Historia de la música en Gibara

Revisión del 17:29 27 dic 2016 de Iosneisy (discusión | contribuciones) (Siglo XIX)
Historia de la música en Gibara
Información sobre la plantilla
Lugar:Gibara, Holguín
Descripción:
Breve historiografía de la música gibareña.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba

Historia de la música en Gibara. Gibara nació y se desarrolló con un especial ambiente musical, el cual contribuyó notablemente a que en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente, fuera esta una de las ciudades de mayor riqueza cultural en todo el oriente cubano.

Demostración rotunda del alcance y trascendencia de su impronta musical en ese período fue la influencia que tuvieron figuras y agrupaciones gibareñas en el fomento de este arte en poblaciones vecinas como Puerto Padre, Las Tunas, Banes y Baracoa e, incluso, en otras regiones y países distantes, pues la llamada Villa Blanca ha sido la cuna de personalidades como el director de coros Juan Viccini, los guitarristas José Rey de la Torre y Manuel Galbán, el pianista y compositor Rafael Vega Caso, el director de orquesta Germán Piferrer y el sonero Pedro Gómez, entre otras que han alcanzado reconocimiento nacional e internacional.

Historia

Siglo XIX

Según refiere el historiador Herminio Leyva en su libro Gibara y su Jurisdicción, aquel 16 de enero de 1817 en que se funda San Fulgencio de Gibara, al ser colocada la primera piedra de la fortificación conocida como batería de Fernando VII, no podía faltar una famosa orquesta en la solemne ceremonia que se realiza en tan significativo acontecimiento. Tampoco estaría ausente la música en otras muchas celebraciones de la naciente población, especialmente en las realizadas en la iglesia católica, institución abierta en 1820, la cual desempeñaría un significativo papel en su desarrollo musical, pues en su liturgia y en festividades como los Altares de la Cruz, encontró un importante estímulo para iniciar su despegue.

Al abrir sus puertas la nueva iglesia en 1853, la villa había alcanzado una significativa prosperidad económica, gracias al desarrollo creciente de las actividades comerciales del puerto. De los beneficios acumulados, los comerciantes van designando sumas para la construcción de almacenes y sólidas residencias, pero también para la compra de instrumentos musicales y la fundación de instituciones que estimulan el florecimiento cultural, fundamentalmente en los alrededores de la Plaza Mayor, hoy parque Calixto García, lugar donde se yergue la iglesia en cuya liturgia se han destacado agrupaciones corales. La primera de la que se tiene referencia fue fundada hacia 1840 por el pardo bayamés Rafael Mesa, sacristán que con devoción contribuiría a formar los primeros cantores y directores, los cuales seguirían fomentando esa tradición que luego vería forjar en sus filas un maestro de la talla de Juan Viccini.

Más allá de la música sacra, entre las décadas de 1840 y 1850 las principales actividades sociales en que este arte tenía un papel protagónico se limitaban a algún que otro baile y las tertulias o veladas en las casas con piano, en donde se cantaban romanzas líricas, se recitaba y escenificaban pasajes de obras teatrales, entre otros entretenimientos en que las señoritas de las familias más acaudaladas mostraban su educación y refinamiento.

José Marín Varona

En 1862 el partido pedáneo de Gibara ya era el más rico y próspero de la jurisdicción holguinera. Según el censo de ese año, su población era de 1754 habitantes, incluyendo un alto número de españoles y de personas procedentes de otros países de Europa, América y África, entre ellas destacaba Don Manuel da Silva Leal, vicecónsul de Portugal en Gibara, el cual tendría papel significativo en la vida comercial y socio-cultural. Otro influyente comerciante fue el extremeño Don Álvaro Prieto, cuyos almacenes fueron uno de los primeros escenarios en los que comenzaron a desarrollarse veladas y bailes amenizados por agrupaciones musicales, fundamentalmente procedentes de Holguín.

De Holguín también llegaron las bandas que iniciaron la tradición de las retretas o conciertos públicos, así como varios maestros que con sistematicidad ejercieron la docencia musical y organizaron conciertos a inicios de la década de 1860. Los más importantes fueron Magín Torrens, José Mercedes Betancourt y Miguel Pascual. Este último lo mismo cantaba con soltura que dirigía una de las más importantes agrupaciones que solía presentarse en ambas poblaciones.

En esa década la zarzuela española y la ópera italiana viven momentos de esplendor y en Gibara como en todas partes, estas modalidades conquistan el favor del público. Por entonces compañías y artistas que cultivan ese repertorio comienzan a llegar, entre ellas la Compañía Zafrané y la actriz y cantante camagüeyana Eloísa Agüero, son de las favoritas. Es por esta época que se fundan las sociedades Príncipe de Asturias y el Casino de Gibara, las primeras instituciones de instrucción y recreo, de las cuales no se tienen muchas referencias.

El 12 de junio de 1867 El Oriental, periódico holguinero de suma utilidad para este estudio, anuncia que por esos días Felipe Palau abriría en Gibara un depósito para la venta de instrumentos musicales, además de partituras y otros materiales relacionados con la música, los cuales favorecen el incremento de la vida musical en una población que seguía aumentando en importancia.

Al iniciar Carlos Manuel de Céspedes la lucha contra España, Gibara se consolida como una de las poblaciones más importantes y seguras para los adeptos a la corona y los que huían de la contienda y sus estragos. El censo de 1877 recoge la cifra de 7599 habitantes, lo que evidencia que en ocho años la población se había triplicado. Algo similar sucede con su vida socio-cultural, pese a las adversidades de la guerra que asola al país, ya que en esos años se desarrolla el periodismo, la literatura, la arquitectura y, por supuesto, la música.

En esa etapa de particular despegue cultural, en que por su buenos servicios la corona le concede el título de Villa y el privilegio de constituir el municipio de Gibara, el comercio con diversos países fue intenso. También llegaban los soldados de las tropas españolas, incluyendo bandas de música como la del Batallón Cazadores de Chiclana y la Regimiento de Santander, de larga estadía en la región, contribuyendo al desarrollo de las retretas o conciertos públicos los fines de semana y en celebraciones relevantes, como la fiesta del santo patrón. Alrededor de la Plaza de la Iglesia se habían construido importantes edificaciones, entre ellas hoteles, comercios, el Ayuntamiento y el Casino Español, institución que cobra auge a inicios de la década de 1880, en una bella edificación de estilo neoclásico en cuyos grandes salones, adornados con arcadas cerradas por vidrieras policromadas y columnas jónicas, se realizaban los más regios bailes, conciertos y veladas de la época.

Luisa Martínez Casado

En este Casino Español los asistentes, ataviados elegantemente, bailaban al compás de rigodones, polkas, cuadrillas y otros ritmos europeos; aunque tampoco faltaron las sabrosas contradanzas y danzas cubanas. Además de las bandas españolas o de agrupaciones holguineras como la Orquesta de Manuel Avilés, en esta etapa cobran auge agrupaciones locales, entre ellas la Banda de Bomberos, las orquestas de aficionados La Lata y La Casellana, así como las fundadas por los Gómez, una familia de raza negra, insoslayable en esta historia.

Durante la llamada Tregua fecunda, los negros y mulatos pasan a tener un significativo protagonismo en la vida musical citadina. Conocido es que Gibara llegó a tener el mayor número de pobladores de la raza negra en todo el nordeste de Cuba, como recuerda el profesor José Vega Suñol desde las páginas de su libro Región e Identidad, dado el desarrollo de la industria azucarera en la zona. Precisamente músicos de esta raza, sobre todo de las familias Gómez, Oduardo y Rodríguez, tienen un papel relevante en la fundación del Centro de Artesanos en 1885.

En sus salones la orquesta fundada poco antes por Juan Miguel Gómez Batista impulsó la defensa del danzón y la música criolla. También allí brindaron sus primeras actuaciones Emilio Rodríguez y Juana Pérez, quienes luego de unirse en matrimonio fueron los padres fundadores de la historia musical de Banes. Antes de esta sociedad y el Casino Español, hay que mencionar el Círculo Familiar, luego sustituido en 1884 por la Sociedad Círculo Popular, los cuales conformarían otros escenarios en que actuarían para los gibareños el gran pianista trinitario Lico Jiménez y la Compañía de Bufos de Salas, entre muchos importantes músicos y agrupaciones.

Pero sin dudas una de las principales conquistas de la cultura en la región en la etapa colonial fue la edificación del teatro por el Casino Español, el cual luego pasa a manos de la Sociedad Unión Club. El 13 de septiembre de 1890 se inaugura esa valiosa institución cultural, la cual estimuló en poblaciones vecinas el afán de metas semejantes. El teatro solía acoger compañías dramáticas, pero la música siempre fue gran protagonista. En su escenario encontraron aliento numerosas generaciones de artistas gibareños y residentes temporales que luego fueron relevantes figuras, ese fue el caso de la puertorriqueña Ramona Sicardó, la cual en décadas posteriores contribuyó a modelar la personalidad del maestro gibareño Rafael Vega Caso.

En el teatro deleitaron al público cantando guarachas los integrantes de la compañía bufa de Gonzalo Hernández en 1891, al año siguiente hizo temporada de zarzuelas la compañía del maestro José Marín Varona y la tiple[1] Amalia Rodríguez,- los cuales en la villa realizaron formalmente su matrimonio -; no menos memorables fueron las presentaciones de la Compañía de Luisa Martínez Casado -la cual vivió momentos tristes y alegres, incluyendo el deceso y el nacimiento de figuras descollantes de esa familia, como el gran barítono Juan José Martínez Casado, el cual vino al mundo en una de las frecuentes temporadas en este coliseo-, las actuaciones de Ignacio Cervantes, Díaz Albertini y Brindis de Salas, entre otros portentos de la música cubana e internacional que se presentaron en su escenario antes de estallar la guerra de 1895.

Brindis de Salas

El 25 de julio de 1898 fue precisamente Gibara el primero de los pueblos liberados por el Ejército Libertador, ese día la banda mambisa dirigida por Manuel Avilés Lozano y la orquesta de Juan Miguel Gómez acompañaron a los libertadores tocando himnos y marchas. Ambas agrupaciones, la banda norteamericana del Nashville y aficionados al canto lírico realizan hasta finales de ese año numerosas retretas, veladas y puestas en escena de zarzuelas.

Al concluir la guerra, el Casino Español se transforma en el Unión Club, por su parte la raza negra funda en 1899 el Club Maceo. Ambas reciben el 20 de abril de 1902 a Estrada Palma, quien antes de tomar posesión como primer presidente de la República, quiso rendir honor a su madre y a su natal Bayamo, seleccionando el puerto de su deportación como el de regreso. Ese día Gibara se llenó de música y alegría.

Siglo XX

Desde inicios del siglo XX, continúan llegando músicos notables, entre ellos el maestro M. Tizol que contribuye a formar valiosos instrumentistas, pero no hay dudas de que en las primeras décadas la música gibareña vive sus mejores momentos, su impronta se hace sentir en todo el norte de oriente, pues en sus principales poblaciones sus instrumentistas y agrupaciones se destacan sobremanera. El Eco de Tunas elogia las frecuentes presentaciones de la orquesta de Fello Mastrapa, en Puerto Padre hacen otro tanto con el desempeño de los hermanos Juan y Alberto Márquez, quienes fundan allí la Banda Municipal y el famoso Trío Hermanas Márquez, por su parte en Baracoa el músico Ángel Peralta inicia la tradición de las retretas, mientras que en Holguín Agustín Morales Velázquez funda una de las más importantes academias y familias de músicos. Por el teatro gibareño continuarían presentándose importantes figuras y agrupaciones, entre ellas las compañías de zarzuelas y óperas de Alonso y Lombardi y el legendario actor español Antonio Vico, quien muere en camino a Nuevitas.

En 1902 se funda la Colonia Española y al año siguiente se le da la bienvenida al violinista Fermín Cardona Urgellés, el niño prodigio de Gibara que, en 1892 con 12 años de edad, había causado sensación en grandes salones de Cuba al lado de Brindis de Salas. Retornaba vencedor de sus presentaciones en grandes salones europeos, tras concluir los estudios pagados por el Ayuntamiento local en el Conservatorio de Madrid, en donde conquistó el primer premio, hazaña cultural que dos décadas después repetiría Vega Caso. Cardona se establecería dos años después, justo cuando el maestro Manuel Nogales emprende la fundación de la Banda Infantil, en Estados Unidos, dejando una huella efímera en la historia del patrimonio sonoro de la Villa Blanca.

No se puede decir lo mismo de las orquestas de Juan Miguel y Pedro Gómez, de la de Martín Oduardo, o de músicos como Cándido Ávila y Fello Mastrapa, los cuales durante décadas son sostén de la enseñanza musical, las retretas, las actividades litúrgicas, bailes y veladas en las que también hacen sus primeras presentaciones los nuevos valores que van surgiendo, entre ellos los pianistas Rafael Vega Caso y Juan Vecino, el segundo al ingresar a la compañía del italiano Aquiles Zorda es rebautizado como Juan Viccini, luego en Santiago de Cuba funda junto a sus hermanas el Orfeón Cuba, una de las más importantes agrupaciones en la historia del movimiento coral cubano.

Al llegar en los años 20 el auge de los tríos y las agrupaciones soneras, acogió actuaciones de agrupaciones de estos formatos. Las más aplaudidas fueron el Trío y el Sexteto Romero, ambas fundadas por José Romero Yero, sobre todo el sexteto era muy solicitado de distintas poblaciones en esa convulsa etapa de la dictadura de Gerardo Machado, sátrapa para el que actuaron durante uno de sus viajes a Oriente en 1927. Otras de las agrupaciones más populares entonces eran las orquestas charangas Hermanos Gómez y Hermanos Angulo, esta última había popularizado La que sube, una hermosa habanera del maestro Cándido Ávila con texto del poeta Fernando Cuesta Mora, inspirada en los encuentros beisboleros contra Holguín, y la cual luego se convierte en el Himno de Gibara.

En 1931 la pequeña urbe se convierte en importante escenario de la lucha contra el machadato, cuando en pleno verano, el 17 de agosto, desembarca una expedición que es combatida ferozmente por mar, tierra y aire. Sería ese un año que marca el ocaso definitivo de su prosperidad económica, pues a partir de entonces cobra fuerza el comercio terrestre al llegar a la región la Carretera Central, aunque dos décadas atrás había comenzado el declive cuando en 1910 Banes se había convertido en municipio y comenzaban a surgir otros puertos y subpuertos de mayor calado que le robaron el protagonismo al gibareño.

El fomento del turismo contribuyó a paliar, durante algunos meses del año, las necesidades de empleo de un movimiento musical que en los predios de la música popular bailable llegaba a su máximo esplendor. En los distintos balnearios y sociedades de recreo e instrucción, además de prestigiosas orquestas holguineras como la Avilés y Hermanos Coayo e incluso procedentes de Santiago o La Habana, actúan sistemáticamente las veteranas orquestas Hermanos Gómez y Hermanos Angulo, junto a otras que se van fomentando como la Sonora Cristal, primera Jazz band de la localidad fundada en 1938, igual que el Conjunto Villablanca de Rubén Cruz. Este formato, el conjunto, se entroniza en la vida musical con otros exponentes valiosos como los de Carlos Bruceta, el Hernández-Mayo y sobre todo con el de Ángel, Pombo, Pérez (luego denominado Los Amigos o Unión Club).

La música lírica y de concierto había dejado en los años 20 momentos de gran destello con el grupo que en el Unión Club centralizaban las hermanas Pérez Maza y su cuadro de comedias y zarzuelas. Las retretas también han visto pasar sus mejores años y, pese a los esfuerzos, ni en los 30 ni en décadas sucesivas se logra estabilizar una verdadera banda de concierto. Las presentaciones que el guitarrista gibareño José Rey de la Torre -considerado el concertista cubano más brillante y reconocido internacionalmente en este instrumento antes de la llegada de Leo Brouwer- descuellan entre las actividades más relevantes en este tipo de música por esos años.

Al iniciarse los años 40, las familias Gómez y Angulo se habían fusionado en una sola agrupación, mientras que el conjunto Villablanca se transforma en una jazz band de primerísimo nivel, en la que se formaron excelentes músicos como el guitarrista y pianista Manuel Galbán Torralbas, el cual luego trascendería internacionalmente con el cuarteto Los Zafiros y el Buenavista Social Club. Algo similar sucedería con Celso y Mauro Gómez, saxofonistas de la Sonora Cristal que pasaron a la orquesta de Mariano Mercerón y posteriormente a la Banda Gigante de Benny Moré. Ya para esta fecha se hace notorio el éxodo de músicos, pues ante la inauguración de Guardalavaca y otras playas, las de Gibara van pasando a un segundo plano. En reclamo de mejoras, Gibara en 1947 se declara ciudad muerta, iniciativa que es apoyada por Holguín y otras poblaciones que denuncian los males de los gobiernos auténticos.

Así, parte el trompetista y cantante Germán Piferrer, el percusionista y pedagogo Francisco Sánchez Ávila (Lele), los cantantes Juan Carlos Cajigal e Irving Pérez, Olavo Gómez y su hijo el gran sonero Pedro Gómez Rodríguez, entre otros de una larga lista que nutrieron agrupaciones relevantes de distintas regiones de Cuba y de otros países. No obstante agravarse las adversidades con la instauración de la dictadura de Fulgencio Batista, el pueblo gibareño no le dio la espalda a la música y la cultura. El 25 de julio de 1953, fecha en que con versión de la habanera La que sube, realizada por Juan Márquez Gómez, la Banda Municipal de Holguín, estrena el Himno Viva Gibara, se realiza la primera edición de la Fiesta del Gibareño Ausente, una de las celebraciones más trascendentes de ese período a la que concurren importantes artistas y agrupaciones musicales.

Luego del 59

Al triunfar la Revolución, descendientes de las familias Gómez y Angulo están entre los abanderados que impulsan un sólido movimiento de aficionados, entre la población infantil y adulta, no sólo de la cabecera municipal sino también en poblaciones como Velasco, lugar donde se establece el notable trovador Freddy Laborí (Chispa), además de fundarse agrupaciones como Los Astros, uno de los muchos laureados en certámenes provinciales y nacionales en aquella inolvidable década de 1960. En Gibara se fomentaron instituciones como la escuela de música Pedro Gómez, en la que se iniciaron el violinista, compositor y cantante Vicente Rojas y Andrés Escalona, contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional.

En 1975 se abre una de las más entusiastas Casas de cultura de Cuba - sede desde el 2002 del importante Festival Internacional de Cine Pobre- lugar donde instructores como Luis y Alberto Angulo Fleitas, desplegaran por décadas un intenso trabajo musical. Luis fundó un coro infantil de cien voces y una brigada artística que llevó por múltiples escenarios su cancionística, baluarte del Taller del Autor Musical, el cual agrupara a creadores de alto vuelo artístico como Wilfredo Calderón y Maximiliano Guerrero, entre los más recodados.

En las últimas décadas, con la fundación de la emisora municipal y el estudio de televisión, la promoción del patrimonio sonoro gibareño cuenta con dos valiosos portavoces. Importantes exponentes actuales son la Banda Municipal de Conciertos, fundada en el 2007, así como el Dúo Atlántico, quienes junto a otras figuras y agrupaciones cada día trabajan por rescatar los valores que, en tiempos pretéritos, ubicaron a Gibara en la vanguardia de la vida musical en el Oriente cubano.

Notas y referencias

    1. Instrumento musical de viento parecido a la chirimía, de forma cónica y sonido muy agudo, fuerte y penetrante, que se usa en los conjuntos musicales de Cataluña (España) que interpretan sardanas.
    2. Guitarra pequeña, con diferentes encordaduras, propia de algunas zonas de España y América.

Bibliografía

  • Hernández Pavón, Zenovio. La música en Gibara. Inédito.
  • Hidalgo, César. Gibara, música. Aldea cotidiana, 5 de julio de 2010. Consultado: 19 de julio de 2016.
  • Leyva Aguilera, Herminio: Gibara y su Jurisdicción. Establecimiento Tipográfico de Martín Bim, Gibara, 1894.
  • Medina Caballero, Nora. La música en Gibara 1817-1990. Inédito.
  • -----------------------. Sextetos de son gibareños del siglo XX y el conjunto típico "Unión Gibara"
  • Vega Suñol, José. Región e identidad. Ediciones Holguín, Holguín, 2012.
  • Colección de la prensa holguinera. Museo Provincial La Periquera.
  • Colección de la prensa gibareña. Museo Municipal Gibara.