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A partir de [[1940]] se destaca como compositor de cantos y pasa calles (Si tu pasa por mi casa). Participó en los coros de claves desde sus inicio hasta la actualidad. Es             miembro de la UNEAC y posee enter otros lauros la medalla Raúl               Gómez Garcías y la Distinción por la Cultura               Cubana.
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A partir de [[1940]] se destaca como compositor de cantos y pasa calles (Si tu pasa por mi casa). Participó en los coros de claves desde sus inicio hasta la actualidad. Es           miembro de la [[UNEAC]] y posee enter otros lauros la medalla Raúl Gómez Garcías y la Distinción por la Cultura Cubana.
  
 
==Serapio y su rumba==
 
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Revisión del 15:24 1 jul 2011

Serapio y su rumba
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Personaje Célebre Popular de la Ciudad de Sancti Spíritus. Hoy, es oficialmente un símbolo de la cultura. Lo animan con cariño; así, Serapio disfruta con modestia el beneficio estimulante de la palabra.
NombreGerardo Echemendía Madrigal
Otros nombresSerapio y su rumba

Serapio y su rumba. Personaje Célebre Popular de la Ciudad de Sancti Spíritus.

Sintesis biografica

Nace el 21 de mayo de 1925.

Niñez

Desde muy niño se incorpora a las comparsas del barrio pueblo nuevo.

Trayectoria

A partir de 1940 se destaca como compositor de cantos y pasa calles (Si tu pasa por mi casa). Participó en los coros de claves desde sus inicio hasta la actualidad. Es miembro de la UNEAC y posee enter otros lauros la medalla Raúl Gómez Garcías y la Distinción por la Cultura Cubana.

Serapio y su rumba

Una tarde de 1944, en que corrían las fiestas del Santiago en la ciudad de Sancti Spíritus, en el ambiente un tanto sofocante de la fonda La Gran China —debido a la estrechez y la abundancia de parroquianos—, un grupo se acodaba en el mostrador, pulido por el tránsito de vasos de aguardiente y platos de comida. Eran bohemios, a quienes el curso apresurado del día los había sorprendido y precipitado hacia la tarde; trovadores errantes y transeúntes curiosos. Abarrotaban el local, mientras en la calle, el aguacero de julio manifestaba su tenacidad de época.

Estatua de Serapio erigida por el escultor Félix Madrigal ubicada en el perímetro del Parque Serafín Sánchez en la Ciudad de Sancti Spíritus

Un hombre muy joven y magro, entonaba en voz baja las rumbas que el barrio de Pueblo Nuevo había estrenado en la competencia del año. A su alrededor, quienes lo escuchaban lo incitaban a cantar en voz alta, pero él permanecía en su empaque de improvisador impertérrito, ajeno a las provocaciones amigables y al trío, que cantaba en un rincón las canciones de desamor de un viejo trovador de los contornos. De pronto, alguien se levantó y a modo de despedida le dijo a un amigo: —¡Oye, si tú pasas por mi casa, dile a mi mujer que no me espere! Y se fue debajo de la llovizna a perseguir un toque de tumbadora sobre el fondo de la tarde, mientras cantaba una rumba que había escuchado a sus mayores en otro tiempo. En el establecimiento, los parroquianos se negaban a abandonar sus tragos y, anclados en un tiempo que luchaba por prolongarse, hacían cada vez más sonoras sus voces. Ajeno al bullicio, pero recordando con no poca suspicacia a quien se había marchado dejando el encargo, el hombre magro comenzó a tararear, mientras marcaba la rumba en el mostrador: Si tú pasas por mi casa y si ves a mi mujer, tú le dices que hoy no me espere, que yo con Pueblo Nuevo me voy a echar un pie… Los que se encontraban más distantes, comenzaron a acercarse y quienes iniciaron la provocación cobraron entusiasmo. El trío detuvo su cantar de lágrimas y abandonos, y se aproximó también. Alguien marcó la clave cubana en el cuerpo de una botella agotada. El hombre magro fue levantando poco a poco su voz, como quien descubre un tenue rayo de sol que llega a su rostro. La música de la calle cedió ante el empuje del coro. Alguien le propone que le venda la rumba. Alguien que sabe de la necesidad ajena y percibe el valor de lo que acaba de conocer. Pero el hombre magro levantó su mirada con más dignidad que brillo, y moviendo explicativamente su largo dedo índice, reforzó su negativa y, sin más palabras que su gesto de altiva humildad, se fue a la calle donde conoció de penurias y pequeñas alegrías. La calle de los coros de clave y de comparsa, la de los mismos barrios de reconocerse en armonía. Tenía intención de enrumbar hacia el oponente barrio de Colón, situado a pocos metros de la fonda, después del viejo puente colonial sobre el río Yayabo, que saltaba agradecido por las lluvias de julio. Sólo fue un intento, porque decidió, con su paso de diecinueve años, buscar a Mundamba, allá donde la comparsa de Pueblo Nuevo se aprestaba a recibir la noche con los nuevos trajes, los recientes cantos y las viejas rivalidades de barrio, dirimidas al llegar la madrugada, con provocaciones diluidas en ron y aguardiente. Esa misma noche, la rumba pasó de boca en boca, fue aprendida, y cantada como si la hubiesen conocido desde hace tiempo. Y la cantaron no sólo los comparseros de Pueblo Nuevo, sino también los integrantes de otras comparsas. La cantó la ciudad, con los piquetes que se fueron a los barrios, a recorrer con los cueros percutidos toda la inquietud de la noche, ávida de retar la presencia húmeda de la madrugada, sobresaltada por el fervor del Santiago que se desparramaba por las caderas enajenadas. Por esos misterios que muchas veces resulta mejor no explicar, Gerardo Echemendía Madrigal, Serapio, vivió muchos años en lo que en otro tiempo fue la fonda La Gran China, en un cuartito donde cabía apenas una cama, pero en el que la dignidad pactaba tranquila con la gloria. El tiempo y cierta justicia poética mantuvieron vivas sus composiciones, alimentaron su presencia ante generaciones recién surgidas, e insistieron en que llegara a él todo el reconocimiento posible, que estuvo limitado por su excesiva humildad y la desidia consciente. Hoy, es oficialmente un símbolo de la cultura. Algunos, cuando descubren su estatua —erigida por el escultor Félix Madrigal— cercana al Parque Serafín Sánchez, se sorprenden de que aún transite por las añejas calles de la ciudad. Otros lo animan con cariño; así, Serapio disfruta con modestia el beneficio estimulante de la palabra. Y se marcha por esos lugares, donde musita, como en la vieja fonda cercana al río Yayabo, aquella rumba en la cual se reconoce una y otra vez la ciudad de Sancti Spíritus: Si tú pasas por mi casa...

Serapio en la actualidad

Gerardo Echemendía Madrigal contiene el aliento ante el milagro y recuerda en un instante de certidumbre los días aciagos de la niñez que le arrimaron tanta miseria y le depararon los oficios del infortunio; recuerda la fonda de los chinos donde la musa de la inspiración lo sorprendió mientras colmaba el desasosiego del hambre.

Archivo:SerapioOK.jpg
Serapio es la única personalidad de Sancti Spíritus a quien en vida se le ha erigido una estatua

Recuerda a los guaracheros de Mundamba sacándole chispas al asfalto al compás avasallador de su ópera prima; al Trío La Madrugada, cantándola en bares y cantinas, y al legendario Tito Gómez con la Riverside desgranando sus compaces en el parque de la ciudad.No olvida el gesto altruista dePío Leiva, quien la popularizó y le retribuyó con buenos oficios su derecho de autor olvidado. Entonces la melodía contagiosa se mece en el aire y la letra callejera inunda la tarde: "Si tú pasas por mi casa, y si ves a mi mujer; tú le dices que hoy no me espere, que yo con Pueblo Nuevo me voy a echar un pie". Serapio se sabe compensado por la buena fortuna que le llegó -más tarde que nunca- para que la entrega al patrimonio de su tierra natal se multiplicara en otros pasacalles y claves instalados en la memoria agradecida del espirituano de hoy. El maraquero del Coro de Clave mira de soslayo la réplica de su humanidad octogenaria, se sabe trascendido en la frecuencia rutilante de su tiempo, se le ve tan libérrimo, tan real y tangible, que ya nunca perderá su aire de peculiaridad entre tanta gente que cada mañana lo tendrá como ante un espejo aligerando el paso de la vida.


Fuentes