Francisco Guerrero Marín

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Francisco Guerreo Marín
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Compositor español de música clásica.
NombreFrancisco Guerreo Marín
Nacimiento7 de julio de 1951
Linares, España.
Fallecimiento19 de octubre de 1997 a los cuarenta y seis años
Madrid
Causa de la muerteMuere en extrañas circunstancias.
OcupaciónMúsico
Francisco Guerreo Marín

Compositor español de música clásica. Nace en Linares, el 7 de julio de 1951. Es autor de más de 70 obras, en muchas de las cuales su procedimiento compositivo se basa en las matemáticas.

Vida y obra

Se inició en la música de la mano de su padre que tocaba el piano y era profesor de música, así como organista en la iglesia de San Juan de Dios de Granada. Después de adquisición él unos sólidos conocimientos de piano y solfeo, asiste entre 1966 y 1969 a las clases poco ortodoxas que imparte Juan Alfonso García, organista de la catedral de Granada: Al mismo tiempo Guerrero alimenta su insaciable curiosidad de manera autodidacta. Ejemplo de ello es Partita (1967) para órgano, una obra compuesta con tan sólo dieciséis años, que publica gracias a García en la revista Tesoro Sacro Musical y que constituye una interpretación personal de los principios seriales. En 1968 conoce a Luis de Pablo, quien será determinante en sus primeros años como compositor. No en vano su obra Facturas (1969), ganadora del Concurso Manuel de Falla, supone una asimilación de la aleatoriedad formal que De Pablo emplea en sus Módulos (1964-67).

En 1971, con diecinueve años, decide trasladarse a la capital para desarrollar su carrera como compositor y vivir de cerca la efervescencia musical madrileña de los últimos años de la dictadura franquista. Pronto entabla relación con Tomás Marco, que ejercerá de apoyo fundamental del joven músico. Al mismo tiempo, a instancias de De Pablo, se incorpora al primer laboratorio español de música electroacústica, Alea, creado por el bilbaíno en 1964. Colabora durante algún tiempo como intérprete con diversas agrupaciones, y en 1974 cofunda Glosa, un grupo dedicado a la interpretación de partituras gráficas. Las piezas compuestas durante esos años, en las que se advierte ya una fuerte personalidad musical, participan de las principales tendencias artísticas de la época: indeterminación en la escritura, notación espacial, música textual, las citadas partituras gráficas, etc. Este clima de continua experimentación desemboca en la primera obra de importancia en su catálogo: Actus (1976).

Ganador en el tercer concurso de composición organizado por la Confederación Española de Cajas de Ahorros, Actus constituye el primer exponente de un cambio en su mentalidad como creador y un punto de inflexión con el que arranca una nueva etapa compositiva. En esta pieza, heredera de la música de Iannis Xenakis al igual que buena parte de su producción anterior, Guerrero comienza a aplicar modelos combinatorios extramusicales para la composición.

Sin embargo, si en Actus todavía pesa en exceso el influjo estético de la obra de otros autores y se mantienen ciertos rasgos de aleatoriedad, en sus piezas inmediatamente posteriores, como Anemos C (1976) y Opus 1 Manual (1976), Guerrero abandona por completo la flexibilidad en la escritura y desarrolla ya un lenguaje plenamente autónomo de gran fuerza expresiva y originalidad, que le separa de las principales corrientes imperantes en la Península. Además, Anemos C se inscribe dentro de una particular tendencia europea, propia de los setenta, a la cual pertenecen piezas emblemáticas de la época como Los espacios acústi cos de Gérard Grisey y Rituel de Pierre Boulez, ambas iniciadas en 1974. Una corriente cuya característica fundamental es la continuidad sonora y el tiempo musical ralentizado, que surge como reacción a la fragmentación del discurso serial.

En poco tiempo, Guerrero consigue un estatus como compositor destacado dentro del panorama internacional con presencia en festivales europeos de relevancia como los de Saints, Royan o Almeida de Londres, en donde se le dedica un concierto monográfico en 1986. De hecho, desde mediados de los setenta desarrolla su carrera fundamentalmente en Centroeuropa gracias al apoyo de uno de los grandes defensores de la música del compositor: el musicólogo Harry Halbreich, también protector a ultranza de Xenakis. Muestra de esta relevancia es que en 1972, el año en que participa en Los Encuentros de Pamplona con la pieza electrónica El canto del zyklon B (1972), comienza a publicar su música en la editorial española Alpuerto y seis años después firma un contrato en exclusiva con la prestigiosa Suvini Zerboni.

A mediados de los ochenta lleva a su máximo desarrollo el sistema combinatorio en Zayin (1983), Ariadna (1984) y Têyas (1985), y entre 1985 y 1988 el músico pasa por un período de inactividad creadora, debido posiblemente a una crisis personal y al replanteamiento estético y técnico que desemboca en un nuevo modelo combinatorio. Por entonces conoce a Miguel Ángel Guillén, un ingeniero informático con quien desarrolla a partir de ese momento una serie de softwares ajustados a las necesidades compositivas del andaluz, cada vez más obsesionado con modelos científicos. Ello le permitirá incorporar a comienzos de los noventa, de manera pionera en España, sistemas de simulación fractal en sus obras con ayuda del ordenador.

La primera pieza en que hace uso de fractales (objetos geométricos cuya característica esencial es la autosemejanza a diferentes escalas) es Sahara (1991), probablemente una de las obras más logradas del compositor, donde se pone claramente de manifiesto la estética fauve, brutalista, próxima a los planteamientos de Xenakis, y la impactante fuerza de su música. Guerrero vería en la ciencia una herramienta infalible para la creación capaz de dotar de coherencia y rigor a una obra: “La música necesita de ese riguroso pensamiento que no es ni más ni menos que el científico”, diría. Esta forma de concebir el arte estaría presente, de igual manera, en muchos otros compositores de la segunda mitad del XX, entre los que se encuentran el propio Xenakis, György Ligeti o Pascal Dusapin, quienes, por otra parte, también emplearon fractales en la composición, o Friedrich Cerha, que aplicó principios procedentes de la cibernética.

Como último proyecto, Guerrero emprende la labor de orquestar la que para él es “la obra española más importante de los últimos cien años”, la suite Iberia de Isaac Albéniz. Únicamente logra terminar seis de las doce piezas, que se dieron a conocer al gran público en 2007 en una grabación comercial. En cada uno de sus compases emana la huella del andaluz, que logró trasladar su propia personalidad compositiva a las piezas originalmente escritas para piano.

Otra faceta

Una faceta de gran importancia en la carrera de Guerrero es la de maestro. Desde comienzos de los años ochenta desarrolla una labor esencial como profesor de varias generaciones de compositores, hoy figuras de reconocido prestigio internacional y, en algunos casos, acreedores del Premio Nacional de Música. Alberto Posadas, César Camarero, David del Puerto, Jesús Rueda o Jesús Torres, por citar sólo algunos nombres, recibieron sus enseñanzas. En palabras de David del Puerto, Guerrero supuso para ellos un “verdadero aguijonazo” que impulsó a una nueva oleada de músicos basando sus enseñanzas en la necesidad de adquirir un profundo conocimiento técnico del oficio de compositor. En las clases llegaba a establecer una relación muy estrecha con sus alumnos, lo que provocó no pocas fricciones con muchos de ellos debido a su absorbente personalidad e hizo que participaran de manera directa en el proceso compositivo de algunas de sus obras, como si de un taller artístico se tratara.

Legado

Más de una década después de su muerte, la música y la figura de Francisco Guerrero siguen siendo grandes desconocidas. La fuerte y compleja personalidad del compositor, su desaparición repentina a los cuarenta y seis años en extrañas circunstancias y su radical pensamiento y estética musical han contribuido a forjar un mito que día a día se engrandece e impide ver con claridad quién fue realmente Guerrero y cuáles fueron sus verdaderos logros y fracasos.

En la actualidad, su obra, como la de un gran número de creadores contemporáneos españoles fallecidos en las últimas décadas, no se interpreta con regularidad. Esta situación se agrava con las piezas para orquesta, el formato que mejor se ajusta a la explosiva personalidad musical de quien fuera, sin duda, uno de los compositores más fascinantes de la segunda mitad del siglo XX.

Muerte

Muere en Madrid, el 19 de octubre de 1997 a los cuarenta y seis años en extrañas circunstancias.

Fuentes

http://www.march.es/musica/publicaciones/semblanzas/pdf/guerrero-marin.pdf http://www.gallarda.es/AUTORES/DB0093.pdf