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Artículo destacado

Este artículo trata sobre Ignacio Agramonte. Para otros usos de este término, véase Ignacio Agramonte (desambiguación).
Ignacio Agramonte
Información sobre la plantilla
Agramonte.jpg
Mayor General del Ejército Libertador cubano.
Mayor General
NombreIgnacio Eduardo Agramonte Loynaz
ApodoEl Mayor
LealtadEjército Libertador Bandera de Cuba
Participó enGuerra de los Diez Años

Nacimiento23 de diciembre de 1841
Puerto Príncipe, Camagüey, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento11 de mayo de 1873
Jimaguayú, Camagüey, Bandera de Cuba Cuba
Causa de la muerteMuerte en combate
Otros empleosAbogado
CónyugeAmalia Simoni
HijosErnesto Agramonte y Herminia Agramonte
PadresIgnacio Francisco Guillermo Agramonte Sánchez Pereira
María Filomena Loynaz y Caballero

Ignacio Agramonte y Loynaz nació el 23 de diciembre de 1841 en la ciudad de Puerto Príncipe en la casa nº5 de la calle Soledad, hoy Ignacio Agramonte, conocido como «El Mayor». Fue uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años. Organizó la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas.

Sus padres —el licenciado Ignacio Agramonte Sánchez Pereira y María Filomena Loynaz Caballero— tenían una posición económica prospera y crearon una familia integrada, además, por otros cuatro hijos que sobrevivieron a la mayoría de edad: Enrique, Francisca,Loreto y Mariano.

En los tres años y medio de su vida militar participó en más de cien combates[1]. Como jefe supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas de Camagüey, fundamentalmente con el empleo de la caballería. Llegó a establecer una sólida base de operaciones en ese territorio y prestó especial atención a la preparación militar y general de los jefes y oficiales, para lo cual creó escuelas militares como la de Jimaguayú.

Tratado con cariño y respeto por sus subordinados con el sobrenombre de "El Mayor", impuso estricta organización y disciplina a sus tropas. "El Bayardo", sobrenombre con el que pasó a la historia, es un símbolo de gallardía, patriotismo y valor. Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: "Paladín de la vergüenza" y "Apóstol inmaculado".

Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: "Salvador de la revolución". El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, "Coloso genio militar". El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo "Un Simón Bolívar".


Síntesis biográfica

Primeros años

Archivo:Casa de ignacio agramonte.jpg
Casa de la familia Agramonte-Loynaz, donde nació el niño Ignacio Eduardo Agramonte y Loynaz.
Familia Agramonte.

Desde pequeño Ignacio Agramonte parecía gozar de plena compatibilidad de caracteres y comunicación con su padre. Es sabido que éste le estimulaba su curiosidad intelectual al llevarlo con frecuencia a los salones de la Sociedad Filarmónica, repletos de la ilustrada juventud principeña. Sin dudas, María Filomena no ocupaba un segundo puesto en cuestiones de atención a sus hijos; marchaba a la par de su compañero y parece haber sido sumamente celosa por alejarlos de las cuestiones sociales más comunes y banales de la vida colonial.

Los dos padres de Ignacio Agramonte pertenecieron a familias criollas[2]. El padre,Ignacio Francisco Guillermo Agramonte Sánchez-Pereira, también abogado, de ideas liberales, fungiría como regidor y fiel ejecutor del ayuntamiento de Puerto Príncipe; a su vez, ostentaba cargo en la filial principeña de la sociedad económica. Igualmente se desempeñaba en el "Real Colegio de Abogados" de la ciudad, su hermano, "Francisco José", ejercía como Decano de ese importante centro de jurisprudencia.

Por la parte del padre fueron varios los miembros que desempeñaron cargos importantes dentro del cabildo o ayuntamiento; también en la milicia y en la iglesia. Varios se emplearon como abogados. Eran hombres emprendedores y de particular inteligencia. Por la rama familiar de la madre, María Filomena Loynaz y Caballero, igualmente procedía de una de las más antiguas familias principeñas, ligada al abogado Juan José Caballero y Caballero, marqués de Santa Ana y Santa María.

Estudios

Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal y los continuó en el colegio El Salvador de la ciudad de La Habana. En 1852 los siguió en la ciudad de Barcelona en España hasta 1857 que regresó a Cuba y tras unas breves vacaciones en Puerto Príncipe ingresó en la Real Universidad de La Habana a estudiar Derecho Civil y Canónico. Como parte del curriculum de estudio se desarrollaban las sabatinas, unas sesiones donde los estudiantes debatían temas referentes a sus estudios; en una de ella Agramonte leyó una denuncia del régimen de opresión a que estaba sometida la Isla, sin aludir concretamente a la situación de Cuba. Antonio Zambrana, uno de los presentes y después compañero de lucha en la Guerra de los Diez Años, escribió: “Aquello fue un toque de clarín. El suelo de todo… temblaba. El catedrático que presidía el acto dijo, que si hubiera conocido previamente aquel discurso no hubiera autorizado su lectura.”

El 11 de junio de 1865 se tituló como licenciado en derecho y, aunque esto le permitía ejercer como abogado, Ignacio continuó para obtener el Doctorado. Efectuado el último examen el 24 de agosto de 1867 trabajó por un tiempo en La Habana como Juez de Paz del Barrio de Guadalupe y para un bufete particular.

A mediados de 1868 Ignacio regresó a Puerto Príncipe; tres asuntos importantes lo debieron mantener completamente ocupado. La labor como abogado en su bufete, el inminente matrimonio que se efectuó el 1º de agosto de ese año y la conspiración para el inicio de la lucha por la independencia.

Tras concluir sus estudios Agramonte decidió poner en práctica los conocimientos adquiridos, para ello vivió algún tiempo en La Habana, donde fungió como juez de paz del barrio de Guadalupe y ejerció su profesión en esa ciudad, en el bufete de Antonio González de Mendoza; y desde mediados de 1868 en Puerto Príncipe, luego de su regreso. El 1 de agosto de 1868 contrajo matrimonio con Amalia Simoni Argilagos, culta principeña a quién consideró su ángel idolatrado.

Labor independentista

Cuando se produjo el Alzamiento de Las Clavellinas por los camagüeyanos el 4 de noviembre de 1868, Ignacio Agramonte fue encargado por la dirección de los patriotas para realizar trabajo de inteligencia, su incorporación a las fuerzas insurrectas se produjo cuando desde el Ingenio Oriente se comunicó con Salvador Cisneros Betancourt y se presentó a este en Sibanicú el día 11 del mismo mes.

Recibió la encomienda de agrupar y organizar a las partidas insurrectas que se encontraban en el sur de la jurisdicción; en los días siguientes recorre el sur y logra unir a los líderes de varias partidas que firman el Acuerdo de Jobabo, primer gran servicio político y militar que Ignacio prestó a la revolución mientras otros trataban de llegar a un acuerdo con las autoridades para abandonar la lucha armada a cambio de reformas.

En la Reunión de Las Minas, la noche del 26 de noviembre de 1868, enfrentó Agramonte a los claudicantes; fueron decisivas sus intervenciones para salvar la revolución en Camagüey y en Cuba, aún impactan sus palabras: “Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan, Cuba no tiene más camino que conquistar su redención arrancándosela a España por la fuerza de las armas.”

Sus dotes de dirigente político se consolidaban y en elecciones realizadas por los partidarios de continuar la lucha, fue elegido —junto a Salvador Cisneros Betancourt y su primo Eduardo Agramonte Piña— para formar el Comité Revolucionario de Camagüey.

Su personalidad está asociada a hechos de gran significación en la historia de Cuba y ya, en la reunión efectuada en Paradero de Las Minas el 26 de noviembre, emerge como el opositor formidable frente al intento de Napoleón Arango, de sofocar la lucha en el Camagüey.[3][4]

Principales combates

En enero de 1871, cuando la Revolución en Camagüey parecía derrotada definitivamente, las diferencias con Céspedes fueron zanjadas y el mayor general Agramonte reasume el mando de las debilitadas y dispersas fuerzas libertadoras de la división del Camagüey. El día 17, mediante una proclama a los Camagüeyanos —donde se evidencia su madurez como militar— da a conocer su vuelta al mando y exhorta a la lucha, pero con una mayor organización y disciplina para lograr la victoria. El combate diario es la única forma de alcanzar la independencia y mejor forma de proteger a las familias; los intentos de presentarse al enemigo se enfrentarán con firmeza revolucionaria sometiendo a juicio con condenas a muerte; ante las propuestas a su persona para que abandone la lucha por la falta de recursos responde que la continuará ¡Con la vergüenza!

Al constituirse la Cámara de Representantes, Agramonte fue elegido secretario; pero, el 26 de abril renunció a esa responsabilidad para ocupar el cargo de jefe de la División del Ejercito Libertador en Camagüey con el grado de mayor general.

Su primer combate como jefe de las tropas lo libró el 3 de mayo de 1869, en "Ceja de Altagracia". De gran repercusión fue el ataque a la ciudad de Puerto Príncipe el 20 de julio de ese año pues levantó el prestigio de la revolución; aunque no era el objetivo ocupar la ciudad, obligó a los españoles a emprender la inmediata construcción de numerosas torres, puestos y fortines para la defensa de dicha plaza. El 13 de mayo de 1869, por la expedición del vapor "Salvador". El 17 de mayo de 1869 renunció por estar en desacuerdo con la distribución que el gobierno hiciera del armamento desembarcado por "La Guanaja", el 13 de mayo de 1869, por la expedición del vapor "Salvador".

En este año, el 27 de octubre se destaca en el combate de Sabana de Bayatabo en las proximidades de Minas y el 1º de enero de 1870 participó —como segundo al mando— en el Combate de Minas de Juan Rodríguez, Hay una imagen para el hipervínculo en las cercanías de Guáimaro; a la poderosa fuerza española se le causaron más de 200 bajas mientras los mambises se retiraron ordenadamente cuando habían agotado casi todas sus municiones. Esta acción, dirigida por el General en Jefe del Ejército Libertador fue la más importante librada en territorio camagüeyano durante los primeros años de la Guerra del 68. Otro combate dirigido por Agramonte fue El Cercado.

El día 28, participa en el Combate de Bonilla, donde los insurrectos pretendían frenar el traslado de fuerzas del Conde de Valmaseda de Puerto Príncipe a Nuevitas para continuar hacia a Oriente y sofocar el levantamiento en esa región. El 26 de febrero de 1869, en el poblado de Sibanicú se constituyó un nuevo órgano de dirección del movimiento revolucionario en Camagüey, la Asamblea de Representantes del Centro integrada por los anteriores miembros del Comité y por Francisco Sánchez Betancourt y el joven abogado habanero Antonio Zambrana Vázquez. El primer acuerdo de la Asamblea fue el Decreto de Abolición de la Esclavitud.

En abril de 1870, por discrepancias con el presidente Carlos Manuel de Céspedes, renunció a la Jefatura Militar de Camagüey; en los meses siguientes, junto al grupo de subalternos que lo acompañaban combatió a las fuerzas españolas en Ingenio Grande, Jimirú, Socorro, Múcara y otros lugares.

Durante este año de 1870, las tropas españolas iniciaron una gran ofensiva por todo el territorio camagüeyano en la que destruyen campamentos insurrectos, asesinan a numerosos combatientes y empleados civiles de la revolución y capturan muchas familias cubanas que se escondían en los montes; en estas condiciones muchos independentistas vacilaron y se presentaron a los españoles buscando el perdón para salvar sus vidas y la de sus familiares.

Para Ignacio fue desastroso que una fuerza española capturara a Amalia y su hijo Ernesto el 26 de mayo, precisamente el día que el mambisito cumplía un año.

El 13 de junio participó en la toma del fuerte de "La Llanada" y una semana después, en la acción de "Sabana Nueva". El 20 de junio, las fuerzas bajo su mando penetraron en la ciudad de Puerto Príncipe con el empleo de una pieza de artillería, acción de gran repercusión política y militar.

El 16 de agosto de 1869 tomó parte en el frustrado ataque a Las Tunas, dirigido por el general en jefe del Ejército Libertador, mayor general Manuel de Quesada. En ese mes libró el combate de "La Luz" y el 27 de octubre de 1869 intervino en el de "Sabana de Bayatabo". Bajo el mando del mayor general Thomas Jordan, jefe del estado mayor general, combatió en "Minas de Juan Rodríguez" (combate de Tana), el 1 de enero de 1870, y en "El Clueco", el 26 de enero de 1870.

En los primeros días de diciembre es encomendado por el Comité Revolucionario para entrevistarse en Guáimaro con Carlos Manuel de Céspedes con el objetivo de unificar el movimiento independentista.

Diez días antes había combatido en "Jimirú". Sin mando, pero conservando el grado de Mayor General, continuó la lucha acompañado por su escolta y por las pequeñas fuerzas que se le fueron agregando. En tales condiciones realizó alrededor de 19 acciones combativas en ese año, entre ellas las de Caridad de Pulido, Puente Carrasco, La Gloria, Santa Brianda de Altamira, Ingenio Grande, Embarcadero de Vertientes y Múcara. Comprendiendo la importancia de mantener la unidad entre los cubanos, aceptó el ofrecimiento de Céspedes, el 13 de enero de 1871, de reincorporarse al frente de las fuerzas de Camagüey, y reasumió el mando de la división el día 17. A partir de ese momento desarrolló el período más brillante de su carrera militar. La experiencia adquirida le permitió introducir cambios en el empleo táctico de la caballería, imprimiéndole gran movilidad, lo que posibilitó lograr la sorpresa en el combate. El 20 de febrero de 1871 llevó a cabo el ataque a la "Torre Óptica de Colón" (Pinto). A continuación libró los combates de Lauretania, Limpio Grande, Hato Potrero, La Entrada, El Mulato y La Redonda.

En los días, semanas y meses siguientes la revolución se fortaleció por la llegada de Manuel de Quesada al frente de una expedición, la labor del Comité Revolucionario en la organización civil —donde Ignacio debió desempeñar un papel fundamental— y la incorporación de numerosos combatientes a las fuerzas armadas; este último elemento y el ideal democrático que reinaba entre sus integrantes hizo que el Comité decidiera efectuar nuevas elecciones.

La comprensión de la necesaria unidad y organización de una sola representación de todos los patriotas de la Isla para obtener la victoria, determinó que los revolucionarios orientales, villareños y camagüeyanos se reunieran el 10 y 11 de abril de 1869 en Guáimaro en Asamblea Constituyente. Por encargo de los representantes, Agramonte y Antonio Zambrana redactaron la Constitución de la República de Cuba, que fue aprobada el día 11 por la Asamblea y debía regir mientras durase la guerra de independencia.

En estas condiciones y de acuerdo a las características del territorio aplica una táctica diferente, utiliza la caballería en función de la guerra de guerrillas; con pocos jinetes hostiliza constantemente al enemigo y con rápidos movimiento de un lugar a otro desconcertaba al enemigo que no podía conocer el lugar exacto donde se encontraba la fuerza insurrecta.

Como oficial mambí Agramonte fue uno de los más destacados y su labor militar constituye parte importante del surgimiento del Arte Militar Cubano. La comprensión por Agramonte de la importancia de la logística para los ejércitos, y más, en las condiciones en que combatía el Ejército Libertador, le permitió dirigir la creación y organización de fábricas o talleres, donde se elaboraba o reparaba los efectos que necesitaban las fuerzas insurrectas. Estos talleres se asentaron en su mayoría en la zona de Najasa y Sierra de Cubitas, donde existían tupidos montes capaces de brindar protección contra cualquier ataque sorpresivo de las fuerzas españolas sin tener necesidad de emplear numerosa custodia.

Convirtió las fuerzas de la División en las mejores por su disciplina y organización. La caballería camagüeyana fue su mejor ejemplo; pero estos no fueron sus únicos méritos, junto al celo por el cumplimiento del deber de sus hombres se caracterizó por el logro de un especial respeto de ellos; en esto influyó mucho sus muestras de responsabilidad con sus vidas. Como olvidar la anécdota de cuando escaseaba el alimento y su indicación para compartir una guayaba.

Rescate del brigadier Sanguily
Archivo:Rescate sanguily.jpg
Cuadro representativo del rescate de Julio Sanguily.
General de Brigada Julio Sanguily, militar mambí rescatado en la acción militar.

A partir de aquel momento, mejoró progresivamente la situación militar bajo su mando, y las fuerzas mambisas pasaron de la defensiva a la ofensiva. Agramonte dirigió personalmente decenas de combates en que derrotó a las fuerzas enemigas, siempre numérica y materialmente superiores; el más conocido por su intrepidez, destreza e importancia política fue el Rescate del brigadier Julio Sanguily Garritte, en el que con poco más de 30 hombres se enfrentó a una tropa enemiga de 120 que conducía al Brigadier y otros prisioneros.

Recién acababa de amanecer el 8 de octubre de 1871. El día anterior Ignacio Agramonte había acampado con unos 70 jinetes en el potrero de Consuegra, al sur de la ciudad de Puerto Príncipe, con el propósito de descansar luego de un mes de largas y fatigosas jornadas por la zona.

Sucedió entonces que el brigadier Julio Sanguily fue sorprendido y capturado, cuando se encontraba en el rancho-enfermería de la patriota Cirila López Quintero. Según una de las versiones, éste viajó hasta allí para dejar a 3 enfermos bajo su cuidado y mientras serían lavadas sus ropas. Una sección de la columna española, dirigida por el general Sabas Marín llegó al lugar; Sanguily, auxiliado por su asistente, Luciano Caballero, intentó infructuosamente alejarse del lugar, pero un sargento español logra apresarlo. Con posterioridad fue llevado hasta el Jefe de la columna española, el cual le dirigió algunas preguntas para conocer dónde se hallaban Ignacio y Eduardo Agramonte, pero Sanguily le respondió.

En 1872 había cambiado totalmente la situación militar de Camagüey; la escasez de armamento y municiones no era impedimento para que el Mayor —como le llamaban sus soldados— elevara la moral combativa. En mayo de ese año, el Gobierno de la República en Armas le hizo extensiva su jefatura a las fuerzas de las Villas, que desde mediados de 1871 venían combatiendo a su lado en el territorio de Camagüey. Agramonte propuso al Gobierno un proyecto de invasión a Las Villas y el Occidente de la Isla que había concebido; la falta de armas y municiones impidió materializar el plan.

Luciano Caballero, logra alejarse del lugar de los hechos e informa lo sucedido al capitán Federico Diago, ayudante de Agramonte, el cual comunicó la noticia a El Mayor. Agramonte, sin averiguar cuántos eran los enemigos, sino en qué lugar estaban, ensilló su caballo nombrado Mambí y se dirigió a sus 70 soldados[5]:

Mis amigos, la cuestión está clara. Al brigadier Sanguily lo han hecho prisionero los españoles. Todo el que esté dispuesto a rescatarlo o morir, que de un paso al frente.

El Mayor improvisa 35 jinetes: a la vanguardia el capitán Henry Reeve con cuatro rifleros de la escolta; el resto quedaba a las órdenes del comandante Manuel Emiliano Agüero, donde también iba Agramonte con sus ayudantes. Regresó Reeve, quien informó a Ignacio que los españoles, sudorosos y cansados, se arremolinaban a beber agua alrededor del pozo situado en el potrero de la finca "La Esperanza", propiedad de Antonio Torres, muy próximo a la ladera de la loma del lugar. Ante tal situación Agramonte desenvaina su machete y le ordena a sus hombres que es preciso rescatar a Sanguily vivo o muerto o perecer en la demanda.

Al ver el avance de las fuerzas cubanas, el sargento español que custodiaba a Sanguily lo derribó de la montura y le hizo un disparo a corta distancia que le inutilizó para siempre la mano, ya Agramonte se hallaba junto a él y levantándose sobre su propio caballo, ordenó la última carga, ante la que se dispersaron los pocos enemigos que aún combatían. Esta brillante acción es ejemplo de capacidad organizativa, coraje y valentía de El Mayor.

El propio Agramonte comento sobre la acción de rescate[5]:

Salí con ellos logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia el arma blanca y los nuestros sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, lo derrotaron y recuperamos al Brigadier Sanguily y cinco prisioneros más. Nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarle por completo. El enemigo dejó once cadáveres. (...) Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras!.

El Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en el centenario de la caída en combate de El Mayor destacó la significación histórica del Rescate del brigadier Sanguily[5]:

Ha pasado a la historia como una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, que electrizó prácticamente a todo el mundo(...) sobradamente conocido por todos los cubanos, esta fue sin dudas una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia, y ha pasado a ser un hecho de arma proverbial, que en aquel entonces despertó incluso la admiración de las fuerzas españolas.
Combates posteriores

Al amanecer del 20 de febrero de 1871, realizó el Ataque a la Torre Óptica de Colón. Culminó 1871 con los combates de El Plátano, La Horqueta, San Tadeo, San Ramón de Pacheco, Sitio Potrero y El Edén. En 1872 elevó el espíritu de lucha en Camagüey librando, entre otros, los combates de Palmarito de Curana, Destino, Casa Vieja, EL asiento, San Borges, y San José del Chorrillo. El 10 de mayo se extendió su mando hasta la provincia de Las Villas al subordinársele ese territorio. Ese día combatió en "Consuegra". Le siguieron los encuentros de San Pablo, Los Yareyes, Babujal, Jicotea, Salado, el 22 de julio, donde una bala le atravesó ambos omóplatos, Jacinto, Las Yeguas y La Matilde. En 1873 libró los combates de Buey Sabana, Curana, Sao de Lázaro, Ciego Najasa, Soledad de Pacheco, Aguará, el fuerte Molina y Cocal del Olimpo.

El 11 de mayo de 1873, prepara un combate para golpear la caballería de una fuerte columna española en el potrero de Jimaguayú; la acción no se desarrolla como la había concebido —por la astucia del jefe español— y después de dar órdenes para que parte de la caballería saliera del teatro de operaciones, el Mayor realiza un nuevo intento de provocación a la caballería españolas y encabeza una carga acompañados de pocos hombres contra un flanco de la infantería enemiga. No ha visto —por las características de la vegetación— que una compañía enemiga ha penetrado por el centro del potrero y sus disparos le causan la muerte.

Además de los citados combates, también participó en los de La Industria, Caridad de Arteaga, El Rosario, El Socorro, Piedrecitas, Guaicanamar, La Trinidad, Las Catalinas y El Quemado.

Caída en combate

Monumento a Ignacio Agramonte en Jimaguayú.
Vista completa del monumento
Vista completa del monumento
Detalles de la escultura

La caída de Agramonte en el Combate de Jimaguayú y la captura de su cadáver por la columna española fue un duro golpe a la Revolución; sus restos fueron llevados a la ciudad de Puerto Príncipe donde oficialmente se identificó y certificó su muerte. Con el propósito de no dejar un lugar donde los buenos cubanos pudieran rendirle tributo los españoles desaparecieron su cadáver sin que se pueda asegurar que fuese incinerado y convertido en cenizas.

Creyó España que el ensañamiento podía destruir el ejemplo de valor e intransigencia revolucionaria del combatiente que abandono sus afectos, comodidades y riquezas para servir a la Revolución y la Patria.

Su impronta se aprecia de múltiples formas, en las valoraciones de sus compañeros e importantes personalidades, en la bibliografía en la filatelia, música, poesía, artes plásticas, en las construcciones monumentarias como el obelisco de Jimaguayú, la estatua ecuestre del Parque Agramonte y la estatua que preside la Plaza de la Revolución Ignacio Agramonte Loynaz; pero, donde más se aprecia es en el imaginario popular como modo de conducta patriótica, política, moral y ética.

En la madrugada del 11 de mayo de 1873 llegan noticias de la presencia del enemigo en Santana de Cachaza. El Mayor arenga a su tropa para la batalla[6]:

La más alta y noble misión del hombre es el trabajo, cimiento de la sociedad, y el único medio de conquistar una patria honrada, que es el fin del programa que nos ha arrastrado llenos de amorosa fe, a estos turbulentos campos para convertirnos en obreros de la humanidad. Nuestra misión se va cumpliendo; vuestra disciplina y vuestra abnegación hacen de todos nosotros el núcleo fundamental de la futura República.

Y ordena enérgico:

!Ayudante de guardia!...!Un sargento y dos parejas de escolta, pronto, ¡para marchar!

Agramonte propone atraer esa fuerza al Potrero de Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey[7], ampliamente conocido por él por ser uno de sus campamentos habituales. Ubica la fuerza de la Infantería de Las Villas, recién llegadas[8], en los flancos oeste y sur del potrero y a la Brigada de Caonao entre ella. Sitúa a la caballería en el flanco este, oculta entre la hierba. Al entrar las fuerzas españolas, temerosas porque habían enterrado cerca de 100 cadáveres en los combates de Ingenio Molina y Cocal del Olimpo, no mordieron el anzuelo. Agramonte se percata de ello y se separa de la caballería para dar órdenes precisas a la infantería, que debía atraer al enemigo al fondo del potrero. Así de repente, como si hubiera concebido un nuevo plan partió con su escolta rumbo al vado que permitía cruzar la corriente del arroyo Basulto; ordena regresar a los demás, con la pretensión de cruzar el potrero y unirse a la caballería; y dice: “Voy a dejar que se entable la acción con los infantes y pronto nos veremos en Guayabo”. Es en esos momentos que una fuerza española de avanzada, que se había ocultado en el arroyo, lo sorprende y lo hiere mortalmente de un balazo en la sien derecha. A los 32 años, en plena juventud, traspasó los umbrales de la inmortalidad.

Aquel fatídico día, el cuerpo de Ignacio Agramonte cae entre una hierba muy alta; su escolta, corren a avisar a Serafín Sánchez. Henry Reeve, se entera de la noticia. La confusión es tremenda, pues al caer Agramonte sus hombres no reciben más ordenes y Reeve decide retirarse de Jimaguayú. Ordena a Serafín Sánchez que con su compañía busque el cadáver de Agramonte y después se retire a Guanábana. Registran pero no encuentran el cuerpo de su admirado y querido jefe.

El día 12, al llegar el cadáver a la plaza situada frente al hospital, el Padre Olallo, desafiando a los soldados españoles, solicitó conducirlo en camilla hasta el "Hospital de San Juan de Dios", donde lavó sus restos mortales y rezó ante el cadáver. El cuerpo fue incinerado con leña y petróleo por orden del gobernador hispano Ampudia.

Matrimonio

Retrato de la hermosa Amalia Simoni Argilagos, esposa de Agramonte y gran amor de su vida.

El gran amor de la vida de Agramonte fue la hermosa y culta Amalia Simoni Argilagos, miembro de una acaudalada familia de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. El 30 de julio de 1867 Ignacio le escribe a Amalia una carta donde muestra su amor[9]:

(...) Brindé cariñosamente por ti y aquella mesa, muerta desde tu partida, se reanimó con tu recuerdo que tan dulce me es; parecíame, Amalia, que no estabas lejos, que tu espíritu venía a presidir aquella reunión y a derramar aquel delicioso encanto que otra vez derramó tu belleza y sobre todo y para mí tu amor; el pecho se me hinchaba porque me parecía respirar el aire que tú habías respirado; aquel salón tanto tiempo oscurecido tenía la claridad que contigo tenía; el corazón latía repitiendo los mismos latidos de aquellos días; tú estabas a mi lado porque allí te colocaba mi imaginación amorosa (...).

El 1 de agosto de 1868 la pareja contrae matrimonio con en la iglesia de "Nuestra Señora de la Soledad". De esta unión nacen sus dos hijos: Ernesto, nacido en la manigua, y Herminia, a la que Agramonte no llegó a conocer.

Las cartas de Agramonte a su esposa expresan el cariño hacia ella y sus hijos, Ernesto y Herminia, a la que no conoció[10]:

Idolatrada esposa mía: Mi pensamiento más constante en medio de tantos afanes es el de tu amor y el de mis hijos. Pensando en ti, bien mío, paso mis horas mejores, y toda mi dicha futura la cifro en volver a tu lado después de libre Cuba.

Amalia siguió a su esposo a la guerra, en la manigua conoció la penuria y el peligro y empleó sus manos de patricia en las más rudas faenas. Durante un ataque español al campamento mambí donde se encontraba es capturada, el 26 de mayo de 1870, junto a su hijo, su hermana Matilde, y otros miembros de la familia Simoni. Las autoridades hispánicas le propusieron entonces a Amalia que escribiera a Agramonte solicitándole, por su amor y el de su hijo, que renunciara a la Revolución. Pero Amalia estaba plenamente identificada con los ideales de su esposo. Indignada, ripostó[11]:

General, primero me cortará usted la mano, antes que escribir a mi esposo que sea traidor.

Calificativos honrosos

Busto de Ignacio Agramonte en la Plaza que lleva su nombre en la Universidad de la Habana.
Monumento a Ignacio Agramonte en el parque que lleva su nombre en Camagüey.

Desde su etapa independentista y hasta nuestros días, Ignacio Agramonte recibió varios calificativos, el más famoso fue el del "El Mayor...", que según cuenta la historia fue puesto el 9 de julio de 1873 por el brigadier norteamericano Henry Reeve. Otros calificativos honrosos son:

  • A partir de mayo de 1869 algunos partes militares fueron firmados por Agramonte como "El Mayor General" y luego aparecía su nombre.
  • Su ayudante y miembro de la escolta, el capitán villareño Ramón Roa Garí, lo definió en 1873, "UN HOMBRE DE HIERRO".
  • El patriota y periodista Ignacio Mora de la Pera lo consideró, el 11 de junio de 1873, como "La mejor figura de la revolución".
  • El presidente de la República de Cuba en armas, Carlos Manuel de Céspedes, el 8 de julio de 1873 lo denominó "Heroico hijo".
  • El doctor Félix Figueredo Díaz, brigadier y jefe de sanidad del ejército oriental lo nombró, el 23 de julio de 1873, "ídolo de los camagüeyanos".
  • El generalísimo dominicano-cubano, Máximo Gómez Báez, en julio de 1873, admitió que Agramonte estaba llamado a ser el "Futuro SUCRE cubano".
  • El destacado periodista camagüeyano Ricardo Correoso y Miranda, publicó en el periódico "El Machete" un atrevido artículo dedicado a honrar a Ignacio Agramonte, cuando aún la Isla estaba sometida a España. El 18 de mayo de 1887 lo designó "Ilustre abogado" y además un "Washington cubano".
  • Desde el 10 de octubre de 1888, estando en Nueva York, José Martí lo calificó: "Diamante con alma de beso"[12].
  • Manuel Ramón Silva y Zayas, camagüeyano, catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza y coronel de la guerra de independencia de 1895, llamó a Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1899 , "Mártir de Jimaguayú".
  • En el periódico habanero "La Verdad", apareció un artículo dedicado a recordar el aniversario de la fatal caída en combate de Agramonte. La publicación, del 11 de mayo de 1899, lo designó como "Egregio Caudillo". En esa misma fecha, Manuel Ramón Silva lo ratifica con tres adjetivos, "El libertador", "Titán y campeón de la libertad".
  • El periodista Manuel de la Cruz Delgado, escolta de Agramonte y participante en el rescate del brigadier Julio Sanguily, lo califico, el 20 de mayo de 1902, "Insigne paladín" y "Arquitecto de la revolución".
  • Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: "Paladín de la vergüenza" y "Apóstol inmaculado".
  • Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: "Salvador de la revolución". El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, "Coloso genio militar".
  • El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo "Un Simón Bolívar".

Véase también

Centros culturales
Centros educativos

Referencias

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  5. 5,0 5,1 5,2 El rescate de Julio Sanguily, por Raysa Mestril Gutiérrez. Consultado el 12 de julio de 2012.
  6. A 130 años de una pérdida irreparable, publicado por Raysa Mestril Gutiérrez. Consultado el 13 de julio de 2012.
  7. Homenaje Perenne a "El Mayor", por Eric Pacheco Fandiño y Yanet Cruz Ávalos. Consultado el 13 de junio de 2012.
  8. La eterna cabalgata, por Yolanda Ferrera Sosa. Consultado el 13 de julio de 2012.
  9. Cruz, Mary. (Octubre de 1972) El Mayor, pp 67. La Habana: Instituto Cubano del Libro.
  10. Amalia: amor y fidelidad, por Elda Cento, Investigadora de la Oficina del Historiador de Camagüey. Consultado el 13 de julio de 2012.
  11. Cruz, Mary. (Octubre de 1972) El Mayor, pp 62. La Habana: Instituto Cubano del Libro.
  12. La sagacidad militar del Mayor General Ignacio Agramonte, por Orlando de la Cruz Barbán. Consultado el 13 de julio de 2012.

Fuentes