Doctrina Monroe

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Doctrina Monroe
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Personajes destacados:
John Quincy Adams,James Monroe

La Doctrina Monroe (América para los americanos), fue elaborada por John Quincy Adams (sexto Presidente de la nación) y atribuida a James Monroe (quinto Presidente de la nación) en el año 1823 y anunciada el 2 de diciembre del mismo año. Dirigida principalmente a las potencias europeas con la intención de que los Estados Unidos no tolerarían ninguna interferencia o intromisión de las potencias europeas en América.

La doctrina fue presentada por el presidente James Monroe durante su séptimo discurso al Congreso sobre el Estado de la Unión. Fue tomado inicialmente con dudas y posteriormente con entusiasmo. Fue un momento definitorio en la política exterior de los Estados Unidos. La doctrina fue concebida por sus autores, especialmente John Quincy Adams, como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al colonialismo, pero ha sido posteriormente reinterpretada de diversas maneras.

La doctrina Monroe

John Quincy Adams, Presidente de los Estados Unidos que promulgó esta doctrina.

En 1822 Estados Unidos fue el primer estado que reconoció las nuevas naciones que en Hispanoamérica acababan de separarse de España. Aquel mismo año inquietaron a los Estados Unidos dos iniciativas procedentes de Europa y dirigidas hacia el Nuevo Mundo:

El zar Alejandro I proclamó los derechos de Rusia sobre la costa del Pacífico y las aguas vecinas desde Alaska, que pertenecían entonces a Rusia hasta el paralelo 51, es decir hasta la parte norte de la isla de Vancouver. Siguiendo las instrucciones de Monroe, John Quincy Adams informó al ministro de Rusia que los Estados Unidos "debían discutir el derecho de Rusia a cualquier establecimiento territorial en este continente y debían afirmar claramente que el continente americano no se hallaba ya subordinado a cualquier nuevo establecimiento colonial europeo".

El Secretario de Estado escribió al Ministro de los Estados Unidos en Rusia:

Tal vez no haya momento más favorable para decir franca y explícitamente al gobierno ruso que la paz futura y el interés de la propia Rusia no pueden verse facilitados por el establecimiento de Rusia en una parte cualquiera del continente americano.

En otoño de 1822, en el Congreso de Verona, Francia y las potencias de la Santa Alianza (Rusia, Austria y Prusia) decidieron intervenir en España, donde una revolución había obligado a Fernando VII a aceptar una Constitución liberal. En 1823 Luis XVIII envió un ejército al otro lado de los Pirineos para ayudarle a restaurar su poder absoluto. Los Estados Unidos temieron que las potencias de la Santa Alianza, se ocupasen luego de sus antiguas colonias hispanoamericanas.

Londres propuso a Washington una declaración común americano-británica que alertase a las potencias europeas contra cualquier tentativa de reconquistar Hispanoamérica. Los Estados Unidos plantearon como condición: que Inglaterra reconociese, en primer lugar, la independencia de las antiguas colonias hispanoamericanas, pero Inglaterra procuró esquivar la cuestión.

Monroe, según observó su Secretario de Estado, se "alarmó" cuando las fuerzas francesas se apoderaron de Cádiz, última plaza fuerte de los revolucionarios. John Quincy Adams vio con agrado que Monroe decidiese manifestarse sin coordinar para nada con Inglaterra, para no estar como un furgón de cola de dicho país. Adams preconizaba una comunicación transmitida por las vías diplomáticas normales a Francia y a Rusia, pero Monroe prefirió una declaración solemnemente integrada a su "mensaje sobre el estado de la Unión".

La primera parte de esta declaración aludía a las pretensiones de Rusia sobre la costa del Pacífico, y la segunda parte concernía más específicamente a las intenciones que las potencias europeas pudiesen tener sobre América Latina. Monroe pedía con firmeza a las potencias europeas que no interviniesen en América. Asimismo, confirmando la política de neutralidad inaugurada por George Washington, adquiría el compromiso de no intervenir en los asuntos europeos. Por lo tanto la llamada doctrina Monroe comprende dos elementos indispensables:

  1. "nada de intervención europea en América”
  2. “nada de intervención americana en Europa"

Objetivos de la doctrina Monroe

De la estructuración del mensaje de Monroe, el cual consta de dos partes, se desprenden los verdaderos objetivos de la doctrina:

  1. Impedir cualquier intento de colonización o recuperación de ex-colonias.
  2. Dejar claramente establecida la llamada "doctrina de las dos esferas" y la advertencia a Europa de que se mantenga dentro de su esfera.

Consecuencias de la doctrina Monroe

  • La consecuencia más importante fue la creación de la teoría de las dos esferas y de allí que se hable de la doctrina Monroe como de "la doctrina de América para los americanos" o, un tanto sarcásticamente, de "América para los norteamericanos".
  • Señaló el nacimiento de una diplomacia propiamente usamericana, resultado de la toma de conciencia inmediatamente posterior a los acontecimientos revolucionarios.
  • Logró detener una doble amenaza: la de los rusos que trataban de extenderse por la costa del Pacífico y excluir todos los navíos extranjeros al norte del paralelo 51, y la de las potencias de la Santa Alianza, deseosas o susceptibles de inclinarse a socorrer a España en sus posesiones americanas.

La Doctrina fue recibida con entusiasmo en los Estados Unidos, pero en Europa pasó inadvertida o provocó cierta exasperación, porque, como han demostrado diversos historiadores, las potencias europeas en realidad no tenían intención alguna de intervenir en la América española.

Fue letra muerta, por lo menos durante 20 años. La doctrina, con relación a Latinoamérica, se tradujo en una política de no-alianza sistemática (negativa a intervenir en el Congreso de Panamá de 1826).

Las aplicaciones de la doctrina en la primera mitad del Siglo XIX fueron raras (intento anglo-francés cuando la cuestión de Texas, en 1845, o la amenaza inglesa y española sobre Yucatán en 1848). La verdadera historia de la doctrina comienza a fines del siglo XIX cuando se transformó en ofensiva y sirvió para justificar las anexiones usamericanas.

Extracto del mensaje al congreso del presidente James Monroe

Párrafo 7.

"...El principio con el que están ligados los derechos e intereses de los Estados Unidos es que el continente americano, debido a las condiciones de la libertad y la independencia que conquistó y mantiene, no puede ya ser considerado como terreno de una futura colonialización por parte de ninguna de las potencias europeas."

Párrafo 48.

“... En la guerra de potencias europeas por asuntos que les concernían nunca hemos tomado parte, ni sería propio de nuestra política el hacerlo. Sólo cuando nuestros derechos son pisoteados o amenazados seriamente tenemos en cuenta las injurias o nos preparamos para nuestra defensa. Con los movimientos de este hemisferio estamos por necesidad relacionados en forma más inmediata, y por causas que deberían ser obvias para todos los observadores esclarecidos e imparciales. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto, en este sentido, del de Norteamérica. Esta diferencia se deriva de la que existe entre sus respectivos Gobiernos; y a la defensa de nuestro propio sistema, que ha sido llevada a cabo mediante la pérdida de tanta sangre y riquezas y madurado por la sabiduría de nuestros ciudadanos más ilustres y bajo el cual hemos disfrutado una felicidad sin par, está consagrada toda la nación. Por consiguiente, para mantener la pureza y las amistosas relaciones existentes entre Estados Unidos y aquellas potencias debemos declarar que estamos obligados considerar todo intento de su parte para extender su sistema a cualquier nación de este hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad. Pero no interferimos ni interferiremos en las colonias o las dependencias existentes de cualquier potencia europea. Pero en lo que concierne a los Gobiernos que han declarado su independencia y la han mantenido, independencia que después de gran consideración y sobre justos principios, hemos reconocido, no podríamos contemplar ninguna intervención con el propósito de oprimirlas o controlar de alguna manera su destino por parte de cualquier potencia europea, sino como la manifestación de una disposición hostil hacia Estados Unidos...”

Párrafo 49.

“Nuestra política respecto de Europa que fue adoptada en la primera época de las guerras que durante tanto tiempo agitaron a ese sector del globo... sigue siendo la misma; es decir, no interferir en los intereses internos de ninguna de sus potencias; considerar al Gobierno de tacto como el Gobierno legitimo para nosotros; cultivar relaciones amistosas con él y mantenerlas mediante una política franca, firme y humana, respondiendo en todos los casos a las justas solicitudes de todas las potencias y no aceptando injurias de ninguna. Pero con referencia a esos continentes las circunstancias son clara y eminentemente distintas. Es imposible que las potencias aliadas extiendan su sistema político a cualquier parte de uno y otro continente sin amenazar nuestra paz y seguridad; nadie puede creer que nuestros hermanos sureños, si son abandonados a si mismos, puedan adoptar ese sistema por propia voluntad. Es igualmente imposible, por consiguiente, que nosotros admitamos con indiferencia una intervención de cualquier clase. Si comparamos la fuerza y los recursos de España y los nuevos Gobiernos, y la distancia que los separa, resulta obvio que ella nunca podrá someterlos. Estados Unidos aún considera como su verdadera política dejar actuar por sí mismas a las partes, con la esperanza de que las demás potencias adoptarán la misma actitud...”

Referencias

Fuentes