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El entusiasmo por la Tomatina traspasa fronteras, y el tomate, fruto apreciado y esencial se convierte en el protagonista y embajador de alegría y diversión.
 
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Cuentan los más ancianos del lugar que en el año 1945 y en la plaza de Buñol, una pelea entre jóvenes que no tenían a mano para tirar más que las verduras de un puesto cercano dio lugar a esta batalla vegetal.
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Cuentan los más ancianos del lugar que en el año 1945 y en la plaza de [[Buñol]], una pelea entre jóvenes que no tenían a mano para tirar más que las verduras de un puesto cercano dio lugar a esta batalla vegetal.
 
Al año siguiente los jóvenes repitieron la experiencia, llevando los tomates de sus casas. La celebración fue prohibida, interviniendo la autoridad policial.
 
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La Tomatina se inició durante la fiesta anual de la ciudad en honor a sus patronos San Luis Bertran y la Virgen de los Desamparados. Un desfile que tiene lugar durante la fiesta del pueblo es el de los cabezudos. Como ocurrió una vez en la década de 1940 algunos chavales querían participar en este desfile, pero los participantes no los dejaron unirse. En un momento de incontrolable impulso juvenil los niños irrumpieron en el desfile derribando uno de los participantes. Cuando esta persona logró ponerse en pie, furioso con lo que había ocurrido, fue a la caseta más cercana y cogió lo primero que encontró: unos tomates. A partir de entonces, esta fiesta ha venido creciendo en popularidad año tras año.
 
La Tomatina se inició durante la fiesta anual de la ciudad en honor a sus patronos San Luis Bertran y la Virgen de los Desamparados. Un desfile que tiene lugar durante la fiesta del pueblo es el de los cabezudos. Como ocurrió una vez en la década de 1940 algunos chavales querían participar en este desfile, pero los participantes no los dejaron unirse. En un momento de incontrolable impulso juvenil los niños irrumpieron en el desfile derribando uno de los participantes. Cuando esta persona logró ponerse en pie, furioso con lo que había ocurrido, fue a la caseta más cercana y cogió lo primero que encontró: unos tomates. A partir de entonces, esta fiesta ha venido creciendo en popularidad año tras año.
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El escenario de la fiesta: Buñol, la plaza del pueblo, en pleno mes de agosto y con el calor de las tierras del interior.
 
El escenario de la fiesta: Buñol, la plaza del pueblo, en pleno mes de agosto y con el calor de las tierras del interior.

Revisión del 08:20 16 ago 2017

Fiesta de la Tomatina
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Fiesta de la TomatinaFiesta popular que se celebra todos los años el último miércoles del mes de agosto en la localidad de Buñol (Comunidad Valenciana). Se trata de una de las fiestas más originales, coloridas, pegajosas, contagiosas y divertidas de España. Se trata simple y llanamente de una guerra a tomatazo limpio. El entusiasmo por la Tomatina traspasa fronteras, y el tomate, fruto apreciado y esencial se convierte en el protagonista y embajador de alegría y diversión.

Origen

Cuentan los más ancianos del lugar que en el año 1945 y en la plaza de Buñol, una pelea entre jóvenes que no tenían a mano para tirar más que las verduras de un puesto cercano dio lugar a esta batalla vegetal. Al año siguiente los jóvenes repitieron la experiencia, llevando los tomates de sus casas. La celebración fue prohibida, interviniendo la autoridad policial.

Volvió a prohibirse en 1957 y en señal de protesta los jóvenes convocaron a los vecinos y organizaron “el entierro del tomate”: una procesión en la que portaban un ataúd con un gran tomate dentro. Una banda de música interpretando cantos fúnebres, todos los vecinos vestidos de luto y llorando, acompañaron al tomate. Su éxito fue memorable. Finalmente se permitió la tomatina y se instauró la fiesta de forma oficial. La Tomatina se inició durante la fiesta anual de la ciudad en honor a sus patronos San Luis Bertran y la Virgen de los Desamparados. Un desfile que tiene lugar durante la fiesta del pueblo es el de los cabezudos. Como ocurrió una vez en la década de 1940 algunos chavales querían participar en este desfile, pero los participantes no los dejaron unirse. En un momento de incontrolable impulso juvenil los niños irrumpieron en el desfile derribando uno de los participantes. Cuando esta persona logró ponerse en pie, furioso con lo que había ocurrido, fue a la caseta más cercana y cogió lo primero que encontró: unos tomates. A partir de entonces, esta fiesta ha venido creciendo en popularidad año tras año.

Celebración

El escenario de la fiesta: Buñol, la plaza del pueblo, en pleno mes de agosto y con el calor de las tierras del interior. A las 9 de la mañana empieza a acudir gente a la plaza. El Ayuntamiento reparte bollos a todo aquel que quiera tomar fuerzas antes del combate. La plaza se va llenando de vecinos y forasteros venidos de distintos países. No hay tradición de traje típico, se ven pantalones cortos, camisetas hechas jirones, torsos desnudos, y hasta hay quien lleva gafas de buceo. En el centro de la plaza se levanta el “palojabon” o cucaña, un enorme palo untado con jabón al que hay que trepar para conseguir el premio colgado del extremo: un jamón.

La diversión está en ver trepar, resbalar, caer, volver a trepar por el palo a los más osados. Mientras, los vecinos tiran cubos de agua remojando al personal. De repente se oye gritar: “¡Tomate, tomate!”, señal de que alguien ha alcanzado el jamón y se pide seguir con la fiesta.

Por un camino que lleva a la plaza del pueblo y haciendo sonar con estruendo su bocina, aparece un camión lleno de tomates. Se para y deja caer los frutos al suelo. La única regla es estrujar los tomates antes de lanzarlos para que no hieran a nadie. La gente se lanza sobre la apetitosa munición y los tomates vuelan. En pocos segundos los participantes se ven envueltos en una colorida lluvia vegetal. Uno tras otros cinco camiones van descargando su munición. El campo de batalla se convierte en un pantano de tomate triturado, la plaza, las fachadas, los guerreros, el aire se vuelve de color rojo. Con 150.000 kilos de munición, entre risas y diversión y a golpe de tomate se desarrolla esta batalla campal.

Entre los combatientes, australianos, japoneses, británicos, estadounidenses, indios, canadienses, todos teñidos de rojo, pegajosos, con pepitas hasta en los ojos, participan en la contienda más divertida de la historia. Un disparo anuncia el fin de tan insigne batalla. Los valientes, agotados por la lucha, bajo una misma bandera, la del tomate, en una guerra sin vencedores ni vencidos, muertos de risa, van a lavarse a las mangueras que hay en las calles, a las fuentes del pueblo o a las charcas del río.

Preparativos de la fiesta

Durante la semana previa a esta batalla épica, los 9.000 habitantes de Buñol ven como su ciudad se duplica en tamaño. Toda una semana de desfiles, fuegos artificiales, comida y fiestas en la calle hacen de esta ciudad el centro de atención en España. La noche antes de la Tomatina, las estrechas calles medievales bajo el campanario de la ciudad empiezan a llenarse con el olor de los tomates. Se encontrarán sartenes gigantes preparando a fuego lento deliciosas paellas en fuego de leña, como ya es tradición, tratando cada una de ellas de ganar el concurso. Después del concurso fluye el vino y se come aún más en todo el pequeño pueblo hasta las primeras horas de la mañana.

Entonces, la madrugada del miércoles, los comerciantes y dueños de negocios a lo largo de la Plaza Mayor de la ciudad se dedican a cubrir las ventanas y puertas en preparación para la próxima gresca callejera. Grandes camiones retumban por las calles empedradas y llegan a la plaza llena de gente dispuestos a descargar su botín de tomates para que la multitud pueda usarlos como munición. Como muchas fiestas, ésta no comienza hasta que el sonido de unos cohetes permite a la multitud saber que es hora de empezar a tirar. En la parte trasera de los camiones hay algunos vecinos descargando los tomates y arrojando a la multitud algunas de las 120 toneladas de blandos y húmedos tomates, venidos desde Chilches, en Castellón.

Fin de la fiesta

Vestidos con ropa condenada al contenedor de reciclaje, más de 20.000 juerguistas encuentran el objetivo más cercano y disparan a cualquier cosa que esté dentro del alcance de sus amasijos vegetales triturados a mano. Pronto las calles están inundadas de semillas, pulpa y tomates destripados que poco después dejarán las calles empedradas impecables, gracias a la acidez de los tomates, tras haber sido lavadas con mangueras de agua. Esta locura se produce exactamente durante una hora hasta que se termina de la misma manera en que se inició: con el sonido de un cohete.

Datos curiosos

  • Se celebra el último miércoles de cada mes de agosto.
  • No tiene significado político o religioso, es sólo diversión.
  • Hay unos 20.000 participantes de todo el mundo.
  • Número de tomates usados: alrededor de 120.000 kilos.
  • Después de la batalla, te puedes lavar los pegotes a manguerazos en el río, donde la ciudad instala duchas públicas.
  • Cada año, la lucha se retransmite por las agencias más prestigiosas de España.
  • Sorprendentemente, solo el 8% de los participantes son españoles. Los países con más "tomateros" son Australia, Japón, Gran Bretaña y EE.UU.

Fuentes