Usuario:Humbertoccabrera/Zona3
Sumario
Antecedentes
Movimientos antiesclavistas
Con una población que en 1841 superaba ya el millón y medio de habitantes, la Isla de Cuba albergaba una sociedad sumamente polarizada; entre una oligarquía de terratenientes criollos y grandes comerciantes españoles y la gran masa esclava, subsistían las disímiles capas medias, integradas por negros y mulatos libres y los blancos humildes del campo y las ciudades, estos últimos cada vez más remisos a realizar trabajos manuales considerados vejaminosos y propios de esclavos. La esclavitud constituyó una importante fuente de inestabilidad social, no sólo por las frecuentes manifestaciones de rebeldía de los esclavos ―tanto individuales como en grupos― sino porque el repudio a dicha institución dio lugar a conspiraciones de propósitos abolicionistas.
Entre estas se encuentran la encabezada por el negro libre José Antonio Aponte, abortada en La Habana en 1812, y la conocida Conspiración de la Escalera (1844), que originó una cruenta represión. En esta última perdieron la vida numerosos esclavos, negros y mulatos libres, entre quienes figuraba el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido). El desarrollo de la colonia acentuó las diferencias de intereses con la metrópoli.
Movimientos reformistas y anexionistas
Desde finales del siglo XVIII, por primera vez en Cuba, un grupo de hombres nacidos en tierra cubana se preocuparon por el desarrollo económico del país. Unos consideraron que para lograrlo era necesario hacer una serie de reformas en la política que seguía España en la colonia, por lo que se les conoce como reformistas. El primero que logró que se concedieran estas reformas fue el rico terrateniente habanero Francisco de Arango y Parreño[1]. Arango convenció al rey y a sus consejeros de que con el aumento de las riquezas de la colonia también crecerían los beneficios de España y logró que estos concedieran a Cuba las siguientes reformas:
- Permitir la libre entrada de negros esclavos a Cuba durante dos años.
- Autorizar el libre comercio con algunos países.
- Autorizar el desestanco del tabaco.
Estas reformas beneficiaban considerablemente a los ricos terratenientes criollos, pues podrían producir grandes cantidades de azúcar al contar con suficiente mano de obra esclava para sus ingenios y podrían vender este producto a otros países. El desestanco del tabaco beneficiaba, además, a los productores pequeños. El cauto reformismo promovido por Arango y los criollos acaudalados encontró continuidad en un liberalismo de corte igualmente reformista encarnado por José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y otros prestigiosos intelectuales vinculados al sector cubano de los grandes hacendados.
La rapaz y discriminatoria política colonial de España en Cuba tras la pérdida de sus posesiones en el Continente, habría de frustrar en reiteradas ocasiones las expectativas reformistas. Esto favoreció el desarrollo de otra corriente política que cifraba sus esperanzas de solución de los problemas cubanos en la anexión a Estados Unidos. En esta actitud convergía tanto un sector de los hacendados esclavistas que veía en la incorporación de Cuba a Estados Unidos una garantía para la supervivencia de la esclavitud ―dado el apoyo que encontrarían en los estados sureños―, como individuos animados por las posibilidades que ofrecía la democracia estadounidense en comparación con el despotismo hispano. Los primeros, agrupados en el «Club de La Habana» favorecieron las gestiones de compra de la Isla por parte del Gobierno de Washington, así como las posibilidades de una invasión «liberadora» encabezada por algún general estadounidense.
En esta última dirección encaminó sus esfuerzos Narciso López, general de origen venezolano que, tras haber servido largos años en el ejército español, se involucró en los trajines conspirativos anexionistas. López condujo a Cuba dos fracasadas expediciones, y en la última fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales en 1851.
Movimientos independentistas
Otra corriente separatista más radical aspiraba a conquistar la independencia de Cuba. De temprana aparición ―en 1810 se descubre la primera conspiración independentista lidereada por Román de la Luz―, este separatismo alcanza un momento de auge en los primeros años de la década de 1820. Bajo el influjo coincidente de la gesta emancipadora en el continente y el trienio constitucional en España, proliferaron en la Isla logias masónicas y sociedades secretas. Dos importantes conspiraciones fueron abortadas en esta etapa, la de los Soles y Rayos de Bolívar (1823), en la que participaba el poeta José María Heredia ―cumbre del romanticismo literario cubano― y más adelante la de la Gran Legión del Aguila Negra alentada desde México[2].
También por estos años, el independentismo encontraba su plena fundamentación ideológica en la obra del presbítero Félix Varela[3]. Profesor de filosofía en el Seminario San Carlos en La Habana, Varela fue electo diputado a Cortes en 1821 y tuvo que huir de España cuando la invasión de los «cien mil hijos de San Luis» restauró el absolutismo. Radicado en Estados Unidos, comenzó a publicar allí el periódico El Habanero, dedicado a la divulgación del ideario independentista. Su esfuerzo, sin embargo, tardaría largos años en fructificar pues las circunstancias, tanto internas como externas, no resultaban favorables al independentismo cubano.
En los años posteriores, la situación económica cubana experimentó cambios significativos. La producción cafetalera se derrumbó abatida por la torpe política arancelaria española, la competencia del grano brasileño y la superior rentabilidad de la caña.
La propia producción azucarera se vio impelida a la modernización de sus manufacturas ante el empuje mercantil del azúcar de remolacha europeo. Cada vez más dependiente de un solo producto ―el azúcar― y del mercado estadounidense, Cuba estaba urgida de profundas transformaciones socioeconómicas a las cuales la esclavitud y la expoliación colonial española interponían grandes obstáculos.
El fracaso de la Junta de Información convocada en 1867 por el Gobierno metropolitano para revisar su política colonial en Cuba, supuso un golpe demoledor para las esperanzas reformistas frustradas en reiteradas ocasiones. Tales circunstancias favorecieron el independentismo latente entre los sectores más avanzados de la sociedad cubana, propiciando la articulación de un vasto movimiento conspirativo en las regiones centro orientales del país.
Cuba en 1868
Hacia 1868 la agudización de las contradicciones existentes en el país hace que el sector más revolucionario de los terratenientes cubanos se plantee la búsqueda de una salida por la vía independentista.
El país se encontraba ante una posible crisis sin solución bajo la dominación española. Por un lado, la existencia de la esclavitud en la industria azucarera se había convertido en un freno; además, la crisis económica mundial de 1857 y posteriormente la de 1866, habían dejado de sentir con fuerza sus efectos en la economía del país al provocar la caída de los precios del azúcar. También afectó a la economía la supresión casi total de los créditos, en momentos en que se exigía un intenso proceso inversionista para modernizar técnicamente la producción azucarera. Sin embargo, España no hacía caso de estas necesidades económicas de la Isla. Sacudida también por los efectos de la crisis económica, trató de resolver sus dificultades a costa de sus colonias.
En aquella época, el gobierno español se encontraba enfrascado en algunas aventuras bélicas con el objetivo de reconquistar territorios latinoamericanos y el costo de ellas recaía, en gran medida, sobre Cuba. La utilización del presupuesto cubano en asuntos de interés para la corona española, pero completamente ajenos a las necesidades de los criollos, era otro de los males emanados de la dominación española. Las circunstancias de explotación económica en que España mantenía sumida a la Isla evidencian un agravamiento superior al habitual, que se hacía particularmente crítico en la zona oriental y central del país.
Las diferencias entre la situación económica de las regiones de Cuba desempeñaron un papel determinante en la lucha independentista. Las zonas Oriental y del Centro, con menos ingenios y un reducido número de esclavos, atravesaban por una situación crítica de endeudamiento y ruina de la mayoría de sus terratenientes, que se convirtieron rápidamente en partidarios decididos de lucha contra España; no obstante, esta no era una situación uniforme para todo el territorio, en regiones como Guantánamo con gran concentración de ingenios y esclavos, del mismo modo que los ricos terratenientes occidentales asumieron una postura reaccionaria por temor a que la guerra les hiciera perder sus riquezas.
Otros sectores sociales como los profesionales, pequeños propietarios y trabajadores libres: artesanos y campesinos, eran más afectados por las condiciones de explotación colonial y discriminados por ser pobres, criollos y además, por el color de su piel.
La masa esclava, que hacia 1868 constituía la tercera parte de la población, soportaba el mayor rigor y carecía de todos los derechos.
La colonia era mantenida como una mera fuente de de ingresos fiscales y los cubanos estaban desprovistos de todo tipo de derechos políticos. La contradicción entre la colonia y la metrópoli se hacía cada vez más aguda, colocándose en un primer plano. El sistema colonial español se había convertido en una insalvable traba para el desenvolvimiento de Cuba, haciendo imposible que los cubanos vieran otra salida a los problemas de la colonia que no fuera la lucha abierta por la independencia.
El Manifiesto proclamado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, permitió comprobar cómo los cubanos de esa época valoraban la situación y porqué se lanzaron a la lucha.
Céspedes y los hombres que lo secundaron declararon su inquebrantable decisión de transformar la situación existente a través de las armas, como única vía de alcanzar las libertades económicas, políticas y sociales a que tenían derecho como pueblo que comenzaba a forjarse como nación. La grave situación que vivía Cuba, condujo a la decisión de luchar contra la dominación española, y ambos factores anunciaron el surgimiento de una situación revolucionaria.
El sector más radical y revolucionario de los terratenientes cubanos había comprendido que para luchar exitosamente contra España por la independencia de Cuba debía antes darle la libertad a los esclavos y estaba dispuesto a hacerlo. Al estallar la guerra arrastró tras si a campesinos, artesanos y esclavos, y despertó el patriotismo fervoroso de estudiantes, profesionales e intelectuales y del pueblo cubano en general, cuyo sentimiento nacional se hizo realidad concreta e irreversible en el propio fragor de la lucha contra el dominio de España.
- ↑ Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: Los que deseaban ver a Cuba independiente, artículo publicado en el libro de texto escolar Historia de Cuba Quinto Grado. Segunda Edición, 2011, p. 77. La Habana: Editorial Pueblo y Educación. ISBN:978-959-13-0343-1
- ↑ Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: Los que deseaban ver a Cuba independiente, artículo publicado en el libro de texto escolar Historia de Cuba Quinto Grado. Segunda Edición, 2011, pp. 80-82. La Habana: Editorial Pueblo y Educación. ISBN:978-959-13-0343-1
- ↑ Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: Los que deseaban ver a Cuba independiente, artículo publicado en el libro de texto escolar Historia de Cuba Quinto Grado. Segunda Edición, 2011, pp. 78-80. La Habana: Editorial Pueblo y Educación. ISBN:978-959-13-0343-1