Felicidad

Felicidad
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Concepto:Estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena.

Felicidad: La felicidad es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.

Generalidades

La felicidad, según concepciones psicológicas y filosóficas no es una meta, sino un camino a recorrer, en el cual quedan los más perseverantes en la difícil misión de cada día. Se entiende en este contexto como un estado de ánimo positivo, la capacidad de abordar una tarea llevándola al término propuesto. El resultado final complace a la persona que acomete dicha tarea. Como resultado de una actividad neural constante en un entorno con variables ya experimentadas y conocidas, los distintos aspectos de la actividad mental fluyen de forma armónica, siendo los factores internos y externos interactuantes con el sistema límbico. En dicho proceso se pueden experimentar emociones derivadas, que no tienen por qué ser placenteras, siendo consecuencia de un aprendizaje ante un medio variable.

Para muchos filósofos, la felicidad constituye el fin último del ser humano, relacionado más con una forma de caminar por la vida, que con el lugar al cual se llega. Mientras no aconsejan su búsqueda obsesiva, porque conduce a la frustración, pues la obsesión la vuelve inalcanzable. Para el máximo representante del hedonismo, el filósofo griego Epicuro, la felicidad significa experimentar placer, tanto físico como intelectualmente, incluso hasta el sufrimiento. No obstante defiende que la clave para ser feliz radica en “evitar los excesos”, porque al final provoca angustia. Aconseja cultivar el espíritu sobre los placeres de la carne y que es imprescindible hallar un punto medio.

La felicidad es un estado subjetivo, que cada quien la experimenta a su manera, según las diferentes situaciones, dependiendo del significado que cada persona le confiera. Puede ser un estado duradero, pero también puede caducar de acuerdo con las motivaciones individuales.

Para el doctor Hugo Sánchez Castillo, académico de la Facultad de Psicología, de la Universidad Nacional Autónoma de México:

“Hay que aceptar que es un concepto que debemos construir para intentar disfrutarlo en el momento que aparezca”.

En tanto, la doctora Paulina Rivero Weber, filósofa mexicana, directora del Programa Universitario de Bioética, señaló que

para el taoísmo, una filosofía de la antigua China, la felicidad se encuentra cuando la persona sabe conformarse, cuando se percata de que está bien con lo que tiene y no necesita más porque la “felicidad está en mí y no en lo que adquiero de afuera: reputación, fama o dinero”.

Análisis

Es un estado subjetivo que sin embargo puede objetivarse para su análisis. Los siguientes son ejemplos de disciplinas con aproximaciones objetivas :

  • La Filosofía estudia su concepto y realidad.
  • Psicología positiva: Intenta determinar los factores endógenos que el individuo puede manejar para alcanzar ese determinado estado de ánimo.
  • La Sociología: Se ocupa de analizar qué factores sociales determinan los objetivos que el sujeto se marca como meta para alcanzar estados de felicidad.
  • La Antropología: Muestra cómo distintas culturas han establecido cánones distintos al respecto.

Las decisiones conscientes

A pesar que nuestro consciente no puede imbuirnos ese estado de felicidad, sí que puede trabajar para fomentar los factores que contribuirán a que las interacciones internas tiendan a estimular al sistema límbico, para que este pueda llegar a informar a nuestro consciente de ese estado anhelado de felicidad.

La personalidad

Hay quienes piensan que la felicidad depende de uno mismo, de lo fuerte que uno sea, de lo valiente, espabilado, sagaz, capaz... en definitiva, de cualidades que son dependientes de otros factores que nada tienen que ver con el estado de flujo asociado a la felicidad, y que por efecto de ésta, experimentamos las otras. La personalidad es la región de nuestra mente que administra los recursos, marca prioridades y establece objetivos; pero no es capaz de imbuirnos estados anímicos, estos son el resultado de la suma de procesos neuroquímicos en los que nuestra persona poco o nada tiene que ver. Podremos favorecer o dificultar que sucedan, pero no impedirlos.
Pensamientos del estilo que, nada o nadie podrá impedir que sea feliz, es relativamente cierto o falso, dependiendo de lo capaces que seamos de tratar con las polarizaciones que nos motivan. Todo lo que sucede es para nuestro beneficio, no obstante, si lo que sucede se opone a lo que consideramos bueno (y ahí entra nuestra personalidad), es cuando el estado preferente se distorsiona y comenzamos a perder el flujo. No podemos actuar como jueces en una naturaleza que no entiende de justicia moral. El idioma de la naturaleza establece un equilibrio termodinámico. Nuestro cerebro sí entiende de termodinámica, pero nuestra consciencia no siempre está educada para comprender la dinámica de esta naturaleza.
Las cosas son como son, tal como suceden, a pesar de que se opongan a nuestros objetivos. Si estamos pasando hambre y nos dicen que debemos levantar dos toneladas de peso al golpe de tres... podremos hacer dos cosas, resignarnos y acabar muriendo de hambre (polarización ) o tratar de hacer razonar a quien nos puede ayudar (polarización 2). Si no somos conscientes de ese estado de flujo, y de como conservarlo, acabaremos perdiéndolo y no podremos hacer gran cosa por recuperarlo.

La lucha externa

Hemos de sobrevivir en un mundo competitivo, el cual premia a los que no cometen errores. Los errores se pagan con la extinción del individuo o de la especie. Si una llama de fuego encendida en una vela, cometiese el más mínimo error a la hora de consumir sus recursos, ella misma se extinguiría, y la posibilidad de encender otras velas desaparecería. La complejidad de un ser vivo es mucho mayor, pues al consumo de energía se le suma la dificultad de ser homeostáticos. Por lo que si no somos capaces de transferir adecuadamente la carga, si no somos capaces de quemar de forma efectiva la chispa que nos mantiene vivos, el fuego quemará estructuras vitales y acabaremos consumiéndonos nosotros mismos.

El efecto linterna

Una linterna, correctamente usada, alumbra sin que su estructura externa se vea gravemente comprometida. En ciertas regiones acumulará calor y, de no usarse con moderación, es posible que la potencia de la bombilla acabe dañando ciertas partes. El uso natural de la linterna provocará su Envejecimiento y rotura. Ahora, si usamos de mala manera la linterna, y en lugar de usarla de la forma más efectiva, nos conformamos con colocarla en lo alto de un palo y usarla de antorcha prendiéndola fuego, creeremos que estamos obteniendo el mismo objetivo, pero es evidente que no es así. Con las personas sucede algo parecido. Disponemos en nuestro cerebro de diferentes redes neuronales, que integran diferentes formas de transacción neuroquímica, que a su vez capacitan diferentes formas de inteligencia en el hombre. Podremos tener la sensación de creer que estamos dando soluciones a nuestra vida, pero si no somos capaces de aplicar la inteligencia adecuada al campo de la vida que lo necesita, la sensación de estar vivos no nos acompañará, ya que no obtendremos el resultado esperado y la frustración será lo dominante. En consecuencia a lo anterior, el uso que nos estaremos dando será como el de la linterna en lo alto del palo, y todo porque nuestra conciencia no es capaz de valorar ciertas facultades inherentes de la mente. Quizás porque las experiencias asociadas a la manifestación de dicha inteligencia fueron desagradables, lo consideramos malo y nuestra conciencia huye de esas sensaciones. Lo cierto es que, tras conseguir superar nuestros propios valores morales asociados a nuestra memoria biográfica, la red neural que conforma el ego, puede solicitarle a la conciencia que se pasee por los diferentes registros de nuestras diversas redes inteligentes tal como si fuera una linterna adecuadamente encendida y enfocando en los objetos, nutriendo de datos que nuestra conciencia considera buenos, y no ya para nosotros mismos, pues hemos superado nuestros propios valores morales, sino para el objetivo a conseguir. El ego podrá invocar a la memoria aquello que la conciencia ha ido recopilando como bueno, ensamblando la información e integrando una solución.

La Teoría de la felicidad cuantizada

"La felicidad es una emoción resultado de una actividad neural fluida en la que los factores internos y externos interactúan estimulando el sistema límbico. La estimulación del ego por parte de este sistema, nos dará un enfoque de los resultados más óptimos, ayudando a la integración de la información adecuada. Ello fomentará respuestas nutridas desde el inconsciente, que nuestro consciente adaptará a los límites del medio. De esta forma se propicia o aplaza ese estado anímico. Si no se logra integrar la información de forma óptima, el resultado será una polarización a la espera de ser integrada en una solución que cancele la carga" (definición de wikipedia)
"Según la Teoría de la Felicidad Cuantizada (T.F.C.), desarrollada por José M. Cárdenas Contreras en 1998, todos los individuos son igual de felices y al final de sus vidas todos habrán vivido una cierta cantidad de felicidad que se contrarrestará con su propia infelicidad vivida obteniéndose como resultado un balance total neutro en cada uno de los seres (balance de felicidad a la hora de nuestra muerte = 0). Entendemos por felicidad la vivencia de un estado anímico alegre o positivo durante un periodo de tiempo e infelicidad la de un estado triste o negativo durante otro periodo.
1) Felicidad = Estado anímico * tiempo F = E·t 2) Estado anímico es la variación de la felicidad respecto al tiempo y por tanto, la derivada de la felicidad respecto al tiempo será igual al Estado anímico. 3) Felicidad por consiguiente será la integral del Estado anímico y al final de la vida dará como resultado cero. 4) Se puede definir la variación (derivada) del estado anímico respecto al tiempo como una especie de “aceleración de felicidad". " (Teoría de la felicidad cuantizada)
"Para la mayoría de las religiones la felicidad sólo se logra en la unión con Dios, no es posible ser feliz sin esta comunión. Siendo la felicidad considerada como la obtención definitiva de la plenitud y el estado de satisfacción de todo tipo de necesidades es alcanzable sólo en ese grado después de la muerte" (Felicidad en las religiones)
"Aristóteles sostiene que todos los hombres están de acuerdo en llamar “felicidad” a la unidad presupuesta de los fines humanos, el bien supremo, el fin último, pero que es difícil definirla y describirla. De ahí se aprecia la divergencia de opiniones respecto a cómo entender la felicidad; placer para algunos; honores, para otros; riqueza, de acuerdo a otros puntos de vista. No obstante, para Aristóteles, éstos no son más que bienes externos que no son perseguidos por sí mismos, sino por ser medios para alcanzar la felicidad, ya que es ésta la única que se basta a sí misma para ser autárquica y perfecta."

Filsofía de la felicidad

«La filosofía de la felicidad es una cáscara vacía cuando la felicidad se ha separado de los contenidos metafísicos que le dieron origen. Y a esta confusión contribuyen los abundantes libros, que arrojan sucesivamente al mercado las editoriales, titulados filosofía de la felicidad, escritos generalmente por profesores de filosofía que meten en el mismo saco, con objeto de llenar el cupo de páginas concedidas, una exposición de Epicuro y una de Aristóteles, a Santo Tomás y a Bertrand Russell, como si todos ellos fueran respuestas alternativas a una misma cuestión previa y exenta: la Idea de la Felicidad humana.»
Gustavo Bueno, El mito de la felicidad (2005)

«Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente», afirmaba el filósofo hispanorromano Séneca en su De vita beata. Y en efecto, parece que la búsqueda de la felicidad es una constante en la Historia de la humanidad, aunque cada «grupo humano» lo exprese de distinta manera: los antiguos griegos como eudaimonia, los romanos como felicitas, los cristianos medievales como beatitud, los alemanes de la época romántica como Seligkeit. La manera de designar la felicidad indica distintas concepciones sobre la misma, muchas veces opuestas entre sí, y con implicaciones de doctrinas asimismo diversas y polémicas, aunque existan claras relaciones entre estas concepciones enfrentadas: contraria sunt circa eadem.

Literatura sobre la felicidad

La literatura sobre la feliciad no se refiere sólo a los libros ni tampoco a la delimitación entre la Historia y la Prehistoria (la escritura como comienzo de la Historia), sino a algo más circunscrito: aquellos contenidos que incluyen lo que se denomina como «Principio de felicidad», en tanto que desde el mismo pueden reinterpretarse todos los fenómenos denominados «felicitarios»; sin él, no dejarían de ser más que sentimientos somáticos, sociales o de otra índole, pero su carácter filosófico desaparecería por completo. Este Principio de la felicidad se reconoce en dos formulaciones, la débil y fuerte. Se usa la expresión «Principio de felicidad» para referirse al Principio débil de felicidad, y al Principio fuerte de felicidad se denomina como «Supuesto de la felicidad».

El Principio de la felicidad será equivalente a la fórmula de Séneca ya citada: «Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente», entendida como aspiración de todos los hombres que no siempre se realiza. Sin embargo, el Supuesto de la felicidad considera que la felicidad es un elemento normativo: todos los hombres deben ser felices, implicando que quien no es feliz no es hombre:

«La interpretación normativa (o esencialista) del Principio fuerte de la felicidad, que en su forma «directa» muy pocos (incluso quienes la ven como excesiva) considerarán «dura» o «cruel», aunque la consideren gratuita, se hace «dura» y «cruel» cuando adopta la forma contrarrecíproca (a pesar de que esta forma es lógicamente equivalente a la directa) manteniendo su interpretación esencial: «Luego todos aquellos que no son felices no son hombres» ¿Qué serán entonces? Degenerados, enfermos…, acaso, habitantes del tercer mundo.» [1].

De esta manera, «sólo aquella literatura de la felicidad que asuma el Principio de felicidad puede ofrecer una Teoría general o una Doctrina general de la felicidad. Aquella literatura de la felicidad que no asuma este Principio, no puede ofrecer, aunque lo pretenda, una Teoría general o una Doctrina general de la felicidad. Lo que ofrecerá será otra cosa (no por ello despreciable a priori): por ejemplo, la explicación (supuestas ciertas condiciones: salud, situación social, etc.) del mecanismo neurológico de generación de un «estado de ánimo» relajado, tranquilo o sereno y el control (relativo) de los procedimientos para alcanzarlo o para recuperarlo» [2].

El campo de la felicidad

Suponiendo que el campo es un lugar delimitado previamente; campo como terreno acotado en función de actuaciones y operaciones definidas, o como conjunto o constelación de contenidos relacionados dentro de un contorno. Ante todo, el campo de la felicidad se entiende como campo gnoseológico relacionado especialmente con el campo de la Antropología Filosófica, envuelto a su vez por el campo felicitario. Toda disciplina humana se entiende como la transformación de determinados contenidos concatenados unos con otros de diferentes modos presentes en distintos campos.

El campo felicitario sería así un territorio incluido en el espacio gnoseológico, donde sus materiales se encuentran moldeados tanto al nivel sintáctico o simbólico, como al nivel semántico o léxico, y al pragmático. El campo de la felicidad no sólo incluye palabras sino también a las cosas que ellas designan y a los sujetos que las transforman de diferentes modos e interactúan unos con otros. La felicidad es así un campo susceptible de ser trabajado por una o más técnicas o ciencias positivas, o también por disciplinas que mantengan o pretendan mantener alguna conexión con ellas. Es el caso de determinadas aplicaciones de «control de la felicidad» mediante técnicas de fisiología del sistema nervioso, o de las disciplinas académicas involucradas con la felicidad, como la Ética, la Política o la Teología.

Fenómenos, conceptos e ideas

Aunque se reconoce cierta unidad al campo de la felicidad, ello no implica el carácter unívoco de sus contenidos, sino más bien la diversidad irreductible de los mismos, al modo como los ejércitos que se enfrentan en el campo de batalla son irreductibles los unos a los otros.

Aristóteles criticó la idea felicitaria al señalar que muchos confunden placer y felicidad:

«Pues he aquí precisamente el placer; y por consiguiente, un cierto placer podría ser el bien supremo, si fuese el placer absoluto; aunque por otra parte muchos placeres sean malos. Por esto cree todo el mundo, que la vida dichosa es una vida de placer, y que el placer va siempre entremezclado con la felicidad. […]; pero la felicidad es una cosa completa; y así el hombre, para ser verdaderamente dichoso, tiene necesidad de los bienes del cuerpo y de los bienes exteriores, y hasta de los bienes de fortuna, para no encontrar por estos lados ningún obstáculo. […] Una prosperidad excesiva se convierte en un obstáculo verdadero; y quizá entonces no hay razón para llamarla prosperidad, debiendo ser determinado el límite de esta por sus relaciones con la felicidad» [3].

Y si bien es cierto que «tratamos de la felicidad, que hemos definido diciendo que es el acto de la virtud en una vida perfecta; pero la virtud se refiere esencialmente al placer y al dolor, y por consiguiente, es imprescindible hablar del placer, puesto que sin placer no hay felicidad» [4]., el placer no es meramente lo físico, sino que está referido a la vida contemplativa (la misma que sentía el matemático Teeteto en el diálogo homónimo de Platón, al entregarse al estudio de las matemáticas y la contemplación de sus principios eternos). Son placeres ya moldeados, conceptualizados:

«También se pretendía que nunca el conocimiento produce placer. Este es un nuevo error, porque los operarios que preparan las comidas, las coronas de flores, los perfumes, son agentes de placeres. Es cierto que las ciencias no tienen ordinariamente por objeto y por fin el placer, pero obran siempre con el placer y nunca sin el placer.» [5].

Aristóteles entiende el placer como algo teórico, no meramente físico, lo que excluye de esta manera la posibilidad de hablar de felicidad entre los animales; la felicidad o la infelicidad es algo que desborda la mera sensación de bienestar o malestar. Así concluye Sócrates su intervención en el Filebo de Platón:

«La mayor parte de los hombres, refiriéndose a ellas, como los adivinos a los pájaros, juzgan que los placeres son el resorte principal de la felicidad de la vida, y creen que el instinto de las bestias es una garantía más segura de la verdad que los discursos inspirados por una musa filosófica».
Sócrates

Pero la felicidad puede ser también algo social, que desborde lo subjetual y se convierta en algo supraindividual, como las fiestas «jubilosas» de la tradición cristiana o la «fiesta nacional» en España, el toreo, que contiene la paradoja de ser constituidas alrededor de la muerte del toro y del riesgo en el que se pone la vida del torero. En general, estos fenómenos de felicidad se refieren a instituciones tales como las celebraciones gozosas, conmemoraciones orientadas a rememorar algún hecho que suscite la alegría y el contento, fiestas jubilosas, jubileos, o ritos de paso (nacimientos, bodas) consideradas como fenómenos felicitarios. También se refiere a ceremonias que, por contraposición, envuelven una infelicidad institucionalizada, como puedan serlo las ceremonias de tortura, o los entierros (que solamente en algunas ocasiones, se manifiestan como fenómenos de alegría). Y sobre todo, al bienestar que representó la denominada Sociedad del Bienestar o Estado del Bienestar (el Welfare State inaugurado por el New Deal de Roosevelt tras la Gran Depresión de 1929), donde a todos los habitantes de los países desarrollados se les garantizaría una renta y sustento básicos por el mero hecho de existir. Aquí el fenómeno de la infelicidad sería la crisis económica que puso en jaque a este modelo y condujo a millones de personas al desempleo y la falta de recursos.

En general, los fenómenos felicitarios, aun incluyendo determinados elementos psicológicos, somáticos o extrasomáticos, están todos ellos institucionalizados a una escala superior, la de los conceptos. Como señala Gustavo Bueno, el goce o la satisfacción, aunque acompañen a los fenómenos felicitarios, no se reducen a los placeres sensibles, pues «en la conformación de un tal ánimo habrán tenido que intervenir factores de todo orden, no sólo sensibles sino intelectuales» [6]. De hecho, los conceptos de felicidad sugieren distintas formas de interpretar estos fenómenos, lo que se denomina conceptos de la felicidad. Y es aquí donde la presunta concepción unívoca de la felicidad, se revela como una impostura, pues más que un término unívoco es en realidad un término análogo, no tanto análogo de proporción como análogo de atribución. Serían una serie de conceptos ensamblados unos con otros, conónimos referidos al mismo campo pero con significados diversos aunque relacionados entre sí.

Frases de Felicidad

  • La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Benjamín Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense.
  • La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar. Thomas Chalmers (1780-1847). Ministro presbiteriano, teólogo, escritor escocés.
  • Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.Jean Paul Sartre (1905-1980) Filósofo y escritor francés.
  • Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. Pablo Neruda (1904-1973) Poeta chileno.
  • La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Henry Van Dyke (1852-1933) Escritor estadounidense.
  • Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame. Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.
  • Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo. Leon Tolstoi (1828-1910) Escritor ruso.
  • Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo. Sigmund Freud (1856-1939) Médico austriaco.
  • El verdadero secreto de la felicidad consiste en exigir mucho de sí mismo y muy poco de los otros. Albert Guinon (1863-1923) Dramaturgo francés.
  • La felicidad es la certeza de no sentirse perdido. Jorge Bucay (1949) Escritor y psicoterapeuta argentino.

Referencias

  1. Gustavo Bueno, El mito de la felicidad, Ediciones B, Barcelona 2005, págs. 23-24
  2. Gustavo Bueno, op. cit., pág. 29
  3. Aristóteles, "Moral a Nicómaco", libro VII, capítulo XII
  4. La gran moral, libro II, capítulo IX
  5. Aristóteles, La gran moral, libro II, capítulo IX
  6. Gustavo Bueno, El mito de la felicidad, pág. 359

Fuentes

  • Frases de felicidad. Disponible en: Proverbia