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Período colonial

En los tres primero siglos de ocupación colonial española la educación en la Capitanía General de Cuba no presentó un crecimiento adecuado entre la población humilde o menos favorecida, ni el Gobierno, ni los Ayuntamientos que existian a lo largo de toda la Isla, costeasen una sola escuela gratuita para los pobres[1]. Ni en la capital de la Isla los pobladores tenían la posibilidad de tener estudios públicos teniando que realizar innumerables esfuerzos y experimentar los efectos de la escasez de profesores y escuelas, hasta que a principios del Siglo XVIII en la localidad de Caraballo, se establecieron los padres Belemitas, los cuales enseñaron a leer, escribir y contar, llegando a tener en sus pupitres unos doscientos niños[2].

En la zona central de la Isla también se intentó mejorar la educación de los pobladores siempre mediante iniciativas privadas. En Villa Clara hubo una escuela desde su fundación en 1689. En 1712 el filántropo presbítero Juan Conyedo, de Remedios, abre otra escuela gratuita, y una más en 1757 en la ermita del Carmen. Se aumenta el número con la de Arriaga en 1759; pero por ausencia de éste y tras la muerte de Conyedo, las escuelas pasaron al olvido y desaparecieron poco después. El presbítero Juan Félix de Moya restablece la del Carmen, y el Ayuntamiento da en 1775 veinticinco pesos anuales a Juan Antonio Oropeza para sostenimiento de otra; pero ambas desaparecen en 1787.

Matanzas, más atrasada en la educación de sus habitantes, en 1771, a los setenta y ocho años de fundada, encarga a un regidor que busque maestro en la Habana, éste invita a Pablo García para que ejerza el magisterio. En 1775 presenta su título Lorenzo Tadeo de Urrutia. En 1778 pide licencia para abrir escuela Juan Meilán, la cual le fue conferida a los tres años de su pedido.

Tampoco los estudios secundarios se hallaban a gran altura, los propietarios de las escuelas y dirigentes de las villas atendían más al pomposo nombre del centro educativo que a los egresados en ellos. Muchos centros habrían sus puertas con nombre de academias ó institutos pero apenas avanzaban más allá de la instrucción primaria, presentando un programa de estudio de con una pobre calidad, premetiéndole a los directores entregar pronto a los alumnos aptos para matricularse en la Universidad.

No fue hasta la llegada del Gobernador y Capitán General Luis de las Casas en 1790 que dicha situación comenzó a mejorar.

Referencias