Diferencia entre revisiones de «Emboscadas de loma del Muerto»

m
(Etiqueta: nuestro-nuestra)
m
(Etiqueta: nuestro-nuestra)
Línea 1: Línea 1:
{{Territorio|nombre=|simbolo=|imagen=|mapa=|definicion=|ubicacion_geografica=|provincia=|municipio=|poblacion=|gentilicio=|fecha_de_fundacion=}}  
+
{{Territorio|nombre=Emboscadas de la Loma del Muerto|simbolo=|imagen=|mapa=|definicion=|ubicacion_geografica=|provincia=Guantánamo|municipio=Manuel Tames|poblacion=|gentilicio=|fecha_de_fundacion=}}  
  
 
Las emboscadas de Loma del Muerto  
 
Las emboscadas de Loma del Muerto  

Revisión del 15:10 4 oct 2010

Plantilla:Territorio

Las emboscadas de Loma del Muerto

El objetivo de éstas emboscadas era interceptar una patrulla enemiga que con frecuencia recorría el itinerario de San Antonio de Redó a Guantánamo y viceversa, la cual tenía como misiones las de patrullaje, relevo y refuerzo del cuartel de San Antonio en un momento dado.
El 26 de junio de 1958, una escuadra dirigida por el cabo Sergio Matos, de la Compañía D, realizó la primera emboscada que se hizo en un lugar llamado Loma del Muerto, ubicado en el camino de Romelié a Jamaica. El resultado de aquella acción fue de un muerto y varios heridos, por parte del enemigo.
La segunda emboscada tuvo lugar en horas de la mañana, bajo el mando del capitán Roberto Castilla, y se realizó entre el 10 y el 15 de julio, cuya ubicación fue donde termina Loma del Muerto, en dirección a Jamaica, pero luego de una larga espera el enemigo no pasó por el lugar. El mando rebelde decidió entrar al poblado al oscurecer para tomar medios de abastecimientos, en especial víveres. Al penetrar de improviso al central, el pueblo se encerró en sus casas, toda vez que los creyeron guardias, pero al comprobar que era el Ejército Rebelde salió de estas y comenzó a dar vivas al Movimiento 26 de Julio y a Fidel, de una manera espontánea e impresionante. Allí fueron requisados cinco camiones, tres de ellos se cargaron con víveres y los dos restantes con máquinas herramientas, necesarias para el desarrollo de la industria rebelde, fundamentalmente de la fábrica de armas, en cuya labor participaron vecinos del lugar.
Al retirarse las fuerzas rebeldes, un camión cargado con equipos se atascó a la salida del central, cerca del lugar conocido como Pozo Azul. El jefe de la misión decidió recuperarlo y regresó con un contingente superior. Primero tomaron el central Isabel y los caminos de acceso a Jamaica y Romelié, y después llegaron hasta donde estaba el camión. Ya en el lugar se comprobó una vez más la unidad entre el Ejército Rebelde y el pueblo.
Vecinos de la zona, con yuntas de bueyes, lo habían sacado del fango y esperaban que los rebeldes vinieran a buscarlo. Después de recuperar el camión, se realizó la retirada en forma organizada, hacia las posiciones correspondientes.
Aquellas dos emboscadas determinaron que el enemigo reforzara considerablemente su patrulla, tanto en hombres como en armas automáticas.
Una tercera emboscada tuvo el mismo objetivo que las dos anteriores y se realizó el 28 de julio.
El capitán Fajardo nombró como jefe al primer teniente Eduardo Céspedes Olivares, a quien asignó unos 20 hombres.
Como el enemigo conocía y tenía experiencia de las dos emboscadas anteriores además de que su movimiento por los parajes más peligrosos para ellos lo realizaban disparando hacia ambos lados del camino, Céspedes decidió, previa consulta con algunos compañeros, ubicar la emboscada en un lugar no previsto por el enemigo para tomarlo por sorpresa.
El lugar elegido fue como a 300 metros de la salida del central Romelié, en el terraplén que va de dicho central hacia Jamaica. El sitio era desventajoso, pero se contaba con lograr el factor sorpresa. El terreno, un cañaveral, era completamente llano a ambos lados de la emboscada. La siembra de caña de azúcar tenía casi un metro de altura. Los emboscados se ubicaron a un solo lado del terraplén, casi encimados a él. A su retaguardia había una pequeña elevación.
Se conocía que el enemigo utilizaba armas automáticas, entre ellas San Cristóbal, ametralladoras de mano Browning, además M-1, Garand y otras, y que se desplazaba en dos o tres yipis, a razón de seis o siete hombres en cada uno.
La acción no debía durar más de cinco minutos, por los siguientes motivos:
primero, como el lugar de la emboscada era llano existía la posibilidad de ser cercados por el enemigo; segundo, los soldados podían recibir refuerzos en los minutos siguientes al inicio del combate, puesto que a la izquierda se encontraba la guarnición de San Antonio de Redó y a la derecha la de Jamaica, además de la posibilidad de que cortaran la retirada por El Sigual.
Por ello, se determinó concentrar todo el volumen de fuego sobre el enemigo, recoger el armamento de éste y proceder de inmediato a la retirada. Los combatientes rebeldes contaban entre su armamento con una ametralladora Mendoza, que portaba el teniente Jorge Castilla, dos Thompson, Garand, Springfield, M-1 y escopetas.
El jefe de la emboscada organizó el sistema de fuego a lo largo de 60 metros lineales a un sólo lado del terraplén, en tres sectores donde se pensaba que estaría cada uno de los tres yipis al momento de iniciarse la acción. El primer teniente Céspedes designó un responsable de cada sector: él, en el flanco derecho; el teniente Argelio Campos, al centro; y el primer teniente Felino González, en el flanco izquierdo. Situaron la ametralladora Mendoza en el sector del flanco derecho, o sea, donde comenzaría el combate sobre el vehículo de la vanguardia. El enemigo que llegaría a San Antonio de Redó pasaría por Romelié y entraría en la emboscada. Se colocó un observador en una altura cercana a la Loma del Muerto. Alrededor de las 6:20 de la mañana el observador avisó: ‘Vienen tres vacas y un toro”, lo cual significaba que, además de los tres Jeep esperados, venía un equip9 más, que resultó ser un camión lleno de guardias artillado en su techo con una ametralladora pesada. Estimaron la fuerza enemiga en unos 70 hombres, que, como de costumbre avanzaba disparando. Tal como se concibió la acción, al pasar el Jeep de la vanguardia frente al flanco derecho donde estaba situada la ametralladora Mendoza comenzó el combate. La descarga fue cerrada en los tres sectores y en los primeros instantes los tres Jeep repletos quedaron fuera de combate. De allí no hubo respuesta. Sin embargo, el camión que no entró en el área de la emboscada se desvió hacia el lado de la posición rebelde, lo que permitió que parte de los casquitos bajaran a tierra y se parapetaran. A los pocos instantes, su ametralladora pesada comenzó a disparar, a la que se unieron las armas automáticas de los otros guardias que, además, tiraban granadas con sus Garand. El combate se generalizó. El volumen de fuego de la ametralladora del camión no permitió que los rebeldes se acercaran a ninguno de los Jeep a capturar las armas, que en ellos se encontraban. Además, los guerrilleros sufrieron desperfectos en dos de las armas de mayor volumen de fuego.
Al camión se le dispararon varios M-26, pero lo sobrevolaron. Después de transcurrir varios minutos de acción, el jefe de la emboscada ordenó la retirada, la cual se trasmitió verbalmente de hombre a hombre. El personal se fue retirando del flanco derecho hacia el izquierdo, rumbo a la loma que había detrás de la ubicación de la emboscada guerrillera; al llegar a la cima, escucharon el avance del refuerzo enemigo que venía disparando desde San Antonio de Redó. Antonio Broocks Loren, Ñico, el observador, recogió un fusil Garand abandonado por el ejército. Al arribar a El Sigual a marcha forzada, el grupo guerrillero observó el bombardeo y ametrallamiento de la aviación sobre su antigua posición en la emboscada. De El Sigual la tropa rebelde se dirigió al campamento de Casiseis y luego al de Los Naranjos. Al enemigo se le calcularon 20 bajas entre muertos y heridos. Por parte de los emboscados resultó herido en una mano el sargento Aníbal Beatón.
Testimonio de Felino González:
Loma del Muerto y sus contornos ya nos era familiar. Allí un pequeño grupo de nuestra compañía había hecho una emboscada al enemigo; allí, después, estuvimos emboscados unos cuantos rebeldes dirigidos por el capitán Roberto Castilla, quien, al no pasar los guardias ese día, nos dio la misión a Céspedes y a mí de que con esos combatientes entráramos al central Romelié para apoderarnos de suministros que tanta falta nos hacían para la tropa y la fábrica de armas, operando Céspedes con un grupo en el área de los talleres, y yo, con el resto en la zona comercial, con bastante éxito, aunque se nos atascó un camión, que los vecinos de Pozo Azul cooperaron en su recuperación -
Ahora, con los primeros claros del día estábamos de nuevo allí, en plena llanura aledaña a Loma del Muerto dentro de aquel pequeño retoño de caña, lugar escogido porque el enemigo no podría imaginar siquiera, por lo desfavorable para nosotros desde el punto de vista táctico, pero ideal para lograr el factor sorpresa, en esta emboscada dirigida por Céspedes, y en la cual me situé con mi personal en el sector del flanco izquierdo, en línea ya algo más de un metro unos de otros.
El sector donde estaba el primer teniente Céspedes, flanco derecho, abrió fuego sobre el primer Jeep después que pasaron frente a nosotros, según lo acordado, e inmediatamente lo hicimos los sectores del teniente Argelio y el nuestro sobre los otros dos Jeep. El último me quedó de frente, ligeramente a la derecha; y el camión, que no entró en la emboscada, algo distante a mi izquierda.
Pusimos fuera de combate a los que venían en el Jeep y trasladamos el fuego hacia el camión sobre el que no teníamos buena visibilidad y cuyos integrantes, pasados breves momentos y desde una posición más ventajosa, comenzaron a repostarnos el fuego hacia el flanco y la profundidad. Garrido, a mi izquierda, me dijo: ‘Nos están rodeando”; a mi lado, a la derecha, estaban Aníbal Beatón, quien resultó herido en una mano; más a la derecha, Feliú, Carlitos, Escandón, BIes, Deulofeu, Castrico y Balart, todos de este sector izquierdo. En medio del combate el teniente Argelio me informó que debido a desperfectos en algunas armas del flanco derecho, la prolongación del encuentro y la posibilidad de a entrada de refuerzo enemigo por la retaguardia, Céspedes había dado la orden de retirada, pero ésta no llegó hasta nosotros. En contacto directo de fuego con la tropa del camión, ésta aumentó sus descargas incluyendo granadas de Garand, cuyas esquirlas se encajaban en la paja y tallos de cañas a nuestro alrededor.
Bajo aquella metralla, concentrada en un espacio reducido, logramos salir de allí tomando medidas para dar protección a nuestro herido, milagrosamente la única baja que tuvimos. Y aunque tampoco nosotros pudimos capturar las armas enemigas de los Jeep, a causa del dichoso camión que quedó fuera, logramos ocasionarles considerables bajas y dar cobertura a la retirada escalonada del resto de la emboscada.
En esta tercera emboscada se logró propinarle un fuerte golpe al ejército, cuyas consecuencias fueron: primero, un impacto en la zona, toda vez que la población comprobó que el Ejército Rebelde era capaz de operar en el llano, entre dos posiciones fuertes y contra un gran número de guardias; segundo, obligó al enemigo a reforzar sus tropas al transitar por esa vía; y tercero, el adversario tuvo conciencia de que también en el llano era vulnerable y el factor psicológico de esta realidad actuó sobre ellos.
Varios días después fueron encontradas municiones y cartucheras enemigas en el lugar de los hechos, siendo recogidas por los rebeldes. Desde principios del mes de julio quedó organizado en la Compañía D el pelotón móvil, bajo el mando del teniente Jorge Castilla, en el que se agrupaban combatientes experimentados y con buenas armas, con la misión de actuar con rapidez en las direcciones principales de las acciones.
La constitución de esta unidad móvil fue un paso organizativo importante, que repercutiría favorablemente en el resultado de las acciones militares de la compañía.
El 17 de agosto fuerzas de la avanzada móvil del sargento Manuel Garrido, de la Compañía D minaron el terraplén que va de Romelié a Jamaica, en el sector frente a Loma del Muerto. En 25 metros lineales se colocaron ocho minas pesadas, las cuales debían estallar por medio de una batería. El objetivo era batir al enemigo que iría de Guantánamo a San Antonio de Redó, por esa vía, para el cambio de guarnición y entrega de suministros.
Ese mismo día, alrededor de 70 guardias, salieron en camiones de Romelié con rumbo a Jamaica. En el terraplén había tres tomas, la última era Loma del Muerto. A 300 metros de la primera, se desmontaron y comenzaron a subirla. Rebasaron su cima y bajaron por la falda contraria hacia la segunda, tropezando con unas minas antipersonales instaladas allí por los rebeldes. Al estallar éstas, corrieron hacia el pie de la toma y penetraron en el cañaveral, donde se produjo la explosión de otra mina antipersonal. En su huida abandonaron un fusil Garand, posteriormente encontrado por los rebeldes.
Los guardias comenzaron a disparar y avanzar hacia Loma del Muerto. Castrico, al divisarlos, bajó hacia donde se ocultaba la batería. Al revisar los cables comprobó que estaban partidos, por lo que procedió a empatarlos.

Los enemigos marcharon adelante por el terraplén, llegaron a donde estaban las minas y la mayoría se paró justo encima de ellas. Descubrieron a Castrico y comenzaron a dispararle. Garrido, con su Springfield, y Abilio Blanco, con su pistola Luger, hicieron fuego contra los soldados para desviar su atención.

Fuentes

Libro "Hijos de su Tiempo"