Manilkara zapota


Manilkara zapota


El chicle (del náhuatl tzictli ) es un polímero gomoso que se obtiene de la savia del árbol Manilkara zapota, de la familia de las sapotáceas (antes llamado Sapota zapotilla o Achras zapota) originario de México, América central y América del Sur tropical. Por su sabor dulce y aromático, numerosos pueblos amerindios utilizaban la goma para mascar. En otras partes de Iberoamérica, la palabra es sinónima de goma de mascar; si bien la mayoría de las actuales emplean una base de plástico neutro, el acetato polivinílico. Hasta hace relativamente poco tiempo el chicle utilizaba aún esta savia como material. Un sustituto del chicle también se puede obtener de la piel de vacuno.

Historia

Desde hace mucho tiempo el hombre lo ha mascado y con el tiempo los chicles o gomas de mascar han cambiado mucho. Algunos incluso mantienen la teoría de que desde de la prehistoria ya se mascaba resina.

La base del chicle es una resina natural que se extrae del árbol llamado Zapote, originario de las zonas tropicales de América. Este líquido es muy parecido a algunos pegamentos líquidos o goma de pegar.

De forma natural un chicle seguramente no te gustaría, ya que no tiene tanto sabor, es muy difícil de masticar y no puedes hacer bombas. Por ese motivo es que en lugar de la versión totalmente natural se empezó a mezclar con parafina refinada.

La parafina es un material parecido al que se usa comúnmente para hacer velas. Seguramente alguna vez has tenido en tus manos un poco de cera justo en el momento en que se empieza a enfriar, es extremadamente pegajosa y tiene precisamente un poco de consistencia de chicle.

Tanto los mayas como los aztecas usaban el chicle para limpiar los dientes, y distraer un rato el hambre y la sed. Aunque mascarlo era algo muy difundido mascarlo en público no era bien visto.

La costumbre de mascar chicle en público conocida como “chicleo” era una costumbre muy arraigada en personas a las que consideraban perezosas y de mal vivir. Por suerte esta idea ha ido cambiando y aunque mascar chicle no se ve precisamente muy elegante esto no te convierte tampoco automáticamente en un ser despreciable.


¿Quién inventó el chicle?

Desde hace siglos, se han utilizado diferentes productos como goma de mascar con el sano objetivo de mantener una cierta higiene bucal. Hace 9.000 años en el norte de Europa se utilizaba una resina de abedul y, según parece, los mayas mascaban la savia del árbol manilkara zapota. Y seguro que hay otro buen puñado de ejemplos, pero vayamos a la goma de mascar o chicle, tal como lo conocemos actualmente.

Fue el general y presidente mexicano Antonio López de Santa Anna quien, durante su exilio en Nueva York, ayudó al inventor Thomas Admas a crear el moderno chicle. El mexicano conocía las propiedades de la manilkara zapota, de la que hablábamos antes, y pusieron en marcha una fábrica para desarrollar una goma que sirviera para hacer juguetes y llantas de bicicleta.

Adams y Santa Anna llevaron hasta Nueva York una tonelada de la resina desde México, pero finalmente la goma que crearon resultó demasiado blanda para el propósito que se habían marcado. Estaban decididos a tirar la toalla ya que no sabían qué hacer con todo aquello. Vamos, que se iban a comer toda aquella resina, y así lo hicieron (perdón por el chiste malo).

Adams se metió un poco de la goma que habían fabricado en la boca y le agradó la consistencia que tenía al mascar. Decidieron añadirle sabor a aquel producto y en 1869 patentaron la goma de mascar que comenzaron a comercializar bajo la marca Adams New York Chewing Gum. Por cierto, se comenzó vendiendo en farmacias.

Recolección

El proceso de la recolección del chicle se asemeja mucho al que se utilizaba para extraer el caucho de la Hevea brasiliensis. De hecho, la primera persona en intentar aprovechar industrialmente el chicle, el presidente mexicano Maren Aramburo, pensó en él como material para fabricar cubiertas neumáticas para carruajes.
Entre julio y febrero, en la estación lluviosa, el tronco del árbol se marca por la mañana con cortes de machete poco profundos y en zigzag, para que la savia mane por los cortes y se deposite en bolsitas colocadas a ese efecto; por la tarde, los chicleros recogen el kilogramo y medio (aproximadamente) de savia que ha brotado y lo transportan a plantas de procesamiento.

Corteza con incisiones usadas para la extracción del látex en Quintana Roo, México.
El M. zapota no se explota hasta cumplir los 25 años, y, puesto que escarifica los cortes antiguos, sólo puede drenarse cada árbol una vez cada dos o tres años. Las posibilidades de explotación no son indefinidas. La demanda de chicle creció enormemente a lo largo del siglo pasado, lo que condujo a la utilización de otras especies parecidas (la balatá, M. bidentata, y la Mimusops globosa). Hoy en día se emplean preferentemente productos a base de petróleo en lugar de resinas naturales


Fruto

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El M. zapota se cultiva también por su fruto comestible, similar a la ciruela. Su pulpa es parda, translúcida y muy dulce. En México, esta fruta es comercializada con dos nombres: chicozapote y chupeta, palabra esta última que proviene del náhuatl y significa zapote de miel. En Guatemala también se cultiva con este último nombre y se comercializa ampliamente por todo el territorio guatemalteco. Incluso se utiliza su madera para elaborar adornos artesanales y esculturas con formas muy diversas: ruinas mayas, armadillos (en Guatemala: hueche), jaguares, tucanes y muchas formas más relacionadas con la diversidad de cultura y fauna guatemalteca, precisamente por ser el más dulce de los frutos que producen los árboles de la familia de las sapotáceas. En Venezuela el fruto se le conoce con el nombre de zapote, que se aplica en otras zonas a otro fruto diferente. Ramiro Ramirez corrio `por la peatonal

Proceso de elaboración

Cuando se hace chicle se hacen cortes verticales en el árbol para que baje poco a poco la resina y se recolecta en un recipiente en la base del árbol.


Una vez obtenido este líquido lechoso, se separa del resto de los líquidos vegetales. Después se derrite y purifica en un tanque giratorio. Se deja enfriar y se revuelve en una mezcladora para que quede suave.


Una vez que esta lo suficientemente blanda, se le agregan varios ingredientes: suavizantes, endulzantes, colorantes, esencias, jarabe de maíz (fija el sabor de las esencias), etcétera.



Y es en esta parte del proceso donde se resuelve el misterio de por qué no debes de tragarte el chicle: además de todo lo que ya se le mezcló se le agregan conservadores, y a veces lo más peligroso: materiales plásticos que, a pesar de que no deben ser tóxicos, no se disuelven con el agua y evidentemente al tragarlos pueden provocarle muchos problemas a tu estómago.

Amén de un sinfín de asientos que corren peligro en escuelas, transportes, el cine y una que otra cabellera tusada, los chicles pueden hacer un daño muy serio a tu salud . Así que ya lo sabes es: para masticarlo, pero no para tragárselo.

Ventajas y desventajas

Ventajas de comer chicle

Una de las ventajas a nivel nutricional es que comer chicle produce cierta sensación de saciedad, con lo cual si estamos a dieta puede ser un recurso para evitar una ingesta excesiva de calorías a la hora de comer. En cierto modo masticar, aunque sea algo que no aporta calorías, hace que el aparato digestivo se prepare para que llegue comida, y si no lo hace es como engañar al estómago, o a la sensación de hambre.
También ayuda a calmar la ansiedad, como puede ser a la hora de dejar de fumar, por eso es frecuente sustituir el cigarrillo por los chicles. Masticar chicle ejerce un efecto a nivel psicológico que ayuda a rebajar esa ansiedad, ya sea porque nos estemos quitando de fumar, porque estemos a dieta o por otro motivo. Otra ventaja y que en ocasiones se anuncia en televisión es la acción limpiadora que mascar chicle ejerce sobre la dentadura, además de actuar sobre al mal aliento.

Desventajas de comer chicle

Pero no todo es bueno a la hora de masticar chicle, sino los médicos aconsejarían su consumo. En primer lugar el chicle no es un alimento y no conviene abusar de él, no es más que goma y aditivos y engañar al organismo con mucho tiempo de masticación y nada en el estómago puede no ser muy positivo: gases, acidez, irritación intestinal e incluso diarreas por el efecto laxante del sorbitol (sobre todo si abusamos de los chicles).
Aunque el chicle puede ayudar en parte a actuar como saciante, no va a ser determinante a la hora de perder peso, ya que una buena dieta y ejercicio es lo principal, no estrategias como esta que apenas son significativas. E igual ocurre con la limpieza dental, ya que nada como un buen cepillado, que ni cien chicles podrían sustituirlo.




Fuente

  • www.vitonica.com
  • www.tudiscovery.com
  • www.elmundo.es
  • www.revistachicle.com
  • www.todofauna.com