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Revisión del 21:11 24 abr 2017

Plantilla:Ficha Geografía

Eoceno

El Eoceno, una división de la escala temporal geológica, es una época geológica de la Tierra, la segunda del período Paleógeno en la Era Cenozoica. Comprende el tiempo entre el final del Paleoceno (hace 55,8 ± 0,2 millones de años) y el principio del Oligoceno (hace 33,9 ± 0,1 millones de años). Durante esta época se formaron algunas de las cordilleras más importantes del mundo, como los Alpes o el Himalaya, y acontecieron varios cambios climáticos importantes como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, que aumentó la temperatura del planeta y delimita el inicio de esta época geológica, el evento Azolla, un enfriamiento global que daría paso a las primeras glaciaciones, o eventos de extinción masiva como la Grande Coupure, que marca el fin del Eoceno. Las aves predominaban sobre los demás seres, y los primeros cetáceos comenzaron su desarrollo. Además, la especie de serpiente más grande que ha existido data del Eoceno, y se produjo una gran expansión y diversificación de las hormigas. La Antártida comenzó la época rodeada de bosques tropicales, y lo finalizó con la aparición de los primeros casquetes polares. Existen multitud de yacimientos paleontológicos en diversos lugares del mundo que confirman estos hechos, como el sitio fosilífero de Messel, en Alemania, o la Formación Green River, en Norteamérica. El nombre de Eoceno, definido por el británico Charles Lyell, proviene de las palabras griegas eos (ἠώς, 'alba') y kainos (καινός, 'nuevo'), haciendo referencia a la aparición de los órdenes modernos de mamíferos durante esta época.

Subdivisiones

El Eoceno se suele subdividir informalmente en Eoceno inferior (Ypresiano), Eoceno medio (Lutetiano y Bartoniano), y Eoceno superior (Priaboniano). Es menos frecuente subdividirlo en inferior y superior únicamente. En este caso, el Lutetiano pasaría a formar parte del Eoceno inferior, mientras que el Bartoniano haría lo propio en el Eoceno superior. Ypresiano: comenzó hace 55,8 ± 0,2 millones de años, coincidiendo con el inicio del máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, un período de calentamiento global rápido e intenso que provocó la extinción de numerosos foraminíferos bentónicos, y que está asociado con un episodio de gran evolución de los mamíferos. En las series estratigráficas, su inicio queda marcado por una variación del isótopo 13C, ya que aumentaron los niveles de CO2 y la relación del isótopo 13C con respecto a 12C disminuyó. El final de esta edad está señalado por un gran desarrollo de los foraminíferos planctónicos y por la aparición del género Hantkenina. Finalizó hace 48,6 ± 0,2 millones de años, y debe su nombre a la localidad de Ypres, en Bélgica. Lutetiano: comenzó hace 48,6 ± 0,2 millones de años. Se trata de una edad con abundantes invertebrados marinos (moluscos, corales, erizos de mar) y que se caracteriza por su riqueza en mares epicontinentales sometidos a las influencias continentales. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por el desarrollo de los foraminíferos planctónicos y por la aparición del género Hantkenina. Finaliza coincidiendo con la casi-extinción del cocolitóforo Reticulofenestra reticulata, hace unos 40,4 ± 0,2 millones de años, y debe su nombre al antiguo nombre romano de la ciudad de París: Lutetia Parisiorum. Bartoniano: comenzó 40,4 ± 0,2 millones de años atrás. Karl Mayer-Eymar le puso nombre, y definió los límites en el año 1857 a partir de sedimentos arcillosos del sur de Inglaterra ricos en fósiles. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por la casi-extinción del cocolitóforo Reticulofenestra reticulata. Finalizó hace 37,2 ± 0,2 millones de años, marcado por la primera aparición del cocolitóforo Chiasmolithus oamaruensis. Su nombre proviene de la localidad de Barton-on-Sea, en Inglaterra. Priaboniano: Comenzó hace 37,2 ± 0,1 millones de años. Se trata de la última edad del Eoceno, donde tuvo lugar la Grande Coupure, un episodio de extinciones masivas y cambios faunísticos acusados. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por la primera aparición del cocolitóforo Chiasmolithus oamaruensis. Finalizó hace 33,9 ± 0,1 millones de años, quedando marcado por los foraminíferos planctónicos y la extinción del género Hantkenina. Su nombre proviene de la localidad de Priabona, en Italia.

Paleogeografía

La tercera y última gran fase de la fragmentación del supercontinente Pangea tuvo lugar a principios del Cenozoico, entre el Paleoceno y el Oligoceno. El paleocontinente Laurentia, formado por los actuales América del Norte y Groenlandia, continuó separándose de Eurasia y ensanchando el joven océano Atlántico, a pesar de que se cree que todavía existía alguna conexión entre ambas masas terrestres. Mientras el Atlántico continuaba su expansión, el ancestral océano Tetis continuó cerrándose debido a la aproximación del continente africano y euroasiático. A principios del Eoceno, el continente australiano todavía permanecía unido a la Antártida, pero durante el Lutetiano, Australia comenzó a separarse rápidamente de la Antártida moviéndose hacia el norte debido a la deriva continental, tal y como ya había sucedido con el subcontinente Indio y Nueva Zelanda decenas de millones de años antes, durante el Cretácico. El aislamiento del continente antártico acarrearía consecuencias drásticas sobre el clima global, como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno o el evento Azolla.

Orogénesis

La Era Cenozoica fue un período de intensa actividad orogénica. Durante la denominada orogenia alpina se formaron las montañas del sistema de Tetis, una cordillera que se extiende sobre la parte meridional de Eurasia y que incluye los Alpes, los Cárpatos, las montañas de Asia menor, Irán, el Hindu Kush, el Himalaya, y las montañas del sureste asiático. Esta actividad orogénica provocó un intenso metamorfismo regional. El subcontinente indio, que se había separado previamente de Gondwana en el Cretácico Superior, y que se había desplazado a una velocidad de 16 cm/año desde entonces, colisionó con Eurasia a principios del Eoceno. La colisión entre estas dos masas terrestres originó la cordillera más alta del mundo, el Himalaya. Este proceso de orogénesis todavía perdura en la actualidad, haciendo que el Himalaya sea unos cinco centímetros más alto cada año. Por otra parte, la orogenia cimmeriana, un proceso orogénico que había comenzado en el Jurásico, continuó creando algunas de las cordilleras que actualmente se encuentran en el centro del continente asiático. El Eoceno fue el escenario de la fase final de esta orogénesis. Eurasia no fue el único continente con actividad orogénica. La configuración geológica de multitud de montañas de América del Norte datan de principios de Cenozoico, como por ejemplo las Black Hills de Dakota del Sur, Wyoming, o las Apalaches de la costa este.

Clima

El clima global del Eoceno fue, probablemente, el más homogéneo del Cenozoico; el gradiente térmico del ecuador a los polos era entonces la mitad que en la actualidad, y las corrientes oceánicas profundas eran excepcionalmente cálidas. Las regiones polares eran mucho más cálidas que hoy en día, con temperaturas similares al actual noroeste de los Estados Unidos. Los bosques templados llegaban hasta los mismos polos, mientras que los climas tropicales lluviosos llegaban hasta los 45° de latitud norte. La diferencia más elevada se encontraba en las latitudes templadas, aunque el clima de los trópicos era similar al de nuestros tiempos. Al estar unidos al inicio del Eoceno el continente australiano y la Antártida en una sola masa terrestre, las corrientes oceánicas frías y cálidas se mezclaban, manteniendo una temperatura oceánica homogénea. Desde el principio de esta época, la temperatura aumentó, en uno de los calentamientos globales más rápidos (en términos geológicos) y extremos que se han registrado en la historia geológica, denominado máximo térmico del Paleoceno-Eoceno. Fue un episodio de calentamiento rápido e intenso (de hasta 7 °C en latitudes altas) que duró menos de cien mil años. El máximo térmico provocó una extinción masiva, por lo que la fauna del Eoceno y del Paleoceno son muy diferentes. Es posible que este intenso calentamiento fuera causado por la expulsión de clatratos de metano enterrados en el fondo marino. Se cree que los sedimentos donde se encontraban almacenados estos clatratos fueron perturbados a medida que los océanos se calentaban, y el metano que contenían provocó el aumento de la temperatura global. Se estima que se emitieron a la atmósfera dos mil gigatoneladas de metano, un gas de efecto invernadero diez veces más potente que el dióxido de carbono. El aumento de las temperaturas en todo el planeta no fue la única consecuencia, pues el clima global también se volvió más húmedo, y gran parte de esta humedad fue conducida a los polos. La gran cantidad de lluvia sobre el océano Ártico, junto con la configuración de los continentes (que lo aislaba del resto de océanos), redujo drásticamente la salinidad. El agua dulce acumulada en la zona ártica preparó el terreno para que sucediera un gran cambio climático de signo totalmente opuesto y que marcaría el final del Eoceno. El clima se mantuvo cálido durante el resto del Eoceno, a pesar de que un enfriamiento global, que finalmente llevaría a las glaciaciones del Pleistoceno, comenzó a mediados de esta época a causa de dos factores: el evento Azolla, y el aislamiento de la Antártida. El evento Azolla tuvo lugar hace cuarenta y nueve millones de años, cuando el helecho Azolla de agua dulce, también llamado "helecho mosquito", comenzó a crecer en grandes cantidades sobre el océano Ártico. A medida que se hundían sobre suelo marino, las plantas empezaron a formar parte de los sedimentos del suelo oceánico, donde no era posible su descomposición debido al escaso nivel de oxígeno de las capas de agua profundas. La reducción de la cantidad de carbono en la atmósfera terrestre contribuyó a transformar el planeta de una "Tierra invernadero", suficientemente cálida como para que las tortugas y las palmeras habitaran en los polos, en una "Tierra helada" Con la separación del continente australiano hace unos cuarenta y cinco millones de años, la Antártida quedó privada del flujo de aguas ecuatoriales que hasta entonces suavizaba el clima. Con la privación de estas aguas cálidas, la Antártida se enfrió y el océano Antártico inició su glaciación, creando un flujo de agua fría y banquisas que reforzaron el efecto del enfriamiento.

Fuentes