Expedición Naval de Flor Crombet y Antonio Maceo

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Expedición Naval de Flor Crombet y Antonio Maceo
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El 1ro de abril de 1895, desembarcaron en la Playa de Duaba la expedición de Maceo y Flor Crombet. De inmediato se encendió la guerra por esos lugares y son derrotadas las fuerzas españolas en el Alto del Pino.


Primera Expedición

El 25 de marzo, a las seis de la tarde, salió de Puerto Limón el ¨Adirondack¨, llevando la primera expedición revolucionaria que llegaría a playas cubanas en la última guerra de independencia: Antonio Maceo, Flor Crombet (jefe de la expedición), José Maceo, Elena González (esposa de José Maceo), Agustín Cebreco, Arcid Duverger, Patricio Corona, y otros. La noticia de la salida de Costa Rica del general Maceo y sus compañeros, conmovió a la monarquía española. La prensa madrileña se hizo eco de la alarma que producía en las esferas gubernamentales españolas la salida del general Maceo para Cuba. La insurrección que, para ellos, carecía de importancia, con esa noticia tomaba inesperadas proporciones. Y el 28 de marzo, el Presidente del Consejo de Ministros designó al capitán de la Monarquía borbónica, gobernador general de la isla de Cuba y general en jefe del Ejército español en operaciones, cuyo efectivo sería aumentado con refuerzos considerables enviados desde la metrópoli, cesando en esos cargos el general Emilio Calleja. El 27, por la mañana, llegó el ¨Adirondack¨, a Kingston, Jamaica. Según el testimonio del expedicionario, capitán Manuel J. de Granda, el capitán Sampson, antes de entrar al puerto, por precaución, hizo recluir en las bodegas a los expedicionarios. Ya atracado el vapor, desembarcó la señora Elena González de Maceo, que iba a reunirse a su familia, portadora de cartas y comunicaciones del general Maceo. A las dos horas escasas, salió el ¨Adirondack¨, después de embarcar cincuenta y cinco pasajeros, de primera para Nueva York. Los pasajeros tomados en Kingston afirma Granda ¨vinieron a destruir el plan que se tenía, el cual era, al pasar por la costa de Cuba, el capitán echaría los botes al agua¨y pudieran ir a tierra los expedicionarios. Temeroso de que, al llegar a Nueva York, los denunciaran esos pasajeros, no se atrevió a detener la marcha para desembarcar los cubanos. En vista de la actitud asumida por el capitán del Adirondack el Gral. Maceo era de la opinión, de que de todas maneras, al pasar por las costas de Cuba, debíamos desembarcar, pero Flor Crombet, le hizo ver, que él le había dado su palabra de honor al Capitán, que éste se la había exigido, como caballero y como masón, que en ningún caso se empelaría la violencia. El Gral. Maceo, en vista del argumento que Flor le presentaba, no trató más del asunto. El capitán Sampson ofreció entonces interesarse con su amigo íntimo que tenía en la isla Fortuna, para ayudarles en su empresa. Durante ocho horas intentó darles caza un crucero de guerra español, pero fue burlado, gracias al más rápido andar del Adirondack, que aceleró su marcha. Mientras duraba la persecución, 28 de marzo, Maceo escribía a Enrique Trujillo, anunciándole su próxima llegada a Cuba libre. Le pedía que dijera a don Emilio Agramante ¨que su hijo ha querido correr la misma suerte que nosotros, que descuide de él, que va conmigo y lo cuidaré mucho, por el nombre y por lo que en sí vale¨. Y le agregaba esta transcendental e histórica afirmación de singular contenido revolucionario y patriotismo sin par: ¨Y ya voy en camino de mi Patria, a servirla, libre del contagio de ambiciones personales y sólo impediré, con energía y resolución, las transacciones inútiles con España¨


Arribo a Fortune Island

A las siete de la noche del día 29 llegaron a Fortune Island, una de las Bahamas, y colonia inglesa. A los pocos minutos subió al barco míster Farrington, vicecónsul de los Estados Unidos, poderoso hombre de negocios y amigo del capitán Sampson. En el camarote de éste celebraron una larga conferencia míster Rarrington, Crombet y Agramonte. Convinieron en que el capitán, por carta, dijera al administrador de la Aduana que Monsier Lecocq, Crombet y el doctor Evans (Agramonte) se dirigían a la isla Inagua, con un grupo de empleados y trabajadores, llevando armas para cazar. Loc cubanos se hospedaron esa noche en la cómoda y espaciosa residencia de míster Farrington. Al siguiente día continuaron continuaron Crombet y Agramonte su conversación con el rico armador, que ya conocía, por los pasajeros naturales de la Isla que venían en el mismo barco, el verdadero objetivo que se proponían los cubanos. Mster Farrington convino en alquilarles una goleta de trece toneladas para trasladarlos a la isla Inagua, pero advirtiéndoles: ¨Señores, me voy a jugar mi reputación y mi fortuna por la causa de Cuba. Ahora solo falta que encontremos gente que quiera tripular la goleta, pues con las voces que se han corrido en la Isla, de la empresa que ustedes van a cometer, muchos se han acobardado y va a ser difícil que quieran a Vds. Sin embargo, voy a mandar a buscar en seguida, tres hombres que yo creo que se prestarán para el caso, cuando yo les hable. Los marinos, patrón Salomón Key y tripulantes Robert Ramsley y J.M. Kinsey, aceptaron. Y a las cuatro de la tarde de ese día, después de ser obsequiados con una gran comida dada por míster Farrington, salieron los expedicionarios en la goleta ¨Honor¨ rumbo a Inagua. Una tormenta tropical, a la que siguió una gran calma, trajo las primeras dificultades. Una buena brisa vino en su auxilio y pronto encontraron a las costas de Inagua. Por orden de Crombet, Agramonte habló con el patrón y les pidió que los llevara a Cuba, a lo que accedieron los marinos, a quienes gratificó con cien pesos oro americano para cada uno. Navegaban con las luces apagadas, pues la zona era peligrosa, cruzada constantemente por los barcos de guerra españoles lanzados en persecución de Maceo y sus compañeros.


Armamento

A las doce de la noche el general José Maceo abrió el baúl que tenía las armas. Con dos rifles que adquirieron en Fortune Island, hacían un total de once armas largas, que fueron distribuidas entre los expertos tiradores, los otros doce expedicionarios tuvieron que conformarse con un revólver y un machete. Aquellos veinte y tres patriotas mal armados y parqueados, iban a intentar la homérica empresa de abatir el poderoso ejército español, sostén del podrido régimen colonial en Cuba.


Desembarco

A la una de la mañana divisaron las luces del faro de la punta de Maisí, extremo oriental de Cuba. El mar estaba embravecido, las olas mecían con inclemente impulso a la goleta. El general Maceo ordenó al patrón hacer proa a la luz, pero, ante el temor que otra luz que apareció en ese momento fuera da de un crucero español, Agramonte, por indicaciones de Crombet, le ordenó la pusiera en dirección a la tierra más próxima, lo que hizo, echando el ancla, tratando de fondear. Se ordenó lanzar botes al agua para reconocer la costa. Flor Crombet, Agramonte, Granda, Fustiel y dos marineros bajaron en los botes pero era muy difícil alcanzar la tierra firme. Tuvieron que regresar. No hubo más remedio, en aquellas circunstancias tan apremiantes, que sacrificar la goleta echándola sobre la costa, y así se hizo. Cuando la embarcación tocó fondo se viró de babor, todos los expedicionarios tuvieron que lanzarse al agua para ganar la playa, que afortunadamente era de arena. Las olas con furia destrozaban la goleta ¨Honor¨. Pocas horas después un cañonero español descargó sus baterías sobre los restos de la goleta, de la que apenas se conservaron piezas. Empapados de agua del mar, sin conocer el lugar que pisaban, salvo la seguridad de estar en tierra cubana, los expedicionarios se pusieron en marcha, envueltos aún en las sombras del amanecer. Llegaron a un rancho habitado por un camagüeyano, Santos Rodríguez, quien les informó que se encontraban en la desembocadura del río Duaba, cerca de la ciudad de Baracoa. El buen humor se había apoderado de los expedicionarios ante las tazas de café criollo que saboreaban en casa de Rodríguez, cuando un suceso inesperado vino a perturbar la alegría de los más jóvenes. Según relata Granda, el general Maceo notó que su Winchester no funcionaba, y llamó al coronel Patricio Corona, experto mecánico, para que lo examinara. Corona no se dio cuenta que el rifle estaba cargado, y sin tomar precauciones, trató de imprimirle un movimiento con tan mala suerte que disparó un tiro que mató instantáneamente al patón de la goleta ¨Honor¨, Salomón Key.


Combate

Después del suceso los expedicionarios se encaminan al caserío de Duaba, acampando en una pequeña elevación del sitio llamado Naranjo, donde estaba situada una tienda, propiedad de Pedro Godoy. Aquí el general Maceo organizó militarmente a los expedicionarios, estableció guardias y centinelas, y dictó las primeras órdenes para mantener a sus hombres en pie de guerra y repeler cualquier agresión española. A las tres horas de haber establecido el vivac, los centinelas convenientemente apostados bajo el mando del recto coronel Cebreco, avisaron al general Maceo que tropas españolas se dirigían hacia allí. Era una compañía de infantería, incompleta, 75 soldados y clases, del Regimiento Simancas No 64, al mando del teniente Fernández. Delante de la casa que ocupaban, dominando el camino que tomaban los españoles, situó el general Maceo, que había montado a caballo para dirigir la operación, convenientemente colocados a los diez expedicionarios armados de rifles, bravos luchadores y expertos guerrilleros de la Guerra Grande, enardecidos ante la serenidad y valor inigualables de Maceo y Crombet, que se disponían a reverdecer sus viejos laureles, mientras el resto, bisoños, jóvenes y mal armados, servían de retén y cubrían la retaguardia. El general Maceo esperó que los soldados españoles se acercaran a tiro de fusil, y entonces ordenó hacer fuego, a la primera descarga cubana cayeron tres soldados. La tropa retrocedió amparándose en una cerca de maya, desde la que hacía vivo fuego, en descargas cerradas. Nuevamente intentaron atacar, pero fueron rechazados, retirándose ante la certera puntería de los tiradores mambises, que gritaban entusiasmados: ¡Aquí está Maceo! ¡Viva Cuba Libre!. La acción de guerra duró cerca de media hora. Los españoles derrotados, se retiraron llevándose 2 muertos y 9 heridos. Fue un éxito franco para los cubanos. El regreso a Baracoa de la tropa española, con sus muertos y heridos, causó enorme sensación en la ciudad. Esa misma tarde Félix Ruenes se sublevó en la Playa de Baracoa, yendo a incorporarse al general Maceo, que había trasladado su campamento a la finca El juncal. Mientras tanto, los rumores que circulaban en la ciudad cercana, hicieron temer a la guarnición española que el general Maceo la asaltara esa misma noche. El cañonero ¨Nueva España¨se colocó en zafarrancho de combate, y su comandante, teniente de fragata Francisco Javier Cavestany, anunció públicamente que si Maceo se apoderaba de Baracoa bombardearía la ciudad hasta no dejar en pie una sola casa.


Resonancia internacional

Al día siguiente 2 de abril El Imparcial, de Madrid, publicaba el despacho cablegráfico remitido por la Agencia Fabra, desde Londres: ¨Los periódicos de esta noche anuncian que el cabecilla Maceo ha logrado desembarcar en Cuba, con gran número de partidarios, como lo prueba el hecho de haber atacado a las tropas españolas ya¨. El 3 de abril salió el general Martínez Campos de Madrid, acompañado de los generales Suárez Valdés y Echangue, para tomar en Cádiz el vapor ¨Reina María Cristina¨que lo conduciría a Cuba. Pronto le seguirían 20 00 hombres más, con los que pensaba aplastar la insurrección. Y, el 4 de abril, dio a la publicidad, en forma de manifiesto, la Junta Central del Partido Autonomista de Cuba, un documento, inspirado y redactado por Rafael Montoro, condenando la Revolución. Fueron de tal magnitud los comentarios internacionales en derredor del arribo de Maceo a Cuba en la goleta Honor, que el gobernador interino de las islas de Bahamas, requerido por el Gobierno de S.M. Británica, dictó en 5 de abril una proclama previniendo a los capitanes de buques, marineros y habitantes del archipiélago, que evitaran toda violación de las leyes de neutralidad.


Partida de Maceo

En El Juncal, celebró Maceo un cambio de impresiones con Ruenes y sus tenientes. Los 50 hombres que acompañaron a éste de Baracoa, estaban armados, los menos, de viejas escopetas de caza y tercerolas anticuadas, y, el resto, solamente de machetes. Ruenes propuso al general Maceo permanecer en aquella zona, y que, cuando los españoles volvieran al ataque, mientras los expedicionarios le daban el frente, él con sus hombres los cargaría al machete para esa manera apoderarse de buenas armas y parque.

El general Maceo rechazó la idea, pues necesitaban su presencia en Guantánamo y Santiago de Cuba, en cuanto al armamento le recomendó que estuviera al acecho, pronto llegarían expediciones con abundantes pertrechos.

Con el desembarco por Duba, el 1ro de abril de 1895, la guerra necesaria tomó mayor auge y se sucedieron una serie de combates victoriosos en toda la región, con la participación de las huestes guantanameras.


Fuentes

Antonio Maceo. Apuntes para una historia. José L. Franco Tomo II Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. Tercera edición.1975 Pagina 96 a 100.