Cid Campeador

Rodrigo Díaz
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Rodrigo Díaz de Vivar.JPG
NombreRodrigo Díaz de Vivar
ApodoCid Campeador, Mio Cid
MandosConsiguió conquistar Valencia y estableció allí un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte

Nacimiento1043
Vivar, Burgos.
Fallecimiento1099
Valencia, Bandera de España España
CónyugeJimena Díaz
HijosDiego Díaz
María Díaz
Cristina Díaz
PadresDiego Laínez

Rodrigo Díaz de Vivar. El Cid Campeador, fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la Península Ibérica a finales del siglo XI. Consiguió conquistar Valencia y estableció allí un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte.

Nacimiento

Nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043.

Genealogía

Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez, descendiente por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos jueces de Castilla.

De su madre se conoce el apellido, Rodríguez (más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o Teresa), hija de Rodrigo Álvarez de Asturias, de una de las familias nobles del condado de Castilla, de antiguo abolengo. Su abuelo paterno era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el rey Fernando I de León y Castilla.

Juventud

A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.

En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la corte del rey Fernando I de León, como doncel o paje del príncipe Sancho, futuro Sancho II de Castilla, formando parte de su séquito, ahí fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras. Fue investido caballero, con toda probabilidad por Sancho II, a mediados de la década de 1060.

Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos días del año 1065 hasta la muerte de Sancho en 1072, el Cid gozó del favor del rey.

El cargo de alférez a lo largo del siglo XII iría asumiendo la responsabilidad de portar la enseña real a caballo y ser jefe de la mesnada del rey; esta alferecía era encomendada a caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas.

Rodrigo comenzó a desempeñar un papel notable como caballero guerrero, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho se adueñó de León y Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León, es en estas batallas cuando, gana el sobrenombre de Campeador, es decir, batallador en lides campales.

Matrimonio y descendencia

Casado con Jimena Díaz el 19 de julio de 1074, noble asturiana, hija del Conde de Oviedo, bisnieta de Alfonso V de León, con quien tuvo tres hijos: Diego, María: casada en segundas nupcias con el Conde de Barcelona Ramón Berenguer III y Cristina: casada también por segunda vez con el Infante Ramiro Sánchez de Pamplona. Este enlace con la alta nobleza leonesa confirma que entre Rodrigo y el rey Alfonso hubo en este período buena sintonía.

Primer destierro

Cid Campeador y el Rey Alfonso VI

En 1079 el Campeador fue comisionado por el rey para cobrar las parias al rey Almutamid de Sevilla. Pero durante el desempeño de esta misión, el importante noble castellano García Ordóñez formaba parte del ejército que el rey Abdalá de Granada envió contra el rey de Sevilla, que gozaba de la protección de Alfonso VI, precisamente a cambio de las parias que el Cid estaba cobrando. Lógicamente, el Campeador ayudó con su contingente a defenderse al rey sevillano, que interceptó y venció a Abdalá en la batalla de Cabra, en la que García Ordóñez fue hecho prisionero. Los desencuentros con Alfonso fueron causados por un exceso, aunque no era raro en la época, de Rodrigo Díaz tras repeler una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, que le llevó, en su persecución, a adentrarse en el reino de Taifa toledano y saquear su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.

Sin descartar del todo la posible influencia de cortesanos opuestos a Rodrigo Díaz en la decisión, una incursión del castellano contra el territorio de Al-Qádir, el régulo títere de Toledo protegido de Alfonso, ocasionó que le fuera aplicada la figura jurídica de la «ira regia», que conllevaba el destierro y la ruptura de la relación de vasallaje. A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de Vivar tuvo que marchar en busca de magnate al que prestar su experiencia militar.

Junto con sus vasallos o «mesnada» se estableció desde 1081 hasta 1085 como guerrero al amparo del rey de Zaragoza, Al-Muqtadir, que ese mismo año enfermó gravemente y fue sucedido por Al-Mutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una ofensiva contra su hermano el gobernador de Lérida Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez, no acató el poder de Zaragoza a la muerte del padre de ambos Al-Muqtadir, desatándose las hostilidades fratricidas entre los dos reyes hudíes del Valle del Ebro.

Reconciliación con el rey

Es posible que durante el cerco a Zaragoza, Alfonso se reconciliara con El Cid. En cualquier caso, tras la derrota del rey Alfonso es patente que Rodrigo había sido rehabilitado, puesto que al de Vivar se le encargó la defensa de la zona levantina y se le concedieron varios dominios en tenencia en Castilla: Iguña, comarca del Besaya, Ibia, Los Ordejones, Dueñas, Langa de Duero y Briviesca.

Rodrigo acompaña a la corte del rey de León y Castilla en la primera mitad de 1087, y en verano se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con Al-Musta'in II y, juntos, tomaron la ruta de Valencia para socorrer al rey-títere Al-Qadir del acoso de Al-Mundir, rey de Lérida entre 1082 y 1090, que se había aliado con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa valenciana, en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de Al-Mundir de Lérida, pero poco después, el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada de Murviedro, actual Sagunto.

Segundo destierro

Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés.

Sin embargo, en 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de traición.

Fortalecimiento de la figura del Cid

En 1089 el Cid recala en Calamocha, a partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro, lo que provocó que Al-Qádir de Valencia pasara a pagarle tributos para asegurar su amistad. El rey de Lérida, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid, pero el castellano derrotó en Tévar, al conde de Barcelona en 1090. Berenguer Ramón II, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara.

En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella, actualmente La Carbonera, sierra de Benicadell, pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia.

Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la armada pisano-genovesa no llegó a tiempo y el rey castellano, al no poder sostener a su ejército sitiador por más tiempo, hubo de abandonar las tierras valencianas. Rodrigo, que estaba en Zaragoza, la única taifa que no le tributaba parias, recabando el apoyo de Al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y sólo el potente Imperio almorávide, entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente.

La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano.

Conquista de Valencia

En 1093 comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vió obligada a capitular el 17 de junio de 1094. El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose Príncipe Rodrigo el Campeador y quizá de este período date el tratamiento de que derivaría en «Cid».

Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.

Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra. A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.

Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. Hacia 1099 casó a sus hijas con altos dignatarios. En efecto García Ramírez el restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.

Fallecimiento

Su muerte se produjo en Valencia entre mayo y julio de 1099. Sus restos mortales fueron inhumados en el monasterio trapense burgalés de San Pedro de Cardeña. Durante la Guerra de la Independencia los soldados franceses profanaron su tumba. Los restos fueron recuperados y, en 1842, trasladados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en un emplazamiento privilegiado de la Catedral de Burgos.

Curiosidades

El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor'). Por el apelativo «Campeador» fue conocido en vida, pues se atestigua en documentos desde 1098; el sobrenombre de «Cid», aunque se conjetura que pudieron usarlo sus coetáneos zaragozanos o valencianos, aparece por vez primera en el Poema de Almería, compuesto entre 1147 y 1149.

Véase también

Fuentes