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Castillo de La Real Fuerza
Información sobre la plantilla
Institución
Castillo de Real Fuerza.jpg
Dirección:Plaza de Armas. Centro Histórico de La Habana Vieja

Castillo de la Real Fuerza. Considerado un distintivo exponente de la arquitectura militar de tiempos del dominio colonial español en el Caribe. Enclavado en la Plaza de Armas, en el centro histórico de La Habana. En su torre se alza la Giraldilla, icono indiscutible de Ciudad de La Habana.

Historia

Luego de la destrucción de la Fuerza Vieja, primera fortaleza habanera, comienza, el 1 de diciembre de 1558, la obra del Castillo de la Real Fuerza. La fortaleza se alza en el espacio que ocupó la primitiva plaza de la villa, frente al canal de entrada a la Bahía de La Habana.

Las labores, emprendidas bajo la dirección del ingeniero Bartolomé Sánchez, avanzaron lentamente hasta que, en 1562, Francisco Calona sustituyó a Sánchez y se reanudó el trabajo del edificio, todavía en los cimientos. Luego de diecinueve años se dio por terminado el inmueble; no obstante, a partir de 1588 se iniciaron ampliaciones en la planta alta, destinadas a vivienda de los gobernadores y, hacia 1630, se agregó un piso a la torre sobre el ángulo del baluarte suroeste. Allí se colocó, como veleta, la Giraldilla, escultura fundida en bronce, obra de Jerónimo Martínez Pinzón.

En el año 1762, cuando la toma de La Habana por los ingleses, a pesar de su ubicación —muy adentro del canal de entrada a la bahía—, que restaba efectividad a su carácter defensivo, la fortificación resistió a la artillería inglesa ubicada en la elevación de La Cabaña, y funcionó como uno de los centros organizativos de la defensa de la ciudad, convirtiéndose junto al Castillo del Morro en uno de los principales baluartes en aquella contienda.

Además de residencia de los capitanes generales y gobernadores de Cuba, el Castillo de la Real Fuerza de La Habana sirvió para guardar el oro, la plata y otras mercancías de valor que llegaban en tránsito hacia España. Después de 1762, al retomar la metrópoli el dominio colonial de la ciudad, el castillo acuarteló la tropa de la plaza. Durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), se convirtió en Cuartel del Cuerpo de Voluntarios de La Habana.

En 1899, el gobierno interventor ordenó trasladar el Archivo Nacional a la fortaleza, donde estuvo hasta 1906. A partir de entonces, fue utilizado como Cuartel de la Guardia Rural y, desde 1909, lo ocupó la jefatura de ese cuerpo. El Estado Mayor del Ejército fue usufructuario del edificio hasta 1934 y, al siguiente año, se instaló allí el Batallón Número Uno de Artillería del Regimiento Siete, Máximo Gómez. Entre 1938 y 1957, el castillo albergó la Biblioteca Nacional. Después del Triunfo de la Revolución Cubana de 1959, la planta alta dio cabida a la Comisión Nacional de Monumentos y luego al Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, mientras que en la planta baja se ubicó el Museo de Armas.

Desde 1990 hasta el 2005 acogió al Museo Nacional de la Cerámica; actualmente es el Museo Castillo de la Real Fuerza.

Como parte del centro histórico de la Habana Vieja, la fortaleza integra la Lista del Patrimonio Mundial, condición concedida en la 6ta Reunión del Comité Intergubernamental de la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural celebrada en la sede de la UNESCO en París, entre los días 13 y 17 de diciembre de 1982.

Arquitectura

Castillo de la Real Fuerza, visto desde la Avenida del Puerto.

El castillo se caracteriza por la simetría perfecta, propia de la arquitectura renacentista del Siglo XVI. La planta puede entenderse como un cuadrado dividido en nueve partes iguales que rematan cuatro bastiones regulares, o como cuatro cuadrados concéntricos, el primero de los cuales —del interior al exterior— es el patio. Los baluartes se construyeron siguiendo las nuevas técnicas impuestas entonces por el uso del cañón que, extendido desde el siglo XV, determinó que las fortalezas fueran levantadas con gruesos muros para tener mayor resistencia a las balas. Alrededor, un foso limitado por el muro perimetral.

En su momento, a la Real Fuerza se le señalaron numerosos defectos: patio pequeño, troneras demasiado abiertas en los baluartes, bóvedas altas y delgadas, ausencia de escaleras para acceder al piso superior, foso poco profundo, deficiente artillería. Algunos de estos problemas se fueron subsanando, otros nunca tuvieron remedio, pero no impidieron que esta fortificación habanera sirviera de modelo a muchas otras que luego se levantaron en el continente americano entre los siglos XVI y XVIII.