Batalla de Zama

Batalla de Zama
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Parte de Segunda Guerra Púnica
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La Batalla de Zama Tuvo lugar en la ciudad de Naragama entre la frontera de Túnez y Argelia
Fecha 19 de octubre de 202 a.n.e.
Lugar Zama, cerca de Cartago actual Bandera de Túnez Túnez
Resultado Decisiva victoria romana
Beligerantes
República Romana
Reino de Numidia
República cartaginesa
Masesilos
Comandantes
Publio Cornelio Escipión el Africano
Masinisa, rey númida
Aníbal Barca
Tiqueo
Fuerzas en combate
34.000 infantes
6.000 jinetes
45.000 infantes
6.000 jinetes
80 elefantes de guerra
Bajas
Romanos:
1.500-2.500 muertos
4.000 heridos
Númidas:
2.500 muertos
20.000-25.000 muertos
11.000 heridos
8.500-20.000 prisioneros

Batalla de Zama. Representó el desenlace de la Segunda Guerra Púnica. En ella se enfrentaron el general cartaginés Aníbal Barca y el joven Publio Cornelio Escipión, "el Africano Mayor", en las llanuras de Zama el 19 de octubre del año 202 a.n.e. coincidiendo con un eclipse de sol.

Antecedentes

En el contexto que se vivía por ese entonces, año 210 a.n.e., el temido Anibal Barca se encontraba haciendo estragos dentro de territorio romano y en ese momento se encontraba en el sur de Italia. Por este motivo un joven militar llamado Publio Cornelio Escipión fue escogido comandante de las tropas romanas en Hispania. La elección fue sorprendente, dada su juventud e inexperiencia en tema de relaciones públicas - no tan extraña, sin embargo, dado que las ideas de Escipión sobre cómo conducir la guerra contra Cartago reflejaban el clamor del pueblo que pedía acción.

Unos años después, el hijo de un cónsul de la Primera Guerra Púnica había demostrado ser un estratega excepcional, tras una victoria sobre Asdrúbal en Baecula y otra victoria, tácticamente perfecta, en la Batalla de Ilipa. El año 205 a.n.e. fue nombrado cónsul mientras se oponía directamente a Fabius y su estrategia pasiva. Escipión propuso sacar a Aníbal de Italia de la de la única forma posible: llevando la guerra directamente a Cartago.

A estos efectos, y a pesar de la oposición de algunos senadores, se le fue asignado el mando de Sicilia y sus dos legiones, principalmente remanentes y veteranos del fiasco de Cannas. Tras reforzar su ejército consular con nuevos reclutas, zarpó hacia el Norte de África donde derrotó a los cartagineses por tierra y mar, en una serie de rápidas maniobras. Esto obligó a los púnicos a negociar por la paz.

Mientras tanto, el ejército de Magón -destinado a reforzar las tropas de Aníbal - había sido destruido en Liguria, inutilizando así la "estrategia italiana" del general. Aníbal regresó ante las demandas de la capital, y los encorajinados cartagineses cancelaron el tratado de paz, con una serie de acciones que los romanos (como de costumbre) atribuyeron a la naturaleza "traicionera" de los púnicos.


Sin embargo, el ejército de Aníbal no se encontraba en su mejor momento. El apoyo político-militar romano en el conflicto por el trono númida había facilitado a Escipión los servicios de Masinissa, nuevo rey de Numidia (y con él la flor y la nata de la caballería ligera númida).

Conocedor de estos hechos, Aníbal confió en poder presentar batalla a Escipión antes de que pudiera reunirse con su aliado. Para reforzar su diezmada caballería, que incluía aproximadamente 2.000 jinetes númidas liderados por un rival de Masinissa, Aníbal entrenó rápidamente un cuerpo de 80 elefantes de guerra.

Con ambos generales listos para presentar batalla, sólo faltaba encontrar un lugar: el campo de batalla de Zama, cerca del pueblo de Naraggara.

Desarrollo de la Batalla

Primera Fase

Aníbal, sabedor de su inferioridad en tropas montadas, confió la responsabilidad de la victoria en su infantería. A ese fin, esperaba que ocurrieran una de dos cosas: o bien que sus elefantes dispersaran a la caballería romana, o que ésta persiguiera a los diezmados jinetes cartagineses fuera del campo de batalla, permitiendo que la infantería de Aníbal se enfrentara a las legiones cuerpo a cuerpo.

Anibal formó a sus 37.000 infantes en tres líneas, 5.000 jinetes a los flancos y alrededor de 80 elefantes en el frente. Este número de elefantes es mucho mayor que el que normalmente utilizaba Aníbal. Escipión formó 30.000 infantes más dos caballerías: la romana y la númida.

Los cartagineses, formaron 3 unidades colocando a los 80 elefantes al frente; la primera unidad estaba formada por la cifra de 12.000 infantes entre ligures, galos y baleares; la segunda, por libios y cartagineses, de los cuales, entre éstos últimos, había muchos ciudadanos que iban a luchar para defender su tierra; y la tercera unidad estaba formada por la infantería veterana de Aníbal, directamente bajo sus órdenes.

Los romanos adoptaron la disposición clásica de batalla de la legión: con los jabalineros hastati en primera línea, los lanceros principes o princeps en segunda, y los veteranos triarii armados con un pesado pílum detrás. Las unidades se encontraban separadas por pequeños pasillos que les permitían maniobrar.

Con ambos ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de batalla. Cundió el nerviosismo entre algunos de los elefantes los que habían sido capturados recientemente haciendo que los mismos retrocedieran en estampida contra la propia caballería númida de Aníbal, creando un gran desorden.

Escipión tomó, dos medidas geniales para contrarestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y tomó así mismo la compañía de músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida.

Masinissa, que a pesar de todo había conseguido reunirse con Escipión, ordenó cargar a su caballería. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla.

Escipión tomó, dos medidas geniales para contrarestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y tomó así mismo la compañía de músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida.

Masinissa, que a pesar de todo había conseguido reunirse con Escipión, ordenó cargar a su caballería. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla.

Segunda Fase

Los supervivientes del ejército de Magón se lanzaron contra los hastati, acabando con gran número de ellos. Aníbal ordenó avanzar a la segunda unidad para apoyar el ataque; sin embargo, los legionarios romanos comenzaron el contraataque antes de que llegara el apoyo. Provistos de sus escudos corporales, consiguieron rechazarles. Esta falta de cooperación sembró la semilla del caos en las filas púnicas, que se vieron obligadas a retroceder. Mientras, los legionarios de Escipión acosaban a sus enemigos en retirada hasta que recibieron la orden de repliegue.

Una vez establecidos los cartagineses en posiciones más retrasadas, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Aníbal, deduciendo que sería necesaria una defensa firme, dispuso a su infantería veterana al frente, formando una fila perfecta de lanzas. Los oficiales púnicos dieron órdenes a las tropas en retirada de bordear a la tercera unidad.

El campo se hallaba cubierto de sangre y cadáveres, de modo que los veteranos hubieron de mantenerse a la defensiva. La caballería númida La batalla comenzaba a inclinarse del lado de Aníbal cuando Laelio regresó con la caballería romana y los númidas de Masinissa, cayendo sobre los cartagineses desde la retaguardia. El ejército de Aníbal se colapsó, y el propio general hubo de huir tras haberle sido perdonada la vida por Escipión.

Las bajas cartaginesas se elevaban a alrededor de 20.000 hombres, y las romanas a 2.000 legionarios y 3.000 jinetes.

Esta derrota marcaba el final de la Segunda Guerra Púnica. Las condiciones impuestas a Cartago fueron humillantes, mientras que Aníbal, que había ganado todas las batallas en Italia y en los Alpes, pero había sido derrotado en su propio terreno, huyó de la ciudad con el beneplácito del gobierno cartaginés, que fue presionado por Roma para entregar al general.

Consecuencias

Tras la victoria romana se llegó al fin de la Segunda Guerra Púnica. Las condiciones de rendición no fueron tan benevolentes como las del tratado que dio fin a la Primera Guerra Púnica. De hecho, fueron tan fuertes que Cartago no pudo disputar la supremacía en el Mediterráneo a Roma nunca más.

Véase también

Fuentes