El arte de narrar cuentos

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El arte de narrar cuentos
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Concepto:Narración es un mecanismo importante en el desarrollo lingüístico de todo ser humano

El arte de narrar cuentos.. Contar cuentos es una costumbre tan antigua que se pierde en la memoria del tiempo y como señala la narradora e investigadora norteamericana Ruth Sawyer "es una de las artes tradicionales [...] que hunde sus raíces en los orígenes mismos de la expresión articulada."

La palabra viva, con todas las cualidades mesurables de la voz —tono, timbre, amplitud, registro…— y los gestos, son los instrumentos del narrador oral para la comunicación con su público. Al referir a la palabra con el calificativo de "viva", se le confiere una categoría especial como expresión del arte de contar cuentos, reconocido como arte viviente en un estudio realizado por la propia Ruth Sawyer, quien lo considera así, pues la narración de cuentos existe como arte "solo mientras se narra", en el momento mismo del arte de narrar, con el valor inapreciable de lo efímero.

Narrar cuentos artísticamente es conferir espontaneidad a una serie de sucesos para que el público reciba el relato pleno de vida, siempre como algo nuevo, ocurrido ante la vista con "la fuerza y el interés de todo aquello que se ha sentido o vivido".

Algo de la historia y la tradición

Al decir de Mary Gould Davis, otra famosa narradora norteamericana, este arte es tan antiguo como el canto o la danza. Igualmente se tienen noticias de que, además de los contadores de cuentos espontáneos, existían aquellos que aprendían el oficio.

Los antecedentes de la narración oral como arte se han situado en la Eolia, Grecia, donde surge el juglar, y en la península escandinava, con los escaldos del norte. Algunos investigadores señalan que durante la expansión romana existieron dos importantes escuelas de contadores de cuentos, una en Irlanda —la de los ollams— y otra en el país de Gales —la de los bardos. Desde China, también llegan noticias, durante el paso de la dinastía Ming a la Qing, de un famoso narrador llamado Liu Jingting, rey de los cuentistas (1587-1670), quien aprendió este arte, desde la edad de quince años, en la región de Xuyi con el erudito Mo Houguang, quien había desarrollado toda una teoría sobre la narración de cuentos.

Yendo mucho más atrás en el tiempo, hasta llegar junto al fuego de las noches primitivas, los nómadas apreciaban los poderes del jefe de la tribu y del narrador de cuentos como capacidades divinas; el uno, porque podía organizar a los hombres y vencer al enemigo; el otro, porque encantaba con sus palabras y transformaba el ambiente, haciéndolos soñar y "vivir" sus sueños.

Se supone que el paso definitivo del contador de historias primitivo a un artista verdadero, tuvo su origen en la misma comunidad primitiva, cuando éste descubrió el poder que ejercía sobre los que escuchaban y "consciente de ello, buscó la manera de fortalecer su posición. Vio cómo las relaciones emocionales que lograba arrancar de su público eran susceptibles de transformarse en llaves que le abriesen el mundo que ambicionaba, y se aplicó a descubrir la manera de provocar esas emociones en mayor grado de intensidad. Su inclinación primitiva hacia lo espectacular le permitió aprovechar hasta el límite la oportunidad que se le presentaba..."

Durante todo el desarrollo de la historia de la humanidad, en sus diversos estadios, además de ser un artista que poseía el don de divertir con su arte, el narrador de historias también tuvo a su cargo la conservación de las tradiciones de los pueblos y la tarea de educar a la juventud, transmitiéndole, de generación en generación, toda la riqueza del saber de sus ancestros, mediante mitos y leyendas, expresión de este arte popular surgido de la necesidad de reflejar todo lo que impresionaba sus sentidos.

Antecedentes cercanos

La narración de cuentos en Cuba debe sus primicias a la doctora María Teresa Freyre de Andrade, quien fuera designada en 1959 directora de la Biblioteca Nacional José Martí.

Ya en los inicios de la década del 50, la doctora Freyre había organizado seminarios sobre la narración oral en el Lyceum de La Habana y posteriormente (1962) con la inapreciable ayuda del poeta y narrador Eliseo Diego y la doctora María del Carmen Garcini, crea el Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles de la Biblioteca Nacional José Martí, dedicado a estudiar y difundir la teoría y la técnica del arte de contar cuentos, mediante la preparación de narradores en toda la red nacional de bibliotecas públicas para niños del país y la edición de la colección Textos para narradores, iniciada en 1966. De la biblioteca personal de la doctora Freyre de Andrade, provienen los primeros materiales que se tradujeron y publicaron en Cuba; gracias a ellos conocimos las experiencias de famosos narradores e investigadores. El objetivo principal de toda esta labor era realizar "La Hora del Cuento" como actividad promotora, en las bibliotecas, del interés por la lectura en los pequeños.

A mediados de la década del 70, Francisco Garzón Céspedes inicia con la narración oral una experiencia de creación, investigación y extensión cultural de integración de las artes, para la búsqueda de un público más activo en La peña de los juglares del Parque Lenin. Allí, junto a la trovadora cubana Teresita Fernández, da sus primeros pasos como narrador y comienza una tenaz labor por el rescate de este arte en plazas, parques y espacios teatrales. Dedicado luego por entero a extender la narración de cuentos por Iberoamérica y apoyado en el reconocimiento previo de los narradores de la corriente escandinava que afirma: "la narración oral es un arte en sí misma", la define como un arte escénico que, como ningún otro, ofrece infinidad de vías para la comunicación alternativa, por las posibilidades del narrador de improvisar, de recrear, en el acto de contar.

Literatura y narración oral

Diferencias entre el texto escrito y el narrado de viva voz

El lenguaje de la oralidad es flexible y el cuento escrito mantiene su lenguaje literario inalterable. La oralidad permite reiteraciones en la búsqueda de la comunicación, con un lenguaje coloquial, conseguido solo con una rigurosa preparación del narrador.

El cuento no se narra de memoria. Es el mismo cuento, pero recreado, reelaborado, que admite improvisar y enriquecer situaciones. El cuento narrado es la recreación de las imágenes leídas que toman vida en boca del narrador; ello le confiere la categoría de arte viviente.

La [narración oral] conlleva una forma de comunicación de una vivencia, por lo que llega al público con la fuerza de algo real.

En la narración oral se produce una síntesis del texto, dada a través de la gestualidad, que sirve para sugerir y, en ocasiones, sustituye a la palabra.

El arte del narrador oral posee recursos propios: El lenguaje verbal que se matiza con lo vocal; los lenguajes no verbales; las pausas para conferir determinada intención y ganar intensidad dramática, utilizados según convenga al que cuenta; el ritmo de la narración y la reiteración de palabras. Este último recurso, muy efectivo, viene directamente de lo conversacional para enriquecer la comunicación.

Algunas partes del cuento narrado se transforman en acción y pasan a lenguaje directo (diálogos, soliloquios, y otros recursos), gracias a la reelaboración del cuento que el narrador realiza durante su estudio.

Cuando el narrador desarrolla la trama del cuento va incorporando personajes con ciertas características que los hacen diferentes entre sí, pero “no los representa”. Para conseguir este efecto no es indispensable realizar cambios de voces ni imitaciones; esto se consigue mediante un estudio profundo de los rasgos del carácter de los personajes. No obstante, si el narrador posee la capacidad de hacer voces, es lícito, siempre que cada personaje conserve su voz hasta el final de la historia.

El narrador cuenta con el público y no para el público. En el acto de contar se logra una interacción entre el narrador y el auditorio mirando directamente a sus ojos, lo cual no es posible hacer durante una lectura en voz alta.

Estas son algunas de las diferencias entre la lectura de un texto literario y la narración oral de viva voz, aunque seguramente no serán las únicas.

Representantes de este movimiento

Haydée Arteaga narrando en la Ludoteca de la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena.

La primera figura, históricamente hablando, dentro de la narración oral artística en Cuba, es la de Haydée Arteaga.

El cuentero Onelio Jorge Cardoso en sus libros, quien desde los pueblos y campos de Cuba tejía las historias más inverosímiles y mantenía en vilo por horas con su sabiduría popular a sus oyentes casuales, fueran niños o adultos, no se ha quedado como una memoria de otros tiempos ni una estampa de folclor e identidad. Al contrario, su figura ha crecido con los años y en el siglo XXI lo encontramos conquistando no solo la ciudad, sino los predios académicos y los espacios internacionales de la narración oral.

Un ejemplar representante de este movimiento ya imparable de la narración oral es Agustín Montano, cuentero internacional que no solo ha llevado sus cuentos y espectáculos desde Pinar del Río hasta Baracoa, sino que se le ha oído narrar junto a los chamanes en las selvas mexicanas de Nanciyaga, como parte de un proyecto ecológico, e incluso dentro de prisiones, en el Festival Internacional “Libertad bajo palabra”.

Cuentero de niños, jóvenes y adultos, Agustín regala por igual cuentos de la más arraigada cubanía y aquellos de enseñanza más universal. Su rasero es uno solo: ser digno heredero de aquellos cuenteros de los pueblos, que heredaron de otros antepasados más lejanos el arte fascinante de contar cuentos.

¿En su repertorio echa mano del folclor, de las raíces de la cuentería cubana, o prefiere los cuentos ya pasados por el tamiz de la literatura?

He trabajado muy intensamente desde 1978 contando por todo el mundo. Eso te obliga a hacer un repertorio de corte internacional —porque estoy considerado cuentero internacional—, y lo mismo puedo contar algo de los hermanos Grimm, que de Hans Christian Andersen o de Selma Lagerlöf, pero mi objetivo fundamental es contar cuentos cubanos.

Sí, me gustan las raíces, los cuentos de los orígenes de nuestro país. Por ejemplo, este fin de semana estreno el espectáculo “De los orichas y de la Ikú” con una recopilación de cuentos de Onelio Jorge Cardoso y otros en versión propia, en el Gran Teatro de La Habana.

Considero que es necesario no olvidar nunca nuestras raíces ancestrales. Es necesario que los narradores se tomen el tiempo de buscar los cuentos cubanos con muchísimos valores. Recuerdo que mis cuentos en el extranjero han sido tildados de cuentos revolucionarios o cuentos comunistas, y pudiera ser que sí, porque mis cuentos provienen de mi realidad.

Por ejemplo, obtuve el Premio Juan Candela en 2002, en Barrio Cuento Dos, con los cuentos de Nersys Felipe dedicados a Román Elé, que es un niño que trabaja como criado y que alcanza a escaparse y a estudiar y rebelarse de una u otra forma contra el amo —he contado muchos cuentos de Nersys Felipe, a la cual le hice un homenaje el año pasado por los aniversarios de sus premios Casa de la Américas, en los años 75 y 76.

En este momento acabo de estrenar cuentos de Dora Alonso junto a cuentos de Aurora Martínez, una escritora pinareña poco conocida, y estoy preparando un estreno con cuentos de Nelson Simón, también escritor pinareño, y otro con cosas de Celina Bernal, que es una mujer pinareña maravillosa. Dirás: ¿por qué tantos pinareños? Es que nací en Pinar del Río. Estoy preparando la publicación de un libro de poemas que se llama Desde el pinar de los ríos y está dedicado a las vivencias de mi niñez.

Es importante que los narradores sepan que los niños de hoy deben conocer el cuento de “La cucarachita martina”, el de “El ratón pirulero”, etcétera, es decir, los cuentos con los que nosotros crecimos, que eran cuentos sanos y que dejaban una enseñanza. Para descubrir otras cosas hay mucho mundo.

Se trata del rescate de una tradición muy importante que trato de enseñarles a los niños en mis espectáculos. O sea, hay espectáculos en los que explico que la narración oral, o la palabra hablada, fue primero que la palabra escrita. También les enseño que distintos hombres y mujeres han escrito para que después nosotros podamos contar. Me gusta ir al rescate de tradiciones que a veces no están escritas, de cuentos anónimos, y cuando voy a hacer un cuento de un autor me gusta trabajarlo. Pienso que el cuento es algo que viene de generación en generación y mi cuento puede ser mañana tu cuento y pasado el de otro. Cada una de las personas que pasen por ese cuento le va a poner algo distinto en el énfasis, en las intenciones. Lo importante es que no se extinga el objetivo que puso el autor.

¿Se siente entonces parte de esa tradición popular?

Sí, una tradición muy antigua. Los cuenteros en la antigüedad llegaban a las plazas con un pregón, una canción, y allí, en cualquier espacio, contaban sus cuentos. Los juglares, por ejemplo, eran una especia de narradores, quizá titiriteros o actores. Pero iban de plaza en plaza, como nosotros, contando historias. Pienso que mi objetivo es contar historias que tengan que ver con Cuba, con nuestras raíces ancestrales, como mi nuevo espectáculo en el que vamos a hablar sobre la desmitificación de los amores de los santos yorubas. Esto va insertado en un espectáculo que dura casi una hora y 40 minutos, junto a “Francisca y la muerte” de Onelio Jorge Cardoso y otros cuentos, junto a canciones del folclor cubano que tocan muy de cerca las raíces de nuestra formación.

El aporte personal de los cuentacuentos

La cuentería es el arte oral de contar, u oralidad narradora artística, que consiste en comunicar y expresar por medio de la palabra, la voz y el gesto vivos, cuentos y otros géneros imaginarios que el cuentero inventa y/o reinventa en el aquí y ahora con un público considerado interlocutor, y que por ser comunicación no son literales respecto a la fuente.

No hay que confundirlo con el arte de la conversación y las anécdotas personales, otro arte oral con el que se entrelaza en la práctica, ni con el arte de contar historias reales que es el antecedente de la crónica y de la historia oral, ni tampoco hay que confundirlo con el cuento teatralizado.

Los cuentos y otras ficciones que narran han sido compartidos en cada cultura y país como un medio de entretenimiento, educación, preservación de la misma, del conocimiento y de los valores. Elementos vitales a este arte incluyen una trama y unos personajes, entre más, así como el punto de vista, la manera de ver el mundo del narrador oral artístico (el primero de ellos el cuentero de la tribu o cuentero comunitario). Las historias son utilizadas para compartir un mensaje, dar una explicación mágica, divertir, criticar, aportar posibles soluciones a conflictos... El arte oral de contar es además elemento de la tradición oral de cada pueblo.

El cuentero recaba su material de fuentes de tradición oral o de la literatura, pero lo resignifica y recodifica a la oralidad, deviniendo el contenido en su mensaje personal y único, con el cual, como un fuego que sigue devorando y expandiéndose, va atrapando a su oyente y lo va abrazando y abrazando con imágenes, percepciones y sensaciones que previamente modificaron e hicieron vibrar su propio ser. El cuentero narra para alejar, engañar y posponer eternamente la muerte.

El cuentero o narrador no es totalmente exterior a la historia ni está del todo implicado en ella. Cuenta como un testigo y representa a hombres y mujeres, a niños, jóvenes y viejos, siempre fragmentariamente, nunca en la continuidad. El narrador no es para nada prisionero de un personaje, es prisionero de la historia que narra. Dispone de técnicas de narración y experimenta el placer de coexistir con esos seres imaginarios. Al mismo tiempo, el narrador hace compartir a la asistencia los relatos de su pasado, de los que se presenta como el primer heredero. Es un heredero e individuo público al que le corresponde transmitir oralmente el fondo épico de una comunidad. El cuentero o narrador se remite al modelo del artesano, en el cual el anonimato y la individualidad se conjugan.

Géneros

La Anécdota: Proviene del griego anékdotos, y es una relación o noticia, breve, de algún suceso particular más o menos notable. Normalmente un personaje de edad mayor, como el abuelo, personas que viven una vida de aventuras, viajeros y similares, están al centro de la anécdota.

El Relato: En sentido general se dice de toda narración y en sentido estricto se refiere a una serie de hechos, generalmente reales, que no presentan un nudo dramático, sino que son sucesos en el tiempo.

La Leyenda: Género muy universal. La leyenda está siempre al origen de cada pueblo y aunque puede resultar fantástica, en realidad puede tener una lejana inspiración histórica. Están ligadas al tema de la creencia. Así como el cuento tiene una función eminentemente lúdica, las leyendas tienen por función dar una explicación o un esclarecimiento.

El Mito: El mito hace parte de la cosmogonía de una región o de un pueblo y en realidad es muy fácil de generar. Los contadores de mitos son expertos en rodear figuras inexistentes de la magia que atrae a los oyentes.

El Cuento: El cuento es una ficción en prosa, breve, pero con un desarrollo tan formal que, desde el principio, consiste en satisfacer de alguna manera un urgente sentido de finalidad (Enrique Anderson Imbert).

Cuentos de espantos: El género de terror y espanto ha sido siempre atractivo a los pueblos y tiene mucho que ver con las leyendas y los mitos.

El culebrero: En algunas regiones se trata de la caricatura del comerciante que en las plazas anuncia sus productos de manera creativa, utilizando la cuentería como medio de atraer la atención.

La Fábula: Se trata de un género antiquísimo. Es un tipo de composición breve que desemboca en una moraleja y en la que los protagonistas son generalmente animales que representan a seres humanos.

Fuentes

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  • Banu, George (2006). Peter Brook. Hacia un teatro primero. Ediciones Arte del Sur. ISBN 987-22804-1-x.
  • Bovo, Ana María (2002). Narrar, oficio trémulo. Editorial Atuel. ISBN 987-9006-93-3.
  • Bryant, Sara Cone. El arte de contar cuentos, 1976.
  • Montero, Beatriz. Los secretos del cuentacuentos. Editorial CCS, 2010. ISBN 978-84-9842-590-1.
  • Ortiz, Estrella. Rotundifolia. Contar con los cuentos, 2002.
  • Padovani, Ana (1999). Contar cuentos (desde la práctica hacia la teoría). Editorial Paidós. ISBN 950-12-6128-x.
  • San Filippo, Marina. El renacimiento de la narración oral en Italia y España (1985-2005). Fundación Universitaria Española, 2007. Colección: Tesis doctorales "cum laude". Serie L (Literatura); 43 ISBN 978-84-7392-673-7
  • Navarro, Mayra • La Habana 20 de Marzo de 2009.
  • Quevedo Montero, Niurka. Trabajo investigativo, Universidad de Camagüey. 2011