Anaconda

Anaconda
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Clasificación Científica
Nombre científicoEunectes murinus
Reino:Animalia
Clase:Reptiles
Orden:Escamosos
Familia:Boidae

Descripción

Las anacondas son serpientes no venenosas del género Eunectes; el cual está integrado por una especie extinta y otras cuatro especies vivientes, todas ellas constrictoras, pertenecientes a la familia de las boas, siendo esta la de mayor tamaño en el mundo. Las hembras pueden superar los 8 metros de largo y alcanzar los 150 Kg. de peso. La mayor anaconda que se ha registrado oficialmente medía 9 metros de largo y pesaba 140 kg. Los machos son notablemente de menor talla, llegando escasamente a los 2 metros y medio. Viven entre diez y quince años. Su nombre más común es Anaconda, aunque suelen recibir muchos nombres locales, como kurijús, sucuríes o güios. Su nombre científico, Eunectes, deriva de la palabra griega Eυνήκτης, que significa "buen nadador". Tiene un color verde oscuro, con marcas ovales de color negro y dorado a los flancos. Su vientre es más claro, y en la parte final de la cola muestra diseños en amarillo y negro. El cuerpo es ancho y musculoso, adaptado para matar a sus presas por constricción. La cabeza de la anaconda es plana y pequeña pero extremadamente musculosa, con los ojos y los orificios nasales situados en posición dorsal. Contrariamente a la boa esmeralda y otras especies arbóreas, la anaconda verde es una serpiente que no posee fosetas labiales; aun así, las terminaciones de algunos de sus nervios faciales son muy sensibles a las variaciones de la temperatura, lo que sin duda le ayuda a localizar animales de sangre caliente. Como todos los ofidios, la anaconda tiene una lengua bífida y protráctil que recoge las partículas olorosas del medio circundante. Cuando la anaconda vuelve a meter la lengua en la boca, introduce sus extremidades en dos cavidades huecas situadas en el paladar (el órgano de Jacobson). La conexión nerviosa de este órgano con el cerebro permite que la anaconda tenga en todo momento una información muy precisa sobre su entorno. Como el esqueleto de otros boidos o serpientes, el de la anaconda verde muestra vestigios de la cintura pélvica y de las patas posteriores. Estas últimas terminan en unos espolones en forma de garra, situados a ambos lados de la abertura cloacal, siendo más largos en los machos que en las hembras. La diferencia no sólo es morfológica sino también conductual, ya que los machos rascan a la hembra con sus espolones para estimularla, en tanto que esta última no los utiliza. Tanto los espolones como los vestigios de cintura pélvica de la anaconda, atestiguan que los ofidios ancestrales poseían miembros posteriores bien desarrollados, lo cual no es de extrañar si se considera que este suborden tenía un ancestro común con los saurios no iguanianos y con las anfisbenas. Mucho mayores que las escamas dorsales e imbricadas como ellas, las escamas ventrales de las anacondas forman grandes placas transversales que permiten adherirse eficazmente a los sustratos no acuáticos. Aunque la anaconda se desplaza sobre todo por ondulación lateral, utiliza también en ocasiones la locomoción rectilinear. Este atípico modo de locomoción consiste en estirar el cuerpo o parte de él en línea recta y mover la piel del vientre con respecto al cuerpo; tras impulsarse hacia delante por contracción muscular al tiempo que ancla sus escamas ventrales contra el suelo, la serpiente empuja dichas escamas hacia delante hasta un nuevo punto de fricción para repetir el proceso una y otra vez. Los ojos de la anaconda son pequeños y tienen la pupila elíptica y vertical típica de los boidos; aunque no proporcionan una visión muy aguda, su posición en lo alto de la cabeza permite mirar por encima del agua como si la anaconda utilizara un periscopio. Como en todos los ofidios, los párpados están soldados entre sí y forman una lente transparente encima del ojo. Los orificios nasales de la anaconda están situados en lo alto del hocico, lo que permite que la anaconda respire con facilidad cuando nada en la superficie; cuando el ofidio se sumerge, los orificios nasales se cierran herméticamente. Los dientes de esta serpiente son muy numerosos y afilados, son largos, cónicos y curvados hacia atrás, lo que facilita la captura y la deglución de las presas; como todos los boidos, la anaconda carece de dientes premaxilares. La mandíbula de la serpiente anaconda se compone de dos mitades independientes que pueden moverse alternativamente sobre la presa, la posibilidad de separarla de la mandíbula superior fija hasta un ángulo de 180° permite capturar y tragar presas mucho más gruesas que el ofidio. La piel de la anaconda es muy pobre en glándulas, pero está bien dotada de terminaciones nerviosas. Este reptil tiene una dermis muy desarrollada, lo cual se refleja en las excelentes cualidades del cuero de anaconda verde (lo que no es precisamente una garantía para su futura supervivencia).

Hábitat

Su hábitat natural son los ríos o charcas, aunque también se le puede encontrar en los arboles; prefiere los estanques de aguas quietas a las corrientes rápidas, por lo que es raro encontrarla a gran altura. Pasa la mayor parte del tiempo sumergida, acechando a su presa; la posición de las narinas le permite sumergir casi todo el cuerpo a modo de cripsis, y su poderosa musculatura la hace una rápida nadadora. La anaconda verde o común (Eunectes murinus) es endémica de Sudamérica; habita las cuencas del río Amazonas y del Orinoco. También se la puede encontrar en países como Brasil, Bolivia, Colombia, Guyana, Perú, Paraguay, Venezuela y la isla Trinidad. La principal amenaza para su conservación es la destrucción de su hábitat, así como la caza por parte de lugareños que la consideran un riesgo para el ganado doméstico y los niños, sin tener en cuenta el papel que juega en el control de las plagas.

Alimentación

La anaconda caza por lo general animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y sofocarlos, ya que atacan extremadamente rápido por lo que en algo más de 10 segundos ya ha sometido a su presa. Si encuentra la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga desde una rama para sorprender a su víctima. Contra la creencia habitual, la constricción no mata por lo general directamente a la víctima, sino que le impide respirar, presionando el tórax para imposibilitar la inhalación, y lo logran por la inmensa fuerza de su cuerpo, se enroscan a su presa y formando anillos con su cuerpo ejerciendo una tremenda presión que termina sofocando a su presa. Así lo muestra un estudio con una anaconda de 5.8 m y 40 kg, que empleando un medidor de presión en su alimento (un pato grande) se comprobó que estas serpientes ejercen una presión de 6.5 kg por centímetro cuadrado, casi 4,000 kg en total, opacando las estimaciones que se daban de unos 900 kg, por lo que es la presión más grande que se tiene conocimiento de la cual puede ejercer una animal. La anaconda no necesita triturar a su presa, puesto que su mandíbula —como en todas las serpientes— se desencaja, permitiéndole tragar el alimento entero y utiliza su fila de dientes interior, las serpientes tienen cuatro filas de dientes, una ordinaria y otra en el paladar, para ir avanzando sobre su alimento e irla introduciendo en su garganta. La digestión de una presa grande puede demorar varias semanas, durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y dormita en una rama lo suficientemente fuerte para soportar su peso o a la vera del agua. Los cazadores furtivos aprovechan estos estadios para capturarlas más fácilmente. La anaconda es una serpiente capaz de consumir presas de gran tamaño; el carpincho es una de sus víctimas predilectas, así como ejemplares jóvenes de tapir, pecarí, ciervo, y aún caimanes en caso de necesidad, e incluso se sabe que han devorado jaguares y cocodrilos. Se alimenta también de huevos, aves, diversos roedores y otros reptiles menores. Hábil nadadora, la anaconda verde puede recorrer velozmente pequeñas distancias bajo el agua o en la superficie, donde es capaz de alcanzar la velocidad nada despreciable de 6 m/s. En tierra, por el contrario, sus movimientos son lentos y pesados, y de ahí su reticencia a abandonar el medio acuático. Pese a ello, los peces forman una parte muy pequeña de la dieta de esta serpiente; sus presas más usuales son aves acuáticas y roedores, incluidos agutís, pacas y el mayor de todos ellos, el capibara, una especie semiacuática que puede alcanzar los 65 kilos de peso. Poco especializada en la elección de su alimento, la anaconda ataca también muchos otros tipos de animales, desde lagartos y tortugas acuáticas hasta pecarís y cérvidos a los que captura cuando van a abrevar. En ocasiones entabla duelos con caimanes de más de 2 m a los que por lo general consigue matar enroscándose en torno de su cuerpo. Tras un festín de estas proporciones, la anaconda suele quedarse en ayuno durante semanas o incluso meses. Entretanto, y hasta que la presa no ha sido digerida por completo, permanece inactiva y resulta vulnerable a la depredación. Si se trata de una anaconda adulta, esta vulnerabilidad sólo es teórica, ya que pocos animales se atreven con ella, pero no sucede lo mismo con los ejemplares muy jóvenes, que pueden ser presa de caimanes, jaguares, ocelotes u otros depredadores. En general, la dieta de las anacondas consiste en cerdos, caimanes, carpinchos, tapires y algunas aves roedores. Si algún humano es lo suficientemente descuidado, también puede transformarse en el almuerzo de estas terroríficas serpientes. Una vez que la anaconda come, puede permanecer varias semanas, e incluso meses, sin volver a cazar, ya que tardan bastante en digerir a sus víctimas

Reproducción

Su reproducción es ovovivípara, las crías que pueden llegar a ser más de cincuenta, miden un metro al nacer. Según muestran los escasos estudios de campo realizados hasta la fecha, cuando una hembra anaconda está disponible sexualmente emite una feromona olfativa que es detectada por los machos de la zona hasta una distancia de 5,5 km. Estas serpientes, atraídos por el irresistible olor de la hembra y utilizando sus lenguas bífidas como antenas sexuales, los machos acuden y se apelotonan en torno a ella formando un grupo de apareamiento. La cohesión de estos extraños grupos puede perdurar hasta cinco semanas y se supone que la fuerza que los mantiene unidos es el poder ineludible de la feromona. Estos grupos de apareamiento son en realidad partidos de lucha a cámara lenta en los que los machos intentan introducirse por la fuerza, retorciéndose sin tregua, para poder aparearse con la única hembra. La existencia de estas grupos plantea numerosas cuestiones, como por ejemplo si la hembra es fecundada por un solo macho o por varios; si el que mejor la estimula es el ejemplar de mayor tamaño o el primero en llegar junto a ella; o qué hacen exactamente las serpientes en estas pelotas durante tanto tiempo. Antes de un apareamiento que puede durar varias horas, el macho de la anaconda consigue introducirse rasca a la hembra con sus dos espolones para predisponerla sexualmente. Finalizada la cópula, el macho deposita una protección en la cloaca de la hembra. Una vez fecundada, la hembra, que ha procurado llegar al apareamiento con la panza llena, no ingerirá alimento alguno durante los siete meses de gestación.Estas serpientes son vivíparas como los demás boidos, las hembras de anaconda verde pueden parir hasta más de 70 crías aunque por lo general este número oscila en torno a las 40, lo que equivale a la tercera parte de su peso corporal; si la progenie es más numerosa, el peso de la anaconda después del parto puede reducirse hasta casi la mitad. Contrariamente a los ovíparos pitones y al igual que los demás boidos, las anacondas no cuidan a sus crías y éstas, que miden entre 60 y 80 cm de longitud y poco más de 3 cm de diámetro al nacer, tienen que defenderse por sí mismas. Presa fácil de depredadores tales como ocelotes, caimanes y otros animales de menor porte, las jóvenes anacondas sufren una gran mortalidad durante su primer año de vida. Pero la vida adulta de la anaconda también tiene sus peligros. Aunque las anacondas verdes son los depredadores más formidables en las escasas 20 hectáreas que constituyen su área de deambulación, capturar e ingerir un caimán de más de 2 m o un capibara de afiladas uñas no siempre es un asunto fácil. Muchas anacondas adultas muestran cicatrices causadas por estas breves aunque feroces luchas y hasta con que alguna de estas herida se infecte, o que la lesión infligida sea grave, para que la reina de las aguas quede expuesta al acoso de los otros depredadores de su entorno.

Fuentes