Candelaria Acosta Fontaigne

Candelaria
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NombreCandelaria Acosta Fontaigne
Nacimiento2 de febrero de 1851
Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento23 de mayo de 1932
Bandera de Cuba Cuba
Nacionalidadcubana
Otros nombresCambula
Ciudadaníacubana
Candelaria Acosta Fontaigne. Conocida como Cambula. Independentista cubana nacida en Manzanillo, en la zona oriental de Cuba. Fue llamada por Céspedes para que bordara la enseña ideada por él con los colores azul, rojo y blanco: la primera bandera de la República en Armas.

Síntesis biográfica

Infancia y juventud

Nace en Veguita, Manzanillo el 2 de febrero de 1851. En una de las casas del batey de La Demajagua muy cerca de la mansión de Céspedes, vivía entonces el mayoral de la finca, Juan Acosta, casado con Concepción Fontaine y Segrera. Con ellos vivía su hija Cambula. Tenía, pues, sólo diecisiete años en 1867 cuando muere María del Carmen de Céspedes y del Castillo, esposa de Céspedes. Ya desde entonces, después de muerta la esposa de Carlos Manuel, sostuvo relaciones íntimas con éste.

Familia

La joven fue llamada por Céspedes para que bordara la enseña ideada por él con los colores azul, rojo y blanco. “De tres paños, de más de una vara o un metro cuadrado, confeccionó la bandera, con la estrella pegada con alfileres, y la tela emergida de un tramo de vestido, del ‘cielo’ del mosquitero de su padre y de un trozo que próvidamente tenía guardado”.
En la mañana del 10 de octubre se la entregó al abanderado Emiliano Tamayo, apuntalando su estirpe patriótica con la sentencia: “Primero mueran antes que verla deshonrada”.
De la unión de Carlos Manuel de Céspedes(Padre de la Patria) y Cambula nació en la manigua una niña: Carmita. Los peligros del monte y la guerra hicieron que Céspedes dispusiera que madre e hija viajaran a Jamaica. Cambula hizo el viaje embarazada, y en Kingston tuvo a su hijo Manuel, en 1872.
En la capital jamaicana fue ayudada por exiliados cubanos.Céspedes le escribió con frecuencia, pero no regresó hasta 1881 con sus dos hijos, después de culminada la Guerra de los Diez Años, estableciéndose humildemente en Marimón, Santiago de Cuba. Carmita tenía doce años y Manuel nueve, ambos dominaban perfectamente el inglés.
En 1885 Cambula se unió al catalán Antonio Acosta y de estos amores tuvo dos hijos: Ernesto Amado e Isabel Acosta.

Muerte

El 20 de enero de 1935, el Ministro de Estado notificó a Cambula que se le había otorgado la Orden "Carlos Manuel de Céspedes", con el grado de Oficial. Pero Cambula se encontraba enferma en aquellos días y tuvo que ser condecorada en su lecho, en la calle Lacret No. 43, esquina a Habana.

En los meses siguientes, Cambula fue operada de la vista en dos ocasiones por el oftalmólogo Dr. José Ruíz Velasco. Pero Cambula pronto volvió a enfermar, y el 23 de mayo de 1935, en los momentos en que se le aplicaba un suero, falleció en los brazos de su nieto Pepe. Tenía 84 años. Cambula fue enterrada en un panteón familiar, muy cerca de la tumba del inmortal Carlos Manuel de Céspedes, padre de sus hijos Carmita y Manuel.Despidió el duelo en el Cementerio el Dr. Pedro Roig Fernández Rubio, abogado y profesor del Instituto Provincial.

Logros, contribuciones, aportes

Guerra independentista

Había comenzado la Guerra de los Diez Años. Dos o tres días después, Candelaria Acosta y sus padres se trasladaron a Manzanillo. El 17 de octubre los españoles atacaron La Demajagua. Una embarcación española cañoneó la propie­dad de Céspedes, y el fuego se encargó de arrasar con todo lo que quedaba.
Pero Cambula no permaneció mucho tiempo en Manzanillo. El hecho de haber confeccionado la bandera que sirvió para el alzamiento le trajo la animadversión de las autoridades, y tuvo que tomar él camino de la manigua. Por algún tiempo pernoctó en Blanquizal, donde era visitada por Carlos Manuel
No obstante estos graves presagios de Carlos Manuel, Cambula y su hija Carmita partieron hacia Jamaica en el mes de septiembre de 1871. Cambula iba encinta y se estableció en Kingston, donde nació su hijo Manuel en 1872. Carlos Manuel de Céspedes escribió constantemente a Cambula, quien recibió con bastante regularidad su corres­pondencia y durante toda su vida guardó con veneración esas cartas.

En Kingston, Cambula recibió la eficaz ayuda de los emi­grados, pues todos se esforzaron en amparar a los hijos del Padre de la Patria Se distinguió notablemente el doc­tor Mayner, que fue asiduo protector de estos desdichados vástagos del hombre de La Demajagua. También ayudó mucho a esta inolvidable mujer el poeta José Joaquín Palma, que fue secretario y ayudante de Céspedes y que llegó a Jamaica en 1873 con una misión muy importante del presidente de la República y allí se encontraba todavía cuando lo sorprendió su caída en San Lorenzo. Palma siempre tuvo en cuenta a estos dos muchachos y a la enérgica Cambula, y como todos los años visitaba la isla, su mano generosa nunca dejó de llegar hasta este hogar abatido por el infortunio.

En la mañana del 10 de octubre entregó la bandera a Emiliano Tamayo, apuntalando su estirpe patriótica con la sentencia:
"Primero mueran antes que verla deshonrada".

Debido a los peligros de la guerra, debió marchar a Jamaica. En la capital jamaicana fue ayudada por exiliados cubanos y regresó a Cuba en 1881.

República neocolonial

El 20 de mayo de 1902 al cesar el gobierno interventor, la viuda y el hijo de Céspedes entregaron la bandera de La Demajagua a la Cámara de Representantes, el 4 de julio de ese mismo año. Los señores Cisneros, Izaguirre, Lacret, Figueredo y Sanguily examinaron cuidadosamente la bandera y dieron fe de que era la misma que Carlos Manuel de Céspedes había desplegado en La Demajagua el 10 de octubre de 1868. Pasando ésta a ocupar el lugar de honor en el Salón de Sesiones de la Cámara de Representantes.

El 11 de enero de 1928, la pren­sa cubana publicó un cable fechado el 10 en Madrid donde se informaba que el Consejo de Ministros había acordado devolver al Gobierno cubano la bandera que había servido de estandarte a Carlos Manuel de Céspedes, y que se encontraba como trofeo de guerra en el Museo de Artillería de Madrid. La Real Orden autorizando la devolución sería firmada próximamente por el rey. Tan pronto se difundió esta noticia, la opinión se dividió en dos bandos: uno sostenía que esa bandera ya estaba en Cuba y lucía en la Cámara de Representantes; otro, muy estimado, aceptaba como real y verídica la bandera que España se disponía a devolver.

La confusión sembrada se empeoró por el hecho de que Fernando Figueredo, que ya en 1902, cuando la viuda de Céspedes entregó la bandera de La Demajagua a la Cámara de Representantes, la había examinado y dado fe de su autenticidad al firmar el acta correspondiente, ahora escribía al presidente de la Cámara de Representantes:

"Yo sostengo que esa bandera es la que sirvió de guía a los soldados de Perucho Figueredo, que comandaba la División Bayamesa, y no la que enarboló Carlos Manuel de Céspedes al pronunciarse en su finca La Demajagua el 10 de octubre, y hay muchas razones para pensar que ésta sea la que España nos devuelve en estos momentos."

Esta rotunda afirmación de persona tan responsable, que había sido ayudante de Céspedes, dio lugar a poner en duda la autenticidad de la bandera que hacía muchos años presidía desde un lugar cimero las sesiones de la Cámara. En aquellos instantes de vacilación, el general Carlos González Clavel habló con el comandante Pablo Villegas, que ocupaba un cargo en la Cámara de Representantes, sugiriéndole que escribiera a General Ginestá Puncet, bibliotecario de la Biblioteca Provincial Elvira Cape, de Santiago de Cuba, para que le facilitara los artículos relacionados con la bandera de Céspedes a lo que Ginesta Punset le contesta al comandante Villegas:

Aquí vive, en la miseria, la señora Candelaria Acosta, Cambula, que fue la que confeccionó la bandera enarbolada por Céspedes en la gloriosa noche del nueve al diez de octubre [... ] Ella asegura que la estrella de la bandera fue superpuesta y que la cortó Emilio Tamayo. La bandera que devuelve España tiene la estrella bordada, si hemos de dar crédito a la descripción que de ella hacen el Diario de la Marina y El Mundo de esa ciudad.

Y más adelante añade:

"Téngase además en cuenta que la bandera que España devuelve tiene adicionados unos cordones con borlas doradas, y que aquellos grandes hombres de Yara no se gastaron ese lujo."

Algunos días más tarde, el comandante Villegas escribía nuevamente a Ginestá Punset informándole que había mostrado su carta al presidente de la Cámara, y que éste:

"examinó enseguida la bandera aquí existente, y ésta tiene la estrella sobrepuesta como usted nos manifiesta que asegura Cambula tenía la bandera por ella confeccionada."

El 29 de marzo de ese mismo año, Cambula compareció ante el Dr. Luis Felipe Salazar y Salazar, abogado y notario de Santiago de Cuba, y teniendo como testigos al gobernador de Oriente y al presidente del Consejo Provincial, hizo un largo y circunstanciado relato de los hechos que habían ocurrido los días 9 y 10 de octubre de 1868, y describió minuciosamente los materiales con los que había confeccionado la bandera, las dimensiones y forma que ésta tenía, sin omitir el tropiezo que había tenido con la estrella. Hacia el final de su declaración, Cambula añade que ella tiene la seguridad más completa, de que si viera la bandera que confeccionó y a la que se viene refiriendo, la reconocería, a pesar de los años transcurridos, pues aquella imagen vive latente en su cerebro y aunque cansada ya no sólo por sus años, sino más que todo por las amarguras y sinsabores pasados, se dispone a salir para la capital de la República, únicamente por la verdad histórica y cumplir una vez más con un deber de cubana, no guiándole otro propósito pues ya a sus años y después de todos los sacrificios y trabajos pasados, vive alegre y satisfecha porque Dios le ha concedido el ideal de su vida, el mayor caudal que puede dejar a sus hijos y nietos y es que muere dejándoles libres y con patria. Que si esa no fuera la bandera lo confesará lealmente y sin reservas mentales, pues con esta confesión no haría más que seguir el ejemplo de sus hermanos los cubanos, que tan hidalgos y gentiles han sido con sus opresores de ayer, amigos de hoy, perdonando lo pasado y pensando que todo ello tenía que suceder para que Cuba fuera libre y soberana e independiente.

Pocos días después, invitada especialmente por el presidente de la Cámara, Cambula partió hacia La Habana y el día 16 de abril tomó parte en una memorable sesión de ese cuerpo legislativo.

Cambula llegó a la Cámara a las cinco de la tarde. La expectación era enorme. El recinto estaba lleno de representantes, veteranos de la guerra, académicos, periodistas, personalidades distinguidas en todos los campos. El inmenso público no había dejado el más pequeño espacio vacío.

El presidente ordena la lectura de la convocatoria y después, dirigiéndose a Cambula, la invita a que examine la bandera y diga si es, en realidad, la misma que ella había confeccionado para que la enarbolara el Padre de la Patria. Cambula se dirige hacia la bandera, la inspecciona, pasa sus dedos sobre la estrella, besa la enseña gloriosa y se echa a llorar.

"¡Esta es la bandera! La misma que confeccionaron mis manos el 9 de octubre de 1868. No es otra. La reconozco en la franja azul que recorté de un vestido mío. No es la emoción la que me obliga a decirlo, sino la propia bandera que tengo delante de mí."

Al oír estas palabras, el público entero se puso de pie y prorrumpió en una ovación prolongadísima.

El presidente de la Cámara pronunció entonces un discurso, aclarando que nunca hubo la intención de subestimar el gesto de España "ni poner en tela de juicio la hidalguía que ha inspirado la devolución de esos trofeos."

En la misma sesión se tomó él acuerdo de poner el retrato de Cambula en la Biblioteca de la Cámara de Representantes, y también se determinó colocar en el hemiciclo una tarja con los nombres de Calendaría Acosta y de Felicia Marcé, la patricia bayamesa que a petición de Carlos Manuel de Céspedes había confeccionado la bandera del Tedeum que Canducha Figueredo había paseado por las calles de Bayamo el 22 de octubre de 1868.

Reconocimiento

Durante cuarenta años, esta extraordinaria mujer vivió en Santiago de Cuba, ignorada y olvidada de todos.
A finales de 1924 se representó en el Grop Catalunya de Santiago una obra de tema histórico: La aurora de La Demajagua. La casualidad hizo que uno de los familiares da Cambula se encontrase en ese acto, y corrió emocionado a contarle lo que de ella se decía en dicha obra. Cambula, que ya creía que nadie la recordaba y que habría de morir sin que se diera valor a su patriótica labor de aquellos días gloriosos, indagó el nombre del autor y le escribió preguntándole por qué medios había logrado enterarse de que ella había confeccionado la primera bandera cubana que se usó en la Guerra de los Diez Años.
En aquellos días fue a visitarla el Dr. Ulises Cruz Bustillo, director de la Escuela Normal. Cambula habló de La aurora de La Demajagua y de su carta al autor. "Desde entonces", dijo"

"me han retratado más de la cuenta."

El Dr. Cruz Bustillo invitó a Cambula a que visitara la Escuela Normal, y poco tiempo después ella aceptó la invitación y se prestó a confeccionar una enseña igual a la que había hecho en La Demajagua. Hizo la bandera en la dirección de aquel centro docente, pero sufrió la misma dificultad que la primera vez: no sabía dibujar la estrella. Y si en 1868 se la había dibujado el joven patriota Esteban Tamayo, en esta segunda ocasión la sacó del apuro la maestra normalista Catalina Marqués Pomar. Conservo una preciosa fotografía de Cambula confeccionando esta bandera, que durante muchos años estuvo en la pared principal de la dirección y luego fue trasladada a otro salón.

Homenaje

En homenaje a su vida el héroe cubano Antonio Guerrero realizó un dibujo que forma parte de la colección Toda la patria está en la mujer en homenaje a ilustres patriotas de la historia de Cuba.


Fuente

  • Revista Mujeres, Cuba.
  • Francisco Ibarra: "Cambula y sus dos hijos de Céspedes". En: Santiago, Revista de la Universidad de Oriente, número 15, junio-septiembre de 1974.

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