toledo (1936-1999). Fue narrador y artista plástico cubano, uno de los más interesantes escritores contemporáneos cubanos.

Síntesis biográfica

Miguel Collazo nació en La Habana, Cuba el 28 de octubre de 1936. Tuvo tanto en la vida como en las labores artísticas, un difícil aprendizaje. Su juventud transcurrió en un mundo desordenado, humilde y marginal, y luego realizó estudios dispersos en diferentes escuelas públicas, laicas o parroquiales. A la par, se vinculó con toda clase de ocupaciones y oficios. Posteriormente, en la década del cincuenta, cursó hasta tercer año en la Academia San Alejandro. Conformó el grupo de Los Cinco, y junto a otros artistas expuso en la Galería Lex (1956) y en la Bienal de México. También en 1957 expuso su obra plásticaen el Contra-Salón, en un local frente a Bellas Artes, en protesta al Salón oficial.

Aprobó el primer año de la carrera administrativa en la Universidad de La Habana. Trabajó como dibujante textil en la Textilera Ariguanabo (1960-1962) y como autor de libretos para televisión en CMQ y CMBF (1963). En 1963 matriculó en el seminario de Dramaturgia auspiciado por el Consejo Nacional de Cultura.

Viajó por Rumania y Checoslovaquia. Fue colaborador de Diario Libre, Cultura ’64, Unión y La Gaceta de Cuba. Fue responsable nacional de galerías en la Dirección General de [[Artes Plásticas]] del Consejo Nacional de Cultura, donde además trabajó como asesor literario en la Dirección Nacional de Literatura.

Muerte

En 1999 se quitó la vida, dejando publicada una escasa pero importante obra literaria, hoy seguida por muchos.

Obra

La obra de Collazo es de difícil clasificación, puesto que navegó al margen de tendencias generacionales y epocales, y se caracterizó por una gran diversidad temática y estilística. Así, ha sido visto desde el realismo simbólico, la ciencia ficción, la lírica filosófica, la fantasía humorística, la imaginación distópica, el realismo “sucio”, la ficción súbita y la fabulación gótica, sin que ninguna de estas clasificaciones lo comprenda del todo. Por otro lado, durante sus treinta años de producción su obra mutó constantemente en cuanto a su lenguaje, y ello lo convirtió en uno de los autores más enigmáticos y atractivos de la literatura cubana.

El libro fantástico de Oaj (1966), uno de los mejores exponentes de la ciencia ficción cubana, fue la primera incursión de Collazo como narrador. Se trata de un libro experimental que integra el humor criollo en una historia influida por las Crónicas marcianas de Ray Bradbury: es una peripecia tragicómica montada a partir de fragmentos que consiguen un conjunto narrativo laberíntico, sin una estructura convencional. Se combinan aquí la ironía, la sátira, el humor, la ternura y el horror, a partir de la mezcla del mundo cotidiano de Cuba con las costumbres inusuales y extrañas de los extraterrestres: unos seres enviados desde Saturno aterrizan en La Habana de los años cincuenta; Oaj es un escritor alienígena que se siente hechizado por la capital cubana. Por otra parte, con este primer libro Collazo ya introduce algunos de sus temas recurrentes, como la angustia de lo interminable y la constancia de los fragmentos.

En la novela El viaje (1968), la visión poética de Collazo entronca nuevamente con una historia de aventuras que mezcla la ciencia-ficción, la fantasía y la reflexión existencial. Aquí el autor aprovecha los arquetipos culturales (y narrativos) del fin del mundo y del viaje también como búsqueda interior: en este caso los que viajan son habitantes de la sobrevida en el planeta Ámbar, donde se ha avenido una catástrofe; sin embargo, la traslación no es solo espacial, sino también temporal y simbólica. Algunos han clasificado esta obra como psico-filosófica, debido a que, aunque se ambienta en un planeta lejano, la intención del conjunto es promover la reflexión sobre la verdad en un espacio mental y de búsqueda extremada. Algunos de los temas que introduce este relato, y que luego se repiten de una forma u otra en la obra de Collazo, son la soledad como manifestación de lo sagrado, y el carácter intransferible de las experiencias individuales. Es por otra parte un relato que se nutre de los ritmos de la poesía.

Las reacciones ante la noveleta Onoloria (1971) fueron de la indiferencia al asombro: se trató de un volumen extraño dentro de un contexto literario cubano donde predominaban temas como la lucha contra bandidos y la zafra. Collazo escogió un imaginario principado medieval y una acción apenas sugerida, con atmósfera penumbrosa. Se trata de una obra en la que, a través del matrimonio de Onoloria y Lisuarte, Collazo reflexiona sobre el conocimiento, la creación artística, el deseo, y la imposibilidad de transferir la vivencia del amor. Esto es posible a partir de una profusión de alegorías y revelaciones; a la vez que se promueve el debate sobre las posibilidades expresivas del lenguaje y el arte: el silencio, las estrategias comunicativas, el misterio y las connotaciones de los símbolos y los gestos, son algunos de los recursos o ideas que le sirven para ello.

El arco de Belén (1975) contiene un conjunto de narraciones breves que podrían calificarse como prosas habaneras ambientadas en un pasado colonial, y que recrean toda una galería de personajes en un espacio-tiempo de atmósfera medieval. Las historias aquí son como leyendas, con conflictos universales, de manera que nuevamente Collazo insiste en la desterritorialización y en el poder alegórico de su narrativa, aunque ello no le impide rozar la literatura costumbrista.

Con Estancias (1985) Collazo vuelve a escoger el estilo de la indeterminación y del fragmento. Hay aquí un conjunto de visiones metafísicas escritas en primera persona, como si se tratase de confesiones. Se ha visto en este volumen como una suerte de testamento literario anticipado, en tanto su intenso carácter confesional y reflexivo. Los fragmentos giran sobre la pequeñez del sujeto en el universo y sobre su fragilidad ante la muerte.

A partir de los años 90 la obra narrativa de Collazo dio un vuelco: de las historias fantásticas a la dura realidad cubana. Sin embargo, no abandona nunca el intenso carácter reflexivo, así como cierta tendencia a la universalidad de las historias. En La gorrita del papa (1991) aparece un hombre en un bar, entre cigarrillos y vasos de alcohol, mientras monologa sobre su existencia y cruza su voz con la de tantos otros que están allí, como criaturas de la noche habanera. Por su parte, Estación central (1993) se desarrolla también en La Habana, un día lunes del año 1947, y es una historia de desencuentros y de recorridos que se dilatan: Balbuena va con su perro tras Bebo, quien le dará unos pesos para aliviar su hambre; y por otro lado, Ray quiere ver a Luisa, la mujer que desea.

La colección de cuentos Dulces delirios (1996) se apoya en una atmósfera marginal y cotidiana, con personajes alcohólicos, adictos y humildes que se encuentran en situaciones límites, aunque predomina en la narración el humor y el ingenio del cubano. Es una suerte de testimonio sobre los años duros que se vivían por entonces, y donde las aspiraciones de los personajes no trascienden las pequeñas ilusiones.

Por último, Collazo dio a conocer El hilo del ovillo (1998), una novela hiperrealista y alegórica, de atmósfera brumosa, donde aparece la ensoñación del suicidio.

Premios

Obtuvo en cuatro ocasiones el Premio de la Crítica, aunque en sentido general su obra fue poco favorecida por los estudios literarios. Obtuvo mención en 1963 en el Concurso Nacional de Teatro del CNC (Consejo Nacional de Cultura) por su obra La boda.

Enlaces relacionados

Fuentes