Francisco Hernández (científico español, 1517-1587)

Francisco Hernández
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NombreFrancisco Hernández
Nacimiento1517
Puebla de Moltalbán (Toledo), Bandera de España España
Fallecimiento1587
Madrid , Bandera de España España
NacionalidadEspañol
Alma materUniversidad de Alcalá
OcupaciónCientífico


Francisco Hernández. Científico español.

Trayectoria profesional

Nace en Puebla de Moltalbán (Toledo) en 1517. Tras estudiar medicina en la Universidad de Alcalá, ejerció varios años la profesión en Toledo y Sevilla. Ocupó luego uno de los puestos mejor pagados y de más categoría en la España de la época: el de médico de los hospitales del Monasterio de Guadalupe, donde funcionaba un prestigioso centro de perfeccionamiento para cirujanos y médicos y graduados. A mediados de los años sesenta volvió a Toledo, pero estaba ya en contacto directo con la Corte, a la que acabó trasladándose definitivamente como médico de cámara del rey a finales de 1568 o principios de 1569.

Convencido seguidor del humanismo de corte erasmista, Hernández tenía una sólida formación intelectual y científica y una mentalidad abierta a las novedades. Practicó en Guadalupe disecciones de cadáveres humanos, de acuerdo con los supuestos del movimiento encabezado por Vesalio, que fue amigo personal suyo, lo mismo que Juanelo Turriano, Juan de Herrera o Benito Arias Montano. También fue uno de los más tempranos defensores de la circulación pulmonar. Por encima de todo destaca, sin embargo, su dedicación de naturalista. En sus años sevillanos exploró diversas zonas de Andalucía, en ocasiones junto al cirujano Juan Fragoso, para estudiar su flora y su fauna. Más tarde dirigió las plantaciones del jardín botánico de Guadalupe y recorrió las sierras extremeñas en busca de plantas y animales, algunos de los cuales disecó.

No resulta nada extraño que Felipe II eligiera precisamente a Hernández como director de una expedición destinada a estudiar la historia natural americana. Incluso es probable que su traslado a la Corte estuviera motivado por el proyecto. En cualquier caso, en enero de 1570 el rey lo nombró :

"protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano", con órdenes "tocantes a la historia de las cosas naturales que habéis de hacer en aquellas partes".

. La primera de ellas era:

"que en la primera flota destos reinos partieron para la Nueva España os embarquéis y vais a aquella tierra primero que a otra ninguna de las dichas Indias, porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales que en otra parte".

. La expedición, planificada para cinco años, no estaba en principio limitada a México. Por ello, en la misma fecha citada, Felipe II dirigió a los virreyes a Nueva España y del Perú dos instrucciones con idéntico texto.

Terminados los preparativos, Hernández salió de Sevilla en agosto del mismo año, acompañado, entre otros, de su hijo mayor Juan, que serviría de secretario de la expedición, y del cosmógrafo Francisco Domínguez, encargado de tomar las "alturas" de los territorios que se fueran estudiando y de trazar sus mapas.

En febrero de 1771 desembarcó en Veracruz. Durante los seis meses transcurridos estuvo sucesivamente en Gran Canaria y Santo Domingo de Cuba, islas sobre cuya historia natural escribió tres estudios que no han llegado a la actualidad. Hasta marzo de 1574 recorrió -afirma Somolinos- "la casi totalidad de los territorios entonces descubiertos de la Nueva España [...] desarrollando en sus viajes una especie de grandes circuitos que abarcaban regiones enteras", entre ellas, la zona central mexicana, las costas del Mar Austral y Oaxaca, Michoacán y el Pánuco. Los componentes de la expedición eran, aparte del propio Hernández, su hijo y el cosmógrafo, dos o tres pintores, otros tantos escribientes, varios herbolarios, un intérprete, algunos médicos indígenas y los mozos y acemileros.

Desde marzo de 1574 hasta su regreso a España en febrero de 1577, Hernández residió en la ciudad de México, dedicado a ordenar los materiales, a experimentar los efectos terapéuticos de las drogas locales y a escribir. Estudió también la arqueología mexicana y, por supuesto, practicó la medicina en el Hospital Real de Indios, en donde tuvo ocasión de enfrentarse con la epidemia de "cocolitze" de 1576, en el transcurso de la cual asistió a las autopsias que practicó Alonso López de Hinojosos. Los materiales que se entregaron al rey como resultado de la expedición incluían plantas vivas plantadas en barriles y cubetas, "sesenta y ocho talegas de simientes y raíces", plantas secas "pegadas en hojas", pinturas de vegetales y animales en tablas de pino y treinta y ocho volúmenes con dibujos y textos. Entre estos últimos había tres tomos en náhuatl, idioma que Hernández aprendió y al que tradujo buena parte de su estudio para que sus resultados fueran, según sus palabras, "de utilidad" a la población indígena mexicana. Otra muestra de la relación que llegó a tener con ésta -tan distinta de las de otras figuras científicas de la época- es la serie de mandas que incluyó en su testamento en favor de varios colaboradores nativos de su expedición.

Hernández falleció sin que se cumpliera su gran ilusión de ver impresa su obra sobre la historia natural mexicana. Quedaban también sin publicar el resto de sus numerosos escritos, entre los que destacan los siete volúmenes de su traducción castellana, con amplios comentarios, de la Historia natural de Plinio, texto de importancia parecida a la versión que hizo Andrés Laguna de la Materia médica de Dioscórides.

Quizá por el enorme gasto que significaba la publicación íntegra de los tomos procedentes de la expedición americana, Felipe II encargó al napolitano Nardo Antonio Recchi que los resumiera. Somolinos considera "nefasta" su labor: "Recchi no estaba preparado para la labor encomendada, desconocía América y no supo interpretar el verdadero valor de los manuscritos de Hernández [...] Recoge únicamente lo que tenía aplicación a la medicina, y con ello mató el espíritu de la obra". Al terminar el napolitano su trabajo, los originales entregados al rey fueron depositados en la biblioteca de El Escorial, de donde al parecer desaparecieron como consecuencia del incendio de 1671. En poder de Hernández habían quedado sólo borradores o copias de lo entregado.

La impresión del compendio de Recchi no pasó de algunas pruebas. Algunas noticias procedentes del trabajo de Hernández comenzaron a aparecer en obras de médicos residentes en México, hasta que en 1615, Francisco Ximenez, un dominico que trabajaba en el hospital de Huaxtepec, publicó una versión castellana del resumen del napolitano. Trece años más tarde, la famosa Academia dei Lincei, de la que formaba parte Galileo, editó el texto de Recchi junto a comentarios y estudios de varios de sus miembros, con el título de Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus. A este libro, que apareció con portadas fechadas en 1628, 1630, 1648, 1649 y 1651, se debe a la difusión de la obra de Hernández, aunque fuera a través de un resumen poco afortunado. Añadiremos que en 1790 se publicaron en Madrid, bajo la dirección de Casimiro Gómez Ortega, los tres volúmenes correspondientes a la botánica de una copia original de Hernández. Por desgracia, los dedicados a animales y minerales mexicanos volvieron a quedar inéditos.

Hernández declaró explícitamente la intención de su obra, que choca abiertamente con la amputación de Recchi:

"No es nuestro propósito dar cuenta sólo de los medicamentos, sino reunir la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros coterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta Nueva España".

Su labor fue, sin hipérbole, gigantesca. En la edición matritense se recogen descripciones suyas de dos mil novecientas una especies vegetales mexicanas, todas ellas basadas en el estudio directo:

"En estos libros nuestros de Historia de las Plantas nada hay que no hayamos visto con nuestros propios ojos y comprobado por el sabor y olor o por nuestra propia experiencia y la de los otros".

Las únicas excepciones, que su propio autor se preocupa de subrayar, son cinco plantas filipinas y seis peruanas "basadas en el testimonio de testigos oculares muy dignos de fe". Algo parecido puede decirse de los volúmenes sobre animales y minerales. El estudio de Hernández está sometido a una pauta metódica rigurosa: "En las descripciones -afirma hablando de las plantas- se toca con brevedad que conviene la forma de la raíz, ramas, hojas, flores y simiente o fruto, la cualidad o grado della, sabor, olor y virtud, según la relación de los indios médicos, medido con la experiencia y reglas de medicina, y la región y partes do se crían y aun algunas veces el tiempo en que se cogen, cuantidad que se aplica y manera de cultivarlas".

Fallece en Madrid en 1587.

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