Filosofía burguesa

Filosofía burguesa
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Durante el período de transición del feudalismo al capitalismo la Filosofía se convierte en colaboradora de la ciencia

Filosofía burguesa. Un esencial rasgo del pensamiento moderno fue la intención de aproximar la filosofía y la ciencia. Fue en esta época de la historia cuando comenzaron a estructurarse las ciencias naturales, entendidas como un sistema de conocimientos rigurosamente clasificado y verificado. El pensamiento moderno acabó convirtiendo a la filosofía en colaboradora de la ciencia.

Situación socio-económica

Formas embrionarias del modo capitalista de producción aparecen en algunas ciudades del mediterráneo en los siglos XIV y XV. En Italia surgen ya en el siglo XIV las primeras manufacturas, que anuncian el paso de la artesanía, característica de la producción feudal, al capitalismo. Antes que en los demás países de Europa se asiste en este país a una expansión intensiva de las ciudades y de la cultura urbana. El comercio, la usura, así como la explotación de los obreros y los pequeños artesanos dieron vida en muchas ciudades italianas a sectores considerables de banqueros, mercaderes e industriales, que en algunas de ellas incluso se adueñaron del poder político.

Un relevante índice del progreso de las fuerzas productivas lo constituyeron los inventos e innovaciones técnicas. Apareció la rueda de pedal, se perfeccionó el telar, fue inventada la rueda hidráulica que, con el perfeccionamiento del motor de viento, introdujo enormes cambios en una producción que hasta entonces había tenido por fuerza principal la muscular de bestias y hombres. Estos mismos cambios desembocaron en la metalurgia de alto horno, que aumentó fuertemente la producción. en el arte militar fue una revolución el nacimiento de las armas de fuego, que casi anularon el significado de la caballería. Fue inmenso el alcance de la brújula, tomada por los europeos de Oriente, que multiplicó de modo extraordinario las posibilidades de la navegación marítima. El empleo de la pólvora y de la brújula y el invento de la imprenta en Europa mediado el siglo XV son, según expresión de Marx, las premisas del modo de producción burgués.

El progreso posterior del capitalismo en Europa Occidental obedeció a los grandes descubrimientos geográficos realizados a finales del siglo XV y comienzos del XVI. El descubrimiento de América y de la ruta a la India, el viaje alrededor del mundo de Magallanes abatieron – según expresión de Engels – las barreras del Orbis terrarum. “Solo entonces fue descubierto el mundo, en el sentido propio de la palabra, y se sentaron las bases para el subsecuente comercio mundial y para el paso del artesanado a la manufactura, que a su vez sirvió de punto de partida a la gran industria moderna.”

Los adelantos económicos acontecidos a finales del siglo XV y principios del XVI, y relacionados en grado considerable con el emplazamiento de las rutas comerciales que trajeron consigo los grandes descubrimientos geográficos, dieron lugar a la aparición de grandes centros de expansión económica. Italia pierde su papel rector en la propagación de las relaciones capitalistas. Surgen nuevos centros de desarrollo económico burgués en algunas ciudades costeras de España, así como del sur de Alemania y del norte de Francia. El avance de las relaciones capitalistas es particularmente impetuoso en los Países Bajos y en Inglaterra. En estos países ocurre con mayor intensidad el proceso de acumulación originaria del capital. Los éxitos del modo de producción burgués en Europa Occidental alumbraron las primeras revoluciones burguesas de aquel período. La primera de ellas (la Reforma y la Guerra de los campesinos en Alemania en 1525) terminó desfavorablemente para la burguesía alemana, que tuvo que someterse económica y políticamente a la feudalidad. La segunda ocurrió en los Países bajos a finales del siglo XVI y comienzos del XVII bajo la forma de guerra nacional y religiosa contra la España feudal absolutista y católica. Terminó con la proclamación de la independencia de los Países bajos (Holanda) y el establecimiento de una república burguesa.

Cambios en la esfera ideológica

Los radicales cambios socioeconómicos y técnicos comportaron toda una revolución en la vida espiritual de los pueblos europeos. Si en el período feudal había sido la religión la ideología dominante de modo absoluto, ahora fue abatida la dictadura espiritual de la Iglesia. El surgimiento de nuevas formas de organización política de la clase dominante supusieron un debilitamiento considerable del poderío económico y la influencia política de la Iglesia de Roma, que durante todo el Medioevo había sido la fuerza ideológica determinante y la sanción suprema del feudalismo en Europa. La ascendencia ideológica de la Iglesia se vio también gravemente comprometida como resultado de los movimientos reformadores que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XVI. Estos movimientos (luteranos, zwingliano, y, particularmente, calvinista) eran reflejo de la tendencia dentro de la fortalecida burguesía a liberarse de la tutela de la Iglesia católica romana como instrumento del feudalismo y a instituir su propia organización eclesiástica burguesa.

La victoria de los citados movimientos arrebató a la curia romana el poder en varios países europeos. Aunque de carácter antifeudal, estos movimientos se desplegaron enteramente en el ámbito de la ideología religiosa. Las primeras revoluciones burguesas también transcurrieron bajo lemas y estandartes religiosos. Como escribió Engels, “la nueva clase aún permanecería largamente envuelta por las ligaduras de la omnipotente teología.”

Cultura burguesa humanista

Los cambios socioeconómicos propiciaron el nacimiento de una intelectualidad burguesa bastante numerosa. Si en la Edad Media, por lo general los hombres de ciencia y los filósofos habían servido a la Iglesia, ahora un sector de la intelectualidad estaba relacionado directamente con la ciencia y el arte y, de ordinario, nada o poco con la Iglesia. En este período surge una nueva cultura, que recibe el nombre de humanismo, término que significa el estudio de carácter laico a diferencia del teológico-escolástico. Los humanistas enfrentaban las ciencias seglares a la erudición eclesiástico-escolástica.

La particularidad de aquella alboral cultura burguesa consistió en un aprovechamiento a fondo de la civilización greco-latina, la cultura pagana era más afín a la burguesía embrionaria que la cultura y la ideología de la sociedad feudal. La significación del legado cultural de la antigüedad fue tan inmensa que toda esta época a menudo se define como período del Renacimiento, lo que señala la reaparición de muchos aspectos de la cultura antigua, después de más de un milenio de olvido.

Por la diversidad, la profundidad y el valor de sus frutos, la temprana cultura burguesa dejó muy a la zaga a la eclesiástico-feudal. Resplandeció en la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, la ciencia y la Filosofía. Un componente determinante fue el reconocimiento de los intereses y derechos del ser humano, que había sido desdeñado por el ordenamiento feudal y la moral religiosa del ascetismo.

Doctrinas políticas y socialistas

La nueva época dio vida a nuevas concepciones concernientes a la naturaleza de la sociedad, del hombre, etc. Uno de los elementos principales del nuevo enfoque de la sociedad fue el modo de entenderla como suma de individuos independientes entre sí.

Nicolás Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo

Uno de los primeros ideólogos políticos burgueses fue el florentino Nicolás Maquiavelo (1469-1527) que en sus obras se propone demostrar que los móviles de la gente son el egoísmo y el interés material. El hombre echa antes en olvido la muerte de su padre que la privación de los bienes de fortuna. Es decir, Maquiavelo declara propiedad natural del hombre los rasgos fundamentales del individualismo burgués que se está formando en aquella época.

El sociólogo florentino rechazaba la concepción teocrática medieval que pone al Estado en dependencia de la Iglesia, como poder supremo en el mundo, y argumenta la necesidad del Estado laico, contraponiendo a la interpretación teológica del poder público la interpretación jurídica: las disposiciones jurídicas quedan separadas de las prescripciones religiosas, a las que confiere preferentemente un sentido moral. Marx señala que en los pensadores políticos de la nueva época, a partir de Maquiavelo, “se expone siempre el poder como el fundamento del derecho, lo que lleva implícito la concepción teórica de la política como emancipada de la moral.”

En efecto como el bien y el poderío del Estado son para Maquiavelo la ley suprema de la política, cualquier medio para su logra es bueno, incluso los más inmorales, como la corrupción, el asesinato, el envenenamiento, la traición. El príncipe que emprenda la formación de un fuerte Estado centralizado debe conjugar las cualidades del león y el zorro. La política que aconseja Maquiavelo es la de la coacción y el halago. Las bases de sea política fueron denominadas maquiavelismo, el desenfado y la inescrupulosidad en la elección de medios para el logro de los fines políticos. Maquiavelo no inventó estos principios; no hizo sino elevar a ideal algunos rasgos tenebrosos de la vida política italiana de su época a la par que se adelantó a muchos aspectos típicos de la política burguesa en los tiempos posteriores.

Socialismo utópico

Tomás Münzer

Tomás Münzer

Las masas populares de Europa victimas de una despiadada explotación también promovieron a sus ideólogos. Uno de ellos fue Tomás Münzer (cerca de 1490-1525), destacada personalidad de la “Reforma popular” en el período de la Gran Guerra campesina en Alemania. Tomás Münzer se disoció resueltamente de la Reforma burguesa, de la que era ideólogo Martín Lutero, y formuló un programa político radical: abolición de la propiedad privada, socialización de los bienes, supresión de las diferencias estamentales y del poder público ajeno al pueblo, implantación de la igualdad universal.

La resistencia de las clases dominantes a este programa debía ser reducida por la fuerza de las armas del pueblo. Según Engels, el ideal social de Münzer fue un adelanto del comunismo a caballo de la fantasía. La base ideológica de este ideal como el de muchos otros “herejes” medievales que combatieron la explotación feudal es religioso-panteísta.

Las concepciones panteístas identifican a Dios con el mundo considerado como un todo. Precisamente así debe ser en la sociedad. La persecución egoísta del bien individual que rea para Maquiavelo el objetivo supremo de la vida social es para Tomás Münzer adulteración “de la ley de Dios”, es “ateísmo”. Desde este punto de vista, toda propiedad privada “está reñida con Dios.”

Tomás Moro

Tomás Moro

Principios más profundos de reajuste de la sociedad en beneficio del pueblo expone el humanista y estadista inglés Tomás Moro (1478-1535) en su obra “Utopía”, que hizo de su autor el primer representante del socialismo utópico. La utopía de Tomas Moro refleja las circunstancias históricas concretas de la Inglaterra del siglo XVI, pero el valor básico de este libro consiste en que presenta el ideal de un régimen social.

Tomás Moro se compadece de los sufrimientos de los aldeanos ingleses que, por el procedimiento de vallar los campos, son expulsados de sus tierras por los latifundistas. Muchas de estas tierras son convertidas en pastizales para las ovejas, cuya cría se había multiplicado en vista del espectacular crecimiento de la producción textil. La significación histórica de Utopía no reside tanto en la denuncia de los medios por los que se enriquecieron las clases dominantes de Inglaterra cuanto en el hecho de que su autor señaló con visión clarividente la propiedad privada como la causa fundamental de las calamidades del pueblo y de todos los males sociales.

La ausencia de la propiedad privada es la particularidad principal del régimen que Tomás Moro describe en su obra. En esta isla imaginaria, el trabajo es obligación de todos los miembros de la sociedad, y la buena organización del mismo permite reducir a seis horas la jornada laboral. No obstante, Tomás Moro concibe la producción sólo en plan artesano, considerablemente deteriorada ya a sazón por la manufactura capitalista. El Estado contabiliza y distribuye todos los bienes producidos por la población, las comunidades locales son las organizadores directas de la producción. Contrariamente a las representaciones religioso-ascéticas de la Edad Media. Tomás Moro sostiene que los habitantes de su Utopía viven en plena concordancia con la naturaleza, tienden a un goce sano, etc. Es muy notable y característico que ya en su cuna estuviera el pensamiento socialista unido indisolublemente al humanismo.

Tommaso Campanella

Tommaso Campanella

Otro eminente teórico del socialismo utópico fue el filósofo y sociólogo italiano Tommaso Campanella (1568-1639). Nacido en el sur de Italia, entonces dominio de España, encabezó una gran conspiración libertadora, que al fracasar por traición le llevó a la cárcel donde paso veintisiete años. En ella escribió, en 1602, su obra principal “La ciudad del Sol”, donde, los mismo que en Utopía, no hay propiedad privada. La gente vive en comunidad, el trabajo es no sólo una obligación, sino una necesidad, porque desde la infancia se inculca respeto a él. A diferencia de Tomás Moro, Campanella confiere importancia a los adelantos técnicos. Nos describe vehículos con velas, naves movidas por mecanismos, el arte de volar de los “solianos”, asombrosos tubos para ver y oír que permiten escuchar la “armonía celestial”, etc.

La fundamentación del ideal social de Campanella es, como la de Münzer, panteísta. La vida de la comunidad se basa en la ley divina y natural conforme a la cual la totalidad es siempre superior a cualquiera de sus partes. El hombre es ante todo miembro de la colectividad.

Filosofía y cultura humanista burguesa

La particularidad del pensamiento filosófico del Renacimiento es su carácter antiescolástico. Debe tenerse en cuenta que la escolástica, tanto por el lado de la Iglesia como del Estado, fue durante toda la época reseñada la Filosofía oficial y se impartió en la mayoría de las universidades. A diferencia de la escolástica, la Filosofía de los humanistas dejó de ser sirvienta de la teología.

Contribuyó a esta situación la teoría de la doble verdad, que separó el objeto de la ciencia (el estudio de la naturaleza) del de la religión (la salvación del alma). Bajo el pertinaz dominio de la religión y la Iglesia, esta teoría adquirió vasta difusión entre los pensadores progresistas de la época y propició la formación de la conciencia científica y el desarrollo de la corriente materialista en la Filosofía del Renacimiento. También cooperaron a ello el renovado interés por las doctrinas materialistas de la antigüedad, en particular del epicureísmo, y más adelante el progreso de las ciencias naturales. Como la escolástica suponía una desmedulación de la doctrina aristotélica, la lucha contra el peripatetismo de sesgo escolástico fue uno de los rasgos distintivos de la Filosofía renacentista. Al aristotelismo medieval oponían los filósofos humanistas no sólo las doctrinas materialistas de la antigüedad clásica, sino en ocasiones incluso la Filosofía de Platón y de los neoplatónicos.

Algunos de estos pensadores enfrentaron al Aristóteles escolástico, la auténtica doctrina del gran Estagirita, interpretándola en un sentido materialista. Para el desarrollo de las concepciones materialistas en el período reseñado tuvo mayor significación aún la Filosofía de la naturaleza, doctrina libre de especulaciones teológicas. Esta Filosofía natural revestía a menudo carácter panteísta, es decir, sin negar directamente la existencia de Dios lo identificaban con la naturaleza.

Nicolás de Cusa

Nicolás de Cusa

La primera notabilidad panteísta de esta época fue Nicolás de Cusa (1401-1464), que en el problema cardinal de la Filosofía se decidió por el idealismo: la naturaleza incluido el hombre, procede de Dios, o sea, el ser supremo absoluto. Pero al desarrollar las ideas del panteísmo, el Cusano prácticamente niega la creación del mundo por Dios, pues aproxima Dios a la naturaleza adjudicando a esta última atributos divinos y, ante todo, infinitud en el espacio. El alcance filosófico-histórico de esta idea cosmológica aparece con particular claridad si se tiene en cuenta que una de las bases de la cosmovisión teológica-escolástica era la finitud del Universo en el espacio y su creación en el tiempo. Afirmaba asimismo que no era la Tierra el centro del mundo y que la llamada esfera de las estrellas fijas no era una circunferencia que envolviese nuestro mundo.

En la teoría del conocimiento propuso el Cusano profundas ideas. La convicción de que el mundo es infinito le sugiere una nueva interpretación del proceso del conocimiento. Si los escolásticos consideraban que el fin del conocer humano era la “verdad divina” inmutable, dada de una vez para siempre, Nicolás de Cusa subraya el que proceso del conocer significa un perfeccionamiento infinito del saber. Él distingue cuatro grados del conocer y los califica. El primero lo constituyen los sentidos, que proporcionan imágenes confusa e incoherente. El segundo es el entendimiento, que opera con cifras y nomina las cosas. Contrariamente a los escolásticos, Nicolás de Cusa no fija una delimitación entre sentido y entendimiento, sino que establece que este, como grado más alto del conocer, está presente en las sensaciones como actividad de la atención y la diferenciación.

La gnoseología del Cusano presenta una diferencia más importante a la de los escolásticos, atribuyendo a la razón una facultad cognoscitiva más elevada que la del entendimiento. El filósofo de Cusa comprende la importante verdad dialéctica de que “toda la realidad participa de opuestos en grados diversos.” El entendimiento concibe los opuestos en consonancia con la ley de la contradicción oponiendo uno al otro, mientras que la propiedad más importante de la razón es la facultad de concebir lo infinito. Y “el infinito trasciende toda oposición.” En este caso, el Cusano desarrolla su doctrina dialéctica de la coincidencia de los opuestos.

Desarrollo de las ciencias naturales

El enorme adelanto del saber científico-natural en el Renacimiento se expresó en descubrimientos de suma importancia. Progresos notables se registraron en las matemáticas. La construcción de grandes edificios, los avances en las construcciones navales, los cambios radicales en el arte militar y los no menos considerables operados en los sistemas y medios de administración recabaron el empleo de la ciencia en la producción. Estás necesidades precisamente dieron lugar al desarrollo de las matemáticas en Italia y en otros países de Europa Occidental entre los siglos XV y XVII.

En aquel tiempo tuvo una significación extraordinaria el surgimiento de la ciencia de la naturaleza experimental. Como señala Engels, precisamente en aquella “formidable época” fueron superados los logras de los griegos antiguos y los árabes medievales y surgió la moderna ciencia de la naturaleza, la única de la que podemos hablar en cuanto ciencia…”

Nicolás Copérnico

Los éxitos de las matemáticas teóricas y de las ciencias naturales experimentales influyeron directamente sobre el desarrollo de las tendencias materialistas en la Filosofía y coadyuvaron a la derrota de la escolástica. Los descubrimientos más importantes de la época corresponden a la astronomía cuyo progreso estaba condicionado ante todo por las demandas de la navegación y la necesidad de rectificar el calendario. Y como la cosmovisión teológica-escolástica se ceñía a la doctrina geocéntrica, los nuevos descubrimientos demolían tal cosmovisión. El más trascendental fue es sistema heliocéntrico del gran sabio polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), que echó los cimientos de la astronomía científica.

Las aserciones en que se sustenta el sistema heliocéntrico de Copérnico son las siguientes: 1) la Tierra no permanece inmóvil en el centro del Universo como creían Aristóteles y Ptolomeo y, en pos de ello, todos los escolásticos y eclesiásticos, sino que gira alrededor de su eje; 2) la Tierra evoluciona alrededor del Sol, que se halla en el centro del Universo. El relevo del día y la noche y la aparente rotación del cielo estelar se explican por la rotación de la Tierra alrededor de su eje. La traslación de la Tierra en torno al Sol aclara el aparente movimiento del Sol entre las estrellas y el movimiento de retroceso y avance de los planetas observado desde la Tierra.

Giordano Bruno

Giordano Bruno

Refiriéndose al Renacimiento, Engels afirmó que “fue una época que requería titanes y que engendró titanes por la fuerza del pensamiento, por la pasión y el carácter, por la universalidad y la erudición…” Entre estos grandes pensadores descuella Giordano Bruno (1548-1600). En su juventud ingresó en la Orden de los Dominicos, más influido por la ideología humanista, la Filosofía natural italiana y la teoría copernicana entró en conflicto con la fe católica, dejó los hábitos y huyó de Italia. Vivió más de quince años en Suiza, Francia, Inglaterra y Alemania. Con añoranza por la patria regresó a Italia en 1592, donde fue apresado por la Inquisición y, tras ocho años de cárcel fue quemado vivo en la hoguera.

Su concepción del mundo es, en conjunto materialista, más bajo la forma del panteísmo. En el pensar de Giordano Bruno, Dios se “muda” definitivamente a la naturaleza, la cual es “Dios de las cosas”. De todos los filósofos naturalistas de la época es Giordano Bruno el que con más coherencia diluye a Dios en la naturaleza.

Doctrina de la infinitud del Universo

Una de las deducciones esenciales hechas por Giordano Bruno a partir del panteísmo consiste en la resuelta afirmación de que la naturaleza es infinita. Si en Nicolás de Cusa la infinitud era todavía una doctrina imprecisa y semiteológica, en Giordano Bruno es perfectamente naturalista: se formula como doctrine exclusivamente de la naturaleza. En ella el filósofo italiano, además de desarrollar las ideas del panteísmo, se suma de modo consciente a las concepciones referentes a la infinitud del espacio y la multiplicidad innumerable de los mundos formulada por Demócrito, Epicuro y Lucrecio. Giordano Bruno no se limita a resucitar estas doctrinas, sino que las impulsa y hace de ellas uno de los sustentos principales de su cosmovisión materialista, antiteológica siguiendo este camino libera a la teoría copernicana de los vestigios de la cosmología escolástica, y asimismo renuncia a la idea del científico polaco acerca de que el Sol es el centro absoluto del Universo. A su idea, tal centro no existe. Cualquier planeta o cualquier punto del Universo pueden ser tomados como centro por el observador que en él se encuentre. En consecuencia, el Sol no es el centro absoluto del Universo, sino un centro relativo, es decir, el centro de nuestro sistema planetario. Nuestro Sol no es el único del Universo.

Los que Aristóteles, Ptolomeo, los escolásticos y todavía Copérnico juzgaban esfera de las estrellas fijas, la más exterior del Universo, es para Giordano Bruno reino de los soles de otros mundos alejados del nuestro por distancias enormes. La Tierra es un planeta “corriente “del sistema solar, como dice Copérnico, pero el propio Sol no es más que uno de los innumerables astros. El universo no tiene frontera alguna, el número de mundos en él es infinito.

Giordano Bruno afirmaba además que no sólo nuestro Sol tiene planetas, sino que igualmente los astros, como soles distantes de nosotros, tienen sus satélites. Esta opinión fue confirmada por la astronomía sólo a mediados del siglo XX. Como correctamente consideraba, no vemos esos planetas por razón de la inmensa distancia que les separa de nosotros y, además porque están inmerso en el brillo de los rayos estelares. Nuestra Tierra refleja desde su superficie los rayos solares y también ilumina en el espacio cósmico.

Concepciones filosófico-naturales

En su visión cosmológica, el pensador italiano expone otra interesante idea que rompe con las representaciones aristotélico-escolástico, según la cual son radicalmente opuestas, de un lado, las substancias de la Tierra, compuesta de tierra, agua, aire y fuego, y, de otro, las substancias del Cielo, los planetas y las estrellas compuesto de éter incorruptible. Frente a tales opiniones, Giordano Bruno establece la homogeneidad física de todos los mundos. El pensador italiano entiende que todos ellos y todos los cuerpos del Universo se componen de estos cinco elementos y que el éter no es sino el medio concatenador de los cuatros elementos, todos los planetas y todos los mundos, lo que implícitamente descarta el vacio.

Según Giordano Bruno, los demás mundos también están poblados. Esta idea la deducía de la animación universal de la naturaleza, el hilozoísmo, del que estaba plenamente convencido, como otros filósofos naturalistas de su época. “El mundo con sus miembros, está animado”, el alma del mundo llena todo el Universo, todas las cosas. Seguidor de la doctrina platónica acerca del alma del mundo, el pensador italiano trata de resolver las considerables dificultades que supone explicar un mundo en movimiento, cambio y desarrollo. Consistía una de ellas en la imposibilidad de aclarar las causas del movimiento de los planetas, el Sol y las estrellas en una época en que todavía no se había descubierto la ley de la gravitación universal. El alma del mundo en el Universo y las almas de los planetas y los astros como parte de éste explican plenamente, según el filósofo, tal movimiento. Aunque subraya el carácter actuante del principio espiritual, Giordano Bruno no dice en parte alguna que tenga una existencia incorpórea, separada del cuerpo. Comprende la matera de un modo nuevo. Como su panteísmo le lleva a diluir a Dios en la naturaleza, a la inversa de los escolásticos no considera la materia como un ente pasivo que adquiere tal o cual figura gracias a las formas creadas por Dios y que es incapaz de hacer nada por sí mismo, sino como un principio activo, independiente y automotriz. La orientación antiescolástica de esta doctrina reside también en subrayar que materia y forma son inseparables.

Gnoseología y dialéctica

En el terreno de la teoría del conocimiento arranca que el hombre es una parte inseparable de la naturaleza, el microcosmos que releja el macrocosmos. Admite los grados del conocimiento que había establecido Nicolás de Cusa: los sentidos, el entendimiento y la razón. Pero contrapone los sentidos a la razón. La percepción es una fuente de conocimiento poco segura. El campo de los sentidos es sumamente limitado, no pueden estos aprehender las inmensas distancias del Universo, son completamente incapaces de percibir la infinitud.

El entender el mundo como infinitud lleva al filósofo a la dialéctica de la coincidencia de los opuestos, tanto en lo infinitamente grande como en lo infinitamente pequeño. Si en Nicolás de Cusa es la coincidencia de los opuestos parte integrante de su doctrina acerca de Dios, en Giordano Bruno esta doctrina es totalmente naturalista y constituye uno de los elementos esenciales de su pensar respecto a la naturaleza. Si el Cusano extrae los ejemplos de coincidencia de los opuestos exclusivamente de las matemáticas, Giordano Bruno los halla en todas las esferas de la naturaleza y de la actividad humana. El cualquier esfera de la realidad una oposición es el principio de otra. La destrucción da comienzo al surgimiento y, viceversa; el amor al odio, tec. La fuente de este nexo de los opuestos, de su parentesco interno es la substancia infinita. En la infinitud se identifican y penetran la parte y el todo, la recta y la curva, el centro y la periferia, la forma y la materia, la libertad y la necesidad, el sujeto y el objeto, etc.

Fuentes

  • Historia de la Filosofía. Tomo I. Historia de la Filosofía Premarxista. Segunda Edición. Ed. Progreso Moscú. 1983. Cap. II. Pág. 168

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