Comunicación familiar

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COMUNICACIÓN FAMILIAR
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COMUNICACIÓN FAMILIAR Un proceso de interacción de personalidades, intercambio activo, transacción de ideas y sentimientos, elementos que a mi consideración permiten comprender su esencia. Si nos referimos a la comunicación familiar por supuesto que llevaríamos este proceso a la familia.

La comunicación familiar adquiere tonos peculiares con hijos adolescentes, pues de una relación protectora al niño dependiente, un día, sin saber cómo, nos enfrentamos a un “niño grande”, que pide su  libertad a padres que generalmente no están preparados a entregarla. 

La comunicación como proceso interactivo que es, alcanza niveles elevados de complejidad, tanto como es capaz de hacerlo la naturaleza humana, no basta con decir “te toca esta tarea” y se responda “está bien” o “entendí” pues tras las palabras se esconden sentidos e intenciones cuantiosas. Tampoco se trata de cubrirla de un velo misterioso, imposible descubrir, pues si se tienen en cuenta algunos aspectos, se convierte en favorecedora del crecimiento personal y familiar. A través de la comunicación ocurre la socialización y por ende la educación. Si se sitúa a la familia en el lugar que le corresponde por ser el primer y principal agente socializador (principal por incluir al sujeto toda su vida) se reconocerá la responsabilidad que representa para ella la formación de la personalidad y por ende lo definitorio o al menos muy influyente de los procesos comunicativos familiares. A través de ellos no sólo llegan los mensajes educativos sino que se toman los modelos de comunicación y se desarrollan habilidades comunicativas, de las que depende la solución de muchos de los conflictos familiares y las pautas que se establecen en la relación afectiva. Considerar la comunicación como un proceso en el que sólo se intercambia información resulta ingenuo, en ella participamos como lo que somos, con nuestros miedos, angustias y esperanzas, aspectos que no se quedan al margen de la relación.

F. del Riesgo señala ( ) que el tipo e intensidad de la comunicación entre las partes puede dar lugar no sólo a conflictos familiares sino también personales. Esto está muy en correspondencia con lo que plantea V. Satir (1980) que ubica la comunicación familiar en un lugar privilegiado en el desarrollo de la personalidad al plantear que el individuo disfuncional no ha aprendido a comunicarse en forma apropiada, “no se percibe ni se interpreta a sí mismo de forma correcta, ni los mensajes que llegan del exterior”, este sujeto se manifiesta de manera incongruente: es incapaz de adaptar sus interpretaciones al contexto presente, no puede verificar sus percepciones para ver si concuerdan con la situación, generalizan en exceso y actúan en correspondencia con esto, por ejemplo cuando se escucha en la familia las palabras “siempre eres...”, “nunca me escuchas”, por citar algunas. Por otra parte se envían mensajes incompletos para que el otro los complete, o no se envían mensajes y se actúa como si se hiciera, por ejemplo, usted puede ser una madre que se queja por la sobrecarga, pero ¿ha organizado la vida familiar en la distribución de responsabilidades? y por supuesto los adultos en la familia proporcionan un esquema que el individuo seguirá en su desarrollo. Muchas veces las dificultades tienen como causa relaciones conyugales distorsionadas, y puede ocurrir por ejemplo que los padres abdiquen de sus funciones, actúen como hermanos de sus hijos para así obtener atención del otro cónyuge, los hijos den cuidados parentales a sus padres, actúen como cónyuges sustitutos y desafíen con éxito la autoridad parental; ocurren aquí transgresiones e inadecuación en el ejercicio de los roles (vea parte XX) que impide establecer un orden adecuado donde límites y jerarquías se respeten y se establezcan por tanto relaciones comunicativas satisfactorias.


ADOLESCENCIA

¿Recuerda cuando usted era adolescente?, ¿qué opinaba de los sermones?, Sin embargo muchas veces el adulto se resiste a algunos tópicos por diversos prejuicios y sobre todo porque no sabe cómo abordar el tema, la sexualidad es un ejemplo de ello, aprenden sobre esto fuera del marco familiar porque allí es tabú.

En estudios que realizamos con familias de adolescentes (Naza,1998) encontramos que son pocos los temas que se tratan, generalmente se aborda la escuela, y muchas veces solo cuando hay problemas de comportamiento.

Prácticamente no hay intimidad, se evidencian pocos intereses comunes entre padre e hijo que permita abordar con profundidad un tema entre todos, generalmente conversan los adultos y el adolescente se deja a un lado, por tanto la confianza es también mínima; hay distanciamiento, no se da importancia a los asuntos que trae el adolescente o no se comprenden, esta situación lo obliga a llevar sus preocupaciones e inquietudes, a otros grupos, por lo que el autodescubrimiento (ver parte x)tiene pocas posibilidades de ocurrir en la familia.

Si el sujeto no encuentra la atmósfera adecuada para expresarse difícilmente se le de oportunidad y participación en la solución de los problemas. Con frecuencia escuchamos imposiciones, muestra de métodos autoritarios o por otra parte no se considera al muchacho con la madurez suficiente para aportar en una decisión. Resulta contradictorio recordar continuamente “ya eres un hombre”, “no te portes como un niño”, por un lado mientras que por otro no se le da ese lugar en la vida familiar, se le exigen deberes como adulto y se otorgan los derechos de un niño.

Estudiamos comparativamente ( Naza, 1998) estas características en familias con adolescentes que presentan comportamiento disocial y familias con adolescentes que no presentan ni esta ni otra patología y fue muy interesante apreciar que aunque existen diferencias en cuanto a la profundidad y calidad de las relaciones en los dos grupos, pues la situación se agrava en el primer grupo, existen dificultades en unas y otras familias.

Algunas de las características que hemos mencionado se comportaron de forma diferente mientras el niño crecía, pero ahora los padres desconocen la forma de abordar a su hijo que ha crecido, piensan que los intereses del muchacho están fuera de la familia, por tanto “hay poco de que hablar...” y se equivocan, el adolescente tiene muchísimas inquietudes.

La atmósfera familiar puede ser percibida como segura o peligrosa para tratar “ciertos temas”, en dependencia de cómo esto ocurra habrá o no apertura. Se puede hablar de tópicos superficiales, sin expresar sentimientos y temores para que no se descubran los puntos débiles y se utilicen estrategias evasivas para evitar la intimidad, generalmente por miedo a la incomprensión.

No debe sorprender el hecho de que el adolescente frecuentemente evada las situaciones y “escape” cuando estas se tornen más difíciles. Estos elementos nos señalan la indiscutible existencia de una relación estrecha entre la comunicación familiar y las relaciones afectivas, no obstante, y aunque de algún modo nos refiramos aquí a la afectividad, le daremos un apartado especial en el próximo capítulo.

¿Cuáles son los modos que se utilizan en su familia para comunicarse? ¿Se defienden constantemente porque se sienten atacados?, ¿se agreden?, ¿se escuchan con respeto?, ¿unos lo acatan todo pasivamente mientras otros se imponen?. Al respecto V. Satir ( ) señala cinco estilos comunicativos que se emplean, que no son más que el cómo se efectúa la comunicación:

  • Estilo inculpador o agresivo; tienden a actuar de manera exigente con los demás, actúan con aire de superioridad y se les describe como autoritarios, sólo buscan ganar, dominar, forzando a la otra persona a perder.
  • Estilo aplacador o no asertivo; tratan siempre de complacer, a costa de sus propios derechos, necesidades y sentimientos, por lo que ni ellos mismos, ni los otros los respetan; evitan a toda costa el conflicto, tratando siempre de apaciguar.
  • Estilo calculador o intelectual; las relaciones interpersonales las manejan con intelectualizaciones, ocultan las emociones y son muy desconfiadas.
  • Estilo distractivo o manipulador; las situaciones no son tratadas directamente y se despliegan numerosas estrategias para salir de situaciones desagradables.
  • Estilo nivelador o no asertivo; defienden sus derechos, respetando los ajenos y expresan sus sentimientos, pensamientos o necesidades de forma directa y honesta; siendo sus mensajes congruentes.

La posibilidad del empleo de la asertividad es una ganancia para cualquier relación, pues aporta gran productividad; no obstante prácticamente cualquier estilo puede ser efectivo si se emplea oportunamente. De nada valdría ante un comportamiento iracundo, tratar de convencer con argumentos lógicos y razonables; aplacar en ese momento y esperar mejor ocasión para la discusión será lo mejor y como explicaremos en el próximo capítulo validamos la ira y la expresión de malestares, ya que no todo sujeto puede sustraerse del apasionamiento y se necesita tener la posibilidad de expresión. En fin que usted tiene derecho a ponerse bravo, sólo que sin herir al otro.

La comunicación es uno de los fenómenos más interesantes que se dan en la vida de relación y abarca casi todos sus elementos. El sujeto se comporta en la relación en dependencia de cómo se ve y como cree que lo ven los demás, que muchas veces no coincide a como en realidad lo ven. Esto aunque parezca un juego de palabras es realmente algo muy serio y generalmente causa de conflictos interpersonales. El sujeto va a la comunicación, en ocasiones, lleno de prejuicios y defensas que limita la posibilidad de una comunicación efectiva.

Podríamos incluir en este análisis posibles distorsiones cognitivas ( ) que ocurren y que van a obstaculizar la efectividad del proceso:


La lectura del pensamiento se da aquí en sentido negativo, el sujeto cree que hay hostilidad hacia él y como no se metacomunica, reacciona en base a esto. El error del adivino parte de la predicción de los resultados negativos que se dan como un hecho.

  • Cree que soy un incompetente.
  • No querrá oírme, como siempre
  • Magnificación o minimización, se exagera la importancia de las cosas o se reducen indebidamente.

Esto es demasiado, no podrá perdonarme

  • Razonamiento emocional, se hace la suposición de que las emociones negativas reflejan la realidad.

Ya no soy importante para ellos.

  • Etiquetación errónea, como forma extrema de generalización excesiva, se enarbola un efecto , sobre todo si es negativo, para clasificarse. Se describen los hechos con gran carga emocional.

Soy insoportable

  • Personalización, referido a la visión que se forma el sujeto de su responsabilidad única sobre un hecho determinado.

Si no le hubiera gritado no se hubiera ido y todo sería diferente.

Así, por ejemplo, cuando el adolescente, de forma descompuesta exclama: “me voy de aquí” o “no se metan en mi vida”, lo hace pensando que el otro no lo quiere o pretende dañarlo, es de esperar que se adopten conductas defensivas y se interpreten los mensajes a partir de tal actitud; es difícil escuchar al otro si se piensa que pretende dominarnos. Se utiliza ese tiempo precioso en elaborar una respuesta que nos deje en posición ventajosa, así la conversación se convierte en dos monólogos que se unen de vez en vez, con los “tú” y “yo” acusadores.

Es importante destacar el hecho de que comunicación hay siempre, aun cuando no se utilicen las palabras, la riqueza expresiva del rostro humano es un delator de nuestros sentimientos y por otra parte se puede calificar de mala, plantear que no hay entendimiento, pero como plantea Watzlawick en uno de sus axiomas ( ) “no puede no haber comunicación”. El reafirma la complejidad del proceso a partir de la propia complejidad de las relaciones humanas, en que la esencia de las mismas es más que la suma de todas las actitudes, orientaciones y expectativas que cada participante por separado aporta a la relación. Refiere que en presencia de otros, todo comportamiento, activo o pasivo, intencionado o no, tiene carácter comunicativo.

Para este autor( )la comunicación tiene dos niveles, uno de contenido y uno relacional, en que el segundo califica el“ primero y por tanto es metacomunicación. Considera lo relacional más sobresaliente y explica como en este nivel se trata de un proceso continuo de ofrecimiento, aceptación, rechazo, descalificaciones o reformulaciones de definiciones de relación y resalta la importancia que para el sujeto reviste la aceptación y confirmación, considerando “nuestras definiciones de relación” ni verdaderas ni falsas, sólo más o menos compartidas. Por su parte V. Satir ( ) denomina estos niveles siguiendo este orden como lo connotativo y lo denotativo.

La metacomunicación, “el mensaje sobre el mensaje”(V. Satir, 1980), es algo así como un “halo” que explica las palabras, es lo que subyace, la verdadera intención que no siempre es explícita. Cuando lo es, o sea, que verbalmente se explica, hay reales posibilidades de entendimiento o al menos, se clarifica el proceso. Si el día que se había programado un paseo la madre se levanta diciendo que tiene dolor de cabeza, podría interpretarse como “no quiero ir a ningún lugar”, o el padre llega del trabajo quejándose de todo lo que ha tenido que traer a la casa, porque el tiempo no le da para la carga que tiene, el hijo lo entenderá como que se pospone de nuevo la conversación que ha pedido tener en la familia.

Si la intención de la madre no es esa tendrá que decir que “seguramente no me molestará mucho y que salir me ayudará”, para poder ajustar la interpretación y en el otro caso completaría refiriéndose a que “de todas formas hablaremos como habíamos acordado”, claro que el adolescente también puede ayudar, si tiene dudas debe preguntar realmente que significan estas palabras.

Puede ocurrir que en ocasiones cuestionemos al otro en “¿por qué haces esto o lo otro?”, pero no para obtener respuesta, más bien se convierte en un apoyo al discurso de “ataque a la desobediencia” del menor que ya se ha acostumbrado a este tipo de “conversación”, y no pretenderá contestar, se asombraría mucho si se le convidara realmente a explicarse, pues en ese caso indica cambios en las pautas de comunicación familiar, lo cual sería muy bueno.

Sobre limitadores o barreras del proceso mucho se ha escrito, por ejemplo Thomas, Walter y O` Flaherty hacen una gran lista:

  • Alejamiento temporal, cuando se hace excesiva referencia al pasado o al futuro.
  • Expresión desconectada, hablar sin una clara conexión con el objetivo inmediato de la discusión.
  • Déficit o exceso de lenguaje positivo.
  • Hablar en exceso.
  • Latencia rápida o lenta, responder o muy pronto o muy demorado al otro.
  • Interrumpir.
  • Rizar el rizo, esforzarse en explicar, clarificar un detalle irrelevante.
  • Responder en exceso, responder a una pregunta con mayor extensión de la debida.
  • Déficit en la contestación, se contesta muy poco en relación a lo preguntado.
  • Pedantería, utilizar palabras complicadas o difíciles.
  • Afirmaciones radicales, de modo categórico, “todo o nada”.
  • Excesiva generalización.
  • Evitar hablar de un tema.
  • Cambiar de tema, sin tener en cuenta a la otra parte.
  • Falta de especificidad, hablar de modo inconcreto o inespecífico.
  • Discurso excesivamente emocional.
  • Déficit en reconocer la razón del otro.
  • Contraquejas, responder a una queja del otro con una queja sobre él.
  • Respuesta cortante, dar mala respuesta al intento de iniciar una conversación.
  • Insultar.
  • Exceso de acuerdos o desacuerdos.
  • Dar mucha o poca información.
  • Exceso o déficit de habla negativa.
  • Habla ilógica.
  • Negar responsabilidades.
  • Interpretación incorrecta de los mensajes del otro.
  • Adivinación del pensamiento.

Por otra parte V. Satir (psic. Familiar conjunta) señala dificultades en la comunicación verbal explicando que una misma palabra puede significar diferentes cosas, puede tener diferentes connotaciones y que las palabras son abstracciones que sólo sustituyen a lo que se refieren, de ahí la importancia de aclarar lo que se dice.

Nosotros por nuestra parte lo resumiríamos en las siguientes barreras:

  • No escuchar.
  • Hacer generalizaciones excesivas.
  • Culpar al otro.
  • Sacar “trapos sucios”.
  • Usar la ironía.
  • Interpretaciones negativas.

Sobre la posición de escucha más adelante comentaremos su importancia, para que el proceso fluya y se convierta en una verdadera interacción positiva. Las generalizaciones si bien nos ayudan a resumir, cuando se usa en tono acusador pone al otro a la defensiva, pues se resalta sólo lo negativo, se etiqueta al sujeto sin reconocer su contribución a la relación, piense ¿le gustaría que le dijeran nunca haces nada bien?, porque cometió un error, o dos, o tres.

Este es un proceso en el que participa más de una persona, por tanto es muy difícil, por no decir imposible encontrar un culpable, es a lo que Myers ( ) denomina el “dilema del huevo y la gallina” ¿quién tiró la primera piedra?, ¿cómo saber dónde comenzó el problema?, si cada palabra, gesto, expresión se convierte en estímulo que desencadena la reacción del otro.

Cuando el padre increpa a su hijo por un comportamiento que para él es inadecuado y se escandaliza ante lo irrespetuoso de su respuesta, a su vez puede originar agresividad en el muchacho que por supuesto lo excitará aun más. ¿Dónde establecer el comienzo de la pelea?, ¿fue el hijo con su respuesta irrespetuosa?, ¿ el padre con sus increpaciones?, ¿el hijo con su comportamiento? Y así sucesivamente ¿dónde encontrar el inicio?. Es por eso que la culpa rara vez se reconoce, cada uno cree tener motivos poderosos para su comportamiento, sin tener en cuenta que ninguna razón es lo suficientemente fuerte para estas confrontaciones y que el reconocimiento de la responsabilidad individual en la relación contribuye a adecuar las interacciones.

Los llamados “trapos sucios” pueden convertirse en el golpe de gracia de la discusión, es la evidencia de rencores y resentimientos, es la “tabla salvadora” que se esgrime cuando se va perdiendo terreno, es la consecuencia de no haber perdonado sinceramente, de no discutir con entera franqueza. Ocurre por ejemplo cuando ante la posición del adulto “ no irás porque no conozco a tus amigos”, el adolescente “roñoso” responde “claro, no confías en lo que hago, recuerdo cuando echaste a X porque tiene pelo largo”. Esto deja un amargo sabor pues nos percatamos que no se olvidan nuestros errores.

La ironía y el sarcasmo son armas muy efectivas si de molestar se trata, pues resultan muy hirientes. Por otro lado también tenemos que todo está sujeto a interpretaciones, una palabra colocada en determinada parte del discurso, un gesto, un movimiento en los ojos y las cejas, la boca, un tono confuso; basta con la predisposición del otro para las malas interpretaciones. Se puede decir “quédate aquí”, con las más disímiles intenciones, desde la súplica hasta la orden y un desliz por una parte y “cierta postura” en la otra puede desatar una tormenta. Si el comunicador es funcional y tiene dudas sobre el mensaje se metacomunicará, o sea, pedirá aclaraciones.

Todos estos elementos que hemos señalado son ejemplos de una comunicación negativa que sólo contribuyen a entorpecer el diálogo ( si es que funciona como tal), es por eso que la meta debe ser la comunicación positiva, pero ¿cómo lograrlo si hay hijos adolescentes?. Ella tiene sus requerimientos generales, pero puede complicarse en familias con estas características. Al respecto podríamos hablar de algunas ¿reglas?:

  • Escuchar.
  • Defender los derechos propios sin violar los ajenos.
  • Respetar al otro.
  • Ser empático.
  • Tener disposición a la negociación.
  • Ser claro y directo sin agredir.
  • Expresar ideas y sentimientos de manera franca.
  • Ser congruente para que ocurra confirmación.

Estas consideraciones las hemos expuesto sin un orden preferente, pues consideramos que todas son necesarias y explicaremos algunas de ellas.

Regla de oro en la comunicación es escuchar, una habilidad que como todas se logra con entrenamiento, pues la única manera en que se aprende a escuchar es escuchando. Si se hace, además de implicar una actitud activa y posibilitar la comprensión de la posición del otro, lo predispone favorablemente al proceso, porque siente que se le toma en cuenta y sus preocupaciones “preocupan” al resto de la familia.

Si el hijo pide que se le atienda, expone su deseo de discutir un asunto; ningún momento resultará inoportuno; será beneficioso para elevar la autoestima el descubrir que se dejan de lado cuestiones que son valiosas para el padre, con el fin de disponerse a escuchar al hijo, mostrando que si el tema preocupa al hijo siempre será de interés.

La empatía es una cuestión que aparece en toda literatura que aborda el problema de la comunicación y su mención continúa siendo obligada si el fin es la comunicación en el sentido de la comprensión mutua. Ser empático significa ponerse en el lugar del otro, ver el asunto desde su óptica, tomando en cuenta que piensa y siente de esa forma dada la situación en que está. Analizar así el problema implica tener en cuenta que el otro, “es otro” y sus razones son tan buenas como la nuestra.

Otro aspecto que queremos abordar es la congruencia en el proceso. Si partimos de que la comunicación puede ser verbal y no verbal, tendremos que las palabras serán acompañadas de gestos, mímica, tono de la voz. La congruencia se logra cuando las expresiones confirman las palabras, o sea, si se dice “que gusto me da verte”, la expresión facial es de alegría, por el contrario si se dice “me gusta tu peinado” y lo acompañamos de una mueca , evidentemente desconfirmamos las palabras y al final será muy difícil comprender.

La comunicación familiar precisa del diálogo, que va más allá de orientaciones y discursos moralistas, y significa una verdadera participación, en que también el adolescente pueda exponer sus criterios y se le tenga en cuenta, ¿no le gustaría poner en práctica esta propuesta?. Le garantizo un final feliz.

Fuentes

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