Estresores

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Estresores
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Estresores. El enfoque que se centra en los estímulos otorga importancia central a las situaciones que provocan estrés (estresoras o estresantes). Tuvo su expresión más ferviente en la "teoría de los eventos vitales", especialmente próspera en los años 60-70, aún cuando posteriormente comenzaron a investigarse una serie de moduladores que mediaban la influencia del estresor y que era lo que daba el carácter de estresante a una situación. Aunque hoy en día está claro que la condición estresora de un evento depende de muchos factores, esencialmente relacionados con la percepción y otros procesos cognitivos por los cuales ellos adquieren carácter amenazante o desafiante.

Características estresantes

El enfoque parte de una serie de supuestos:

  1. Todo cambio vital es de por sí estresante.
  2. Los eventos vitales han de ser importantes para producir estrés.
  3. El estrés psicológico resultante es un factor principal en la aparición de trastornos y enfermedades.

Estresores

Los estresores son comúnmente clasificados como biogénicos o psicosociales. Los primeros son estímulos o situaciones capaces de producir determinados cambios bioquímicos o eléctricos que disparan automáticamente la respuesta de estrés, con independencia de la interpretación que hagamos de la situación: temperatura elevada o ejecución intensa de un ejercicio.

Las situaciones psicosociales se convierten en estresantes, a fuerza de la interpretación cognitiva o el significado que se le otorgue por el individuo: hablar en público, discusión con la pareja, etc. Ambos tipos de estresores provienen tanto de estímulos externos a la propia persona (ruido o luz intensa, conversación desagradable que lo involucra a uno) como de aspectos internos (malestar por una mala digestión, dolor por una herida o sufrimiento por una enfermedad, recuerdo de una situación desagradable, pensamientos de inutilidad o de culpa). Los eventos psicosociales, vinculados a aspectos cognitivos, parecen ser los más frecuentes e importantes en la producción de estrés.

Se ha señalado que tan estresantes pueden ser los eventos positivos o percibidos como agradables, como los aversivos o amenazantes, ya que ambos producen un cambio al que la persona deberá adaptarse. Tener un hijo, prepararse para una cita deseada o lanzarse en paracaídas en práctica deportiva desde un avión puede ser estresante, aunque difícilmente puedan considerarse estos eventos como aversivos. De hecho, muchas personas desean y llevan a cabo las conductas necesarias para exponerse a dichas situaciones.

Efectos

Parece ser, sin embargo que los efectos de ambas situaciones no son los mismos. Suns y Mullen han demostrado que no hay relación entre acontecimientos estresantes positivos y trastornos psicofisiológicos, pero sí entre estos y los acontecimientos aversivos. Kanner y cols achacan los efectos negativos de las situaciones de estrés en el organismo más que a sus características de novedad, a las de indeseabilidad.

Apartando por ahora el contenido o significado de una situación estresante, se pueden señalar algunas de las características que más comúnmente suelen presentar y que parecen contribuir a la condición estresante de una determinada situación:

  • Cambio o novedad de la situación: el mero cambio en una situación habitual puede convertirla en amenazante (por ejemplo, regresar a la casa en la noche y escuchar ruidos extraños). Una situación nueva resultará tanto más estresante cuanto mayor sea la asociación que exista entre situaciones anteriores similares a ella y amenazas o daño.
  • Falta de información: se produce un cambio, no hay información de lo que puede pasar, cuál es la demanda o que se puede hacer para afrontarlo (por ejemplo, una enfermedad inesperada y de la cual no sabemos nada). Es importante la cantidad de información, no solo en términos absolutos, sino en términos relativos o de predictibilidad.
  • Predictibilidad: vinculada al grado en que se puede predecir lo que va a ocurrir (por ejemplo, enfrentarse a una persona desagradable en la calle sin poder predecir qué va a hacer). Las situaciones ambiguas son más estresantes que aquellas en que resulta fácil predecir lo que va a suceder, aunque sea amenazante.
  • Incertidumbre: probabilidad de que un evento ocurra, sea o no predecible (por ejemplo, no se sabe la certeza con que un tumor extirpado pueda reproducirse). Hunter, estudiando 4 grupos de mujeres cuyos maridos habían peleado en Vietnam (desaparecidos en combate, prisioneros de guerra, muertos en combate y que habían regresado a casa tras participar en la guerra), encontró que la adaptación de esas mujeres era peor a medida que aumentaba el grado de incertidumbre en cada situación. La incertidumbre puede provocar dilatados procesos de valoración que crean sentimientos de desesperanza, y finalmente, confusión.
  • Ambigüedad de la situación estresora: hace referencia a si la situación es clara o suficiente para ser interpretada (por ejemplo, exceso de datos que no permite saber qué hacer con ellos). Puede producirse por falta de información o por exceso de ella y puede convertirse en una fuente amenazante.
  • Inminencia de la situación estresora e incertidumbre: en dependencia del intervalo de tiempo desde que se predice una situación hasta que ocurre. Mientras más inminente es un acontecimiento, es valorado como más estresante. Si no se sabe en qué momento preciso se va a producir (incertidumbre) aumenta la respuesta de estrés (por ejemplo, cuando exactamente comenzará un ataque, que se está viendo desde hace algún tiempo como inminente). Esto es relativo, en función de las habilidades que se tengan para evaluar la situación y seleccionar respuestas adecuadas; en este sentido, tener más tiempo si se dispone de esas habilidades es menos estresante.
  • Falta de habilidades o conductas para enfrentar y manejar la situación: enfrentarse a una situación para la que no se dispone de conductas eficaces, implica también indefensión (por ejemplo, ante el reencuentro con una persona significativa, cuando no sabemos cómo reaccionar).
  • Alteración de condiciones biológicas del organismo: como el consumo de sustancias (té, café tabaco, anfetaminas, alcohol), condiciones ambientales extremas (frío, calor, ruidos, humedad), la realización o no de ejercicios. Una persona de cierta edad, necesitada de tranquilidad, puede alterarse muy fácilmente con una música de alto volumen en una discoteca.
  • Duración de la situación de estrés: mientras más duradera sea la situación, mayores consecuencias negativas tiene para la persona, pudiendo provocar trastornos psíquicos o psicofisiológicos (depresión, hipertensión, insomnio, etc.).

Como puede deducirse, el carácter estresante de una situación no está determinado tan sólo por la situación en sí misma, sino por factores propios de la persona a la cual ocurre, y especialmente, por la valoración cognitiva que se haga de la situación.

Tipos de estresores

Por otra parte, pueden distinguirse tres fuentes diferentes de estrés en el ámbito natural:

  1. Sucesos vitales intensos, extraordinarios, importantes.
  2. Sucesos diarios estresantes de menor intensidad.
  3. Situaciones de tensión crónica mantenida.

En efecto, sucesos grandes, importantes en la vida, como casarse o ser abandonado, promover a un puesto laboral más reconocido, tener un accidente o la muerte de un amigo íntimo, pueden exigir al organismo un proceso intenso de adaptación, desencadenando respuestas de estrés. Al repetirse, el organismo tendrá que sobreesforzarse de forma reiterada, lo cual puede dificultar la recuperación y facilitar la aparición de efectos negativos a corto, mediano y largo plazo. Pero no todas las respuestas de estrés se producen como consecuencia de acontecimientos excepcionales.

Pequeñas molestias y contrariedades de la vida cotidiana pueden desencadenar estrés: dolores de cabeza vespertinos, alto volumen de la televisión de los vecinos, dificultades diarias para trasladarse al trabajo, no poder comer de forma relajada, pueden provocar respuestas de estrés y efectos negativos, psicológicos y biológicos, más importantes que los acontecimientos estresantes extraordinarios. Estos agentes estresores cotidianos, irritantes, frustrantes o desagradables, son los llamados "hasless" y está demostrado que generan más trastornos psicofisiológicos asociados al estrés que los acontecimientos extraordinarios. Los más importantes son aquellos relacionados con roles de representación social o laboral, con asuntos familiares y de relaciones interpersonales y de aspectos económicos.

Las situaciones de tensión crónica mantenida, como una enfermedad prolongada, un clima laboral inadecuado o una situación duradera de déficit económico (desempleo, por ejemplo), reúnen características de los dos anteriores: son intensos, importantes, y además, duraderos y repetidos. Una mala relación de pareja mantenida por largo tiempo puede ser mucho más estresante que un episodio intenso, aunque esporádico, como la separación de la pareja o el divorcio.

La teoría de los eventos vitales ha ido decayendo, al irse conociendo todos los factores que confieren carácter estresante a una situación y desarrollarse los modelos cognitivos del estrés. En su libro: "Stressful life events" Dohrenwend y cols, exponen resultados que cuestionan la propia esencia de estimar el estrés rígidamente a partir de los estresores vitales. Además de algunos patrones personales que pueden servir como "refractores" del estrés y que después analizaremos con más detalle, cuatro indicadores pueden explicar la enorme variación de los datos en las investigaciones realizadas al efecto. Uno de ellos, como ya se dijo, es la novedad del evento, muchas veces no se investiga si ya los sujetos habían experimentado con anterioridad esos cambios.

Hay que considerar aquí que la repetitividad provoca habituación, y por tanto, disminuirá el carácter estresante del evento. Otro es el apoyo social, que deviene importante modulador, un factor contenedor o "buffer" del estrés. El trae un efecto protector de las relaciones sociales, y es, además, un moderador en las consecuencias mismas del estrés.

La anticipación del estímulo determinará en cierta medida la percepción del grado de control sobre las adaptaciones necesarias para el mantenimiento de las relaciones con el medio, por lo que las expectativas (predictibilidad) determinarán en cierta medida la percepción del grado de control sobre las adaptaciones necesarias para el mantenimiento de las relaciones con el medio. El grado real de control sobre el posible cambio o las repercusiones del mismo condicionan el papel modulador de la controlabilidad ante las situaciones estresoras: a mayor controlabilidad, menos impacto estresante.

De este modo, la evaluación del estrés a partir de su concepción como estímulos, llámense situaciones o eventos vitales, deberá ser muy cautelosa y tener en cuenta todas las objeciones que han sido planteadas a este enfoque.

Fuente

  • Dr. Jorge A. Grau Abalo. Estrés, personalidad, salud y enfermedad. Material docente para la Maestría en Medicina Bioenergética y Natural en la Atención Primaria de Salud, Instituto Superior de Ciencias Médicas de la Habana, 2004.
  • Dra. Marta Martín Carbonell. Estrés, personalidad, salud y enfermedad. Material docente para la Maestría en Medicina Bioenergética y Natural en la Atención Primaria de Salud, Instituto Superior de Ciencias Médicas de la Habana, 2004.