Santa Teodora
| ||||||||||
Santa Teodora. Santa Teodoro En Alejandría, Egipto, Santa penitente. Etimológicamente: Teodora = “don de Dios”, viene de la lengua griega.
Historia
Teodora fue una mujer casada que vivía en [Egipto] y de costumbres irreprochables. Era la esposa de un joven en [Alejandría]. Un joven enamorado de sus bondades se sintió rechazado en sus pretensiones impuras hasta que recurrió a una hechicera que con pócimas y palabras llevó a Teodora a consentir en la infidelidad. Teodora aconsejada por una adivinadora, cometió adulterio con otro hombre. Su conciencia comenzó a acusarla de inmediato. La tristeza consecuente al pecado la llevó a la determinación de hacer penitencia de por vida. Tomó ropas de hombre y cortando su cabello se vistió de hombre, y pidió, suplicando, la admisión en un monasterio. Se marchó al [Monasterio de Octodecatos] con el nombre de Teodoro. Bajo ese nombre de Teodoro admiró a todos con la aspereza de sus mortificaciones. Sus labores [ascéticas], ayunos, vigilias, mansedumbre y arrepentimiento sazonado con lágrimas eran una fuente de asombro para todos los hermanos. Pero no acaba aquí su historia. Fue difamada por una prostituta que decía que “el monje Teodoro” había yacido con ella y de cuya relación había tenido un hijo. Esa ventera del lugar acusa calumniosamente al falso monje de ser el padre del hijo que ella había tenido con un viajero. La santa no reveló la verdad para defenderse, considerando esto como un castigo de Dios por su antiguo pecado. Y aquí aparece el rasgo de generosidad. Teodora no quiso negarlo y es expulsada del monasterio. Pasó siete años vagando por bosques y desiertos, cuidando del hijo de la prostituta, al que amó y educó como verdadera madre. Cuida en las soledades del niño alimentándolo con leche de cabra, mientras que las inclemencias del tiempo a la intemperie curten su piel y mudan su semblante. Venció todos los ataques del enemigo, rehusándose a adorar a Satanás, a tomar comida de la mano de un soldado, y a hacer caso de la petición de su esposo de que regresara— pues todas estas eran visiones malignas, y cuando Teodora hacía la señal de la Cruz, todo se desvanecía como humo. Después de siete años, suplica de nuevo la entrada en el monasterio donde se le admite con la condición de no abandonar su celda. El abad del monasterio la recibió de nuevo, y ella vivió allí en ascetismo dos años más y entonces entró a su descanso en el Señor.
Muerte
Sólo a la muerte de la penitente se descubre su condición. Se enteraron los monjes de que era una mujer. Un ángel se apareció al abad y le explicó todo. Su esposo asistió al funeral, y permaneció hasta su muerte en la celda de su antigua esposa. Entró a su descanso en el [490] d. C. Se cuenta en esta especie de novela ejemplar que el niño que ella cuidó llegó con el tiempo a ser abad del monasterio.
Gracias de Dios
Santa Teodora recibió grandes gracias de Dios: hacía mansas a las bestias salvajes, sanaba enfermedades, e hizo brotar agua en un pozo seco. Así Dios glorificó a esta verdadera penitente que, con heroica perseverancia, pasó nueve años arrepintiéndose de un sólo pecado.
Mártires en Alejandría
Martirologio Romano ([1956]): En Alejandría, Egipto, Santa Teodoro, virgen, y [San Dídimo], soldado romano que luchó por protegerla. Etimológicamente: Teodora = “don de Dios”, y Dídimo = “doble, gemelo, compañero”, vienen de la lengua griega. Los dos murieron mártires en Alejandría. Teodora quería mantenerse virgen. Pero las intenciones del gobernador no eran las mismas. Le concedió tres días de reflexión antes de que fuera condenada a vivir en una casa de prostitución. El gobernador le dijo:” ¿Ignoras que por voluntad del emperador las vírgenes consagradas que rehúsan hacer sacrificios a los dioses, pueden ser deshonradas?. Lo sé, respondió Teodora, pero nunca haré sacrificios a los dioses. Te ruego que no deshonres a tu familia. Ella se mantuvo firme en su decisión. Un soldado, Dídimo, que había estado en la audiencia con el gobernador, fue a decirle: “Yo soy el primero”. Una vez que estuvieron solos, él le dio su uniforme de soldado y ella le entregó su velo. Así pudo escaparse. Los dos fueron perseguidos hasta que los encontraron. [San Ambrosio] de [Milán] cuenta que Teodora se presentó al tribunal para salvar a Dimas. Pero la suerte ya estaba echada. Los dos murieron martirizados por el terrible emperador [Diocleciano]. Se abandonaron a Cristo y, desde él, sacaron la fuerza necesaria para morir por la fe.

