Esteban Murillo

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Bartolomé Murillo
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Pintor de historia, de géneros y retratista.
NombreBartolomé Esteban Murillo Pérez
Nacimiento1617
(bautizado el 1 de enero de 1618).
ciudad de Sevilla,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento3 de abril de 1682
ciudad de Sevilla,
Reino de España Bandera de España
ResidenciaSevilla
Nacionalidadespañola
EducaciónEscuela española
OcupaciónPintor
Conocido porMurillo
TítuloPresidente y fundador de la Academia de Sevilla.
PadresGaspar Esteban Murillo
María Pérez
Obras destacadasDecoración de la "Iglesia del Hospital de La Caridad", La Virgen del Rosario, San Isidro y el San Leandro, San Antonio de Papua, Inmaculada Concepción.

Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617 - Sevilla, 3 de abril de 1682) fue un pintor y retratista español que dio grandes méritos a la pintura española.

Síntesis biográfica

Bautizado el 1 de enero de 1618, en Sevilla, España. Fue hijo de Gaspar Esteban Murillo, mecánico de oficio, y de María Pérez. De pequeño fue alumno de un tío materno. Pasó parte de su aprendizaje en la casa de Juan Castillo, pintor italianizado, quien le enseño correctamente su método.

Pintaba sus cuadros de género con intenso realismo y con la expresión plena de promesas. Fue un sevillano conocedor de lo que pintaba, aun sin haber ido a Madrid.

El arte de Murillo prende rápidamente por un aspecto muy particular: el encanto de su pintura religiosa, sentimiento que responde al de la época del siglo XVIII. Dicho arte no pasa de moda, pues la religiosidad que anima sus pinturas es sentimental y, por lo tanto, muy vulnerable dentro de lo clásico, lo natural en él da la esencia verdadera. Las obras de Murillo tienen fuerza del instante místico porque les da una significación que las hace eternas.

Formación y primeros años

Apenas se tienen noticias documentales de los primeros años de vida de Murillo y de su formación como pintor. Consta que en 1633, cuando contaba quince años, solicitó licencia para pasar a América con algunos familiares. Según la costumbre de la época, por esos años o algo antes debió de iniciar su formación artística. Aun cuando no existe constancia documental, es muy posible, como afirmó Antonio Palomino, que se formase en el taller de Juan del Castillo, pariente de su madre y pintor discreto caracterizado por la sequedad del dibujo y la amable expresividad de que dotaba a los rostros de sus pinturas. La influencia de Castillo se advierte con claridad en las primeras obras del pintor, como La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo (Sevilla, Palacio Arzobispal y antigua colección del conde de Toreno) y La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino (Cambridge, Fitzwilliam Museum), de dibujo seco y alegre colorido, que probablemente sean las más tempranas de las obras conservadas del pintor, cuyas fechas de ejecución podrían corresponder a 1638-1640.

Según Palomino, al dejar el taller de Juan del Castillo lo bastante capacitado para «mantenerse pintando de feria (lo cual entonces prevalecía mucho), hizo una partida de pinturas para cargazón de Indias; y habiendo por este medio adquirido un pedazo de caudal, pasó a Madrid, donde con la protección de Velázquez, su paisano (...), vio repetidas veces las eminentes pinturas de Palacio». Aunque no es improbable que, como otros pintores sevillanos, pintase en sus comienzos cuadros de devoción para el lucrativo comercio americano, nada indica que viajase a Madrid en estas fechas como tampoco es probable que realizase el viaje a Italia que le atribuyó Sandrart y que ya fue desmentido por Palomino, tras investigar esta cuestión, según decía, con «exacta diligencia». Tal suposición infundada, según pensaba el cordobés, nacía de «que los extranjeros no quieren conceder en esta arte el laurel de la Fama a ningún español, si no ha pasado por las aduanas de Italia: sin advertir, que Italia se ha transferido a España en las estatuas, pinturas eminentes, estampas, y libros; y que el estudio del natural (con estos antecedentes) en todas partes abunda».

El propio Palomino, que había llegado a conocerlo aunque no lo tratase, decía haber oído a otros pintores que en sus primeros años «se había estado encerrado todo aquel tiempo en su casa estudiando por el natural, y que de esta suerte había adquirido la habilidad» con la que, al exponer sus primeras obras públicas, pintadas para el convento de los franciscanos, se ganó el respeto y la admiración de sus paisanos, quienes hasta ese momento nada sabían de su existencia y progresos en el arte. En cualquier caso, el estilo que se manifiesta en sus primeras obras importantes, como son las citadas pinturas del claustro chico del convento de San Francisco, pudo aprenderlo sin salir de Sevilla en artistas de la generación anterior como Zurbarán y Francisco de Herrera el Viejo.

Obra artística

Su primera obra conocida fue "La Virgen del Rosario", fechada en 1645. Al año siguiente, en Sevilla, realizó once pinturas para el Convento de los Franciscanos. Diez de esas obras fueron para el Mariscal Soult y pasadas a Francia. La oncena fue vendida a un amateur.

En 1647 Murillo pintó para otro convento franciscano y para el Convento de la Merced Calzada.

En 1655 pintó para el Archiduque de Carmona, el "San Isidro" y el "San Leandro". Al año siguiente ejecuta un "San Antonio de Papua" para la catedral, además de cuatro importantes pinturas para su amigo, Don Justino Neve y Yeneves. En dos de ellas se representa la leyenda de Notre-Dame de Nieges.

Durante 1668, Murillo trabaja en la catedral y ejecuta una Inmaculada Concepción y seis figuras de santos.

En 1669 funda la Academia de Sevilla y fue nominado presidente al mismo tiempo que Valdés Leal. Abandona este cargo en 1671 y realiza la decoración de la Capilla de Toussaint para la canonización de Ferdinando III. En ese año comienza una de sus obras más famosas: la decoración de la Iglesia del Hospital de La Caridad, donde hace importantes composiciones. El artista se consagra en 4 años prácticamente.

De 1674 a 1680 Murillo trabaja nuevamente para el Convento de los Franciscanos de nuevo. Pinta horas y horas en los muros en mas de veinte composiciones, diecisiete de ellas conservadas en el Museo de Sevillsa.

Viajó a Cádiz para pintar "El matrimonio de Santa Caterina", cuadro que quedó inconcluso. Murillo manejó sensiblemente los colores, figuras vaporosas, llenas de un romanticismo melancólico.

Varias de sus obras se conservan en diferentes museos del mundo. En Cuba, se pueden encontrar algunas de sus obras en iglesias, catedrales y colecciones privadas.

Años de plenitud

En 1658 pasó algunos meses en Madrid. Se desconocen los motivos de este viaje y lo que hiciera durante su estancia en aquella ciudad, pero cabe suponer que, estimulado por Herrera, quisiese conocer las últimas novedades que en materia de pintura se practicaban en la corte. De regreso a Sevilla se ocupó en la fundación de una academia de dibujo, cuya primera sesión tuvo lugar el 2 de enerode 1660 en la casa lonja. Su objetivo era permitir tanto a los maestros de pintura y escultura como a los jóvenes aprendices perfeccionarse en el dibujo anatómico del desnudo practicándolo con modelo vivo, sufragado por los maestros, que aportaban también el gasto en leña y velas pues las sesiones tenían lugar por la noche. Murillo fue su primer copresidente, junto con Herrera, el Mozo, que marchó ese mismo año a Madrid para asentarse definitivamente en la corte.

En noviembre de 1663 aún participó en la sesión que acordó la redacción de las constituciones de la academia, pero para entonces había dejado su presidencia, pues al frente de ella aparece en la documentación Sebastián de Llanos y Valdés. Según Palomino, que pondera siempre el carácter apacible de Murillo y su modestia, la habría abandonado, estableciendo academia particular en su propia casa, para no vérselas con el carácter altivo de Juan de Valdés Leal, elegido presidente a continuación, quien «en todo quería ser solo».

Últimos trabajos y muerte

Tras la serie del Hospital de la Caridad, espléndidamente pagada, Murillo no recibió nuevos encargos de esa envergadura. Un nuevo ciclo de malas cosechas llevó a la hambruna de 1678 y dos años después un terremoto causó serios daños. Los recursos de la iglesia se dedicaron a la caridad, aplazando el embellecimiento de los templos. Con todo a Murillo no le faltó el trabajo gracias a la protección dispensada por sus viejos amigos, como el canónigo Justino de Neve y los comerciantes extranjeros establecidos en Sevilla, que le encargaron tanto obras de devoción para sus oratorios privados como escenas de género. Nicolás de Omazur, llegado a Sevilla hacia 1669, llegó a reunir hasta 31 obras de Murillo, alguna tan significativa como Las bodas de Caná de Birmingham, Barber Institute. Otro de esos comerciantes aficionado al pintor fue el genovés Giovanni Bielato, establecido en Cádiz hacia 1662. Bielato falleció en 1681 dejando al convento de capuchinos de su ciudad natal los siete cuadros de Murillo de diferentes épocas que poseía, dispersos en la actualidad en diversos museos. Entre ellos figuraba una nueva versión en formato apaisado del tema de Santo Tomás de Villanueva dando limosna (Londres, The Wallace Collection, hacia 1670), con un nuevo y admirable repertorio de mendigos. Además legó a los capuchinos de Cádiz cierta cantidad de dinero que emplearon en el retablo de su iglesia, encargado a Murillo.

La leyenda de su muerte, tal como la refiere Antonio Palomino, se relaciona con este encargo, pues se habría debido a una caída del andamio cuando pintaba en el propio convento gaditano el cuadro grande de los Desposorios de Santa Catalina, lo que le produjo una hernia que «por su mucha honestidad» no se dejó reconocer, muriendo a causa de ella poco después.

Lo cierto es que el pintor comenzó a trabajar en esta obra sin salir de Sevilla a finales de 1681 o comienzos de 1682, sobreviniéndole la muerte el 3 de abrilde este año. Solo unos días antes, el 28 de marzo, había participado aún en uno de los repartos de pan organizados por la Hermandad de la Caridad, y su testamento, en el que nombraba albaceas a Justino de Neve y Pedro Núñez de Villavicencio, se fecha en Sevilla el mismo día de su muerte. En él declaraba que dejaba sin acabar, entre otras obras, cuatro lienzos pequeños que le había encargado Nicolás de Omazur y el gran lienzo de los Desposorios místicos de santa Catalina para el altar mayor de los capuchinos de Cádiz, del que pudo completar sólo el dibujo sobre el lienzo e iniciar la aplicación del color en las tres figuras principales, siendo completado por su discípulo Francisco Meneses Osorio, a quien corresponden íntegros los restantes lienzos del retablo conservados todos ellos en el Museo de Cádiz.

Familia

El artista dejó tres hijos, de los cuales el segundo, Gaspar Esteban, pintó con el gusto del padre.

Otras Obras

Recepción y valoración crítica

Cuadros de Murillo se documentan desde fechas tempranas en colecciones flamencas y alemanas, principalmente escenas de género como Niños comiendo melón y uvas, en Amberes posiblemente desde 1658, y Niños jugando a los dados, documentado en 1698 en la misma ciudad donde ambos cuadros fueron adquiridos para Maximiliano II. También antes de terminar el siglo llegaron algunas de sus obras a Italia, en este caso de carácter religioso, donadas por el comerciante Giovanni Bielato, y a Inglaterra, llevadas por un tal lord Godolphin que en 1693 habría comprado por un elevado precio el cuadro titulado Niños de Morella, probablemente el que actualmente se conoce como Tres muchachos, subastado con la colección del ministro plenipotenciario inglés en Roma. Pero el impulso decisivo para la mayor extensión de su fama vino dado por la primera biografía dedicada al pintor, incluida en la edición latina de 1683 de la Academia nobilissimae artis pictoriae del pintor y tratadista Joachim von Sandrart, quien solo mencionaba a Velázquez, cuyos retratos habían asombrado a los romanos, y dedicaba una biografía a José de Ribera, pero incluyéndolo entre los italianos, siendo por tanto Murillo el único de los españoles con biografía propia, ilustrada además con su autorretrato. En realidad, excepto el dato del nacimiento en Sevilla y el año de su muerte, nada en la biografía de Sandrart era cierto, pero demostraba la elevada estima en que lo tenía al situarlo al nivel de los pintores italianos, como «nuevo Pablo Veronés», e imaginar su entierro acompañado de solemnísimas exequias, llevando el féretro «dos marqueses y cuatro caballeros de diversas órdenes, con acompañamiento de gentío innumerable».

Galería

Fuentes