Alfonso IV de Aragón

Alfonso IV, Rey de Aragón
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Rey de Aragón
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Alfonso IV de Aragón, el Benigno (¿Nápoles?, 1299Barcelona, 1336). Rey de Aragón, de Valencia, de Cerdeña, rey titular de Córcega y conde de Barcelona (1327–1336)
Coronación Zaragoza, España 1327
Nacimiento 1299
Fallecimiento 24 de enero de 1336
Barcelona, Bandera de España España
Predecesor Jaime II
Sucesor Pedro IV

Alfonso IV de Aragón . Rey de Aragón, conde de Urgel y de Barcelona, conocido por el apelativo de el Benigno.

Síntesis biográfica

Nació en 1299 y falleció en Barcelona el 24 de enero de 1336. La principal empresa de su reinado, la cruzada contra el reino de Granada, fracasó por el fallo de cada uno de los dispositivos bélicos con los que contó el rey y por la falta de solidez en su alianza con Castilla. Su gobierno fue un reinado de transición, empañado por la nefasta influencia de la reina doña Leonor sobre su marido.

Segundo hijo de Jaime II de Aragón y de doña Blanca de Anjou, en 1314 recibió de su padre el condado de Urgel tras la muerte de su titular, Armengol X. Aquel mismo año don Alfonso casó con doña Teresa de Entenza, sobrina de Armengol. A partir de 1318 el todavía infante Alfonso vio disputados sus derechos al condado de Urgel con los ataques a algunas comarcas urgelenses por parte del vizconde Ramón Folch de Cardona y su primo Ramón de Ampurias. Jaime II solucionó el problema apoderándose de las tierras del vizconde de Cardona, considerando que éste se había puesto al servicio de otro rey.

El infante Alfonso fue reconocido como heredero de la Corona de Aragón en las cortes de Zaragoza de 1320, después de que su hermano Jaime, el primogénito de Jaime II, diese acusadas muestras de inestabilidad mental y renunciase a sus derechos en diciembre de 1319. Don Alfonso juró los fueros y trató de hacer que el derecho de herencia pasase a sus hijos en el caso de que muriera (por aquellas fechas comenzó a dirigir la conquista de Cerdeña y esta medida la adoptó para el caso de no poder concluir la empresa con vida), lo cual fue rechazado por su hermano Pedro, conde de Ribagorza, que exigió ser reconocido como segundo heredero. La cuestión fue tratada en las cortes de Zaragoza de 1325, en las que Alfonso propuso como heredero a su hijo Pedro, que con los años reinaría como Pedro IV y Pedro de Ribagorza, apoyado por un pequeño grupo de barones aragoneses, defendió sin éxito su propia candidatura.

El infante don Alfonso y la conquista de Cerdeña

Desde finales de 1322 don Alfonso preparó en Barcelona la conquista de Cerdeña. En mayo de 1323 el príncipe fue enviado por su padre, al frente de una armada de sesenta galeras a la conquista de Cerdeña, empresa muy importante para los intereses aragoneses debido al valor estratégico de la isla. El contingente aragonés, compuesto en gran parte por naves mallorquinas, vigiló las costas de Cerdeña y Córcega para evitar la llegada de los piasanos. Además los aragoneses consiguieron el apoyo de las más importantes familias de la isla, como los jueces de Arborea, el alto clero, e incluso amplios sectores populares. De ellos partió la iniciativa de luchar contra los pisanos y contar para ello con los aragoneses; sin embargo este sector conoció la oposición genovesa y se dieron conatos de lucha ente ambos bandos, que, gracias a la intervención del infante don Alfonso, no degeneraron en una guerra abierta. Mientras, don Alfonso sitió Iglesias y Caller (Cagliari), principales puntos de apoyo de los pisanos. El sitio de Iglesias, que finalizó en febrero de 1324, fue especialmente duro para los aragoneses, debido a una grave epidemia de fiebres que mató a la mitad de las tropas de Aragón e incluso hizo enfermar al infante don Alfonso y a su esposa. Tras la toma de Iglesia el infante trasladó sus tropas para reforzar el cerco de Cagliari. Durante la primavera de aquel año don Alfonso venció a Manfredo de Donorático en Leucocisterna y la flota pisana sufrió importantes pérdidas. En junio cayó Cagliari y pocas semanas más tarde el infante don Alfonso y el embajador pisano, Bene de Calci, firmaron la paz. Después de asegurarse la fidelidad de las más importantes familias de la isla, incluidos los Donorático, don Alfonso regresó a la Península junto con el grueso del ejército aragonés.

Reinado de Alfonso IV de Aragón

Jaime II murió en noviembre de 1327, cinco días después que doña Teresa de Entenza. La coronación de Alfonso IV de Aragón tuvo lugar en la Pascua de 1328 en Zaragoza y a ella acudieron representantes de todos los países de la Corona aragonesa, incluyendo Cerdeña. Esto era una novedad, porque hasta entonces las ceremonias de coronación se habían circunscrito exclusivamente al reino de Aragón; pero además hubo otra novedad: Alfonso se coronó a sí mismo, en una ceremonia que no tenía precedentes ni era recogida en ningún ceremonial, español o extranjero. Según la crónica de Montaner, importante fuente para el estudio de la política de Alfonso IV hasta su coronación, con este hecho el monarca quiso significar que no recibía su autoridad de la Iglesia (lo preceptivo era la coronación por parte de un obispo), aunque tampoco lo hacía "en contra de la Iglesia". Alfonso IV juró en Daroca (1328) el compromiso de mantener unida la Corona de Aragón, como había sido la voluntad de su padre, y no disgregar sus reinos.

Tras ser coronado, Alfonso IV entregó a su hijo, Jaime I, el condado de Urgel, aunque debido a que don Jaime sólo contaba con ocho años de edad, su padre se ocupó del gobierno del condado hasta que se decretó al mayoría de edad de su hijo en 1334.

La cruzada contra Granada

Aunque el reinado de Alfonso IV comenzó en paz con el reino de Granada, merced a las treguas establecidas en 1326, el monarca aragonés se vio arrastrado por las circunstancias consistentes en el agravamiento de la guerra entre Granada y Castilla y la petición de ayuda del monarca nazarí al sultán de Marruecos. En 1328 Alfonso XI de Castilla y Alfonso IV mantuvieron entrevistas en Ágreda y Tarazona para establecer mutua alianza contra los granadinos y preparar la inminente guerra, a la que se quiso otorgar el carácter de cruzada. Alfonso IV solicitó del papa los auxilios económicos de cruzada y salvoconductos para los príncipes extranjeros que se habían ofrecido para luchar contra los musulmanes de España, entre los que se encontraba el rey de Polonia y Bohemia.

El ejército aragonés, al que separaban más de 500 kilómetros de la frontera nazarí (no era el mismo caso que Castilla, que compartía frontera con los granadinos), tomó el camino de Granada a través de la zona de Murcia, pero allí vieron limitadas sus acciones debido a la falta de apoyo de los habitantes de Lorca, que se negaron a albergar a los valencianos dentro de los muros de su ciudad. Mientras, Alfonso XI de Castilla luchó en la zona del Estrecho y tomó la villa de Teba y otros castillos. Cuando Alfonso IV se dispuso a entrar en campaña en primavera de 1331, recibió la noticia de que el monarca castellano había firmado la paz por su cuenta con los granadinos. Esto supuso un desaire para el aragonés, ya que le colocaba en una situación de inferioridad respecto a Castilla para Granada y Francia, y además Alfonso aún se encontraba negociando la entrada en la guerra de príncipes extranjeros. Por la fuerza, Alfonso IV aceptó la paz firmada por Alfonso XI, pero al dejar desguarnecida la zona de Murcia sufrió ataques musulmanes en las tierras de Guardamar, Elche y Orihuela. En 1334 Alfonso IV aceptó el tratado de paz firmado entre Castilla y Marruecos, aunque no firmó la paz con Granada hasta junio del año siguiente.

Para financiar la cruzada, Alfonso IV no dudó en solicitar subsidios extraordinarios dentro de la Corona aragonesa: la mayor parte del dinero fue aportada por el reino de Valencia y a continuación por las aljamas judías del reino; por último Cataluña, cuya aportación fue mucho menor que las ya indicadas, a pesar de representar la mayor potencia fiscal de la Corona. El historiador Manuel Sánchez Martínez, que ha estudiado la relación entre los subsidios solicitados por Alfonso IV y las recaudaciones reales, llegó a la conclusión de que el monarca se conformó con ingresar aproximadamente la mitad de lo solicitado y que además, de lo finalmente percibido, la menor parte se ingresó en la Tesorería y el resto quedó absorbido por las exenciones, asignaciones y donaciones graciosas; también pone de manifiesto el historiador la importancia de los impuestos indirectos en las citadas recaudaciones.

Alfonso IV puso su máximo empeño en la guerra contra Granada y utilizó para ella los principales contingentes militares de la Corona. Además de una importante red defensiva, movilizó a las Órdenes Militares, los grandes barones, auxiliados por las milicias urbanas y, en circunstancias especiales, las tropas fronterizas, especialmente almogávares. También tuvo en cuanta el rey la importancia de la armada como apoyo y fuente de aprovisionamiento de las tropas de tierra. Pero a pesar de estos preparativos la cruzada fue un fracaso, porque todos y cada uno de los dispositivos movilizados desertaron o se mostraron ineficaces. La milicia feudal no aceptó de buen grado los proyectos regios y terminó por abandonar la empresa. El rey recurrió entonces a los miembros de la burocracia para nutrir las filas del ejército feudal y compró combatientes mediante un salario, tendencia que por aquella época se estaba extendiendo entre las monarquías de Occidente. El mayor problema en este sentido fue la falta de dinero para pagar a las tropas, lo cual fue motivo de frecuentes quejas y deserciones. La defección de las Órdenes Militares causó la profunda indignación del rey, ya que no aceptó que éstas, nacidas al calor de la cruzada, presentasen excusas para no luchar contra los musulmanes de Granada. La armada dejó de tener sentido en la guerra, porque había sido previsto que sirviese de apoyo a las tropas terrestres, que como se ha visto, no se llegaron a movilizar. El golpe de gracia a los planes de Alfonso IV no lo dio, sin embargo, la escasa colaboración con la que, como se ha visto, contó el rey, sino la crisis cerealística de los años 1332-1333, que impidió el aprovisionamiento del ejército y, en definitiva, cualquier preparación de una empresa militar.

Guerra contra Génova

Mientras Alfonso IV preparaba la campaña contra Granada, se produjeron revueltas en Cerdeña alentadas por los genoveses, que veían como los principales cargos políticos y administrativos en la isla recaían sobre catalanes y Aragoneses, cuyos abusos no supo detener Alfonso IV. La guerra comenzó en 1329, cuando los genoveses apoyaron a la familia Doria, rebelada contra la dominación aragonesa y enfrentada directamente con el conde Facino Donorático, partidario de Aragón. El levantamiento supuso la reducción del dominio aragonés a las ciudades de Cagliari, Sassari e Iglesias. La respuesta aragonesa fue una expedición marítima directamente contra Génova, cuyo puerto llegó a ser bloqueado por una escuadra catalana al mando de Guillermo de Cervelló. Los genoveses contraatacaron iniciando expediciones marítimas contra las costas de Aragón y Cataluña.

Alfonso IV trató de ganar la legitimación del papado a su dominación de Cerdeña y en 1335 envió a su hermano, Ramón Berenguer, conde de Prades, a prestar homenaje al nuevo papa, Benedicto XII, por la posesión de Cerdeña y Córcega. Solicitó además el rey aragonés la condonación del diezmo eclesiástico, debido a los grandes gastos que exigía mantener la posesión de las islas. Durante 1335 el frente genovés fue consiguiendo importantes victorias en Cerdeña y Alfonso IV, ante el mal cariz que tomaba la guerra, se apresuró a solicitar la paz con los genoveses. No se llegó a ningún acuerdo, porque el monarca murió durante las negociaciones.

El problemático matrimonio de Pedro IV con Leonor de Castilla

En febrero de 1329 Alfonso IV contrajo segundas nupcias con doña Leonor de Castilla, hija de Fernando IV y hermana de Alfonso XI, que había sido abandonada por don Jaime, el hermano mayor del rey aragonés, en el mismo altar nupcial. Tras declararse nulo el primer matrimonio de doña Leonor, se produjo el enlace con el rey aragonés, que así reparaba el agravio hecho por su hermano a la dama castellana.

A partir de entonces, la nueva reina acabó imponiendo su voluntad sobre Alfonso IV y la Corona aragonesa. Gracias a la intervención de doña Leonor se firmó la alianza castellano-aragonesa para la conquista de Granada, con las funestas consecuencias que ya se han visto. La principal obsesión de la reina fue asegurar una herencia para sus hijos, y consiguió del monarca concesiones contrarias al compromiso de Daroca de 1328, y que encontraron la oposición de una buena parte de la nobleza del reino. La principal de ellas fue la entrega de Tortosa, con el título de Marqués, a don Fernando, hijo de doña Leonor; a esta ciudad siguieron los lugares de Alicante y el valle del Elda, Orihuela y Guardamar, Albarracín con sus aldeas, Játiva, Murviedro, Alcira, Burriana, Castellón y otras ciudades, lo que suponía poner el reino de Valencia a disposición de doña Leonor y posibilitar una intervención castellana, ya que esos territorios eran "la llave del reino". Entre 1334 y 1336 Jaime I de Urgel estuvo a punto de perder su herencia como consecuencia de las intrigas de su madrastra, que también deseaba ver a su hijo Fernando como titular del condado. Aunque no lo consiguió, sí logró desvincular de las tierras de Urgel las villas y lugares de Alós, Meyá, Camarasa, Fontllonga y otros, que pasaron a formar el marquesado de Camarasa, otorgado a Fernando.

La oposición a la reina vino por parte de la ciudad de Valencia y de los partidarios del príncipe don Pedro. Los reyes, encontrándose en Valencia, recibieron una delegación de notables, encabezada por Guillém de Vinatea, que expresó su voluntad de luchar antes que contemplar el desmembramiento de la Corona aragonesa. El rey, lejos de rectificar, culpó a la reina, que posteriormente persiguió a los partidarios del infante don Pedro (el futuro Pedro IV el Ceremonioso). Éste se vio obligado a refugiarse en las montañas de Jaca.

Muerte

Cuando el rey enfermó a finales de 1335, doña Leonor huyó a Castilla. Alfonso IV murió en el palacio de Barcelona, atendido por sus hermanos Pedro de Ribagorza y el conde de Prades, ante la ausencia de la reina y el heredero. Alfonso IV fue sucedido por su hijo Pedro IV.

Fuentes

  • ENGELS, O. Los reyes Jaime II y Alfonso IV de Aragón y los Concilios Provinciales de Tarragona. Valencia, 1970.
  • GONZÁLEZ ANTÓN, L. "La Corona de Aragón (1231-1336), en Historia de España Menéndez Pidal, vol. XIII (II): la expansión peninsular y mediterránea (ca.1212-ca.1350). Madrid, 1990.
  • SÁNCHEZ MARTÍNEZ, M. La Corona de Aragón y el Reino Nazarí de Granada durante el siglo XIV: las bases materiales y humanas de la cruzada de Alfonso IV. Barcelona, 1970.