Angustia neurótica

angustia realista
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manifiesta disnea, sensación de opresión en la garganta, sudoración
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Angustia neurótica y angustia realista: La angustia es un afecto que puede definirse a partir de dos características principales, primera, siempre es displacentero: a nadie le gusta estar angustiado; y segundo, siempre tiene manifestaciones corporales: taquicardia, disnea, sensación de opresión en la garganta, sudoración, y otras. En el marco de la teoría psicoanalítica, se distinguen cuatro tipos de angustia: realista, neurótica, automática y señal de angustia (o angustia señal).

La angustia realista

La angustia realista es una reacción frente a un peligro externo y conocido, y que además resulta proporcionada o adecuada a la peligrosidad de la situación. Cuando uno se angustia frente a una inofensiva hormiga está reaccionando frente a un peligro externo y conocido, pero no es angustia realista porque la reacción de angustia no guarda una proporción con el peligro, cosa que sí sucede cuando nos angustiamos frente a un tigre suelto. La denominación angustia “realista” apunta precisamente a mostrar que se trata de una reacción emocional frente a un peligro real, no imaginario.

Ahora bien, frente a un peligro real surge en primer lugar la angustia, y en segundo lugar una reacción motriz destinada a neutralizar el peligro como fuente de angustia. Esta reacción motriz puede llevarse a cabo de cuatro maneras diferentes el ataque, la huída, la defensa y la parálisis. Si tuviéramos que simplificar estas cuatro situaciones, diríamos que el ataque es ir para adelante al encuentro del tigre (algunos lo han descrito como una huída hacia adelante), la huída es ir para atrás y subirnos a un árbol, y la defensa es quedarse quieto, esperar a que el tigre venga y esquivar sus garras.

La parálisis implica también quedarse quieto, pero no hacer absolutamente nada. Desde ya, la diferencia entre el ataque y la defensa no es a veces tan nítida, sobre todo si consideramos ciertas conductas que son al mismo tiempo de ataque y defensa.

De más estar decir que las tres primeras reacciones son eficaces y adaptativas porque preservan la vida del individuo, mientras que la cuarta es claramente ineficaz. Desde ya, no es suficiente con que cualquiera de las tres primeras sea eficaz, porque también debe ser eficiente, es decir: atacar bien, huir bien, o defenderse bien. Eficacia significa fines adecuados, y eficiencia medios adecuados para alcanzar un fin.

La angustia neurótica

El modelo descrito de la angustia realista es biológico, o sea, aplicable a cualquier ser viviente. Sobre la base de este modelo, Freíd elaboró otro en relación a lo que él llamó angustia neurótica, y lo aplicó específicamente a los seres humanos.

Desde ya, el límite entre ambos tipos de angustia no es tan nítido, ya que por ejemplo también encontramos angustia con algunas características neuróticas en animales que no son hombres, como el caso del perro de Pavlov sometido a una neurosis experimental. Este punto no lo consideraremos en la presente nota, por lo que a continuación nos limitaremos a intentar describir el paralelismo que estableció Freud entre la angustia realista y la neurótica.

A diferencia de la angustia realista, que irrumpe frente a un peligro externo y conocido, la angustia neurótica aparece frente a un peligro interno y desconocido: el peligro interno es la inminencia de la irrupción pulsional, y es desconocido en tanto el sujeto no es conciente de que son las pulsiones -especialmente sexuales- las que motivan su angustia. Siente angustia y no sabe por qué, ya que no puede encontrar ninguna razón 'lógica' o proporcionada a su estado.

Ahora bien se podría suponer que el sujeto, frente a esta angustia neurótica, tiene los mismos cuatro caminos alternativos que habíamos descrito para la angustia realista: ataque, huída, defensa y parálisis.

Freud, sin embargo, habrá de considerar solamente los dos últimos caminos, pero antes de describirlos, enunciemos como hipótesis las razones por las cuales no se podría enfrentar el peligro pulsional mediante el ataque o la huída.

Para que las pulsiones puedan ser “atacadas” es preciso conocerlas, y hemos ya dicho que el peligro pulsional no es identificado o reconocido como tal por la conciencia, para la que se trata de un peligro desconocido. Es como estar en una selva y atacar algo que no se sabe qué es ni dónde está.

Así como no podemos atacarlas, tampoco podemos “huir” de las pulsiones, desde el momento que se trata de peligros internos: por más que huyamos, nuestras pulsiones siempre viajarán con nosotros. Es como intentar huir corriendo de una bacteria que nos está enfermando de tuberculosis.

Quedan entonces, pues, dos caminos posibles: la parálisis y la defensa, vale decir, quedarse bloqueado ante el excesivo aflujo de excitaciones de origen pulsional, o defenderse de esas excitaciones cuando ellas aparecen.

Cuando Freud desarrolla su segunda teoría de la angustia, se refiere también a la angustia automática y a la señal de angustia. La angustia automática es aquella que aparece provocando una parálisis o bloqueo: el psiquismo no atina a hacer nada ante el masivo y repentino aflujo de excitaciones, y el hecho de no poder en ese momento defenderse de ellas parece obedecer no tanto a la magnitud del peligro, como al estado de desamparo psíquico del lactante, ya que el creador del psicoanálisis refiere esta situación de angustia automática al trauma de nacimiento. La situación es equivalente al bloqueo motor de la persona que enfrenta al tigre en la angustia realista, y, en general, en toda aquella situación descripta habitualmente como “ataque de pánico.”

El término angustia automática, conviene aclararlo, es igualmente aplicable a la angustia realista como a la neurótica, ya que dicho término "no prejuzga el origen interno o externo de las excitaciones traumatizantes".

Pero, conforme el lactante va creciendo, va desarrollándose su aparato psíquico y su yo empieza a adquirir cierta “destreza” para instrumentar defensas. Tal es así que, cuando una nueva irrupción de excitaciones aparece amenazando producir una angustia automática, el yo instrumenta inmediatamente medidas defensivas para evitar que la angustia se incremente a niveles peligrosos, traumáticos, es decir, para evitar lo que Freud denominaba el “desarrollo de angustia”.

Esto significa que la angustia no sigue aumentando su intensidad hasta desembocar en una angustia automática, sino que las defensas detienen este incremento hasta un cierto punto: ese “pequeño” monto de angustia que la defensa evita incrementar se denomina señal de angustia, precisamente porque ese monto mínimo es una señal que advierte al yo de un peligro inminente, necesario y suficiente para que pueda desarrollar defensas. En el caso de la angustia neurótica - donde el peligro es de origen pulsional - la defensa básica instrumentada por el yo es la represión.

En el caso de la angustia realista también podremos encontrar una señal de angustia, y por los mismos motivos: es el caso del cazador que, frente al tigre, no siente una angustia masiva que le impide disparar, sino apenas uno “poquito” de angustia que opera como señal para que dispare. Este “poquito” de angustia es entonces no solamente mejor que una angustia masiva, sino también mejor que una ausencia de angustia: si el cazador no tuviera miedo, el tigre se lo comería.

Podemos comparar al yo diestro en instrumentar defensas con el cazador, también experimentado en estos libes, y al lactante de Freud con un novato que jamás estuvo frente a un animal salvaje.

En síntesis se puede aceptar que tanto en la angustia realista como en la neurótica, es posible encontrar una situación de angustia automática que no se puede controlar, y una angustia señal que permite el control de la situación. Y así como en la angustia realista la situación óptima es aquella donde las defensas son eficaces pero también eficientes, así también ocurre en la angustia neurótica: las defensas son siempre eficaces porque apuntan a evitar el desarrollo de angustia, pero no siempre son eficientes: una defensa fallida llevará a la neurosis, y una defensa exitosa a la salud.

Algunas definiciones útiles

ANGUSTIA AUTOMATICA: Reacción del individuo cada vez que se encuentra en una situación traumática, es decir, sometido a una afluencia de excitaciones, de origen externo o interno, que es incapaz de controlar. La angustia automática se opone, en la opinión de Freíd, a la señal de angustia.

ANGUSTIA ANTE UN PELIGRO REAL: Término (Realangst) utilizado por Freud en el marco de su segunda teoría de la angustia: angustia ante un peligro exterior que constituye para el individuo una amenaza real.

SEÑAL DE ANGUSTIA: Término introducido por Freud en la reestructuración de su teoría de la angustia para designar un dispositivo puesto en acción por el yo, ante una situación de peligro, con vistas a evitar el ser desbordado por el aflujo de excitaciones. La señal de angustia reproduce en forma atenuada la reaccion de angustia vivida primitivamente en una situación traumática, lo que permite poner en marcha operaciones defensivas.

Fuente

  • Pablo Cazau. Lic en Psicología y Prof de Enseñanza Media y Superior en Psicología. Ver Cazau Pablo, "La fisiología cerebral pavloviana", El Observador Laplanche J y Pontalis J., "Diccionario de Psicoanálisis", Barcelona, Editorial Labor, Laplanche J y Pontalis J., Op.