Adam Ferguson

Adam Ferguson
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Nacimiento20 de junio de 1723
Logierait, Perthshire
Fallecimiento22 de febrero de 1816
St. Andrews
OcupaciónFilósofo

Adam Ferguson. Destacado filósofo de la Ilustración escocesa, no lo compartía, juzgándolo monolítico y reductor. Pensaba que la llegada de la sociedad comercial –del mercado-, decisiva para el progreso económico, fue también factor de desequilibrios que amenazaban el porvenir de la sociedad.

Síntesis biográfica

Recibió las primeras enseñanzas en la escuela parroquial de Logierait y la escuela de gramática de Perth. Posteriormente, realizó estudios en la Universidad de Edimburgo y la Universidad de St. Andrews. En 1745, debido a sus conocimientos de lengua gaélica, obtuvo el nombramiento como capellán adjunto del 43º Regimiento La guardia negra, aunque no había completado los necesarios seis años de estudios teológicos. Sigue siendo un tema de debate en cuanto a si, en la batalla de Fontenoy 1745, luchó en las filas durante todo el día, y se negó a abandonar el campo, a pesar de la orden de hacerlo por su coronel. Sin embargo, ciertamente lo hizo bien, convirtiéndose en capellán principal en 1746. Él continuó unido al regimiento, hasta 1754, cuando, decepcionado por no obtener la vida, dejó el clero y decidió dedicarse a la literatura. Después de residir en Leipzig por un tiempo, regresó a Edimburgo, donde en enero de 1757 sucedió a David Hume como bibliotecario de la Facultad de, pero pronto renunció a este cargo para convertirse en tutor de la familia del conde de Bute. En 1759, se convirtió en profesor de filosofía natural en la Universidad de Edimburgo, y en 1764 fue trasladado a la cátedra de "neumáticos" (la filosofía mental) y a la de "filosofía moral."

Análisis de su pensamiento

Ferguson no es, como algunos han considerado, un simple profesor que casualmente vivió en la época de Smith y de David Hume , sino que es un pensador de la misma talla: alguien que discutió al mismo nivel con ellos, alguien que les apoyó en diversas ocasiones, incluso alguien que les ayudó a dar forma a algunas de las ideas o capaz de hacerlos frente con propuestas oportunas e innovadoras como las elaboradas en su Ensayo sobre la historia de la sociedad civil. Ferguson adoptó un tipo de empirismo newtioniano y lo combinó con el método descriptivo e histórico de Montesquieu, lo que dio lugar a una propuesta sociológica original. Aplicó al campo de las ciencias sociales la metodología científica que había sido utilizada en el reino físico y procuró comprender la naturaleza o constitución de los hombres con base en leyes universales o primeros principios y la creencia en la uniformidad de la naturaleza humana. Se alejó del pensamiento contractualista característico del momento, pensamiento explotado por Rousseau o Hobbes al considerar que «el orden social nace del propio conflicto y de la oposición entre las partes» y que este es básico como elemento estructurador de la sociedad. Intentó, al igual que el resto de los ilustrados escoceses, demostrar que las instituciones sociales con elevados grados de complejidad no necesariamente eran el resultado de un designio institucional. Las estructuras sociales y políticas altamente complejas y con capacidad para integrar un cúmulo de datos concretos superior a lo que cerebro alguno puede aprehender solamente pueden ser el resultado de la combinación de fuerzas de carácter espontáneo: «Como los vientos que provienen de donde nadie sabe y soplan donde quieren, las formas de la sociedad tienen un origen oscuro y remoto: surgieron, mucho antes del nacimiento de la filosofía, de los instintos más que de las especulaciones de los hombres. La raza humana está regida, en las instituciones y medidas que adopta, por las circunstancias en que se encuentra; y rara vez se desvía de su camino para seguir el proyecto de un solo hombre.» Pero estas ideas no son solo los pilares básicos de su pensamiento, su innovador análisis crítico de la división del trabajo fue recuperado por Schiller, Hegel y Carlos Marx en El capital: el escocés veía la especialización en el comercio como uno de los rasgos más llamativos de las consecuencias no intencionadas de los actos humanos, o en sus palabras «La separación de las artes y de las profesiones abre las fuentes de la riqueza».

Obra principal

Adam Ferguson, un pensador preeminente de la Ilustración escocesa, publicó en 1767 su conocida obra An Essay on the History of Civil Society, la cual era una versión más extensa de un escrito elaborado varios años antes y titulado Treatise on Refinement. El Essay fue muy bien recibido por el mundo intelectual de la época, y antes del fin de siglo se habían publicado seis ediciones inglesas y traducciones francesa, alemana e italiana. Su favorable recepción provino no sólo de sus contemporáneos escoceses, sino también de reconocidas personalidades de Londres y del continente. Sin embargo, esta obra cayó, durante una larga temporada, en el olvido y hubo que esperar más de dos siglos para verla revitalizada. En ella, considerada por J. Keane como “uno de los mejores trabajos de la Ilustración escocesa” y por G. McDowell como “un manual de enseñanzas para los hombres de Estado”, Ferguson abraza los avances en las condiciones de vida que acompañaron al advenimiento de la sociedad civil -una sociedad de carácter principalmente comercial-, pero sin perder de vista que con su presencia también llegaban una serie de problemas y potenciales riesgos para los que el mundo moderno liberal no tenía respuestas. El escocés considera que las sociedades civiles comerciales afrontan grandes peligros como consecuencia de la creciente idea de que el vínculo social podía mantenerse únicamente por las acciones económicas, relegando a un segundo plano las dimensiones ética y política. Ferguson se niega a aceptar la supremacía de lo económico, del comercio, el cual por una hábil argucia de la historia, hacía creer que la sociedad se beneficiaba de ello. Al escocés le preocupa la subordinación de la vida social al sistema económico porque creía que si la sociedad civil se ciñe al ámbito del mercado pueden aflorar graves adversidades sociopolíticas. Entre estas, la corrupción política y la pérdida de libertades y, como consecuencia de ello, el despotismo y la ruina de la sociedad.

Para encontrar salidas a estos inconvenientes, creía el ilustrado, había que buscar soluciones en el pensamiento político del pasado. Por ello, quien lea con detalle el Essay podrá percibir tanto la fuerte influencia del estoicismo romano, en concreto las ideas de Epicteto y Marco Aurelio, y las de Tácito, Tucidides y Cicerón, así como la estela de Maquiavelo y Montesquieu. Con estas fuentes de inspiración, Ferguson construye una propuesta que pretende enlazar, por un lado, el humanismo cívico clásico y, por el otro, el emergente liberalismo. Esta proposición, calificada por algunos autores como una suerte de “liberal-estoicism”, intenta encontrar vías para conciliar el clásico dilema del binomio sociedad comercial y virtud cívica. Es un debate que tiene lugar en un contexto que mayoritariamente reivindicaba los presupuestos del liberalismo económico, pero que no desviaba la mirada de los valores de la tradición republicana, y busca continuamente apostar por lo político como componente medular de la naciente sociedad civil de carácter comercial. Con esta propuesta de Ferguson se ofrecen argumentos que comparten con Pocock el objetivo de acabar con uno de los mitos más frecuentes y esterilizadores que han acompañado a gran parte de las interpretaciones de la historia de las ideas políticas modernas. El mito según el cual esta historia se entiende solamente dentro de los términos del paradigma liberal jurídico, obviando que la historia del pensamiento político moderno posee también una corriente viva que ofrece valiosas explicaciones, las cuales demuestran que las realidades jurídicas y liberales modernas no brindan automáticamente remedios a los antagonismos de la libertad y del poder, y que la superación de esos inconvenientes depende en gran medida de algunas variables no jurídicas, tales como el espíritu cívico y la virtud política.

Con ello, se pretende demostrar que la llegada de la sociedad civil comercial no significa tan sólo el arribo de un individualismo liberal, sino también el advenimiento de un conflicto entre, por un lado, un lenguaje que exalta al mercado, la especialización de las funciones, el lujo, el refinamiento de las costumbres, la pasividad política, la representación y bases para la estabilidad del gobierno; y, por el otro, un lenguaje republicano que insiste en la idea de que la libertad no puede subsistir sin la virtud y la participación política, las cuales se ven duramente amenazadas por aquel comercio que se acompañaba de especulación e intensa y diversificada división del trabajo.

Fuentes