Grandes astrónomos de la Grecia clásica

Astrónomos de la Grecia Antigua
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Campo al que perteneceCiencias naturales
Principales exponentesPlatón, Aristóteles, Arquímedes, Teles de Mileto


Hace dos mil seiscientos años comenzó una revolución en el pensamiento humano formando a los Grandes astrónomos de la Grecia clásica. Hasta entonces las ideas que se tenían acerca del mundo eran las historias de los dioses que cantaban los poetas. Pero una nueva “raza” de hombres cambió radicalmente esa visión del mundo, abandonando las narraciones mitológicas para buscar explicaciones racionales a los fenómenos que ocurren en la naturaleza.

Introducción

La Grecia antigua fue un pueblo pobre, machacado por guerras, que sin embargo nos legó la ciencia prácticamente en todas sus ramas, el teatro, la lírica, la historia, la filosofía, la democracia y las olimpiadas. Este artículo es un breve, pero sentido, homenaje a la cultura y a los hombres que hicieron posible el llamado milagro griego. Dos son las razones para ello: ser sus herederos y que nos transmitiesen el hábito de la investigación racional. Esto último es lo que caracterizó a estos hombres, su desinteresado amor por la sabiduría, el deseo de saber por el simple placer de hacerlo: saber por saber. Para ello abandonaron la anterior forma de ver el mundo, la idea de que había una inteligencia divina que penetraba y gobernaba el mundo. Un lugar único en el mundo Las tierras que vieron nacer a esta estirpe de pensadores fueron las costas del mar Egeo y del mar Mediterráneo.

A caballo de tres continentes, en lugares que en la actualidad pertenecen a Grecia, Turquía y a Egipto, se desarrolló el pensamiento griego durante varios siglos. En los siguientes párrafos vamos a recorrer unos cuatrocientos años y visitar tres ciudades: Mileto en Asia, Atenas en Europa y la Alejandría de Egipto en África. Sin olvidar la enorme deuda de la Grecia clásica con las civilizaciones más antiguas del Cercano Oriente, en especial con la babilónica y la egipcia, hablar de la Grecia Clásica es hablar de los creadores del mundo moderno occidental. Fueron estos hombres filósofos en el más amplio sentido de la palabra. Tenían una visión global del mundo y aportaban conocimientos en múltiples y variados campos, entre ellos la astronomía.


La escuela jónica

En el año 600 antes de Cristo (a.C.) la ciudad de Mileto, situada en la costa oriental del mar Egeo (territorio que hoy pertenece a Turquía), era el lugar más avanzado del mundo griego. Es considerada la cuna de la filosofía natural porque en ella nació Tales de Mileto (624 a.C. – 546 a.C.) y con él lo hizo el racionalismo. Tales fue el primer hombre que cambió de un sistema de dioses y poderes divinos que ordenaban el mundo, a uno de leyes físicas. Lo que Tales se propuso fue nada más y nada menos que explicar el mundo en todos sus aspectos. Y la manera que se le ocurrió de hacerlo fue preguntar y argumentar racional e incansablemente. Este hombre, considerado uno de los siete sabios de la antigüedad, que predijo un eclipse de sol el 28 de mayo del año 585 a.C., es el padre de la Geometría.

Por medio de triángulos semejantes concibió un método para medir la distancia de los barcos a la costa. (Hoy usamos el mismo método para medir la distancia a las estrellas.) Aprendió de los fenicios a navegar guiándose por las estrellas y fue el primero en tener una visión cosmológica en la que no había dioses. En ella la Tierra es un disco plano que flota en el agua contenido bajo la bóveda celeste que gira todos los días arrastrando a las estrellas. El Sol, la Luna y las estrellas son vapor en estado de incandescencia (lo que hoy sabemos no es muy distinto de la verdad).
Aunque hoy su visión cosmológica pueda parecernos un tanto ingenua, es un comienzo admirable de explicación, en la que se deja de lado toda explicación sobrenatural o mítica.
Tales tuvo muchos discípulos en Mileto y en ciudades vecinas de la costa Egea, en la región llamada Jonia (por eso a Tales y a sus discípulos de les conoce con el nombre de escuela jónica). Para ellos el Universo se comporta de acuerdo a leyes naturales que la razón humana es capaz de interpretar. Uno de los discípulos de Tales fue Anaximandro (610 a.C. – 546/545 a.C.) También nació en Mileto, y es considerado el introductor del reloj de sol en Grecia (construyó uno en Esparta). Fue también el descubridor de la oblicuidad de la eclíptica (el ángulo que forma el plano de la eclíptica y el plano del ecuador celeste) y el primero que registró los equinoccios. Además se le considera el fundador de la cartografía, dibujando el primer mapa del mundo conocido por aquel entonces. Elaboró una visión cosmológica más profunda que la de su maestro Tales. Para Anaximandro el mundo estaba compuesto de cuatro elementos dispuestos en forma de capas estratificadas: primero la Tierra con forma parecida a la de la base de una columna (tres veces más ancha que gruesa), y flotando en el centro del Universo; luego el agua cubriéndola, la niebla sobre el agua y el fuego envolviéndolo todo. Anaximandro pensaba que la idea de Tales de que la Tierra se apoyaba en el agua no era acertada. Según él era mejor decir que el mundo estaba suspendido en el espacio, donde se sostiene por su equidistancia a todas las cosas. ¡Qué idea tan loca y tan acertada! Es lo que ahora conocemos como fuerza de la gravedad.

Aunque no esté relacionado con la astronomía, vale la pena destacar que Anaximandro, anticipándose a conceptos modernos y basándose en evidencias, sostuvo que el hombre descendía del pez. Otro gran pensador de la escuela de Mileto fue Anaxágoras de Clazómenes (500 a.C. – 428 a.C.) De familia adinerada, rechazó todas sus posesiones para volverse un devoto de las ciencias. Fue el primero que comprendió y se atrevió a explicar las fases de la Luna y los eclipses. Cuando los jónicos comenzaron a explicar los fenómenos celestes en un lenguaje naturalista, aquella nueva concepción fue motivo de conmoción. Esas enseñanzas estaban en pugna no sólo con las vagas creencias populares en la divinidad de los cuerpos celestes, sino también con las doctrinas teleológicas (doctrinas de las causas finales).

Esta nueva visión del mundo provocó tal escándalo, que alrededor del 450 a.C. Anaxágoras fue apresado y encarcelado por sus ideas ateas al negar una y otra vez la naturaleza divina de los astros, y al proponer que el Sol no era un dios sino una piedra incandescente y que la Luna brillaba por reflejar la luz de éste. Gracias a Pericles, que gobernaba en Atenas, Anaxágoras se salvó de ser encarcelado y se traslado a la ciudad de Atenas, que comenzaba a ser el nuevo centro del saber, pero donde la astronomía empezó dio pasos hacia atrás. Allí los pitagóricos ya habían comenzado a devolver lo sobrenatural a los cielos.

Esa cumbre del mundo Griego que fue la escuela jónica queda atrás con Pitágoras de Samos(580 a.C. – 500 a.C.) al abandonarse los principios rectores de los jónicos: la observación y la razón. Aparece el idealismo, cambiándose del mundo de los hechos al de las ideas. Pitágoras y su escuela fue una hermandad religiosa dedicada al estudio de las matemáticas. Para ellos la realidad física tenía como principio básico las matemáticas. Con poca observación de la naturaleza y mucho razonamiento apriorístico llegaron a vincular los valores morales y estéticos con relaciones matemáticas. De ahí a sostener la naturaleza divina de los cuerpos celestes había un paso, y lo dieron. Para ellos eran esferas perfectas que describen órbitas perfectamente circulares. En su concepción del universo la Tierra es redonda (Pitágoras fue el primero en proponerlo al ver que la sombra de los eclipses de Luna era siempre circular), está inmóvil y ocupa la parte central. Alrededor gira

la Luna, el Sol y los cinco planetas (los cinco sólidos pitagóricos) y el cielo de las estrellas fijas. Suponían que la distancia a la que estaban los cuerpos celestes correspondía a los intervalos de las notas de la escala musical. Y no sólo eso, al creer que el espacio estaba lleno de aire creían que los astros en su movimiento producían diversas notas musicales (la música de las esferas celestes) que se podían escuchar en las noches serenas. En resumen, era una astronomía puramente matemática, con cuerpos celestes divinizados y por tanto pertenecientes a la teleología y eliminados de la esfera de la filosofía natural. A Pitágoras hay que agradecerle la aplicación de las matemáticas a la astronomía, eso fue un paso científico, y criticarle la creencia en la divinidad de los cuerpos celestes. Las ideas equivocadas de Pitágoras las recogió y popularizó Platón Platón (428/427 a.C. – 348/347 a.C.), devolviendo aún más lo sobrenatural a la astronomía. Para él las estrellas habían sido hechas para que sirvieran como modelos de la seguridad divina. Si Dios creó el mundo, como por definición, Él es perfecto, sólo puede otorgar formas perfectas a los cuerpos y a los movimientos, siendo estas formas la circular y la esférica.

El principio fundamental de Platón fue siempre que Dios había configurado las cosas para que fueran, en la medida de sus posibilidades, bellas y buenas. Para él, el único objeto de la verdadera ciencia eran las Ideas, no los fenómenos.
Si las ideas son las verdaderas realidades y lo que nos rodea no es más que un reflejo de la realidad, si uno cree eso, para qué va a hacer observaciones, para qué va a hacer experimentos, ¿para confundirse? Con esa creencia lo único válido son las ideas. Esto fue un golpe mortal al método científico que habían empezado a crear los pensadores jónicos.

Entre Pitágoras (genio matemático) y Platón (genio filosófico) la visión del universo quedó como describe Gemino en un manual alejandrino de astronomía: En esto se basa toda la ciencia de la astronomía: en la suposición de que el Sol, la Luna y los cinco planetas se mueven a velocidad constante en círculos perfectos y en dirección contraría al cosmos. Los pitagóricos fueron los primeros en formular estas cuestiones, que condujeron a la hipótesis del movimiento circular y uniforme del Sol, la Luna y los planetas. La razón de ello fue que, considerando su carácter de cuerpos divinos y eternos, era inadmisible suponer desórdenes tales como que se movieran más deprisa o más despacio, o incluso que se detuvieran, como suele decirse de las estaciones de los planetas.

Si observamos un planeta exterior, Marte, por ejemplo, a lo largo de los días, vemos que avanza hasta cierto día en el que invierte su movimiento y comienza a retroceder. Eso no es un movimiento uniforme, regular, como parecía seguir el Sol, la Luna y el resto de las estrellas del firmamento. Esos astros vagabundos, errantes (en griego la palabra para vagabundo es planeta) estropeaban la visión cosmológica de Pitágoras y Platón. El problema del vagabundo llegó a ser crítico en esa época, más por motivos políticos que científicos. Si los cielos eran desorden e irregularidad, ¿por qué adorarlos como a seres divinos? La escuela platónica dio con la solución, entre comillas, claro, porque se equivocaron en su explicación, error que ha durado dos mil años, hasta Copérnico. Los discípulos de Platón que analizaron esas trayectorias aparentes fueron Eudoxo de Cnido Eudoxo de Cnido (400 a.C. – 350 a.C.) y Calipo de Cyzicus Calipo de Cyzicus (370 a.C. – 310 a.C.), que estudiaron los resultados de treinta revoluciones completas de Marte.

Para explicar ese movimiento retrógrado, utilizando sólo órbitas circulares y dejando la Tierra como centro del universo, inventaron movimientos circulares superpuestos unos en otros. Con 34 esferas (el Sol, la Luna, Mercurio, Venus y Marte cada uno tenía cinco esferas, mientras que Júpiter y Saturno tenían cuatro y las estrellas una) quedaban explicados los movimientos aparentes. El que los planetas, esos vagabundos, ya no se moviesen de manera irregular, paradójicamente, ayudó a la astronomía, porque para Platón, una vez recuperado el orden en los cielos, el estudio de la astronomía ya no tenía peligros y era deseable. La autoridad de Platón era tal que se reanudó el estudio de los cielos.

El testigo pasó a manos de su discípulo Aristóteles de Stagira (384 a.C. – 322 a.C.) que subordinó las leyes naturales a los principios divinos, haciendo de los cuerpos celestes objetos de adoración más que de estudio científico. Sistematizando las doctrinas de Platón y de los pitagóricos, Aristóteles enseñó que no sólo el movimiento circular de los cuerpos celestes era prueba de que estaban bajo el gobierno de una inteligencia divina, sino también de que la verdadera sustancia de que estaban hechos -a la que llamó el quinto elemento, para distinguirlo de la Tierra, el Aire, el Fuego y el Agua- era diferente de cualquier otra existente bajo el círculo de la Luna.

Aristóteles pensaba que el universo era finito y esférico, que constaba de cincuenta y nueve esferas concéntricas, de las que la Tierra ocupaba el centro. A ésta le correspondían cuatro esferas, una por cada uno de los cuatro elementos. Sobre las cuatro esferas terrestres había cincuenta y cinco esferas celestes. La de la Luna era la inferior, y la de las estrellas fijas, la más distante. Suponía que las esferas giraban alrededor de la Tierra inmóvil, arrastrando en su movimiento a los cuerpos celestes. En el esquema del universo que ofrece Aristóteles, el cambio sólo era posible por debajo de la Luna, donde los cuatro elementos, cuyos movimientos “naturales” eran de ascenso y descenso, podían mezclarse y transformarse el uno en el otro. Pero encima de la Luna, en las esferas etéreas, cuyos movimientos “naturales” eran circulares, no se producía ningún cambio. Así como la sustancia del cielo es diferente de la de la tierra, pensaba también que lo son las respectivas leyes del movimiento. Hay una mecánica celeste y una mecánica terrestre.

Esa astronomía de tendencia teleológica que enseñó (debe observarse que esto no es característico de su concepción científica) se debía a que Aristóteles, como discípulo de Platón, estaba fuertemente influido por él. Sin embargo tenía reservas sobre esa explicación de los movimientos celestes, como dejó escrito en su Metafísica (XI, 8, 1973 b 8 y siguientes): Para quienes han prestado un poco de atención al asunto, es evidente que los movimientos son más numerosos que los cuerpos que se mueven, pues cada uno de los planetas tiene más de un movimiento. Con respecto al número real de estos movimientos, citaremos para dar una noción del tema- lo que dicen esos matemáticos, que afirman que si bien nuestro pensamiento puede captar cierto número de movimientos, los demás debemos investigarlos en parte por nosotros mismos, en parte aprendiendo de otros investigadores, y si quienes han estudiado este tema, se han formado una opinión distinta de la nuestra, debemos valorar ambas, pero seguir la más exacta.

Esta opinión es digna del gran hombre de ciencia que fue Aristóteles, pero que condicionado por sus predecesores no fue capaz de superar la nefasta distinción entre la mecánica terrestre y la mecánica celeste. El conflicto que trasunta su obra se debe a la combinación de su respeto por el idealismo platónico y su devoción por la investigación positiva. De su respeto por el idealismo platónico da cuenta en su obra De los cielos, en la que escribe que el cielo es una esfera porque la esfera es una forma perfecta; describe un círculo, porque sólo el movimiento circular, al no tener principio ni fin, es eterno; y así sucesivamente. A pesar de estas aseveraciones, Aristóteles se fue convenciendo cada vez más de la necesidad de la observación, y de la primacía de la clara evidencia de los sentidos, sobre cualquier argumento. Aristóteles está a punto de volver en cierta manera a los filósofos jónicos, a la racionalidad, abandonando el idealismo platónico.

Aristóteles comprendió, superando así a su maestro, que la Idea no tenía existencia por sí misma, sino que lo que en verdad existe son cosas concretas. Esta crítica aristotélica a la teoría de las Ideas hizo posible de nuevo la ciencia de la naturaleza.
Con la muerte de Platón prácticamente murió la Academia (aunque durase 900 años más) ya que ninguno de los sucesores aportó nada relevante. Sin embargo, el Liceo, la escuela fundada por Aristóteles, siguió viva, dirigida por hombres de la talla intelectual del propio Aristóteles, haciendo avanzar a la ciencia en todas sus ramas y legando una tradición de investigación organizada, trabajo en equipo y libertad de pensamiento, los pilares básicos de la ciencia del mundo moderno. El sucesor de Aristóteles fue Teofrasto de Ereso (372 a.C. – 287 a.C.), que dirigió el Liceo durante unos años muy fructíferos, en los que devolvió la importancia de la observación para el conocimiento de la naturaleza y desterró la teleología de la investigación científica. En sus propias palabras: Debemos tratar de poner un límite a la asignación de causas finales. Éste es el prerequisito de toda la investigación científica del universo, o sea, de las condiciones de existencia de las cosas reales y de sus relaciones recíprocas. Vemos el cambio radical de punto de vista que se produjo entre Aristóteles y su sucesor Teofrasto. En estas palabras se ve renacer el espíritu de los jónicos, al reintroducir el estudio empírico de la naturaleza, la observación, entre la que destaca la que él mismo hizo descubriendo las manchas solares. Si a la observación añadimos la experimentación, como parte esencial a todas las ramas de la ciencia, algo que hizo Estratón de Lampsaco (¿? – 270 a.C.), el sucesor de Teofastro, tenemos lo que en la actualidad es el método científico: no aceptar primeras causas divinas, la libertad de pensamiento, la observación y la experimentación, además del análisis racional de la realidad.
A Estratón se le conocía por el sobrenombre del físico, porque más que ningún otro se dedicó al estudio cuidadoso de la naturaleza. Estamos en un momento decisivo de la historia. Ha muerto Alejandro Magno y su imperio se ha dividido. Empieza el declive de Atenas que cede paso a la ciudad de Alejandría en Egipto. Ciudad fundada por Alejandro Magno y en la que Tolomeo I mandó construir lo que sería el museo y la biblioteca más importante del mundo antiguo.
Un número impresionante incluso para una biblioteca moderna. Sobre la avidez de los reyes tolomeos para engrandecer la Biblioteca, puede dar una idea la orden que dieron de que todos los comerciantes que llegasen a Alejandría mostrasen sus libros a los inspectores de la Biblioteca. Si no estaban en ella, allí se quedaban, y se entregaba a los propietarios una copia en papiro. También se cuenta que pidieron al gobierno de Atenas en préstamo las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, a fin de copiarlas, poniendo quince talentos, una cantidad considerable, como fianza. Una vez que las obras estuvieron en la Biblioteca, decidió Tolomeo que la fianza valía poco comparada con las obras, y se quedó con ellas, enviando copias en papiro a Atenas.

La escuela alejandrina

Tolomeo I mandó llamar a Estratón, le quería como tutor de su hijo Filadelfo. Con un hombre así en el Museo y la Biblioteca, Alejandría se convirtió en el nuevo centro del saber. En su Museo, que era más bien un instituto de investigación y de enseñanza, algo parecido a una universidad actual, llegó a haber hasta cien profesores. La historia del centro del saber más importante del mundo antiguo abarca unos seiscientos años, pero los dos primeros siglos son los más importantes. Esa es la época de la que vamos a tratar en los siguientes párrafos, centrándonos en los astrónomos y cometiendo el delito de olvidarnos de matemáticos como Euclides, cuyo libro Los Elementos es el libro de texto más editado de la historia. Y olvidándonos también de Arquímedes, el mayor ingeniero, matemático y físico de la antigüedad.

El primer astrónomo de Alejandría que vamos a destacar, entre los muchos que dio al mundo Alejandría, es Aristarco de Samos (310 a. C. – 230 a.C.), discípulo de Estratón. Su recuerdo será imperecedero por ser el primero en proponer la hipótesis heliocéntrica: es la Tierra la que da vueltas alrededor del Sol y no al revés. Decir eso no fue ninguna trivialidad, 1.900 años después la Santa Inquisición mandaría quemar a Giordano Bruno por defender esta idea. El escrito en el que Aristarco defendía esta hipótesis se ha perdido, en cambio se conserva otro de sus escritos: Sobre el tamaño y las distancias del Sol y la Luna. En él, parte de la sencilla observación de que cuando la Luna está en cuarto creciente o en cuarto menguante, es cuando el ángulo formado por la Tierra, la Luna y el Sol es de 90º. La primera observación de Aristarco, sin realizar medida alguna, es muy interesante. Razona así: puesto que la hipotenusa de un triángulo rectángulo es el lado más grande, el Sol ha de estar más lejos que la Luna. También el Sol ha de ser más grande que la Luna, ya que estando más lejos que la Luna, tiene el mismo tamaño aparente. Después, aprovechando que hay momentos en los que podemos ver la Luna y el Sol a la vez (lo que ocurre cerca de la puesta de sol o de su salida), se puede medir el ángulo b y determinar el tercer ángulo c=180º -(a+b). Al conocer lo tres ángulos conocemos las proporciones de cualquier par de lados entre sí. Por ejemplo, la distancia Tierra-Luna dividida por la distancia Tierra-Sol es el coseno del ángulo b. Con estas ideas dejó escrito el libro, en el cual, como era costumbre en Alejandría, comienza con la lista de sencillas hipótesis a partir de las cuales llega a dieciocho proposiciones, de las que destacan estas tres:

  1. .- La distancia Tierra-Sol es más de 18 veces y menos de 20, de la distancia Tierra-Luna.
  2. .- El diámetro del Sol es más de 18 veces y menos de 20, el diámetro de la Luna.
  3. .- El diámetro del Sol tiene respecto al de la Tierra una relación mayor de 19:3, pero menor que 43:6.

Se equivocó en mucho, por dos razones: Primero, el ángulo b es de casi 90º (él midió 87º); y segundo, es muy difícil decir a simple vista cuando esta la Luna justo en el cuarto menguante, así como localizar los centros del Sol y de la Luna. Estos errores no importan, lo que asombra es su sencillo método, claro y correcto. Mejorar las medidas es una cuestión de mejorar las observaciones, pero la idea es lo que cuenta.

La razón de que Aristarco únicamente diese comparaciones entre los tamaños de la Tierra, el Sol y la Luna es que no había mediciones fiables del tamaño de la Tierra. Este vacío vino a llenarlo el gran astrónomo y geógrafo alejandrino Eratóstenes de Cyrene (276 a. C. – 194 a. C.) que en uno de sus múltiples estudios de los papiros de la biblioteca de Alejandría, de la que llegó a ser director, encontró un informe de una observación en Siena (la moderna Asuan), en la que se decía que durante el solsticio de verano (el 21 de junio), los rayos de sol no producían sombra. Eratóstenes realizó las mismas observaciones en Alejandría el mismo día a la misma hora, descubriendo que el fenómeno no se repetía, y que las columnas dejaban sombra con un ángulo de unos 7º respecto a la vertical. Asumió entonces que si el Sol se hallaba a gran distancia, sus rayos alcanzarían la Tierra en forma paralela, y que si esta era plana, como algunos creían por entonces, no se deberían encontrar diferencias
entre las sombras de distintos sitios. Sin embargo al demostrarse que sí lo hacían dedujo que la tierra no era plana, y utilizando la distancia entre las dos ciudades y el ángulo medido de las sombras calculó la circunferencia de la Tierra. El valor que obtuvo para la circunferencia de la Tierra fue de 250.000 estadios, que traducido a unidades actuales da un valor menor de unos 360 kilómetros que el valor determinado modernamente. ¡Un error menor de un 1 por ciento! Además calculó la distancia al Sol y a la Luna y midió la inclinación de la eclíptica casi con total precisión (23º 51’ 15’’).

Fue un gran astrónomo además de gran matemático. Suya es la famosa criba de Eratóstenes para obtener los números primos. Sin embargo, el que es considerado oficialmente el mayor astrónomo del mundo antiguo, y con el que voy a terminar este escrito es Hiparco de Nicea (¿? – después del 127 a.C.), cuyo único “defecto científico” fue creer en el sistema geocéntrico en lugar de en el heliocéntrico que propuso Aristarco de Samos. Por lo demás fue un astrónomo impecable, que en su afán por mejorar el calendario descubrió la diferencia entre el año tropical (intervalo de tiempo que transcurre entre dos pasos sucesivos del Sol por un mismo punto equinoccial) y el año sidéreo (tiempo que tarda el Sol en volver a una misma estrella). Además de medir con asombrosa exactitud el fenómeno de la precesión de los equinoccios. Modernamente sabemos que, debido al abultamiento de la Tierra en el ecuador, el planeta oscila ligeramente durante su revolución en un periodo de 26.000 años. Esta oscilación provoca una ligera alteración en la posición del Sol y los planetas respecto a las estrellas fijas, alteración que fue descubierta por Hiparco, el cual, comparando sus medidas con los registros de anteriores astrónomos obtuvo un valor muy preciso para la precesión de los equinoccios.

Tan sensible era Hiparco a su deuda con los registros mantenidos por sus predecesores, tan presente tenía el hecho de que sólo los registros mantenidos a lo largo de generaciones hacían posible una conclusión tan refinada como la de la precesión de los equinoccios, que él mismo se propuso dejar a la posteridad un catálogo con la posición y el brillo de 850 estrellas que realizó con cuidadosas observaciones para que las generaciones de astrónomos futuros pudieran descubrir cualquier cambio. En honor a ese esfuerzo el satélite que lanzó la Agencia Espacial Europea en 1989, para realizar un catálogo con más de un millón de estrellas, recibió, en su honor, el nombre de Hiparco.

Grandes exponentes

Aristóteles

Es uno de los más grandes filósofos de la antigüedad y acaso de la historia de la filosofía occidental. Fue creador de la lógica, precursor de la anatomía y la biología y un creador de la taxonomía. Está considerado (junto a Platón) como el determinante de gran parte del corpum de creencias.

Es uno de los más grandes filósofos de la antigüedad y acaso de la historia de la filosofía occidental. Fue creador de la lógica, precursor de la anatomía y la biología y un creador de la taxonomía. Está considerado (junto a Platón) como el determinante de gran parte del corpum de creencias centrales del Pensamiento Occidental como del hombre corriente (aquello que hoy denominamos "sentido común" del hombre occidental), pruebas de ello son la Lógica y el principio de "no contradicción", hoy sabemos que Aristóteles inaguró toda una nueva visión del mundo.

Platón

Filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia. Platón (junto a Aristóteles) es quién determino gran parte del corpum de creencias centrales tanto del Pensamiento Occidental como del hombre corriente.

Filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia. Platón (junto a Aristóteles) es quién determino gran parte del corpum de creencias centrales tanto del Pensamiento Occidental como del hombre corriente (aquello que hoy denominamos "Séntido Común" del hombre occidental) y pruebas de ello son la noción de "Verdad" y la división entre "doxa" & "episteme", hoy sabemos que Platón combatió y popularizo ó demostro una serie de ideas enfrentadas a filósofos Presocráticos y al de los Sofistas (muy populares en la antigua Grecia). Su influencia como autor y sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos. Entre sus obras más importantes se cuentan los Diálogos y La República (en griego Πολιτεια, politeia, "forma de gobernar - ciudad"), en la cual elabora la filosofía política de un estado ideal; el Fedro, en el que desarrolla una compleja e influyente teoría psicológica; el Timeo, un influyente ensayo de cosmología racional influida por las matemáticas pitagóricas; y el Teeteto, el primer estudio conocido sobre filosofía de la ciencia.

Fue fundador de la Academia de Atenas, donde estudió Aristóteles. Participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió sobre diversos temas filosóficos, especialmente los que trataban de la política, ética, metafísica y epistemología. Las obras más famosas de Platón fueron sus diálogos. Si bien varios epigramas y cartas también han perdurado.

Los diálogos de Platón tienen gran vitalidad y frecuentemente incluyen humor e ironía. Por su método expositivo se considera a Platón el filósofo más ameno. A Sócrates lo menciona frecuentemente en los diálogos. Cuánto del contenido y de los argumentos es obra de Sócrates o de Platón, es difícil decir, por cuanto Sócrates no dejó evidencia escrita de sus enseñanzas; esta ambigüedad es la que se conoce como el “problema socrático”. No hay duda, sin embargo, que Platón fue influido profundamente por las enseñanzas de Sócrates; de hecho sus primeras ideas y ensayos lucen como adaptaciones de las de Sócrates.

Sócrates

Filósofo considerado como uno de los más grandes tanto de la filosofía occidental como universal y como precursor de Platón y Aristóteles, siendo los tres representantes fundamentales de la filosofía griega. Fue el verdadero iniciador de la filosofía en cuanto que le dio su objetivo primordial... Filósofo considerado como uno de los más grandes tanto de la filosofía occidental como universal y como precursor de Platón y Aristóteles, siendo los tres representantes fundamentales de la filosofía griega.

Fue el verdadero iniciador de la filosofía en cuanto que le dio su objetivo primordial de ser la ciencia que busca en el interior del ser humano. El método de Sócrates era dialéctico: después de plantear una proposición analizaba las preguntas y respuestas suscitadas por la misma. Sócrates describió el alma como aquello en virtud de lo cual se nos califica de sabios o de locos, buenos o malos, una combinación de inteligencia y carácter. Tuvo gran influencia en el pensamiento occidental, a través de la obra de su discípulo Platón.

Creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y, por lo tanto, pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Privilegió un método al cual denominó mayéutica, es decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades.

Fue obediente con las leyes de Atenas, pero evitaba la política. Creía que podría servir mejor a su país dedicándose a la filosofía. No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe con certeza sobre sus enseñanzas se extrae de la obra de Platón, que atribuyó sus propias ideas a su maestro. Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida como ironía socrática, con gran ingenio y agudeza mental.

La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Su lógica hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales. En este sentido influyó en sus discípulo Platón y, a través de él, en Aristóteles.

Pitágoras

Filósofo y matemático, famoso sobre todo por el Teorema de Pitágoras, que en realidad pertenece a la escuela pitagórica y no sólo al mismo Pitágoras. Afirmaba que todo es matemáticas, y estudió y clasificó los números. A su escuela de pensamiento se la conocía como los pitagóricos y afirmaban... Ver mas Filósofo y matemático, famoso sobre todo por el Teorema de Pitágoras, que en realidad pertenece a la escuela pitagórica y no sólo al mismo Pitágoras. Afirmaba que todo es matemáticas, y estudió y clasificó los números.

A su escuela de pensamiento se la conocía como los pitagóricos y afirmaban que la estructura del universo era aritmética y geométrica. Políticamente apoyaron el partido dórico, obteniendo grandes cuotas de poder hasta el Siglo V, en el que fueron perseguidos y donde muchos de sus miembros murieron. La hermandad estaba dividida en dos partes: Los estudiantes y los oyentes. Los estudiantes aprendían las enseñanzas matemáticas, religiosas y filosóficas directamente de su fundador, mientras que los oyentes se limitaban a ver el modo de comportarse de los pitagóricos.

Pitágoras pasa por ser el introductor de pesos y medidas, y elaborador de la teoría musical; el primero en hablar de "teoría" y de "filósofos", en postular el vacío, en canalizar el fervor religioso en fervor intelectual, en usar la definición y en considerar que el universo es una obra sólo descifrable a través de las matemáticas. Fueron los pitagóricos los primeros en sostener la forma esférica de la tierra y postular que esta, el sol y el resto de los planetas conocidos, no se encontraban en el centro del universo, sino que giraban en torno a una fuerza simbolizada por el número uno.

Arquímedes

Matemático y geómetro griego, considerado el más notable científico y matemático de la antigüedad, es recordado por el Principio de Arquímedes y por sus aportes a la cuadratura del círculo, el estudio de la palanca, el tornillo de Arquímedes, la espiral de Arquímedes y otros aportes a la matemática, la ingeniería y la geometría. Aunque probablemente su contribución científica más conocida sea el principio de la hidrostática que lleva su nombre, el Principio de Arquímedes, no fueron menos notables sus disquisiciones acerca de la cuadratura del círculo, el descubrimiento de la relación aproximada entre la circunferencia y su diámetro, relación que se designa hoy día con la letra griega π (pi). El contador de arena o Psammites es la única obra superviviente de Arquímedes en la que se trata su visión de la astronomía.

Tales de Mileto

Fue el iniciador de la indagación racional sobre el universo. Se le considera el primer filósofo de la historia, y el fundador de la escuela jonia de filosofía, según el testimonio de Aristóteles. Fue el primero y más famoso de los Siete Sabios de Grecia (el sabio astrónomo).

Actualmente

Ahora se cunata con mejores instrumentos de observación, pero no mejores cerebros. Al mundo griego le debemos casi todo lo que ahora es occidente, desde la democracia al teatro, desde la filosofía a la medicina, y desde luego la astronomía.

Fuentes

  • CIENCIA GRIEGA, Bejamín Farrington. Editorial Icaria, 1986
  • ENCYCLOPEDIA BRITANNICA. Edición de 1990.
  • LOS GRIEGOS. Hugh Lloyd-Jones (ed.). Editorial Gredos, 1986.
  • Agrupaciones astronámicas