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Revisión del 13:39 9 mar 2012

El eterno Adán
Información sobre la plantilla
Portada adan.gif
Título originalL'éternel Adam
Autor(a)(es)(as)Julio Verne
Editorial:Icaria
GéneroAventuras de Ciencia ficción
EdiciónJosep Rafael Macau
Primera edición1910
PaísBandera de Francia Francia

El eterno Adán. Escrita por Julio Verne poco antes de morir, se publicó postumamente en 1910 formando parte de una antología de relatos breves. Cierra el ciclo de Los viajes extraordinarios con un tono muy diferente de de los comienos con Cinco semanas en globo publicada en 1863. Aquí la naturaleza no se deja dominar por la ciencia. La naturaleza, que incluye la misma naturaleza del hombre, vence a la ciencia y a la técnica.

Trama

El personaje principal, un renombrado hombre de su tiempo y sociedad descubre caminando por la playa papeles escritos en una lengua desconocida por él, uno de los hombres más sabios de su tiempo. Al ir descubriendo el mensaje entiende que su sociedad no es la primera en llegar al grado de civilización de las letras y las máquinas; sino que una sociedad más antigua que la historia del planeta que conoce, llegó a un grado de evolución tal que la desconocida (para nuestro personaje) Francia, ya tenía el empuje y desarrollo que hoy exhibe. Se hablaban diferentes lenguas, se viajaba de un lugar a otro, el occidente ya había sido encontrado, los pueblos esparcidos en los diferentes continentes, el vapor utilizado, las maquinarias por lo tanto también; en pocas palabras la humanidad había dado respuesta a muchas preguntas y estaba en buen camino de dar respuesta a otras tantas. Sin embargo, un cataclismo obliga a pocos sobrevivientes a usar técnicas practicamente cavernarias para sobrevivir, las costumbres ganadas en siglos de avance se van olvidando y las personas ahora sólo luchan por subsistir en el día a día de recuerdos mezclados con las lagunas que deja el no seguir aprendiendo. Julio Verne pasa de ser alguien aventurero y positivo a un ser ya en el final de sus andanzas, claro, no puede evitar el contar todo como una aventura, pero lo que verdaderamente se nota como trasfondo del libro es la pregunta del mas allá (o mas acá, como mejor funcione a los que señalen). Alguien que ha pasado por las diferentes etapas de que tiene este mundo para ofrecerle, pero no puede evitar pensar en que le espera. Si este mundo es todo lo que hay, cómo es que la humanidad no ha podido descifrar todos sus secretos? Sencillamente porque ese grado de conocimiento, cuando llega, destruye. El ciclo sin fin de la vida, el Eterno Adán que es el hombre, busca crecer, cambiar, mejorar, evolucionar, progresar, pero tanto progreso tiene un límite desconocido hasta el momento en que debe retrotraerse, serenarse, y dejar que el tiempo sane heridas en el mundo, para entonces darle una nueva oportunidad. Todo se va estresando con cada avance que damos, para desestresarnos debemos reiniciar nuestro sistema, el Eterno Adán debe renacer a cada instante, aprendiendo un poco más cada vez. Qué nos toca si alguna vez aprendemos todo lo que debemos aprender? Primero habría que definir todo, segundo, determinar que sería lo que debemos aprender y por último no seguir preguntándonos cosas así porque el Eterno Adán no cuenta, por lo tanto no ofrece, la respuesta final y liberadora de todas dudas y catástrofes.

Estructura de la obra

La obra es un relato corto, no está dividida en capítulos.

Personajes

Principales

  • Zofr
  • Jean
  • Elene
  • Dr. Moreno
  • Dr. Bathurst
  • Sr. Mendosa

Secundarios

  • Mogar-Zi
  • Williamson
  • Rowling
  • Germain
  • Geroge
  • Ana
  • Edith
  • Mary
  • Simonat

Análisis de la obra

El extraordinario valor literario de El eterno Adán se ha visto afectado al menos por dos circunstancias que le han impedido alcanzar la importancia que merece. No sólo en el conjunto de la obra de Verne, sino incluso, como alguno lo ha resaltado, en parangón con las grandes obras de la literatura universal.

La primera tiene que ver con su autoría, puesto que es ya larga la serie de voces que han insistido en el papel que Michel Verne podría haber desempeñado en la redacción definitiva del relato, publicado primero en solitario en 1905 y más tarde formando parte de una serie de relatos póstumos agrupados con el título de Ayer y mañana, atribuidos algunos de ellos muy discutiblemente a su padre. Nada está resuelto a este respecto: a la existencia de una copia manuscrita del texto de El eterno Adán de puño y letra de Michel Verne se contrapone la constancia del proyecto de su padre, con su redacción previa, de un relato titulado Edom, germen de El eterno Adán; a la presencia de un brío y una seguridad que cuesta atribuirle a un moribundo se contrapone la cultura bíblica necesaria para haberlo escrito, de la que generosamente disfruta el padre mientras el hijo en la misma medida carece de ella. Todo ello ahondando un misterio que amenaza no quedar nunca resuelto.

Pero lo que ha producido el rechazo de muchos y su voluntario alejamiento de El eterno Adán es su tono sombrío y pesimista, que lo distinguen de la mayoría de sus obras, admiradas justamente por lo contrario. En El eterno Adán no sólo los protagonistas sino la humanidad entera no tienen a su disposición los medios por los que acostumbran a escapar de su aniquilación los héroes vernianos, consistentes, se sabe, en una sabia mezcla de recursos científicos y la intervención de una más o menos velada providencia.

Sin embargo, para otros, El eterno Adán cierra con una obra maestra el ciclo de los Viajes Extraordinarios, conteniendo el más extraordinario de los viajes imaginado por Verne: el avance infinito de lo mismo dentro de un universo finito (hecho posible gracias a la intuición, de probable origen nietzscheano, del «eterno recomenzar de todas las cosas»). Pero ¿cómo narrar el eterno retorno sin apelar a la necesaria destrucción cíclica de lo que, sin embargo, va a renacer? Y la humanidad, pese a su incapacidad de resistir a la ola de destrucción que la arrastra, renacerá providencialmente de sus cenizas. ¿Qué podría la ciencia contra la inexorable ley de la repetición? Porque si algo se afirma en El eterno Adán es el seguro renacimiento de la ciencia, y así en cada una de las épocas en que transcurre el relato se hace la alabanza del progreso científico, que no es nunca la causa de la destrucción de la humanidad.


Fuentes