Diferencia entre revisiones de «Eduardo Mantilla Trejos»

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''' Eduardo Mantilla Trejos ''' El escritor más completo e integral que ha dado el llano colombo-venezolano,  también, el más prolífico, pues ha publicado una treintena de obras, entre las que se destacan 'Lencho Alfaro', 'Historia verídica de los tumbatiranos', 'Pore, la liberta dura' y 'Los hombres de casabe'.
 
''' Eduardo Mantilla Trejos ''' El escritor más completo e integral que ha dado el llano colombo-venezolano,  también, el más prolífico, pues ha publicado una treintena de obras, entre las que se destacan 'Lencho Alfaro', 'Historia verídica de los tumbatiranos', 'Pore, la liberta dura' y 'Los hombres de casabe'.
 
 
Es un conocedor pleno de su entorno, pero a la vez, cultivado en las mejores bibliotecas y lecturas universales.
 
Es un conocedor pleno de su entorno, pero a la vez, cultivado en las mejores bibliotecas y lecturas universales.
 
Criado entre rodeos de ganado, ha saboreado a las 3 de la mañana un café cerrero antes de partir hacia la otra mitad del llanero: su sabana. Y en medio del olor de la bosta en los corrales, ha plasmado en su pluma frases impregnadas del aroma del mastranto, que se mezclan con las huellas de sus maestros: Whitman, Flaubert, Dostoievski...
 
Criado entre rodeos de ganado, ha saboreado a las 3 de la mañana un café cerrero antes de partir hacia la otra mitad del llanero: su sabana. Y en medio del olor de la bosta en los corrales, ha plasmado en su pluma frases impregnadas del aroma del mastranto, que se mezclan con las huellas de sus maestros: Whitman, Flaubert, Dostoievski...
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== Biografía ==
 
== Biografía ==
 
Hijo de un aventajado farmaceuta bumangués y de una llanera venezolana, Eduardo Mantilla Trejos nace en Paz de Ariporo, Casanare, en una finca agrícola y ganadera que luego de ser abandonada por la familia Mantilla Trejos, se convirtió en cuartel de la guerrilla y luego en sitio bombardeado por el ejército.  
 
Hijo de un aventajado farmaceuta bumangués y de una llanera venezolana, Eduardo Mantilla Trejos nace en Paz de Ariporo, Casanare, en una finca agrícola y ganadera que luego de ser abandonada por la familia Mantilla Trejos, se convirtió en cuartel de la guerrilla y luego en sitio bombardeado por el ejército.  
 
 
Su padre interpretaba el tiple, musicalizaba los poemas de Julio Flórez, leía a los clásicos de la literatura universal y escribía canciones: un hombre raro para su entorno.  
 
Su padre interpretaba el tiple, musicalizaba los poemas de Julio Flórez, leía a los clásicos de la literatura universal y escribía canciones: un hombre raro para su entorno.  
 
La violencia partidista de los años cincuenta les hace huir hacia Arauca y perder la propiedad. Estos sucesos son relatados en una de las novelas de Eduardo Mantilla: Lencho Alfaro, editada en 1986, que tiene visos autobiográficos.  
 
La violencia partidista de los años cincuenta les hace huir hacia Arauca y perder la propiedad. Estos sucesos son relatados en una de las novelas de Eduardo Mantilla: Lencho Alfaro, editada en 1986, que tiene visos autobiográficos.  
 
 
De Arauca, donde pasó su segunda niñez, viajó a Pamplona a terminar sus estudios secundarios con una beca convirtiéndose en Normalista, Maestro. Allí hace realidad su vocación como lector y escritor incipiente. Fedor Dostoiwski lo apasionó como Juan Rulfo. Nombrado maestro de escuela en Bogotá hace paralelamente estudios de Español y Literatura en la Universidad Pedagógica y, posteriormente, de Periodismo en la Universidad del Rosario. Su fervor por Los Hermanos Karamazov lo conducen a escribir un largo ensayo sobre ésta novela que le mereció un galardón nacional convocado por el periódico El Espectador, la Embajada de Rusia y la Editorial Aguilar. El premio incluía una beca para la Universidad Patricio Lumumba de Moscú o para la Universidad de California en los Estados Unidos, entonces Mantilla Trejos decide aceptar el reto de ser Secretario de Educación de Arauca y perder la oportunidad de especializarse fuera del país. La politiquería hizo la vida imposible de Mantilla en Arauca y prefiere establecerse en San Cristóbal, Venezuela. Allí ejerce el periodismo sindical pero el llamado de la tierra lo hace volver a Bogotá donde desempeña un cargo técnico que agobia su deseo de escribir literatura. Ya había publicado su libro de poemas Mastranto (1980) pero el lenguaje de las oficinas lo alejaba más y más de su verdadero sentido de vida.  
 
De Arauca, donde pasó su segunda niñez, viajó a Pamplona a terminar sus estudios secundarios con una beca convirtiéndose en Normalista, Maestro. Allí hace realidad su vocación como lector y escritor incipiente. Fedor Dostoiwski lo apasionó como Juan Rulfo. Nombrado maestro de escuela en Bogotá hace paralelamente estudios de Español y Literatura en la Universidad Pedagógica y, posteriormente, de Periodismo en la Universidad del Rosario. Su fervor por Los Hermanos Karamazov lo conducen a escribir un largo ensayo sobre ésta novela que le mereció un galardón nacional convocado por el periódico El Espectador, la Embajada de Rusia y la Editorial Aguilar. El premio incluía una beca para la Universidad Patricio Lumumba de Moscú o para la Universidad de California en los Estados Unidos, entonces Mantilla Trejos decide aceptar el reto de ser Secretario de Educación de Arauca y perder la oportunidad de especializarse fuera del país. La politiquería hizo la vida imposible de Mantilla en Arauca y prefiere establecerse en San Cristóbal, Venezuela. Allí ejerce el periodismo sindical pero el llamado de la tierra lo hace volver a Bogotá donde desempeña un cargo técnico que agobia su deseo de escribir literatura. Ya había publicado su libro de poemas Mastranto (1980) pero el lenguaje de las oficinas lo alejaba más y más de su verdadero sentido de vida.  
 
 
En Arauca tuvo la oportunidad de hablar con el presidente de la República, Belisario Betancur, quien conocía el libro de poemas. Le ofreció regresar a Arauca pero la experiencia anterior no le daba alternativa. Le comentó que una de sus grandes ambiciones era conocer la zona del Orinoco, el presidente llamó entonces al Comisario y le dijo: «le presento al nuevo Secretario de Gobierno del Vichada».  
 
En Arauca tuvo la oportunidad de hablar con el presidente de la República, Belisario Betancur, quien conocía el libro de poemas. Le ofreció regresar a Arauca pero la experiencia anterior no le daba alternativa. Le comentó que una de sus grandes ambiciones era conocer la zona del Orinoco, el presidente llamó entonces al Comisario y le dijo: «le presento al nuevo Secretario de Gobierno del Vichada».  
 
 
De la experiencia del Vichada (1985) parte su interés por el Río Orinoco, por la cultura en donde las comunidad de los jesuitas fue fundamental, de allí su más ambicioso libro: el Tesoro Jesuita, (1996). Relata Eduardo Mantilla que «la participación de los jesuitas en el desarrollo de los Llanos tiene que ver con lo económico porque hasta 1659 la tierra llanera era poblada por fieras e indios y la acción de los jesuitas durante más de un siglo permitió formar una base ganadera, bajando las primeras reses de la provincia de Lengupá, por unos desfiladeros profundos y, lógicamente, con lo espiritual en donde el culto a la Virgen del Carmen fue inmensa y conformó muchas de las formas de ser del llanero. Los jesuitas fueron expulsados en el momento en que el Llano iba a dar el gran salto comercial a través del río Orinoco. Fueron más que evangelizadores, civilizadores de la tierra llanera. El libro abarca un trabajo de catorce años de investigación, de lectura y fotocopiado de incunables que reposan en la Biblioteca Nacional y en la Luis Ángel Arango.«El Tesoro Jesuita» puede leerse como documento histórico pero, fundamentalmente como una novela porque no desarrollo el argumento en forma lineal y escueto como tradicionalmente lo hace el historiador sino, creo el personaje, con sus sentimientos, comidas, aspiraciones, dolores, léxico de la época. La trama gira alrededor de la historia que cuenta cómo los jesuitas se enteran que van a ser expulsados y recogen los objetos más valiosos de la comunidad, cálices, copones, piezas de arte, que trajeron de varias ciudades de América para reunirlas en La Procuraduría de Caribabare, antigua hacienda de los jesuitas. El Tesoro debía salir por el río Meta y Orinoco hacia Roma pero los españoles se dan cuenta y obligan al gobernador de los Llanos hacer la incautación. Los jesuitas esconden el tesoro en 1767. Desde entonces se empieza a tejer la leyenda que hasta ahora no ha sido dilucidada. Se dice que los curas desviaron el curso del
 
De la experiencia del Vichada (1985) parte su interés por el Río Orinoco, por la cultura en donde las comunidad de los jesuitas fue fundamental, de allí su más ambicioso libro: el Tesoro Jesuita, (1996). Relata Eduardo Mantilla que «la participación de los jesuitas en el desarrollo de los Llanos tiene que ver con lo económico porque hasta 1659 la tierra llanera era poblada por fieras e indios y la acción de los jesuitas durante más de un siglo permitió formar una base ganadera, bajando las primeras reses de la provincia de Lengupá, por unos desfiladeros profundos y, lógicamente, con lo espiritual en donde el culto a la Virgen del Carmen fue inmensa y conformó muchas de las formas de ser del llanero. Los jesuitas fueron expulsados en el momento en que el Llano iba a dar el gran salto comercial a través del río Orinoco. Fueron más que evangelizadores, civilizadores de la tierra llanera. El libro abarca un trabajo de catorce años de investigación, de lectura y fotocopiado de incunables que reposan en la Biblioteca Nacional y en la Luis Ángel Arango.«El Tesoro Jesuita» puede leerse como documento histórico pero, fundamentalmente como una novela porque no desarrollo el argumento en forma lineal y escueto como tradicionalmente lo hace el historiador sino, creo el personaje, con sus sentimientos, comidas, aspiraciones, dolores, léxico de la época. La trama gira alrededor de la historia que cuenta cómo los jesuitas se enteran que van a ser expulsados y recogen los objetos más valiosos de la comunidad, cálices, copones, piezas de arte, que trajeron de varias ciudades de América para reunirlas en La Procuraduría de Caribabare, antigua hacienda de los jesuitas. El Tesoro debía salir por el río Meta y Orinoco hacia Roma pero los españoles se dan cuenta y obligan al gobernador de los Llanos hacer la incautación. Los jesuitas esconden el tesoro en 1767. Desde entonces se empieza a tejer la leyenda que hasta ahora no ha sido dilucidada. Se dice que los curas desviaron el curso del
 
  río Tame (San Ignacio), y en su lecho construyeron una excavación recubierta con argamasa, miel y cera de abejas, impermeabilizaron el fortín, echaron el tesoro, taparon y volvieron a encauzar el río por encima del Tesoro. Otra leyenda (¿o realidad?) dice que las primeras compañías petroleras sacaron el Tesoro y que, secretamente, se lo llevaron. Otra: que a través de satélite detectaron el oro y vinieron por él. La verdad no se sabe, por eso la dedicatoria del libro: a mis queridos nietecitos Daniela y Miguel Angel, quienes tendrán con los llaneros de su generación la misión imponderable de continuar buscando el Tesoro Jesuita».  
 
  río Tame (San Ignacio), y en su lecho construyeron una excavación recubierta con argamasa, miel y cera de abejas, impermeabilizaron el fortín, echaron el tesoro, taparon y volvieron a encauzar el río por encima del Tesoro. Otra leyenda (¿o realidad?) dice que las primeras compañías petroleras sacaron el Tesoro y que, secretamente, se lo llevaron. Otra: que a través de satélite detectaron el oro y vinieron por él. La verdad no se sabe, por eso la dedicatoria del libro: a mis queridos nietecitos Daniela y Miguel Angel, quienes tendrán con los llaneros de su generación la misión imponderable de continuar buscando el Tesoro Jesuita».  
 
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Eduardo Mantilla Trejos define al llanero: «corporalmente un hombre magro que parece más bien un leño para encender candelas pero a la vez, un hombre con una mirada resuelta, de una fuerza que no aparenta pero que le ha servido para incidir en la transformación del medio, sin dañarlo en forma irreversible. Sicológicamente, uno de esos personajes que tomó como principal divisa el respeto a la palabra empeñada. Sumados los dos da como resultado un hombre que debe mantenerse en los estados de alma que lo han caracterizado: amor a su tierra, romanticismo desbordante, honradez y amistad». Agrega Mantilla que «erróneamente se ha creído que el llanero actúa por instinto mientras los hombres de ciudad los hacen por ideas».  
Eduardo Mantilla Trejos define al llanero: «corporalmente un hombre magro que parece más bien un leño para encender candelas pero a la vez, un hombre con una mirada resuelta, de una fuerza que no aparenta pero que le ha servido para incidir en la transformación del medio  
 
sin dañarlo en forma irreversible. Sicológicamente, uno de esos personajes que tomó como principal divisa el respeto a la palabra empeñada. Sumados los dos da como resultado un hombre que debe mantenerse en los estados de alma que lo han caracterizado: amor a su tierra, romanticismo desbordante, honradez y amistad». Agrega Mantilla que «erróneamente se ha creído que el llanero actúa por instinto mientras los hombres de ciudad los hacen por ideas».  
 
 
 
 
No obstante ser la zona de la Orinoquia uno de los polos con mayor desarrollo y riqueza de finales del siglo XX y una de las regiones que alberga el más elevado número de desplazado por la violencia de otras áreas colombianas, los llaneros no discriminan pero defienden sus tradiciones. Mantilla sostiene que «la llegada de los nuevos habitantes no debe opacar la cultura bicentenaria de los llaneros. La neoectnia no tiene por qué borrar los vestigios de nuestro folclor, de nuestra cultura popular; por el contrario, somos respetuosos con las nuevas corrientes pero a la vez debemos defender la ancestral cultura llanera».  
 
No obstante ser la zona de la Orinoquia uno de los polos con mayor desarrollo y riqueza de finales del siglo XX y una de las regiones que alberga el más elevado número de desplazado por la violencia de otras áreas colombianas, los llaneros no discriminan pero defienden sus tradiciones. Mantilla sostiene que «la llegada de los nuevos habitantes no debe opacar la cultura bicentenaria de los llaneros. La neoectnia no tiene por qué borrar los vestigios de nuestro folclor, de nuestra cultura popular; por el contrario, somos respetuosos con las nuevas corrientes pero a la vez debemos defender la ancestral cultura llanera».  
 
Hombres de casabe, (cuentos, 1994), están organizados partiendo del postulado de que el hombre es lo que come, que hay hombres que comen casabe y hombres que comen maíz. El casabe se da silvestre y los hombres se van al andariegaje y regresan y lo encuentran crecido mientras que el maíz hace que se tornen sedentarios, cuidan el cultivo. El llanero es hombre de casabe que come torta de afrecho de yuca, que no es más que casabe. El libro está dividido en tres partes: del indígena, con las formas de la cultura ancestral, del mestizo y otros ámbitos que desentraña al llanero actual dentro de diferentes contextos de la vida moderna. Sobre el texto, en la Introducción, nos cuenta Mantilla Trejos que «es un libro caótico, Los cuentos y relatos que lo integran fueron escritos durante veinte años. (...) Habiendo llegado a Arauca me preguntó mi madre: ¿quieres un pedazo de casabe? Le respondí que sí y mientras mojaba en el chocolate la insípida torta concluí —con no poco sobresalto— que el casabe es un legado que, sin artificios, nos ha hecho la cultura material aborigen para que podamos saborear las penurias del hombre plánido de América Latina. La técnica y el uso del casabe —de cuño arawak— se extendió de Yucatán al Río de la Plata y su materia prima, la yuca, constituyó el emblema de los pueblos pobres y libertarios de los llanos y litorales, en contraposición con los pueblos comedores de maíz o de cacao que se reputaban de ricos pero que siempre estuvieron subyugados». En el prólogo del libro afirma el abogado, escritor y periodista araucano Elías Matus Torres: «Eduardo Mantilla Trejos es, hoy por hoy, el escritor más depurado y versátil conque cuentan los Llanos de Colombia».  
 
Hombres de casabe, (cuentos, 1994), están organizados partiendo del postulado de que el hombre es lo que come, que hay hombres que comen casabe y hombres que comen maíz. El casabe se da silvestre y los hombres se van al andariegaje y regresan y lo encuentran crecido mientras que el maíz hace que se tornen sedentarios, cuidan el cultivo. El llanero es hombre de casabe que come torta de afrecho de yuca, que no es más que casabe. El libro está dividido en tres partes: del indígena, con las formas de la cultura ancestral, del mestizo y otros ámbitos que desentraña al llanero actual dentro de diferentes contextos de la vida moderna. Sobre el texto, en la Introducción, nos cuenta Mantilla Trejos que «es un libro caótico, Los cuentos y relatos que lo integran fueron escritos durante veinte años. (...) Habiendo llegado a Arauca me preguntó mi madre: ¿quieres un pedazo de casabe? Le respondí que sí y mientras mojaba en el chocolate la insípida torta concluí —con no poco sobresalto— que el casabe es un legado que, sin artificios, nos ha hecho la cultura material aborigen para que podamos saborear las penurias del hombre plánido de América Latina. La técnica y el uso del casabe —de cuño arawak— se extendió de Yucatán al Río de la Plata y su materia prima, la yuca, constituyó el emblema de los pueblos pobres y libertarios de los llanos y litorales, en contraposición con los pueblos comedores de maíz o de cacao que se reputaban de ricos pero que siempre estuvieron subyugados». En el prólogo del libro afirma el abogado, escritor y periodista araucano Elías Matus Torres: «Eduardo Mantilla Trejos es, hoy por hoy, el escritor más depurado y versátil conque cuentan los Llanos de Colombia».  

Revisión del 14:36 30 jul 2014

Eduardo Mantilla Trejos
Información sobre la plantilla
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NombreEduardo Mantilla Trejos
NacimientoPaz de Ariporo, Casanare
NacionalidadColombiana
OcupaciónEscritor, político y periodista.

Eduardo Mantilla Trejos El escritor más completo e integral que ha dado el llano colombo-venezolano, también, el más prolífico, pues ha publicado una treintena de obras, entre las que se destacan 'Lencho Alfaro', 'Historia verídica de los tumbatiranos', 'Pore, la liberta dura' y 'Los hombres de casabe'. Es un conocedor pleno de su entorno, pero a la vez, cultivado en las mejores bibliotecas y lecturas universales. Criado entre rodeos de ganado, ha saboreado a las 3 de la mañana un café cerrero antes de partir hacia la otra mitad del llanero: su sabana. Y en medio del olor de la bosta en los corrales, ha plasmado en su pluma frases impregnadas del aroma del mastranto, que se mezclan con las huellas de sus maestros: Whitman, Flaubert, Dostoievski... Nacido en Casanare, criado en Arauca y formado en el mundo contemporáneo, Eduardo Mantilla conserva intacta su alma de llanero recio, que defiende a ultranza su tierra y su cultura.

Biografía

Hijo de un aventajado farmaceuta bumangués y de una llanera venezolana, Eduardo Mantilla Trejos nace en Paz de Ariporo, Casanare, en una finca agrícola y ganadera que luego de ser abandonada por la familia Mantilla Trejos, se convirtió en cuartel de la guerrilla y luego en sitio bombardeado por el ejército. Su padre interpretaba el tiple, musicalizaba los poemas de Julio Flórez, leía a los clásicos de la literatura universal y escribía canciones: un hombre raro para su entorno. La violencia partidista de los años cincuenta les hace huir hacia Arauca y perder la propiedad. Estos sucesos son relatados en una de las novelas de Eduardo Mantilla: Lencho Alfaro, editada en 1986, que tiene visos autobiográficos. De Arauca, donde pasó su segunda niñez, viajó a Pamplona a terminar sus estudios secundarios con una beca convirtiéndose en Normalista, Maestro. Allí hace realidad su vocación como lector y escritor incipiente. Fedor Dostoiwski lo apasionó como Juan Rulfo. Nombrado maestro de escuela en Bogotá hace paralelamente estudios de Español y Literatura en la Universidad Pedagógica y, posteriormente, de Periodismo en la Universidad del Rosario. Su fervor por Los Hermanos Karamazov lo conducen a escribir un largo ensayo sobre ésta novela que le mereció un galardón nacional convocado por el periódico El Espectador, la Embajada de Rusia y la Editorial Aguilar. El premio incluía una beca para la Universidad Patricio Lumumba de Moscú o para la Universidad de California en los Estados Unidos, entonces Mantilla Trejos decide aceptar el reto de ser Secretario de Educación de Arauca y perder la oportunidad de especializarse fuera del país. La politiquería hizo la vida imposible de Mantilla en Arauca y prefiere establecerse en San Cristóbal, Venezuela. Allí ejerce el periodismo sindical pero el llamado de la tierra lo hace volver a Bogotá donde desempeña un cargo técnico que agobia su deseo de escribir literatura. Ya había publicado su libro de poemas Mastranto (1980) pero el lenguaje de las oficinas lo alejaba más y más de su verdadero sentido de vida. En Arauca tuvo la oportunidad de hablar con el presidente de la República, Belisario Betancur, quien conocía el libro de poemas. Le ofreció regresar a Arauca pero la experiencia anterior no le daba alternativa. Le comentó que una de sus grandes ambiciones era conocer la zona del Orinoco, el presidente llamó entonces al Comisario y le dijo: «le presento al nuevo Secretario de Gobierno del Vichada». De la experiencia del Vichada (1985) parte su interés por el Río Orinoco, por la cultura en donde las comunidad de los jesuitas fue fundamental, de allí su más ambicioso libro: el Tesoro Jesuita, (1996). Relata Eduardo Mantilla que «la participación de los jesuitas en el desarrollo de los Llanos tiene que ver con lo económico porque hasta 1659 la tierra llanera era poblada por fieras e indios y la acción de los jesuitas durante más de un siglo permitió formar una base ganadera, bajando las primeras reses de la provincia de Lengupá, por unos desfiladeros profundos y, lógicamente, con lo espiritual en donde el culto a la Virgen del Carmen fue inmensa y conformó muchas de las formas de ser del llanero. Los jesuitas fueron expulsados en el momento en que el Llano iba a dar el gran salto comercial a través del río Orinoco. Fueron más que evangelizadores, civilizadores de la tierra llanera. El libro abarca un trabajo de catorce años de investigación, de lectura y fotocopiado de incunables que reposan en la Biblioteca Nacional y en la Luis Ángel Arango.«El Tesoro Jesuita» puede leerse como documento histórico pero, fundamentalmente como una novela porque no desarrollo el argumento en forma lineal y escueto como tradicionalmente lo hace el historiador sino, creo el personaje, con sus sentimientos, comidas, aspiraciones, dolores, léxico de la época. La trama gira alrededor de la historia que cuenta cómo los jesuitas se enteran que van a ser expulsados y recogen los objetos más valiosos de la comunidad, cálices, copones, piezas de arte, que trajeron de varias ciudades de América para reunirlas en La Procuraduría de Caribabare, antigua hacienda de los jesuitas. El Tesoro debía salir por el río Meta y Orinoco hacia Roma pero los españoles se dan cuenta y obligan al gobernador de los Llanos hacer la incautación. Los jesuitas esconden el tesoro en 1767. Desde entonces se empieza a tejer la leyenda que hasta ahora no ha sido dilucidada. Se dice que los curas desviaron el curso del

río Tame (San Ignacio), y en su lecho construyeron una excavación recubierta con argamasa, miel y cera de abejas, impermeabilizaron el fortín, echaron el tesoro, taparon y volvieron a encauzar el río por encima del Tesoro. Otra leyenda (¿o realidad?) dice que las primeras compañías petroleras sacaron el Tesoro y que, secretamente, se lo llevaron. Otra: que a través de satélite detectaron el oro y vinieron por él. La verdad no se sabe, por eso la dedicatoria del libro: a mis queridos nietecitos Daniela y Miguel Angel, quienes tendrán con los llaneros de su generación la misión imponderable de continuar buscando el Tesoro Jesuita». 

Eduardo Mantilla Trejos define al llanero: «corporalmente un hombre magro que parece más bien un leño para encender candelas pero a la vez, un hombre con una mirada resuelta, de una fuerza que no aparenta pero que le ha servido para incidir en la transformación del medio, sin dañarlo en forma irreversible. Sicológicamente, uno de esos personajes que tomó como principal divisa el respeto a la palabra empeñada. Sumados los dos da como resultado un hombre que debe mantenerse en los estados de alma que lo han caracterizado: amor a su tierra, romanticismo desbordante, honradez y amistad». Agrega Mantilla que «erróneamente se ha creído que el llanero actúa por instinto mientras los hombres de ciudad los hacen por ideas». No obstante ser la zona de la Orinoquia uno de los polos con mayor desarrollo y riqueza de finales del siglo XX y una de las regiones que alberga el más elevado número de desplazado por la violencia de otras áreas colombianas, los llaneros no discriminan pero defienden sus tradiciones. Mantilla sostiene que «la llegada de los nuevos habitantes no debe opacar la cultura bicentenaria de los llaneros. La neoectnia no tiene por qué borrar los vestigios de nuestro folclor, de nuestra cultura popular; por el contrario, somos respetuosos con las nuevas corrientes pero a la vez debemos defender la ancestral cultura llanera». Hombres de casabe, (cuentos, 1994), están organizados partiendo del postulado de que el hombre es lo que come, que hay hombres que comen casabe y hombres que comen maíz. El casabe se da silvestre y los hombres se van al andariegaje y regresan y lo encuentran crecido mientras que el maíz hace que se tornen sedentarios, cuidan el cultivo. El llanero es hombre de casabe que come torta de afrecho de yuca, que no es más que casabe. El libro está dividido en tres partes: del indígena, con las formas de la cultura ancestral, del mestizo y otros ámbitos que desentraña al llanero actual dentro de diferentes contextos de la vida moderna. Sobre el texto, en la Introducción, nos cuenta Mantilla Trejos que «es un libro caótico, Los cuentos y relatos que lo integran fueron escritos durante veinte años. (...) Habiendo llegado a Arauca me preguntó mi madre: ¿quieres un pedazo de casabe? Le respondí que sí y mientras mojaba en el chocolate la insípida torta concluí —con no poco sobresalto— que el casabe es un legado que, sin artificios, nos ha hecho la cultura material aborigen para que podamos saborear las penurias del hombre plánido de América Latina. La técnica y el uso del casabe —de cuño arawak— se extendió de Yucatán al Río de la Plata y su materia prima, la yuca, constituyó el emblema de los pueblos pobres y libertarios de los llanos y litorales, en contraposición con los pueblos comedores de maíz o de cacao que se reputaban de ricos pero que siempre estuvieron subyugados». En el prólogo del libro afirma el abogado, escritor y periodista araucano Elías Matus Torres: «Eduardo Mantilla Trejos es, hoy por hoy, el escritor más depurado y versátil conque cuentan los Llanos de Colombia». En su texto novelado Historia verídica de los Tumba Tiranos, (1a edición, 1992, 2a 1993), narra el itinerario bélico e ideológico que empieza con Vargas Vila y termina con Juan Vicente Gómez, teniendo por escenario los ardientes Llanos de Colombia y Venezuela. Es, al decir del autor, un homenaje a Arauca. Sobre la novela afirma el escritor y periodista Juan Gossaín: «...aquí tenemos una fascinante mezcla de novela e historia que se entrelazan en magnífico juego seductor. Se balancea como un maromero entre la realidad y la ficción. Este libro está escrito en la tradición de los viejos cronistas de Indias que registraban la mitad de lo que veían y la otra mitad se le inventaban. (...) El rescate de la lengua, ese lenguaje cargado de poesía, es otro aspecto conmovedor de esta obra. (...) Lo que la historia del Tumbatiranos reivindica es al hombre del Llano, incluído los extranjeros como es el caso de Murzi. La novela ‘La mala hora’ de Gabriel García Márquez no es la historia de la violencia sino de los hombres que padecen la violencia. En esta obra sólo hay un muerto mientras los exégetas de la violencia se solazan en describir en detalle ‘un corte de franela’ o la forma en que bajaban los cadáveres por el Cauca. El verdaddero drama no es el de los muertos sino el de los vivos y esto nos lo enseñó Camus en ‘La peste’: el que ya murió, descansó. Lo que más me gusta de este libro de Eduardo Mantilla es eso: es sobre los llaneros y no sobre el Llano». Eduardo Mantilla Trejos ha dedicado su vida a estudiar y comprender la idiosincrasia del llanero colombiano, la raíz del actual llanero y preservar valores en el tiempo y el espacio para evitar la despersonalización por los cambios de los nuevos tiempos. Además de los libros arriba señalados, Mantilla Trejos ha publicado, La Rubiera, (novela, 1994); Pore, La Libertadura (novela, 1992) y tiene inéditos: La Serpiente enroscada (monografía); «La boca de Dios» (novela) y Aguas Hondas (poemas). Para preservar los valores llaneros, Mantilla forma parte de organizaciones que buscan aglutinar los escritores de Colombia y Venezuela, a través de encuentros como el llevado a cabo en Arauca. De igual manera es miembro activo de la Academia de Historia del Meta, la Academia de Historia de Arauca y, seguramente lo será de la Academia de Historia de Casanare que se encuentra en proceso de formación. Dinamizador y cabeza de simposios internacionales de historia y editor incanzable de los textos propios y ajenos. En el campo editorial, dice Mantilla Trejos «es ta abundante la proliferación de libros en la zona de los Llanos que se podría afirmar que es una de las regiones más ricas de Colombia». Mantilla Trejos respeta profundamente a José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos, los escritores que mostraron al Llano en la literatura pero afirma que fueron «dos personas extrañas al medio que en un momento dado dieron una mirada y vieron a lo lejos al personaje sin formar parte de su contexto». Agrega el autor que «la literatura que nuestros escritores pretenden y están haciendo busca mirar el mundo llanero, con su propia sicología. No queremos una literatura horizontal sino una literatura de profundidad». La cátedra de la Orinoquia busca sacar del ostracismo a personas y cultura de la región. No es liberal ni conservador, dice que esta afiliado al lado del llanero, al lado de esos hombres golpeados en la historia de la nación. Ha trabajado como, profesor de escuela, de bachillerato; funcionario durante diez años del Fondo Nacional del Ahorro; Secretario de Educación de Arauca y fundador del periódico Correo del Orinoco. Sus libros circulan por toda la Orinoquia y son texto en muchos centros educativos de la región. Su vida está dedicada a

su trabajo intelectual y editorial. Su ambición está centrada en el futuro del hombre llanero, conservando su identidad, que sea genuino, con sus valores. Aunque no le importa la fuguración algunos estudiantes de la Universidad de Villavicencio y Tunja elaboran tesis sobre su trabajo. Gratificante para el país y para la literatura colombiana encontrar seres humanos como Eduardo Mantilla Trejos, un hombre que lleva a su Llano en el corazón, en su inteligencia, en su pluma de investigador, fabulador y poeta. Si todas las regiones de Colombia tuvieran personas como él, seguramente nuestra historia sería distinta, no sólo en lo cotidiano sino en la que cuentan tantos libros academicistas. Su obra está por ser valorada, divulgada en otros ámbitos de América Latina porque son libros hechos con el respeto que se le debe tener a la literatura, al lenguaje, a la verosimilitud y la devoción de un escritor que no busca ni anhela la fama pero que en algunos de sus lectores de hoy y del futuro conservará ese hálito de inmortalidad que poseen los seres excepcionales. 

Bibliografía

Lencho Alfaro, editada en 1986 Historia verídica de los Tumba Tiranos, (1a edición, 1992, 2a 1993) Pore, La Libertadura (novela, 1992) Hombres de casabe, (cuentos, 1994) La Rubiera, (novela, 1994); Tesoro Jesuita, (1996) Inéditos: La Serpiente enroscada (monografía); «La boca de Dios» (novela)

Aguas Hondas (poemas).

Fuentes